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25jul09


Zelaya se enamora de una frontera


Doce kilómetros antes de la frontera con Nicaragua, el territorio hondureño es, desde el viernes, una muralla impenetrable de soldados y policías que intentan crear una burbuja: nadie entra desde Nicaragua, especialmente el depuesto presidente Manuel Zelaya; nadie llega a la línea fronteriza desde el resto de Honduras, especialmente los simpatizantes de "Mel". Este sábado, Zelaya volvió a tocar la puerta… pero no entró.

Sentado en una improvisada tienda de campaña sobre unas tablas de madera y bajo un toldo de plástico, el coronel Luis Recarte se defiende de la lluvia 50 metros adentro de territorio hondureño, en la frontera con Nicaragua. Recarte, quien se hizo famoso el viernes cuando se acercó a estrecharle la mano al presidente Mel Zelaya en esta frontera, es el encargado de un gran operativo militar que tiene dos misiones: la de impedir la llegada de simpatizantes de Zelaya hasta este punto y la de evitar que el depuesto presidente ingrese en territorio hondureño. Para ello ha montado siete estrictos retenes militares en los doce kilómetros que separan a esta frontera de la población más próxima, El Paraíso. Y para ello ha colocado también cinco batallones patrullando las montañas que acompañan la carretera. Por aquí, dice, no entra nadie. Aunque Zelaya entró ayer, y se quedó en territorio hondureño durante más de una hora.

-No, nunca entró. Se quedó al otro lado de esta cadena. Hasta aquí no llegó.

-żY si entra?
- Será capturado.

-żY qué le dijo usted ayer?
-Lo invité a ingresar.

Recarte se parapeta en el legalismo de que Mel Zelaya cruzó la frontera pero nunca fue más allá de la zona neutral que comparten ambos países. Nunca encaró a los centinelas de Recarte, situados en el límite de ese terreno neutral. Nunca hizo siquiera amago de querer hacerlo. Este sábado regresó, pero se quedó en suelo nicaragüense. Y no habló con Recarte. Se quedó a medio paso, tomó un megáfono y volvió a llamar a la resistencia popular. Lo escuchaban unos cien seguidores enardecidos, y otros tantos periodistas internacionales. Ante la insistencia de los periodistas en preguntar cuándo iba a entrar definitivamente a su país, Zelaya respondió que no tiene prisas. Pero ya lleva un mes fuera, y a su período constitucional le quedan 5 meses. "Mi gobierno es eterno, porque es un gobierno del pueblo y el pueblo es eterno", dijo. Y para que a nadie le corran las prisas anunció la instalación de un campamento, del lado nicaragüense, "para distribuir comida, alimentos y tiendas de campaña para esperar a los demás compañeros".

Siete retenes adentro de territorio hondureño, los compañeros lo esperan a él. Entre ellos está su esposa, Xiomara de Zelaya, que aparece en medio de una "toma pacífica" de unas cincuenta personas, que han colocado troncos en la carretera a diez metros de donde un número mayor de policías y soldados han colocado rocas para que no pase nadie. "Si ellos no nos dejan pasar a nosotros, nosotros tampoco dejaremos pasar vehículos", dice uno de los autonombrados custodios de la carretera. Pero si acaso un vehículo logra sortear el retén civil, no pasará por el militar.

Desde Tegucigalpa, quien ha llegado aquí ha librado ya seis controles más entre civiles, militares y policiales. Y si quiere llegar hasta la frontera, para ver a Mel, le faltan otros siete. Los siete más estrictos. Los impasables. Los siete que separan al depuesto presidente, que no puede entrar a su país, de su esposa, que no puede salir.

"Mi plan es seguir aquí esperando a que el señor (general) Romeo Vázquez entre en una reflexión y que guarde al ejército que está en las calles. Esta gente no anda armada, viene en paz a saludar a su presidente", dice la Primera Dama que no está en funciones, frente a la línea de soldados con escudos que impiden el paso. "Él (Mel Zelaya) está esperando a que nosotros lleguemos a donde él está, pero han impuesto un estado de sitio. Nosotros vamos a resistir, aquí vamos a estar esperando para que nos permitan en paz llegar hasta la frontera".

En la frontera de Las Manos, unas horas después, suena el celular del coronel Recarte. Habla con otro coronel, que aparentemente le pregunta si Zelaya intentó entrar este sábado a territorio hondureño. Recarte responde: "No, mi coronel. Ese señor es un mentiroso. Ni entró hoy ni va a entrar nunca. Ese señor tiembla del miedo".

Un muerto en El Paraíso

La mañana del sábado, muy tempranito, una vecina de El Paraíso aprovechó la soledad de la madrugada y el toque de queda para internarse en un terreno baldío a orinar. Ahí encontró el cuerpo de un joven con señales de haber recibido una golpiza y heridas con un objeto cortopunzante.

Pedro Magdiel, un joven de 19 años, salió de Tegucigalpa el jueves intentando llegar a la frontera para ver a su presidente, pero desapareció el viernes en la noche. Ayer por la tarde, su cuerpo era ya propiedad de los zelayistas, que se negaban a que lo levantaran del lugar hasta que lo vieran todos.

Juan José López, amigo de la víctima, cuenta que viajó con Magdiel desde Tegucigalpa, pero el viernes por la noche la policía capturó a 20 jóvenes en esta localidad, entre ellos su amigo. Volvió a saber de él este sábado, cuando ya tenía la mirada perdida, con los ojos aún abiertos, y las mejillas chupadas. Cuando ya sus antebrazos eran morados. Cuando ya Pedro Magdiel inspiraba terror.

La policía asegura que no tiene registrada la captura del joven. Que a todos los detenidos se les abre una ficha en la que se incluyen los datos básicos y las huellas digitales, y que Magdiel no está en sus registros.

Los simpatizantes de Zelaya, que siguen esperando en El Paraíso a que se abran los retenes para poder acompañar al depuesto presidente, acusan a la policía de haber torturado al Pedro Magdiel.

Por la tarde, el cuerpo había sido retirado del terreno baldío. Pero nadie investigaba la muerte. Ahí, donde fue encontrado, no había ni cintas policiales ni nadie. Apenas un trozo de grama mojada, enlodada, aplastada por el cuerpo de Pedro Magdiel. Según Radio Globo, a Magdiel le dieron 14 puñaladas. Pero lo visible, sobre todo en su rostro y sus antebrazos, eran hematomas resultado de fuertes golpes.

El eterno toque

A casi un mes del derrocamiento del presidente Zelaya y de la condena de toda la comunidad internacional, la crisis política hondureña y sus consecuencias para la población siguen estancadas en un aparente callejón sin salida.

La instalación de Zelaya en Ocotal, un pueblo nicaragüense cercano a la frontera con Honduras, ha puesto en alerta a las autoridades de facto, que decidieron desde el viernes aislar a las poblaciones fronterizas del resto del país, de la frontera y de sí mismas. A los reiterados retenes que impiden la movilización de los habitantes de buena parte de los departamentos de El Paraíso y Olancho, se agrega la falta de transporte público, que obliga a los pobres con emergencias a caminar o circular decenas de kilómetros en bicicleta, dando a cada retén las explicaciones pertinentes.

El toque de queda en esta zona, que empezó el viernes al mediodía, ha sido prolongado al menos hasta el domingo a las seis de la mañana. Cuarenta y dos horas sin autorización legal para moverse, ni siquiera a la casa del vecino. Cuarenta y dos horas sin poder comprar alimentos, ni medicinas, ni nada. Cuarenta y dos horas que son apenas soportables porque los soldados y los policías de la zona han decidido, por cuenta propia, que dejarán circular a los locales entre un retén y el siguiente.

"Somos humanitarios", dice un jefe policial que controla uno de los retenes. "Si tienen emergencias, o que ir a trabajar, los dejamos, aunque no es legal".

Zelaya ha sido invitado este martes a una reunión en Washington, a la que él mismo dijo este sábado que no ha decidido aún si irá. Si aparece sentado junto a Hillary Clinton es probable que se relajen las medidas excepcionales tomadas en los últimos días en Honduras. Pero mientras el depuesto presidente siga en la puerta, el gobierno de Roberto Micheletti y el Estado Mayor Conjunto seguirán viendo una amenaza, y convirtiendo en rutina, como lo es ya desde hace un mes, medidas que son, por definición, excepcionales. Como el toque de queda. Como el cierre de fronteras. Como el cierre a la libre circulación.

[Fuente: Por Carlos Dada, El Faro, El Salvador, 25jul09]

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