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23sep09


Cómo fue el sorpresivo ingreso de Mel a la Embajada de Brasil


Desde Nueva York, el canciller Celso Amorim definió con claridad el grado de acuerdo logrado con el gobierno de Barack Obama: "Brasil y EE.UU. buscan una solución moderada y pacífica a la crisis de Honduras", indicó en una conferencia de prensa, como broche de un día de grandes tensiones en Tegucigalpa. Amorim dijo que había recibido una llamada telefónica de la secretaria de Estado Hillary Clinton y que ambos acordaron "que es preciso el diálogo como forma de resolver el conflicto hondureño, pero sin sustraer los derechos del presidente Manuel Zelaya".

En esa cita con la prensa, declaró en forma inflexible: "No vamos a tolerar ningún ataque contra nuestra sede diplomática" en Tegucigalpa. A esa altura, las 60 personas que se encontraban en el interior de la representación brasileña estaban sin agua, sin teléfonos y sin comida. Y sin posibilidad de conseguir alimentos, por el cerco que le tendía el Ejército hondureño. Poco antes, el presidente Lula da Silva había señalado: "Nosotros creemos que los golpistas no se animarán a entrar en el edificio de nuestra embajada".

Ayer, segundo día de estadía de Zelaya en la representación diplomática brasileña, hubo momentos donde se temió lo peor. Sobre todo, cuando un funcionario de la Cancillería de Honduras dijo que el Ejército y la Policía podían entrar en la embajada para detener al presidente depuesto. Por la tarde la crisis pareció amainar. Así lo describió el encargado de negocios de Brasil, que está al frente de la misión. La historia empezó, según el diplomático, a las 10 de la mañana del lunes. Fue cuando se presentó Zelaya sin aviso previo, de acuerdo a la versión de las autoridades brasileñas. Cuando Amorim se enteró, al parecer el presidente depuesto ya se encontraba en la sede diplomática de la capital hondureña. Habló con él y le dio la "bienvenida", luego de preguntarle si se encontraba bien. Inmediatamente, el canciller brasileño se reportó al presidente Lula da Silva mientras el jefe de Estado estaba en vuelo rumbo a Nueva York. Y minutos después llamaba al secretario general de la OEA, José Miguel Insulza. Ese fue el relato repetido por todos los actores brasileños involucrados: "Fue una sorpresa la llegada de Zelaya".

Sin embargo, Micheletti llegó a sugerir que un "país sudamericano que no es Venezuela" había puesto un auto a disposición de Zelaya con el objetivo de favorecer su entrada en la embajada donde se refugió. Era claro a quién se refería. No sólo fue rápidamente desmentido desde Nueva York; también lo hizo desde Brasilia la ministra jefa de gabinete, Dilma Rousseff, candidata de Lula para el 2010. Ella aseguró que "Brasil no fomentó ni intervino en este episodio. Pero permitió el ingreso del presidente hondureño en la embajada por una cuestión fundamental de derechos humanos".

Amorim no se limitó a anunciar ante la prensa la "intolerancia" de su país frente al sitio de las fuerzas militares y policiales hondureñas, algo que las leyes internacionales prohíben por ser considerado territorio extranjero. Dijo que Brasil iba a convocar a una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU, algo que sucedió más tarde. "Estamos lidiando con un gobierno muy peculiar, que no es reconocido por la comunidad internacional" señaló. Juzgó que la exigencia de Micheletti para que Brasil asile o entregue a Zelaya es "inaceptable". Amorim ya había solicitado más temprano a la OEA y al gobierno de Barack Obama que actuaran para garantizar la seguridad de la sede diplomática. "Esa es nuestra primera preocupación y no sólo por Zelaya sino también por las personas que están en el interior, donde hay además tres niños". Casi en simultáneo, el vocero del Departamento de Estado enfatizaba: "Resaltamos la importancia de respetar la inviolabilidad de la Embajada de Brasil en Tegucigalpa, como la de los individuos en su interior". En Brasilia, el Senado aprobaba un repudio contra la violación a la Convención de Viena sobre las relaciones diplomáticas.

Hay que señalar, sin embargo, que el recibimiento a Zelaya en la delegación diplomática brasileña tuvo reacciones locales adversas. Algunos ex diplomáticos dijeron que podía ser "peligroso" porque "el gobierno de Lula puede comprarse un gran dolor de cabeza". Fue la opinión de Rubens Barbosa un embajador que se desempeñó en EE.UU. y en Londres.

[Fuente: Por Eleonora Gosman desde San Pablo, Clarín, Bs As, 23sep09]

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