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17abr03

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¿Por qué no protegimos el Museo Nacional y la Biblioteca de Bagdad?

Por Meghan O'Rourke.


La Administración Bush y los militares han difundido la versión de que el masivo saqueo, el pasado fin de semana, de las tres mayores instituciones culturales iraquíes, en Bagdad, no era previsible. En una rueda de prensa en el Centcom el pasado 15 de abril, el Brigadier General de los Estados Unidos, Vincent Brooks, afirmó: "No creo que nadie previera que las riquezas de Iraq iban a ser saqueadas por el pueblo de Iraq". Pero de hecho, la administración tenía motivos para sospechar que este saqueo se produciría. Durante las revueltas que tuvieron lugar en Iraq después de la primera Guerra del Golfo, nueve de los trece museos regionales, en Dohuk y otros lugares, fueron saqueados sistemáticamente. Muchos de estos objetos aparecieron en el mercado de arte internacional. No debiera haber sido sorprendente que se produjeran robos masivos otra vez durante el periodo de interregno en Bagdad. Más aún, los arqueólogos habían informado al Pentágono desde hacía tiempo del valor y la importancia de estas instituciones, y, de hecho, el Pentágono había elaborado una lista de lugares no susceptibles de bombardeo en el marco de su campaña "shock and awe". El Museo Nacional estaba incluido en esa lista. El 17 de abril, el Presidente del Comité Asesor sobre Propiedad Cultural presentó su dimisión al Presidente Bush mencionando en la misma "la indiscriminada y evitable destrucción" del Museo Nacional de Antigüedades de Iraq.

Si, como yo, Vd. conoce poco acerca del arte mesopotámico, los informes que se fueron produciendo a lo largo del fin de semana no debieron ayudarle mucho a juzgar el alcance de esta pérdida. Ahora está claro que estamos ante un hecho de horrenda envergadura: la comunidad de arqueólogos de los Estados Unidos sitúa al Museo Nacional de Antigüedades, ahora completamente saqueado, entre los 10 museos más importantes del mundo. Este museo era al arte mesopotámico lo que el Louvre es a la pintura occidental. Albergaba una colección de antigüedades internacionales que databan de unos 5.000 años atrás. Sobra decir que muchos países y ciudadanos árabes toman esta destrucción como algo personal. Y sin embargo, esta destrucción era en su mayor parte innecesaria.

Entre las importantes piezas de arte que han desaparecido se encuentra una máscara de bronce, de 4.300 años de antigüedad, de un rey acadio, pieza ésta que ilustra la mayoría de los libros sobre historia del arte antiguo. Estaba en la tapa de uno de mis libros de texto del instituto; recuerdo el deseo de tocar su barba en relieve. También se ha esfumado una pequeña estatuilla de un príncipe en piedra caliza, circa 3.300 a.c,; joyería de las tumbas reales de UR, del 2.500 a.c.; un arpa de oro puro de la era sumeria; una serie de pequeñas piezas en marfil del s. VIII a.c.; esculturas partas de s. II a.c. de la ciudad de Hatra; y una colección de aproximadamente 80.000 tablillas cuneiformes que contienen ejemplos de algunos de los textos escritos más antiguos del mundo.

La colección que encerraba el museo en su totalidad carecía de precedentes. El secularismo de Saddam, unido a su interés de larga data por el legado arqueológico de Iraq - en parte interesado; grabó su nombre al lado del de Nebuchadnezzar, en los Jardines Colgantes de Babilonia - había enriquecido la colección del Museo Nacional (según un artículo del Financial Times del 2000, Saddam hacía amplias sugerencias en los márgenes de todos los informes que le presentaba el director arqueológico de Iraq, Donny George. También castigó el contrabando ilegal de antigüedades con la pena de muerte).

Pero es difícil saber exactamente lo que se ha perdido. A causa del embargo de los Estados Unidos, son pocos los arqueólogos americanos que han estado en Bagdad incluso desde 1991. Varios con los que hablé no descartaban la posibilidad de que Saddam Hussein y oficiales del partido Baas pudieran haber estado vendiendo objetos durante estos años. (En el año 2000, cuando el Museo Nacional reabrió sus puertas tras una serie de reformas debidas a los daños causados por la primera Guerra del Golfo, un corresponsal de la BBC escribía que muchas piezas y tesoros que estaban previamente en el museo, ahora no estaban). Uno de ellos sugirió que la estimación inicial de 170.000 objetos perdidos acabaría resultando alta.

Por otra parte, la destrucción forjada en la Biblioteca Nacional y el Ministerio de Asuntos Religiosos, es irreparable. Los edificios fueron quemados casi en su totalidad. Tal y como explicaba Michael Sells, profesor de teología comparada del Haverford College y coeditor de The Cambridge History of Arabic Literature, nunca tendremos la oportunidad de recuperar en el mercado negro todos los libros y manuscritos que fueron quemados, ni tampoco los descubriremos un día en el armario de un criminal. Entre ellos se encontraban vastos manuscritos antiguos de los cuales no existe edición impresa, y miles de versiones del Corán escritas a mano, ahora reducidas a cenizas.

¿Cómo pudo suceder todo esto?. El saqueo del museo se produjo en dos oleadas, según testigos y expertos internacionales de arte y antigüedades. La primera parece haber sido llevada a cabo por empleados equipados con corta cristales y otros utensilios. Aparentemente, sabían lo que buscaban. Los ladrones abrieron las vitrinas sin destruirlas y penetraron en las cámaras de seguridad del museo. La segunda oleada de saqueos fue la que se conoce como oportunista, de la clase que Donald Rumsfeld describía como de exuberancia natural propia de un país que libera el nerviosismo ocasionado por un cambio de régimen.

El Pentágono ha defendido su omisión diciendo que prestó su acuerdo a la protección de estos lugares durante la batalla, lo que es distinto de los saqueos que vinieron después. Los Estados Unidos podrían fácilmente haber hecho más para detener los saqueos. El pillaje del museo empezó el viernes; duró, según informes de radio de la BBC, tres días, al cabo de los cuales seguía sin haber guardias apostados fuera del edificio. Numerosos periódicos recogían declaraciones de ciudadanos iraquíes que vieron cómo las patrullas estadounidenses miraban impasiblemente cómo los saqueadores se llevaban vasijas, joyas, jarrones y otros objetos. El lunes The Guardian informaba de que los comandantes del ejército de los Estados Unidos rechazaron una nueva petición de ayuda proveniente de desesperados funcionarios del Museo de Iraq. Y las llamas de la Biblioteca Nacional y el Ministerio de Asuntos Religiosos ardieron durante dos días enteros después de que comenzaran los saqueos al museo. Los estadounidenses debieran haber protegido los museos tal y como procedieron a colocar patrullas del ejército fuera del Ministerio Nacional del Petróleo.

La omisión por parte de los militares no parece haber sido una cuestión de elección entre proteger la vida de los civiles y guardar las joyas de oro. El Chicago Tribune informaba de que los militares estadounidenses destinaron efectivos, con éxito, para romper un mural poco respetuoso para con el ex presidente George Bush y que estaba en el suelo del Hotel Al Rashid, aunque no pudieron en cambio proteger del pillaje al museo y la biblioteca.

¿Por qué nadie actuó?. ¿Cuán duro habría resultado para alguien llamar a Tommy Franks y decir "Esto está fuera de control"?. Francamente, parece que a la administración no le importaba lo suficiente como para pararlo, indiferencia que está en sintonía con su actitud general hacia todo lo que no sea su objetivo militar. Rumsfeld aparecía realmente molesto ante el mero hecho de tener que responder a preguntas sobre el saqueo del museo y la biblioteca: "No permitimos que sucediera. Sucedió", dijo. Esta torpe diplomacia dio lugar de inmediato a que se viera una conspiración de tratantes antiamericana: nueve arqueólogos británicos dieron a entender que, al hacer oídos sordos al saqueo, la administración Bush sucumbió a la presión de coleccionistas privados deseosos de poder vender los tesoros en el mercado. Otros han sugerido que la administración quería que el mundo sintiera el peso simbólico de la destrucción del régimen de Iraq.

¿Qué se puede hacer ahora?. Si no lo han hecho ya, los militares han de apostar guardias en el museo, incluso como muestra simbólica de respeto. Hoy la UNESCO celebra una reunión de emergencia en París para ver las estrategias con que hacer frente a la catástrofe. En este momento, según expertos en antigüedades, la mejor manera de recuperar las piezas de arte robadas es requisándolas en la fronteras de Iraq (las cuales están siendo patrulladas por las tropas estadounidenses con la esperanza de evitar la huida de los cargos del partido Baas). Un grupo de arqueólogos, entre ellos John Malcolm Russell, especialista en arqueología mesopotámica del Massachusetts College of Art, Boston, ha elaborado unas directrices de lo que los militares deben buscar, y están urgiendo al Gobierno de los Estados Unidos para que ofrezca una amnistía y una pequeña recompensa a todos aquéllos que hayan "encontrado" arte iraquí. Pero para que los militares asuman esta responsabilidad, la propia administración ha de transmitir la urgencia de la tarea , cosa que tan sólo acaba de empezar a hacer: el jueves, el FBI anunció que ayudaría en la búsqueda para recuperar las antigüedades. Si bien Colin Powell ha prometido que los Estados Unidos ayudarían a reconstruir el Museo Nacional de la ciudad, ningún oficial de los Estados Unidos se ha disculpado aún, y ha habido pocas -por no decir ninguna- palabras de Bush al respecto.

Según McGuire Gibson, especialista en arqueología mesopotámica del Massachusetts College of Art, sólo dos de las miles de piezas de arte que fueron robadas después de la primera Guerra del Golfo han sido recobradas. Aunque una escultura de bronce de un rey acadio carezca de importancia para la administración Bush, uno pensaría en lo que sería su propio interés: a ojos de todo el mundo, el éxito de la guerra será medido tanto por lo que suceda ahora y en los próximos meses como por la campaña "shock and awe"(conmoción y pavor"). Y los Estados Unidos tienen ahora una mancha negra que podrían haber evitado.

[Fuente: Por Meghan O'Rourke (Slate Senior Editor), Slate - 17abr03. Traducción al español de la versión original en inglés realizada por el Equipo Nizkor el 18abr03.]


War in Iraq and Global State of exception

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