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17oct16


Con los últimos monjes de Mosul: "¿Dónde está Occidente cuando el ISIS nos masacra?"


Encaramado en una loma del monte Alfaf (los miles, en siriaco) se erige imponente el monasterio de Mar Matta (San Mateo), en la planicie de Nínive (al norte de Mosul). Solo 20 kilómetros de distancia lo separan de las fronteras del 'Califato' Islámico. Fundado en el 361 D.C. por el monje ermita San Mateo, es el monasterio siro-ortodoxo más antiguo de Irak. Este extraordinario mirador de la historia, que ha sido espectador de conquistas, guerras y catástrofes como incendios y terremotos, languidece ante la arremetida de los yihadistas.

La abadía estuvo a punto de colapsar cuando las huestes del Estado Islámico tomaron las aldeas cristianas de la Planicie de Nínive el fatídico 6 de agosto de 2014. Más de 240.000 cristianos se vieron obligados a huir de sus hogares y buscar refugio en el vecino Kurdistán iraquí. Los monjes, seminaristas y unas sesenta familias cristianas de Mosul que habían acogido los religiosos tuvieron que abandonar el monasterio. "Los 'peshmergas' (las fuerzas kurdas) frenaron el avance yihadista a unos pocos kilómetros de aquí", recuerda fray Yusef Ibrahim, albacea del templo a sus 42 años. Desde entonces, y hasta la ofensiva lanzada este lunes para expulsar al ISIS de la segunda ciudad de Irak, el frente no se había movido: el monasterio estaba a solo cinco kilómetros de la última línea defensiva de los 'peshmerga'.

Gracias a la resistencia de los kurdos, el hermano Yusef y otros seis monjes regresaron a los pocos días al monasterio con la solemne promesa de que no lo abandonarían jamás. "No nos iremos. Aguardaremos aquí nuestro destino", asegura a El Confidencial. Con los monjes también volvieron dos familias de refugiados cristianos de Mosul que les han acompañado todo este tiempo.

El claustro de la abadía, con cientos de dormitorios vacantes para peregrinos, además de otra ala para las celdas de los monjes, ofrece un aspecto desvencijado. Apenas se oye un murmullo en todo el monasterio. De vez en cuando, el silbido ululante de un proyectil de mortero que estalla a lo lejos perturba la tranquilidad de este lugar místico. "En siglos pasados, llegó a albergar a más de 7.000 monjes", exclama con nostalgia el fraile Yusef, antes de agregar: "antes recibíamos hasta 100 peregrinos diarios".

"¿Qué hizo Occidente cuando nos masacraron?"

Los monjes siguen oficiando la misa dominical, a la que asisten unos pocos feligreses que llegan de Erbil o de las otras dos provincias del Kurdistán iraquí. "Cada 15 de septiembre, que se conmemora el aniversario de la muerte de San Mateo, el monasterio estaba lleno. Solían venir miles de cristianos de todo Irak", recuerda Yusef. Aquellos tiempos de antaño, lamentablemente, ya no volverán.

La comunidad cristiana en Irak está desapareciendo. Literalmente: más del 35% de los cristianos de este país han emigrado a países de Europa y Canadá. "Los cristianos no tienen intención de regresar a Irak. Esperamos lo peor para nuestra comunidad. No hay esperanza, vamos a desaparecer de Oriente Medio", lamenta fray Yusef. "Estamos solos. Hace muchos años que la comunidad internacional ha abandonado a los cristianos en Irak", critica el monje.

"Desde el derrocamiento de Sadam Husein (tras la invasión de las fuerzas estadounidenses en 2003) no ha habido estabilidad en Irak. Las minorías hemos dejado de estar protegidas", denuncia el hermano Yusef. A su juicio, la persecución de los cristianos en Irak no es solo fruto del fundamentalismo islámico, que alcanzó su auge con el Estado Islámico, sino que también responde a cálculos políticos. El monje habla de proyectos de desintegración de Oriente Medio que se remontan a 1984. "Desde hace más de 30 años, la política de Estados Unidos en Irak ha sido la de dividir el país para debilitarlo con el fin de establecer un nuevo orden regional", opina. "¿Dónde estaba Occidente cuando masacraron a los cristianos en 2006 en Dora (un suburbio de Bagdad) o en 2008 en Mosul", exora Yusef, que perdió a su hermano, que era diácono en Mosul, a manos de la insurgencia suní.

Las persecuciones y matanzas de cristianos entre 2004 a 2008 forzaron a decenas de miles de fieles a desplazarse hacia el Kurdistán iraquí o emigrar a otro país. A los pies de la montaña donde está enclavado el monasterio de Mar Matta hay tres poblaciones cristanas, dos de ellas formadas a finales de la pasada década con familias cristianas que huyeron de Mosul. Hoy en día, al igual que el resto de los 51 pueblos emplazados en la Planicie de Nínive, Meriki, Magora y Al Barak son pueblos fantasmas.

La destrucción de los monumentos cristianos

Los vetustos muros de Mar Matta atesoran una de las bibliotecas más antiguas de obras cristianas. Manuscritos de las sagradas escrituras anteriores a 1.400 podrían sufrir un destino similar al de otros templos o monumentos cristianos de Irak, como la Tumba de Jonás en Mosul, el antiguo monasterio de Mar Behnam en Qaraqosh y las iglesias de Bartella (dos localidades cristianas aún bajo control del ISIS), que han sido destruidas por los yihadistas.

"Sin los cristianos de Irak se extinguirá una cultura milenaria y una de las lenguas más ancestrales de Mesopotamia, el arameo (la lengua que hablaba Cristo)", advierte el hermano Yusef. "Los manuscritos de mayor valor histórico, así como las reliquias de San Mateo, han sido trasladados a un lugar seguro", señala el monje, mientras muestra al visitante la pequeña cripta donde hasta ahora descansaron los restos del fundador del monasterio y la osamenta de los primeros abades que rigieron el templo. Otras obras religiosas, como las escrituras del Nuevo Testamento y sobre vidas de Santos, que se cuentan por miles, han sido reubicadas en las estanterías de un habitáculo apartado del monasterio para protegerlas.

Raed aparece como una visión. Es difícil toparse con otro de los escasos habitantes del monasterio. Como la mayoría de cristianos de Mosul, Raed y su familia huyeron de la ciudad el 18 de julio de 2014, el día que expiró el plazo fijado por el Estado Islámico para que todas las familias cristianas abandonaran la urbe. "Dáesh nos dio un ultimátum: convertirnos al Islam o enfrentar la muerte o irnos sin llevarnos nada. Así que no tuvimos más remedio que abandonar nuestros hogares", explica a El Confidencial.

"Nos lo quitaron todo. A la salida de Mosul nos pararon en un puesto de control y nos requisaron todas nuestras pertenencias. Se llevaron el dinero que teníamos, todas las joyas, hasta el anillo de casados... también nos quitaron la documentación", cuenta Raed. "Estamos muy agradecidos por la ayuda de los monjes. Si no fuera por ellos no tendríamos dónde ir", reconoce el refugiado, que trabaja en la cocina de la abadía como muestra de gratitud.

Raed recuerda que cuando el Estado Islámico llegó a Mosul se alzó como el "libertador" de las minorías religiosas. "Nos dijeron: Hemos venido a liberaros. Somos vuestros hermanos y con nosotros estaréis a salvo", rememora, reproduciendo el mensaje que dieron los yihadistas. Al principio se mudaron con unos familiares a la vecina localidad de Bashiqa, hogar de la minoría shabak (musulmanes chiíes kurdos), yazidíes y cristianos asirios, que cayó después en manos del ISIS. "Ahora estamos a salvo, pero hemos pagado un precio muy alto. Temo que nunca pueda regresar a Mosul", dice Raed, con desasosiego.

[Fuente: Por Ethel Bonet, El Confidencial, Madrid, 17oct16]

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