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04mar18


Adiós a la vieja Mosul


"La destrucción es tan grande que no reconocí la calle Al Nayafi hasta que Wadah me dijo que estábamos allí. Y la memoria volvió a 25 años atrás, cuando venía al bazar con los grupos de turistas. No era una calle muy larga, pero sí muy interesante. Aquí se ofrecían los famosos dulces de Mosul, no sólo en las tiendas, también en el centro de la calle, que estaba techada tanto para la lluvia como por el sol. Cuando andaba por aquí, con los turistas, con los gritos, con las voces del ser humano..., todo eso para mí era como una música".

El regreso a las callejuelas de Mosul, donde todo el mundo se conocía, donde abrían sus puertas al bagdadí Yarub Ali cuando hacía de guía turístico en los años noventa, será imposible. La medina y la práctica totalidad de la ciudad vieja, en la margen derecha del río Tigris, sólo esperan hoy la visita de las excavadoras. Nada o casi nada se puede reconstruir en estos barrios triturados por fuego de artillería y ametralladora pesada, granadas de mortero, trampas explosivas, coches bomba, proyectiles de aviación... Durante meses. De febrero a julio del 2017 duró la batalla contra el Estado Islámico, atrincherado entre la población. En la ciudad nueva o Mosul este, al otro lado del río, apenas hay rastro de la guerra.

Muchas casas de la medina databan de 500 años atrás. Tenían azulejos, estucados, patios -algunos, con una fuente- y sótanos que fueron el último refugio de sus habitantes, aterrados y hambrientos.

Es un milagro que la casa de Ali Akram, de 28 años, con un hijo vivo y otro muerto, sobreviviera en un callejón de poco más de metro y medio de ancho. Es una casa típica de Mosul, pero construida en los años cincuenta imitando el estilo antiguo. La madre de Ali murió allí por un ataque aéreo; el padre pereció al cabo de un mes en el intento de la familia de escapar. Cinco de sus miembros murieron, entre ellos el bebé de Ali, de dos meses, "en mis brazos". La entereza con que este joven cuenta cómo la metralla golpeó a su niño en el corazón parece inexplicable. "No lo es. La gente contiene sus sentimientos, no se expresa para poder resistir, y eso dura un tiempo", dice Maren, psicóloga del muy difícil de abordar programa de salud mental de Médicos sin Fronteras en Mosul.

"Cada edificio tiene una historia, cada tienda tiene una historia, cada persona tiene una historia", decía Yarub Ali. En la calle Al Nayafi, Mohamed y Wadah descubren que de algún modo eran vecinos. Mohamed, que ahora hace el taxi, tuvo una tienda de móviles al lado de la galería de los libreros, donde la familia de Wadah poseyó una librería papelería hasta el 2012. "Entonces estaba Al Qaeda en la ciudad, y era poderosa. Mi padre decidió vender el negocio porque hubo varios atentados aquí".

Después de Al Qaeda, el Estado Islámico -o Daesh-. De la mezquita de Al Nuri, del siglo XII, sólo queda el arco de la entrada y parte del mihrab, donde Abu Bakr al Bagdadi dio su sermón de autoproclamación como califa en junio del 2014. Y del minarete torcido, icono de Mosul, sólo resta la base. Wadah y Yarub recuerdan la escena grabada de su demolición por los yihadistas cuando se retiraban del sector, el 21 de junio del 2017, con una cadena de cargas explosivas colocadas a varias alturas. Desde aquí se aprecia la torre del reloj de Nuestra Señora de la Hora, lo único de esta iglesia que resistió a la barbarie.

"Mataron el espíritu de la ciudad y destruyeron su símbolo", decía Mohamed en su quiosco de falafel y tabaco en este desierto de ruinas frente a la mezquita. Decidió abrir porque algunos hombres deambulan por aquí recogiendo chatarra que reaparece, a saber por qué, en la carretera de Mosul a Erbil en decenas de camiones cargados hasta los topes.

El espíritu de Mosul. La antigua Nínive asiria, rival de Babilonia, la segunda ciudad del Irak moderno. Aquí convivían todos, algunos, en sus barrios, y otros, mezclados: suníes, chiíes, kurdos, los yazidíes venidos del campo que trabajaban en restaurantes y hoteles, los cristianos, los shabak -cuya lengua mezcla el árabe, el persa y el kurdo-, incluso algunos judíos, cuyo barrio estuvo a la entrada desde el quinto puente sobre el Tigris.

Quizás no quedaba mucho de aquel tiempo, en una ciudad ya fundamentalmente suní, pero algunos quieren recuperarlo. Mohamed Talal, que vivió tres años escondido y escribió un libro sobre la tragedia de Mosul - Son las 7 en el tiempo de Saturno-, ha creado con cinco amigos una emisora de radio, Uno FM, "porque queremos cambiar la mentalidad que el Estado Islámico creó en la ciudad, dividiendo a las comunidades".

Hay diferentes versiones sobre la estrategia de un puñado de yihadistas para tomar Mosul y poner en retirada al ejército. Dan para un análisis profundo. Pero hay quien dice que los yihadistas "entraron como ángeles", tras las manifestaciones contra el gobierno sectario del primer ministro Nuri al Maliki en el 2012-2013 y su represión. Pronto "se convirtieron en demonios". Pintaron letras en las puertas de las casas: N para las de los cristianos ("nazarenos"), T para las casas que debían ser investigadas, R para las de los chiíes...

Ahora los suníes reivindican su sufrimiento bajo el califato. Una pintada en la cúpula verde del mihrab de Al Nuri dice "Fuck ISIS" (el EI, en sus siglas en inglés), como si la mezquita les hubiera pertenecido; también una milicia chií ha clavado allí una bandera. "Eso no puede crear un futuro bueno para nosotros como iraquíes, no como suníes y chiíes; puede crear más odio -reflexiona Yarub Ali-. Para crear una comunidad unida hay que dejar esas cosas, porque ya hemos visto el resultado".

Ganim al Abed, que fue activista en las protestas suníes de Mosul, dice que ahora "chiíes y suníes están a favor del primer ministro Haider al Abadi" y que "la gente de las ciudades suníes tiene que participar en la toma de decisiones. Si lo hacen, se puede limpiar el país".

Porque el temor al Estado Islámico persiste. Los yihadistas siguen ejecutando atentados: en el área de Kirkuk, al oeste de Mosul... Incluso en la propia ciudad vieja hay operaciones policiales en busca de células ocultas y algún tiroteo. Y nadie quiere que se repita el ciclo abierto en el 2003 con la invasión decretada por George W. Bush y sus aliados, representados en aquel trío de las Azores, que provocó la implosión de Irak.

[Fuente: Por Félix Flores, La Vanguardia, Barcelona, 04mar18]

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