desaparecidos Perú
La desaparición forzada de personas en el Perú


CAPÍTULO V

LAS SECUELAS DE LA DESAPARICIÓN FORZADA

5.1 Los familiares como víctimas de la desaparición forzada

Una visión global sobre el fenómeno de la desaparición forzada en el Perú nos permite percibir que éste no afecta únicamente a sus víctimas directas los desaparecidos, sino también a sus familiares, quienes de un momento a otro, se vieron obligados a lidiar con una situación de abandono e incertidumbre que no ha cesado con el paso del tiempo.

Es el entorno familiar el que ha sido duramente golpeado por la ausencia abrupta del ser querido. De un lado, la desesperación, el desconcierto producido por la detención del familiar, y de otro, la indiferencia o el maltrato recibido por las autoridades, terminan por desestabilizar el núcleo familiar.

De acuerdo a lo descrito en el capítulo III del presente informe, el 57.8% de casos de desapariciones forzadas denunciados ante el Ministerio Público, ocurrieron en el departamento de Ayacucho, el 57.4% de los presuntos desaparecidos a nivel nacional fueron de extracción campesina y en un 87.6% de dicho universo se trató de varones. Debido a esto, es importante reflexionar sobre el problema de la familia campesina ayacuchana como víctima del fenómeno de la desaparición forzada, y las implicancias que dicho fenómeno originó para la redefinición del rol de la mujer en dicho contexto.

Como señala Isabel Coral, "en los últimos 20 años la mujer ha sido la gran protagonista de la defensa de los derechos humanos, profundamente sensibilizada no sólo por la dolorosa tarea de reclamar a sus desaparecidos, gestionar la libertad de sus presos o enterrar a sus muertos, sino también, y fundamentalmente, por la preservación de la integridad física y la vida de los que con ella quedaron". (1)

Esto da cuenta de una súbita, violenta y radical redefinición de roles. Este proceso significó la ampliación de espacios y niveles de participación trascendiendo su rol tradicional, para reafirmarse como actor social en un contexto altamente autoritario. De esta manera se aprecia cómo el conflicto interno aceleró el proceso de incorporación de la mujer en el espacio público urbano. Según refirieron las propias mujeres en los testimonios registrados, tuvieron que enfrentarse a autoridades civiles y militares, siendo víctimas de una serie de discriminaciones y tratos denigrantes.

En total, se entrevistaron a 23 familiares de desaparecidos miembros de ANFASEP. Las edades de estas personas varían entre 22 a 86 años, 4 de los entrevistados fueron hombres y 19 mujeres. Es preciso resaltar que ANFASEP es una organización conformada mayoritariamente por mujeres. De las 23 entrevistas realizadas, 9 corresponden a madres de desaparecidos, 8 a esposas de desaparecidos, 4 a padres de desaparecidos y 2 son de hijas de desaparecidos. Por motivos de seguridad se ha consignado identidades ficticias para los familiares entrevistados.

Además de las entrevistas a familiares de desaparecidos, el equipo obtuvo testimonios de miembros de la directiva de ANFASEP, en las que se obtuvo información respecto a la creación de esta organización, al ejercicio de sus actividades, a las características de sus miembros y a otros aspectos organizativos e institucionales propios de esta asociación de familiares de desaparecidos.

Los resultados de las entrevistas y los extractos citados a lo largo del presente capítulo pretenden ilustrar la situación de este específico grupo de familiares de desaparecidos. Las conclusiones y los temas a tratarse en esta sección estarán directamente relacionados con los resultados de las entrevistas, con los tópicos que en ellas se trataron y con los temas que fueron reiterados por los familiares a lo largo de éstas.

5.2 Formas de detención

5.2.1 Incursión violenta en domicilio

De las entrevistas se puede identificar que un elemento presente en estas acciones es el abuso, que se traduce en una constante vulneración de derechos. Abuso al momento de realizar una detención, abuso en el trato de quienes acuden a los posibles centros de detención a pedir información sobre sus familiares, abuso al arrebatar la libertad y la vida de una persona.

De acuerdo a los datos obtenidos, el 36.4% de los casos corresponden a detenciones por incursión violenta en domicilio. En el departamento de Ayacucho en particular, el 40.2% de las desapariciones se realizaron bajo esta modalidad.

De los 23 entrevistados, 14 manifiestan que sus familiares fueron detenidos en sus domicilios, lo que implica que ellos mismos fueron también víctimas y testigos de las vulneraciones ocurridas. A partir de las entrevistas realizadas se pueden enumerar algunas características de esta modalidad de detención:

• El allanamiento del domicilio por las fuerzas del orden, generalmente de madrugada, mientras la familia se encontraba durmiendo.

• Los maltratos físicos y verbales al detenido y a sus familiares y el uso de la fuerza para vencer la resistencia encontrada tanto en el detenido como en sus familiares, quienes reaccionaban ante la sorpresa y la arbitrariedad que rodeaba todos estos momentos.

• Robo y registro de pertenencias personales. Los responsables de estas detenciones normalmente realizaban exhaustivos registros de pertenencias personales al interior de los domicilios, dañando las pequeñas propiedades de la familia y realizando robos al momento de retirarse.

Según los testimonios recogidos; la detención era de lo más violenta. Las mujeres, los hijos pequeños, y los padres, vivieron momentos de angustia y desesperación al presenciar los maltratos sobre un familiar y por las amenazas y maltratos físicos sufridos por ellos mismos, sintiéndose impotentes frente a la situación y asustados testigos de la detención arbitraria.

a) Allanamiento por las Fuerzas Armadas

El allanamiento de los domicilios por la madrugada a cargo de las fuerzas del orden era una de las principales características de las incursiones. La rapidez, la oscuridad de la noche y la propia vestimenta que usaban los agentes de detención, hacía difícil para los testigos individualizar a los responsables de las mismas. Generalmente usaban ropa oscura y pasamontañas, en zonas donde no existía luz eléctrica, tal vez con el fin de confundir sus operaciones con las realizadas por los grupos subversivos.

A las tres de la mañana entraron a mi casa. Al amanecer del primero de julio. Cuando estaba durmiendo. Al costado del dormitorio reventó arma. (…) Aparecieron dos militares. Otro vestido de policía, otro ya también vestido de sinchis entró al cuarto (...) Al toque lo ha hecho levantar a mi esposo cuando estaba durmiendo en la cama. Levantó así con la ropa de dormir. Cuando vio su zapato para que ponga pero no quisieron. Lo han llevado sin zapato nomás, al patio lo han sacado. L. C. Y.

De los 14 entrevistados que fueron víctimas de una incursión violenta en domicilio, 10 manifiestan que los autores eran miembros de las fuerzas armadas, aún cuando no pudieran individualizarlos. A veces, guiándose de detalles como las botas, los vehículos, la vestimenta, o el tipo de operativo utilizado, los familiares pudieron determinar quiénes eran las personas que llevaban detenido a su familiar.

Al amanecer al día domingo vinieron todos los militares, con sus vestidos de militar, con sus metralletas. Casi 20 ó 30 militares servicios de inteligencias, uno venía con ropa pantalón vaquero, con sus zapatillas, con su chompa negra así. No estaba tapado (…) Entonces a mi esposo le levantó, se puso el saco, llevó hasta más allacito. De ahí amarró con su saco a su cara, tapando se han llevado (…) casi cuatro militares me cercaron y casi me tira con su arma (…). G. A. C.

Otra manera de indagar por la identidad de los responsables de las detenciones, principalmente para aquellos parientes que no fueron testigos directos del hecho, era recurrir a la información proporcionada por testigos de la detención - desaparición, con la finalidad de dirigirse al centro de detención para exigir la libertad de su ser querido.

Yo le he preguntado donde el señor que preparaba comida. Entonces me dice: Sí. De acá 3 personas estaban saliendo de la oficina y ahí estaba el carro del servicio de inteligencia. Arribita nomás le ha seguido y le ha hecho subir al carro. El señor era de pantalón beige y zapatilla ploma y su casaca, todo sobre como estaba mi esposo, "con folder negro", así me dijo. Era mi esposo. Entonces me he regresado a pie al fiscal y he presentando una queja. I. U. M.

b) Maltratos al detenido y familiares

El núcleo familiar es afectado en lo más íntimo, cuando un miembro de la familia es detenido arbitrariamente y con violencia, y los familiares al intentar resistirse terminan siendo también víctimas de violencia. El detenido era, en la gran mayoría de las ocasiones, víctima de golpes, y de tratos degradantes, siempre con los ojos vendados, era obligado a salir de su domicilio sin tener tiempo siquiera de ponerse otras piezas de ropa. Muchos de los entrevistados tuvieron que pasar por estas situaciones, narrando en sus testimonios los momentos de sufrimiento que ellos y el resto de sus familiares tuvieron que vivir.

Los agentes de la detención respondían maltratándolos física y psicológicamente, golpeándolos, insultándolos, amenazándolos y en ocasiones, amarrándolos o encerrándolos en sus propios hogares con el fin de evitar que salieran detrás del convoy militar o policial que llevaba a su familiar.

A todos nos pegaron. Nos pusieron en el suelo, con la cara al suelo y nos ha pisoteado, nos ha pegado. (…) aparecieron los policías en carro. Entraron a mi casa y primero me sacaron a mí y me llevaron al patio y me tiraron al suelo y empezaron a golpearme. Al golpearme me preguntaban: "¡dónde están los terroristas, entrégame!". Entonces uno de los policías iba a dispararme pero uno de ellos lo atajó y le dijo: "a la señora no". Además yo estaba con mi bebito que estaba lactando. Solo por eso tal vez me hayan perdonado la vida. (…) Nos pegó a todos, sin compasión, a mi mamá la tiró al suelo. A mí me hizo volar como por 4 metros de una patada y a todos sus nietos, a todos sin compasión. Entró a mi cuarto y a mi hermano lo agarraron para llevarlo y uno de los niños se agarró a los pies del policía pero él de una patada lo ha volado lejos, cruel. L. E. D.

Desde la puerta me han arrastrado con mi hijo. Me tuercen mi mano, me patean, me ha quitado. Después de eso, no sé cómo salí. Entonces han puesto en carro y está llevando ahí, arriba por el grifo y entonces han hecho voltear para el ejército, entonces así en la puerta ya me gritaban: "vieja, no llores, mañana voy a entregar en el ejército, en la puerta me esperas" así me ha dicho. A. C. S. A.

De las 23 entrevistas realizadas, constan como desaparecidos tres mujeres y 20 varones, esto significa que quienes generalmente se enfrentaban a los agentes eran las mujeres; madres, esposas, convivientes o hijas. Era sobre ellas y sobre niños, niñas y adolescentes, que esta violencia se ejercía. De las 19 mujeres entrevistadas, 8 sostienen haber sufrido algún tipo de violencia durante la detención - desaparición junto con los miembros de la familia que se encontraban presentes en ese momento.

Han entrado, como treinta encapuchados. En la puerta de la calle, dos camiones del ejército estaban parados, lo demás ejército, lo demás ropa este, corriente, pero esos combinados (…)De un cuarto, de ahí me ha sacado, a todos, a nosotros, así en pared estamos parados, estaban mis hijos, mis hijas, todo estamos, entonces ha sacado a mi hijo, dormido seguro no ha escuchado, pero dormido de su cabellito, entonces buscan todo mis cosas, no han encontrado ni prueba ni nada, no hay nada pues.

Entonces, a mi hijo han hecho levantar, jalando su cabellito, ya, entonces, han sacado afuera. A. C. S. A.

¿Por qué vas a llevar a mi esposo, mi esposo qué culpa tiene? Terruca, cállate, ahorita te vamos a volar los sesos, me dijo. (…) Entonces nada, nada le he soltado. En eso, mi esposo les ha dicho: "me voy a poner mi ropa, ¿cómo me van a llevar así descalzo?". Pero como así, yo le he agarrado así de su ropa, mi esposo rapidito se ha puesto chompa, sus zapatos y su casaca. Entonces en eso empezaron a jalar del cabello, yo me he prendido: "¿por qué lo van a llevar?". En eso me han puesto arma en la cabeza. Nada, yo no tenía miedo en ese rato. Aunque sea mátame, yo no lo voy a soltar, no lo van a llevar. Entonces dos me han agarrado, me han quitado mi mano, mi dedo me había torcido, yo me había caído. (…) Yo me había quedado desmayada, me han tirado como trapo al suelo. No sé con qué me he chancado y así parece que dormido me he quedado. D. A. M.

c) Registro personal y domiciliario

Algunos de los entrevistados manifiestan que parte del operativo que realizaban las fuerzas del orden era el registro domiciliario con la intención de obtener pruebas incriminatorias contra el detenido y robar pertenencias personales. Para este fin, se revisaban todos los rincones de las viviendas ocasionando muchas veces daños materiales en los enseres y muebles de la familia. Por lo menos 3 de los entrevistados manifiestan que además del registro domiciliario fueron víctimas de robos de dinero y otras pertenencias personales, lo que ocurría de manera paralela a la detención misma.

Pero me han llevado mis cositas, hasta han llevado frazadas, todo, todo, hasta mis platos, todo, todo, me han calateado señorita, me han cargado y me han pegado. N. A. N.

Sí. Mi bebita estaba a mi lado, llorando. Cuando me he despertado, ella estaba ahí, todas mis cosas en el suelo, teníamos nuestra platita que hemos guardado, porque no pudimos guardar en el banco porque era para cancelar nuestro terreno, todo eso, nuestra plata se lo han llevado. La plata se lo había llevado. D. A. M.

5.2.2 Detención en vía pública y detención colectiva

Según lo descrito en el capítulo III del presente informe, la modalidad de detención en la vía pública urbana o rural se produjo en un 28.7% de los casos, mientras que la detención colectiva en un 16.8%.

Cinco de los 23 entrevistados manifiestan que sus familiares fueron detenidos en la vía pública y con la presencia de testigos. Las personas eran detenidas en presencia de familiares, amigos o vecinos, siendo conducidos a las oficinas de la policía o a los centros de detención del ejército, donde se les expresaba la intención de interrogarlos y darles inmediata libertad. Después de la detención los familiares acudían a las autoridades en busca de información. La detención era, en la generalidad de los casos negada en forma reiterada, en otras ocasiones se admitía inicialmente pero en ambos casos, pasado un breve lapso de tiempo, los familiares no volvían a tener noticias sobre el paradero de su familiar.

Esa fecha era como batida. Recogían a la gente, con lo que chocaba ya recogían. Que sea muchacho, que sea viejo, que sea cualquier cosa, entonces así había recogido en la calle, (…) "¡dónde está tu documento, preséntame tu documento!", así había dicho. No estaba uniformado, era paisano no más, (… ) ahí no más dice, "vamos acompáñame hasta arriba" diciendo. Lo había acompañado, y pasando, dice, otra esquina, en ahí, dice, sacó de su bolsillo su papel de: "yo soy guardia republicano" (…), una señora nomás que ha visto, era mi vecina, entonces eso no más ha visto (…) lo había llevado a Aguadicusi en Carmen Alto, en Quicapata, ahí había llevado detenido. G. A. F.

Las tres o las dos, no sé, parece que las tres (…) y dice que tanquetas, cuatro tanquetas en esquina paraba. Ahí cuando ha entrado a su casa, de la hija de su madrina, ahí nomás lo agarró pues a mi hijo. Llevando para el cuartel, varios ha visto. "A tu hijo para la tanqueta ha subido", me decía. Lo llevaron a cuartel Los Cabitos, me dijo la dueña de la tienda. P. A. V.

Tres testimonios narran con detalles una detención colectiva. En este tipo de actuación, el agente de detención incursionaba en un poblado o en lugares donde se realizaba una actividad comunitaria que convocaba a un número importante de personas y aparentemente, de manera indiscriminada, detenían a aquellos comuneros que consideraban sospechosos. Generalmente mediaba el uso de la violencia para intimidar y evitar cualquier tipo de reacción por parte de los pobladores.

Llegaron los soldados disparando, empezaron a disparar a los cerros y en un rato, ya a toda la gente empezaron a cogerlos y a amarrarlos de las manos. De ahí lo subieron al carro y lo llevaron a otro restaurante que queda en Chupaccasa. Hay un pozo, y empezaron a golpearlos. Nosotros escuchábamos el ruido de los golpes que recibían los hombres. Cuando ya estaba ahí recibiendo los golpes, pidió que nosotros le lleváramos sus documentos pensando que con eso se iba a salvar pero eso los militares los rompieron todo. Inclusive habían otras personas que estaban trabajando en una acequia y los militares los agarraron y los arrastraron. R. R. O.

De Allpachaca se han llevado a base de Sachabamba, a las 6 de la mañana habían venido militares en dos camiones, en mi casa. Esa fecha han llevado 7 personas de Alpachaca, capturados. "Tu nombre, tu nombre", comienzan a llamar, "¿Quien es tal fulano, tal fulano?". Presente, presente. Cuando damos la vista, ya cargaban camión. Primero juntaron en el pueblo, Alpachaca en la plaza. Casa por casa. En un carro, (...) comenzaban a cargar. Yo miraba, con sus hijos que decían: "mi papá, mi papá!". (…) Llamaban de la lista, (...) se los llevaron en carros militares. L. R. N.

5.3 Enfrentando la desaparición: la búsqueda

Una vez ocurrida la detención, los familiares tuvieron que hacer suyo el largo y doloroso proceso de búsqueda. El hecho de que fueran los propios agentes del Estado los responsables de las detenciones, puso a los familiares en una situación de desamparo e indefensión.

En este acápite se describirá lo que hemos denominado el itinerario de búsqueda, un periplo desolador de maltratos, discriminación, incertidumbre y crueldad que tuvieron que vivir aquellos que no se conformaron con esperar a que su pariente regresara, iniciando búsquedas infructuosas guiados por su desesperación y esperanza de recibir alguna información o encontrar a su familiar desaparecido.

En el análisis de las entrevistas levantadas se han podido identificar varias situaciones comunes que forman parte del itinerario de búsqueda realizado por los familiares de desaparecidos; aunque en muchas oportunidades estas circunstancias se realizan de forma paralela, hemos considerado necesario diferenciarlas bajo cinco acápites: búsqueda en centros de detención, denuncias ante el Ministerio Público, búsqueda de cadáveres en campos y quebradas, amenazas recibidas durante el proceso de búsqueda y la reivindicación de la inocencia del desaparecido.

5.3.1 Búsqueda en centros de detención

Los familiares, principalmente mujeres, iniciaban el itinerario de búsqueda de sus familiares acudiendo a los diversos centros de detención de las fuerzas del orden, especialmente cuarteles y bases militares. Fueron las madres, las esposas y las hijas quienes acudían a estos recintos a buscar a sus parientes detenidos. Esta constatación permite señalar, por un lado, que era peligroso que un varón acudiera a los centros de detención a pedir información sobre un detenido, pues corría el riesgo de convertirse él mismo en otra víctima. Por otro lado, el hecho de que la detención - desaparición recayera sobre todo en varones jóvenes significó que muchas mujeres quedaran solas, perdiendo el importante soporte del esposo o hijo mayor, no quedándoles más alternativa que asumir solas la búsqueda. En el intento de obtener información sobre sus familiares detenidos, realizaron búsquedas desesperadas, acudieron infructuosamente de cuartel en cuartel, de base en base, de comisaría en comisaría, dejando en estado de abandono temporal sus hogares.

Al entrar en contacto con los centros de detención, los familiares y en especial las mujeres, recibieron como respuesta, reiteradas negativas de información sobre el paradero de su familiar y múltiples maltratos y discriminaciones; en algunos casos fueron también extorsionadas aprovechando el estado de desesperación en el que se encontraban.

5.3.2 Las reiteradas respuestas negativas

Un aspecto característico de la práctica de la desaparición forzada fue la reiterada negativa a brindar información oficial respecto a la detención del desaparecido. Las entrevistas a los familiares confirman esta situación. Las autoridades encargadas de la custodia de los centros de detención, encubrían los hechos, negándose a proporcionar información mínima que permitiese por lo menos, obtener datos sobre el paradero o las condiciones en las que se encontraban los detenidos. He ido al ejército: nada. A Guardia Civil: nada. A Republicana: nada. Investigación: nada. (…) "No hay, no hay, no, no han traído a nosotros, seguramente a Ejército". (...) En ejército me decía: "no, no, nosotros no traemos, seguramente han llevado en Investigación", así me dicen. Entonces Investigación he ido, Investigación también. También Republicano. También este Guardia Civil, así. Lo forman como bola, "No. Yo no, yo no", todo "yo no". A. C. S. A.

En la generalidad de los casos estas detenciones contaron con testigos. Fueron los propios familiares, vecinos o amigos quienes hicieron una identificación inicial de los presuntos responsables de las detenciones, aún sin poder individualizarlos supieron con certeza que éstos pertenecían a las fuerzas de seguridad del Estado. Esta identificación fue importante para determinar los probables centros de detención a los que tuvieron que acudir para pedir información y exigir la libertad sobre sus familiares. Iniciaron con esto un recorrido en el que nunca eran bien recibidos, siendo víctimas de burlas y discriminación.

Yo voy pues, llevando todos mis hijitos. "Señor, cómo pues a mi esposo van a traer. ¿Qué cosa qué?" He ido a Quicapata, he ido a reclamar al cuartel. Entonces me dijo que: "no está aquí, estará pues en Agallas", me dice, "no estará pues. Algo habrá tenido, por eso habrá traído". (…) Preguntábamos una vez. Inteligencia hemos ido, en Casa Rosada: "ahí, puedes preguntar", nos dijo. Entonces (...) del alto nos dice: "¿Qué cosa quieren aquí?¿Qué cosa?"(…) "Aquí no hay nada ningún detenido. ¿Qué cosa quieren? Si ustedes exigen ahora, les voy a meter una bala. ¡Retírense!", nos dice así. Entonces yo me he retirado nomás. G. A. F.

Cuando he presentado audiencia para el cuartel, (...) ahí todo el día parado. Ahí casi 66 personas. De cola, tremendo cola. Entonces, a algunos soltaba, a algunos no quiere soltar. Entonces cuando está soltando yo he entrado corriendo, (...) he entrado en cuartel. Dijo: "¡Ya! ¡Ahorita! ¡Párense! ¡Fórmense!", dijo. Entonces formamos cola. Hasta las tres de la tarde parados sin comer, sin tomar agua, desde las siete de la mañana. P. A. V

Las respuestas negativas recibidas en los centros de detención, posteriormente se verían desvirtuadas por información obtenida a través de testigos reaparecidos que confirmaban la presencia de su familiar en el centro de detención. Se trataba generalmente de personas detenidas y liberadas o personas de buena voluntad que tenían información cierta sobre la situación del detenido.

5.3.3 Maltratos a los familiares

En las entrevistas a los familiares se menciona que lo usual en los centros de detención - por lo general bases y cuarteles militares- era el uso de violencia física y psicológica contra los familiares, quienes terminaban siendo víctimas de amenazas y tratos crueles. Los familiares entrevistados manifiestan haber sido objeto de burlas respecto a la situación de abandono en la que se encontraban, sobre su aspecto, sobre su edad, su condición de mujer, o la propia incertidumbre respecto al paradero del desaparecido.

Le he preguntado a los jefes y me contestaron feas palabras y ya no. Como ya no respetaban a las señoras, ya feas palabras contestaban. Entonces, con esas palabras yo me he quedado humillado, llorando me he regresado a mi casa, y mis hijitos, la mayor casi se ha vuelto loca por su papá. D. Y. V.

Fui a todas las bases militares a buscar a mi hijo y me decían: "nada, nada. No hay nada. Aquí no está nadie". Casi me pegan, insultan. Cuanto más caprichosa, más insultan. Yo le decía: "¡Mátame, pues mátame!". Me respondían: "Esa chola. ¡Mátale pues! ¡Mátale a esa chola!" L. V. S.

Al día siguiente me he ido al cuartel. Me dijo: "¿Cómo vas a llorar de un terruco? Tú eres joven, búscate otro hombre. Un terruco no vale la pena", me dijo. Me insultaron. (…)¿Por qué vas a llorar? Tu esposo es un terruco, por un terruco no se llora. Nosotros también somos jóvenes". Así siempre, así se burlaban. D. A. M.

De las 23 personas entrevistadas, 19 manifiestan haber recorrido los centros de detención y 14 de ellas afirman que fueron víctimas de maltrato físico y/o psicológico y de amenazas de muerte por parte de los miembros de las Fuerzas Armadas.

Fui al cuartel, pero en el cuartel los militares me han tratado muy mal, me han golpeado hasta tirarme al suelo varias veces y me han amenazado con balearme con su arma de fuego. (…) Como si fuéramos sapos nos tiraban al suelo, y nosotros nos envalentonamos y los insultamos y les dijimos: "¡A ver pues si a ustedes los hacen desaparecer como a nuestros hijos!". No podían tampoco balearnos a todos, sólo asustarnos. E. L. C.

En ocasiones, movidos por la frustración y la impotencia frente a la situación de sus seres queridos, algunos de los entrevistados señalan haber intentado enfrentarse al agente agresor, cuestionándole sus métodos y exigiendo una respuesta a sus pedidos. El elemento común en las respuestas continuaba siendo la violencia, los golpes y los insultos. Fui a la policía, llorando. Me puse valiente y les insulté: "ustedes son más burros igual que yo. ¿Cómo es posible? A pesar que ustedes son leídos, tienen mejor pensamiento que yo. ¿Cómo van a hacer esas cosas? Mejor baléenme a mí también, mátenme igual que a mis hijos, sino, entrégame ahora", empecé a decirles y me puse delante de mucha gente que había ido a pedir por sus familiares. Yo les enrostré y les insulté. Había perdido los papeles. Los policías decían: "¡ella está borracha, sácala de acá, bótala!" Me metí adentro y de adentro me empezaron a arrastrar. "¿Dónde están mis hijos, donde están mis hijos? ¡Suéltenlo! ¡Hasta les he pagado dinero! ¡Ladrones! ¡Suéltenlo!" Ni me han podido balear, sólo decían: "está borracha, está borracha". Yo no estaba borracha. R. R. O.

5.3.4 Extorsiones a los familiares

Como se ha mencionado anteriormente, en el recorrido por los centros de detención en busca de información sobre el familiar detenido, lo usual fueron las respuestas negativas, sin embargo, algunos familiares relatan que fueron víctimas de extorsiones por los presuntos agentes de detención, quienes les pedían dinero o ganado a cambio de la liberación de su familiar. En algunas ocasiones, a pesar de haber accedido a las presiones, los familiares no recibieron el resultado esperado, persistiendo la incertidumbre respecto a la situación de su pariente desaparecido.

Ellos querían plata. Querían que afloje la plata para soltar al muchacho. Habían estado dos. Uno de ellos es el muchacho que estaba con mi hijo, es un tal Trejo, de la familia Trejo. Él también estaba ahí. A él sí. A él le soltaron porque habían pagado doscientos soles, pagaron doscientos soles y el chico salió. Y con las mismas había corrido a mi casa a decir que ahí estaba detenido. Lo vio. Lo vio a mi hijo. Han estado juntos, han estado juntos (…) pero querían plata, querían plata y yo no sabía que tenía que darle su parte. C. J. S. A.

Había un señor de apellido Barzola en la base, que me ha dicho que le lleve un carnero para soltarlo. Le llevé un carnero y después no tuve noticia alguna y no supe más de él. L. N. G.

5.3.5 Testigos de la reclusión y de las torturas al detenido

Quince personas entrevistadas aseguran que tuvieron información respecto a la situación de su familiar luego de la detención. Esta constatación resulta de suma importancia, pues proporciona mayor verosimilitud a las denuncias por desaparición forzada. Gracias a su persistencia, muchos de los familiares pudieron ver a su familiar recluido o pudieron confirmar la presencia de éste en determinado centro de detención a través de testigos. Los testigos generalmente eran personas que estuvieron detenidas y que posteriormente fueron liberadas o personas que laboraban dentro de estos lugares. Estos testigos relataron con detalles las torturas y los tratos humillantes que recibieron los detenidos y se encargaron de llevar mensajes a los parientes de los mismos. Los familiares que tuvieron la oportunidad de conocer los detalles sobre el estado físico de sus detenidos no dejaron de mencionar haberlos visto maltratados y las malas condiciones de reclusión que sufrían sus seres queridos.

Del Ejército pues me ha mandado ese papelito, en los Cabitos (…), tengo acá esa papeletita: "mamacita, estoy acá, completamente quiero salir ya. Pero no se puede. Buscas plata y buscas abogado para que me sacan", (…) ya está borrando este papelito, que ha agarrado con su mano, con su pulso está escribiendo así. No le ha encontrado seguro nada, por eso así han escrito, así está. (…) Un señor ha salido, (…) me ha dicho: (…) "ahí está su hijo, mi amigo, él está aguantando. Esta, ese tortura, todo. Está aguantando (…)". A. C. S. A.

Un primo que tenía 13 años, chiquito, había entrado al puesto a vender gelatina y ahí había encontrado en uno de los cuartos, dice, que estaba mi esposo. Lo había visto dentro de la policía. Adentro. Entonces hemos regresado con ese chiquito, (...) entonces arma reventó al costado del oído del chiquito. "¡Habla! ¡Habla! ¿Acaso tú lo has puesto? Ahora te voy a disparar", entonces con miedo ya no habla. A mí también me ha tirado con culata de lo que tienen arma. "¿Acaso tú has traído? ¿Por qué insistes si ya te he dicho que no está, que no hemos traído?, diciendo. De esa fecha se han callado todo. L. C. Y.

En algunas ocasiones, los miembros de las fuerzas del orden permitieron que los detenidos recibieran un poco de comida o enviaran alguna nota en la que pedían ayuda e informaban a los familiares sobre su situación. Estos episodios no eran muy comunes. Así, los mismos familiares narran que de un día para otro, el trato hacia ellos variaba, negándoseles sorpresivamente la visita y cualquier tipo de comunicación con el detenido. Este pasaba de manera abrupta, de ser sujeto de investigación a ser desaparecido. Algunos de los familiares relatan que vieron y visitaron a su familiar, siendo posteriormente impedidos de hacerlo, iniciándose la incertidumbre que hasta hoy los agobia.

A la oficina de investigaciones he ido. He conversado con mis dos hijos. Les he llevado cancha y un pedazo de asado, eso le llevé a mis hijos. A los policías les tuve que dar fruta para que me lo dejen ver. (…) Le he visto muy mal, muy mal. Lo he encontrado en la policía. Por los golpes, a mi hijo Julio le había reventado una herida más o menos a la altura del ombligo, pero los policías me dijeron que esa era una herida que él había tenido por tener relaciones sexuales con una mala mujer. (…) Hablé con mi hijo y él me enseñó su herida. Me ha dicho: "esto es lo que ellos me han hecho. Esto es lo que se me ha reventado". Pero eso es por los golpes que él recibió, no lo que dice la policía. Ese día me encontré con mi otro hijo, pero al día siguiente no lo ví más. R. R. O.

5.3.6 Denuncia ante el Ministerio Público

En el periodo de tiempo en el que ocurrieron las detenciones- desapariciones, el único órgano estatal encargado de velar por los derechos fundamentales y de recibir denuncias por violaciones de los mismos, era el Ministerio Público.

De los 23 entrevistados, todos afirman que una de las primeras acciones que realizaban era la denuncia ante las oficinas del Ministerio Público en su respectiva localidad. Para muchos de ellos, la presentación de la denuncia por desaparición fue el primer contacto con una institución estatal de este tipo. Fueron informados por otros familiares de desaparecidos, que podían acudir a las oficinas de la Fiscalía a hacer la denuncia respectiva. Para campesinos quechua hablantes, especialmente para las mujeres, esta fue una tarea difícil de realizar, siendo obligados por las circunstancias a acudir, por primera vez a autoridades "formales". A través de las entrevistas, se puede apreciar que los familiares consideraron las denuncias ante la Fiscalía un trámite necesario. Era la única institución a la que podían acudir de manera reiterada para exigir una mínima investigación y la única posibilidad de apoyo por parte de autoridades estatales. Los familiares tenían la esperanza de encontrar apoyo a su familiar desaparecido. Sin embargo, los entrevistados manifiestan que todo esfuerzo realizado por ellos y las autoridades resultaron ser básicamente ineficaces; las respuestas recibidas en las oficinas del Ministerio Público no fueron diferentes a las obtenidas en otros lugares, siendo la regla general el resultado negativo.

Y ahí vine a la Fiscalía. "Que aquí su ropa he encontrado", diciendo. Entonces: "¿qué vamos a hacer ya pues? Si no aparece ya el cuerpo. ¿Cómo vamos a recoger? ¿Cómo vamos a hacer? Eso será capaz de otro", así me dijo. (…) "¿Y qué vamos a hacer ya pues? Llévate ya pues eso. ¿Qué vas a hacer? ¿Qué vamos a hacer? Nada", me dijo. "Ahora estamos en peligro. Ya no hables ya pues. Cállate ya pues. ¿Qué vas a hacer?", me dijo así. Entonces en ese ver, entonces otra gente me dice: "a ver, vamos a buscar. Quizá podemos encontrar sus restos y sus pedazos", (…) y hemos recogido en esos minutitos y eso también a la Fiscalía he llevado (…) "Entiérrate ya pues, qué vamos a hacer", me dicen "anda entiérralo ya pues, calladito nomás", ya me dice. Entonces eso le he llevado en bolsita no más ya pues al cementerio a enterrarlo, su cabecita, su cuerpito, eso con su pelito (…). G. A. F.

Como se mencionó en el capítulo anterior, las atribuciones investigatorias del Ministerio Público fueron muy restringidas. Los fiscales no dieron un seguimiento adecuado a las denuncias por desaparición forzada y tuvieron una actuación limitada, constituyendo éstos, obstáculos para el cumplimiento de una labor mínima de indagación. Recién el 09 de febrero de 1991 se aprobó el Decreto Legislativo Nº 665 que autorizaba a los fiscales el ingreso a centros de detención en las zonas en estado de emergencia, para verificar la situación de personas detenidas o denunciadas como desaparecidas. Sólo a partir de ese momento los representantes del Ministerio Público encontraron sustento legal para la ejecución de estas diligencias, pero el número de detenciones - desapariciones ya había disminuido sustancialmente.

Fiscalía he ido. "Mi esposo está en cuartel". "¿Y cómo sabes?", me dice. "Tal persona me ha contado". "Entonces trae a esa persona a mi también que me avise", me dice el Fiscal. Entonces yo le he dicho: "No, usted tiene que acompañarme, ayúdeme, por favor". Hemos ido al cuartel con el Fiscal, entonces él ha entrado como dos horas adentro y a mí no me ha hecho pasar. Yo estaba sentada ahí, esperando. Sale y dice: "¿Sabes qué? A tu esposo dicen que lo han soltado. Seguro lo han llevado terrucos. No sé. Seguro va a llegar ya tu esposo. Aquí en cuartel no está". Así me dice, señorita, y he regresado a mi casa. I. U. M.

Los familiares también tuvieron que enfrentarse con actos de corrupción de autoridades estatales. Uno de los entrevistados manifestó que fue objeto de extorsión por miembros de la fiscalía, quienes le pidieron dinero a cambio de realizar las gestiones y, a pesar de haber cumplido con el pedido, no obtuvo resultados positivos.

Sí hemos hecho denuncia aquí en dirección fiscal. Nada. No hay nada decían. Casi un año buscando (…). Pago al señor que trabaja en el parte. Casi cuatro personas hemos pagado. Le pagamos 500 soles y nada. Tuvo que vender todito. Casi un año hemos buscado, hemos ido a Cangallo, ahí donde el fiscal que solo nos sacó plata (…). L. R. N.

5.3.7 Búsqueda en el campo y búsqueda de cadáveres

De los 13 testimonios recogidos, indican que después de haber hecho todas las gestiones legales posibles y haber acudido infructuosamente a diversos centros de detención en busca de información sobre el paradero de su familiar desaparecido, realizaron búsquedas en campos, quebradas y huaycos, considerando la posibilidad de encontrar a su familiar muerto en algún lugar. En el período de mayor violencia en Ayacucho, era conocido por la población que existían lugares determinados donde se podían encontrar cadáveres. Estos lugares se convirtieron en cementerios clandestinos a los que los familiares de desaparecidos acudían constantemente. Generalmente las búsquedas las hacían las mujeres acompañadas por sus hijos pequeños, a quienes no podían dejar en casa.

Me he enterado de cadáveres en Huatacos. En eso justo voy y debajo de un árbol estaba colgando un muerto, un joven, (…) parece que estaba moviéndose. Entonces yo pensaba: "de repente está vivo todavía". Entonces yo me bajé corriendo, yo solita, (…). Entonces me he bajado y un perrito chiquito se había metido y estaba jalando. Entonces en eso yo llorando, desesperada (...) en eso empezó a disparar a mi atrás a mi costado, así nomás he quedado de las balas que me han disparado. Yo cargando a mi bebito. No tenía miedo porque aunque sea que me maten. (…) De vuelta he escuchado que 9 cadáveres hay en Infiernillo, (…) hemos ido. De ahí he bajado, no sé cómo he bajado. He llegado y ahí también me parecía que estaba vivo, que estaba respirando, pero ahí por la espalda había cortado con cuchillo y entonces por ahí, como estaba agusanado, estaba saliendo sangre, estaba saliendo (…). Entonces yo para reconocer su cara le he volteado así, toditita la cara le habían cortado con cuchillo acá, le había atajado todita. Y su ojo le habían sacado, le habían puesto pintura. Y así, más abajo, así estaban todos. D. A. M.

Los familiares entrevistados narran la búsqueda de cadáveres como momentos desgarradores. Estas búsquedas representan un quiebre en la percepción del familiar respecto al destino del desaparecido, pasan de la búsqueda de una persona viva en los centros de detención, a la búsqueda de cadáveres. La desesperanza frente a las reiteradas negativas de información recibidas, llevaron a que la mayoría de los entrevistados realizaran estos peregrinajes.

Estos hechos constituyen graves violaciones del derecho a la vida y la dignidad, tanto de quienes fueron ejecutados como de sus familiares, a quienes ni siquiera se les permitió reconocer a sus muertos. Los relatos recogidos en las entrevistas muestran claramente los rasgos más atroces de los crímenes contra los derechos humanos. Los familiares fueron testigos del hallazgo de cadáveres, tuvieron que mezclarse entre restos descompuestos, pedazos de ropa y sangre para encontrar algo que les permitiera identificar a su familiar desaparecido. Los relatos hablan de imágenes cruentas de la violencia, de cadáveres regados con signos de torturas y mutilaciones ubicados en grandes extensiones de tierra, de cadáveres comidos por perros y cerdos, de muerte e indignidad.

Encontramos cadáveres. Mujeres, varones. Como bien torturados. Hasta sacaban su panza. Hasta sacaban su quijada, su lengua, su ojo. Cómo hemos encontrado, bien torturado. Y hacían comer papa, de papa su cáscara y trigo crudo entero, cebada entero lo hacían comer. Hasta sus uñitas. Todos sus deditos cortaban. Mujercitas las violaban. Le ponían dentro de su seno, dentro de su ovario, su pollera lo metía hasta sus pies. Para no conocer, lo pintaban con pinturas, azul, negro, a su cara lo pintaban, para no conocer. Cantidad, cantidad de Huascahura. Cuántos hemos recogido, todos sus cabezas todos pintados, sin cuerpo. (…) Ni la familia los llegaba a reconocer. G. A. C.

Le hemos buscado por todos lados. Por ese sitio Infiernillo que es un barranco terrible. A todos los lugares donde podría encontrarlo, pero a mi hermano no lo he encontrado. Hemos encontrado cantidad de cadáveres. Hasta con ropa ajena, hombres con ropa interior de mujeres. Pero no hemos encontrado. Encontramos otros cadáveres que están comiendo los chanchos, los perros pero a mi hermano no hemos encontrado. Solamente mi mamá y yo hemos buscado, otros no. Los demás de mi familia tenían miedo. (…) Hasta al barranco hemos ido descolgándose con una soga, (…) a veces los perros se lo comían y por los zapatos los reconocían. L. E. D.

Los entrevistados manifiestan que durante el transcurso de estas búsquedas, se encontraban con otros familiares quienes igualmente tenían el propósito de ubicar a su familiar desaparecido. Era en momentos como estos que decidían unirse y ayudarse mutuamente. Encontrar a sus familiares se convirtió en el objetivo más importante, y la búsqueda en el campo, fue la tarea más común dentro de las asociaciones de familiares de desaparecidos que se conformaron en aquella época.

Hemos ido al Infiernillo a buscar a nuestros hijos pensando que ya estaban cadáveres pero ahí también estaban los militares cuidando y nos han botado de mala manera. (…)Caminábamos buscando a nuestros parientes intentando reconocerlo. Todo cadáver que veíamos, creíamos que era nuestro familiar y lo recogíamos y lo enterrábamos. (…) En Huanta había una cantidad, no sé cuantos, pero habían muchos muertos y la policía nos dijo: "busca entre ellos". Estaban en el patio de un hospital, llenecito como 56 cadáveres y después han recogido ya. Ahí estaban los cadáveres, tienen todo la cara negra, entonces cuando fui a ver, ninguno tenía lengua. Ahí estaban los cadáveres, "de repente nuestro hijo" diciendo, pero no eran ellos. Estaban con las caras amarradas y la cara pintada con pintura negra. E. L. C.

5.3.8 Amenazas recibidas durante el proceso de búsqueda

Además del miedo imperante en aquél entonces, algunos familiares tuvieron que lidiar con las amenazas y persecuciones que recibían directamente de los presuntos responsables de la desaparición de sus seres queridos. Aquellos que persistían en la búsqueda, en el pedido de información en los centros de detención, o en la constante denuncia, eran hostigados e intimidados con el fin de que interrumpieran las indagaciones.

Los familiares entrevistados señalan que las amenazas recibidas comienzan con el inicio del proceso de búsqueda y se prolongan en el tiempo, en la medida que las búsquedas continúan hasta hoy. El lapso de tiempo en el que continuaban las amenazas variaba de acuerdo al caso concreto. En algunos casos, estas persistieron hasta la década de los noventa.

Los familiares al acudir a los posibles centros de detención, eran extorsionados por miembros de las fuerzas del orden quienes les exigían presentar una serie de documentos y pruebas de la detención como requisito para obtener información sobre el paradero de su familiar; generalmente al mismo tiempo los amenazaban para que dejaran de indagar. Aquellos que persistieron en la búsqueda de sus familiares manifiestan que eran constantemente amedrentados tanto en la vía pública como en sus propios domicilios; generalmente eran amenazados de muerte o de desaparición en caso de no dejar de indagar por el paradero de su familiar. Es importante mencionar que los extractos citados en este acápite se refieren a amenazas ocurridas durante todo el lapso de tiempo, entre la detención - desaparición hasta la actualidad.

Sí. Me han ido a buscar a mi casa. A mí me han buscado señorita para matarme. (…) Durante un año me han amenazado a mí. (…) yo he sentido gente que está pasando y ese ratito estaba entrando servicio de inteligencia a mi cuarto y he entrado al baño y he dejado entrar. Y en mi cuarto no me ha encontrado y había regresado (…). Yo en el baño estoy escuchando lo que conversaba. (…) Yo estoy adentro temblando. Nerviosa me he puesto. Ahí entonces la señora me dijo: "te han buscado de nuevo. Ya no quiero que vengas, cualquier cosa te puede pasar. A tus hijos mejor llévate allá". Pero yo no podía llevar. I. U. M.

Entonces de ahí me seguía. Cuando iba al mercado ese hombre aparecía en mi atrás o en mi adelante, así mirándome. De civil nada más, de la PIP era, yo lo he visto varias veces ahí. Después, cuando me he ido a mi tierra también estaba y de noche han entrado los militares a mi casa. Han entrado y me han dicho: "¿dónde está tal persona?", un tal Regalado me decía. Pero yo no lo conocía (…). Entonces me dijo: "calatéate todo!", diciendo.

Querían hacerme desnudar todito. Yo cargando mi bebito. Nada, yo no le he hecho caso. "¡Ahorita te vamos a disparar!". Yo no le he hecho caso. D. A. M.

A mi sí. Cuánto me han amenazado los servicios de inteligencias, (…) venían a decirme "ya debes dejarlo esa denuncia, lo que has puesto, puedes decir que lo han matado terrucos". "¡Pero si no es cierto! yo misma soy testigo que han sacado ellos, los militares. ¿Porqué yo voy a mentir?" G. A. C.

Militares no decía nada, únicamente inteligencia dos veces venía en mi casa. (…) "Pero usted ya no puede andar". ¿Usted por qué sigues? ¿Por qué exiges al cuartel? Porque si exiges más, nosotros vamos a liquidar. Vamos a liquidar. Entonces cuando liquidamos ahí quedas tranquila. Usted si quieres vivir, déjale, sino una noche venimos y ahí vamos a desaparecer, así me dijo. Por eso yo he dejado, ya no he buscado más. Dos veces vienen inteligencia a mi casa mi casa, por eso yo he dejado. Con miedo. Capaz esos desgraciados a mí también me desaparecen. P. A. V.

5.3.9 Reivindicación de la inocencia del desaparecido

La idea que constantemente acompaña los relatos de los entrevistados es la de inocencia de sus familiares desaparecidos. Diez de ellos afirman tener la seguridad de que sus parientes no estaban vinculados a organización subversiva alguna.

A pesar que para la determinación de un caso de desaparición forzada y para condenar la crueldad de este delito, la inocencia o no del desaparecido es irrelevante, parte de la lucha de estos familiares consiste en hacer que la sociedad comprenda que muchos de los desaparecidos eran personas inocentes, que fueron arrebatados de sus hogares sin tener responsabilidad alguna en organizaciones subversivas.

Han entrado a las 12 de la noche. A él inculpando que era terruco pero en realidad él no era así. Si fuera así, no estaría durmiendo en su casa, seguro estaría por ahí ocultándose, haciendo alguna cosa. Ese tiempo sólo cuando tenía así enemigos, entonces ellos le decían: "él es terruco" y lo echaban a él. Le dicen, inculpaban y por gusto lo llevaban. (…) Hasta cuando yo me muera yo siempre voy a estar diciendo que totalmente inocente. ¿Porqué va a desaparecer por gusto? Por nada. D. A. M.

Mi esposo es totalmente inocente, no es culpable. Solo cuando detuvieron me dijo que a su hermana han condenado, (…) por un problema de tierras que tenía. Y por eso ha condenado a tu esposo. Como era profesor trabajaba, él no caminaba nada. Si lo hubiera agarrado en una acción o si hubiera encontrado algo en otra casa sería culpable pero lo ha agarrado de mi casa cuando estaba durmiendo. L. C. Y.

La inocencia de la víctima le agrega una cuota adicional al sufrimiento de los familiares, por considerar la desaparición como arbitraria, ilegal e injusta. Algunos de ellos sostienen que "aceptarían" y se "resignarían" a vivir con la situación de desaparición si supieran que su familiar efectivamente hubiera estado vinculado a algún grupo subversivo. De haber estado vinculado, ellos afirman que no harían mayores esfuerzos por saber de su paradero.

Pero si sabía yo alguna cosa, lo que hace, los que andan en mal camino, claro, yo puedo callar pues. Algunas madres lo que andan en campo así matándose gente, sus hijos, ellos no andan, ellos ya no exigen, al contrario, ellos disimulado han quedado, ellos ya no buscan. (…) Por eso yo sigo buscando. (…) Seguro alguien, alguien pues su contrario indica a dedo para que hace desaparecer. P. A. V.

5.4 El desamparo sobreviniente

A partir del desconcierto y conmoción causada por la detención, la falta de información sobre el paradero del detenido y los malos tratos recibidos durante las búsquedas, los familiares sufren una situación de desamparo y de abandono, económico, psicológico y moral que genera en ellos una gama muy variada de reacciones, las que "a nivel individual se manifiesta en un estado de angustia contenida y la aparición de reacciones depresivas evidentes o enmascaradas, las cuales se tornan manifiestas en los periodos en que se suman las frustraciones". (2)

Estudios psicológicos respecto al impacto de la desaparición forzada en los familiares en Chile, proporcionan datos muy parecidos a los encontrados en las entrevistas realizadas con familiares de desaparecidos en Ayacucho. Se plantea que "en este periodo se hacen graves y claras las repercusiones en el núcleo familiar. Después de los periodos de intensa actividad por averiguar la suerte del desaparecido, surgen nítidamente las dificultades derivadas de la postergación de tareas vitales y de la asunción de roles sobre exigentes.". (3)

En este sentido, el análisis de las entrevistas a los familiares, será abordado desde dos aspectos importantes: el impacto socioeconómico y el impacto psicológico y moral.

5.4.1 El impacto socio económico inmediato

Como se ha determinado en el capítulo III, el 87.6% de los desaparecidos a nivel nacional fueron varones, mientras que el 12.2% fueron mujeres. Esto tuvo un impacto particular en la economía familiar. La pérdida de un hijo o de un esposo, generó la desestabilización del núcleo familiar puesto que el varón era el que generalmente se encargaba de generar ingresos y mantener a la mujer y los hijos pequeños. Asimismo cumplía el rol de representación familiar en los espacios públicos. Al dolor e incertidumbre por la pérdida de un ser querido se sumaron las angustias relacionadas a la necesidad de subsistir y encontrar dinero en condiciones sumamente difíciles. Los trámites legales generaron gastos adicionales que las familias afrontaron con muchas dificultades ya que implicaban en varios casos constantes viajes a la ciudad para hacer las denuncias respectivas. Las extorsiones a las que eran sometidos se sumaban a esta situación. La desaparición forzada agravó la situación de pobreza de muchas familias. El saldo doloroso fue niños huérfanos en situación de abandono, viudas a cargo del sustento de niños pequeños, familias sin hijos mayores y sin tener quién se encargara de su sustento.

Sí yo le he atendido, mi hermanita de un año, ella lloraba, pedía teta y no había pues. Y yo le cargaba, yo le atendía, me lloraba, día y noche. Cuando aparecía helicóptero, aviones, preguntaba: "¿Adónde has llevado a mi mamá? Hazlo regresar por favor". Yo tenía a mi hermanita y a otro que ahora tiene 24 años. Habrá tenido 6 añitos esa vez. A ellos he tenido que cuidar y mi hermano mayor él también salía a trabajar para mantenernos. R. y U. S. H.

Por eso hay días con agua nomás pasaban porque nunca tenía nada. Yo no trabajaba y no había nada. Entonces mis hijos me esperaban. I. U. M.

Los dejaba solos, sola viajaba, cocinando levantaba de noche. Cocinando le dejaba ahí como esas horas desesperada regresaba. Así les dejaba siempre a mis hijos, solito les dejaba. Y qué más iba a hacer, yo nomás trabajaba. D. Y. V.

5.4.2 El impacto psicológico y moral

Las personas entrevistadas -en su mayoría mujeres- manifiestan que el proceso de búsqueda significó permanecer largos períodos de tiempo fuera de casa. Esto implicó en muchos casos, para las que eran madres, dejar a sus hijos solos. Señalan que realizaron las búsquedas de su familiar llevando sólo a sus hijos más pequeños con ellas, dejando a los hijos mayores al cuidado de los que quedaban en los hogares. Durante los primeros meses de producida la desaparición, ellas se dedicaron a una búsqueda obsesiva, centrando toda su atención y preocupación únicamente en el hijo o esposo desaparecido. Muchas manifiestan que estuvieron en un estado de abandono de ellas mismas y de los hijos que tenían a su cargo.

Mis hijitos solitos quedaban. Yo cocinaba en la mañana, (...) Dejaba para mis hijitos, "así van a comer algo", diciendo. Yo la mesa poniendo, yo le dejaba. Regresaba a las 9, a las 10 de la noche. (…) Todo sitio yo iba a buscar, (…) a mis hijitos yo le he encontrado sucio. A mis hijitos uno por uno, por aquí por allá durmiendo yo le he encontrado. La mayorcita, mi Elsita, iba a la escuela. Entonces ella regresando todito le atendía, y así los chiquitos nomás como chanchitos me esperan durmiendo. Diario, diario buscaba. G. A. F.

Primeros días sola buscaba a mi hijo, por donde sea sola, no tengo miedo a nada, me matan, (…) esa fecha hasta mi juicio casi perdí (...) a veces choqué poste o alguna pared, recién desperté, estoy yendo. Así he andado. (…) Cuando regresé a la casa, para mí comida hay o no hay. No me gusta. Nada no me gusta. "Mamá, come". No. Agüita sí tomo. Donde sea, como sea. Con agua nomás yo vivo esa fecha mamacita. A. C. S. A.

Un aspecto particularmente doloroso en las entrevistas lo constituyen los relatos sobre las sensaciones que embargaban a los familiares en los periodos posteriores a la desaparición. La impotencia y el abandono en el que se encontraban, los maltratos que no dejaban de recibir y el dolor por la incertidumbre sobre el paradero de su pariente, llevaba a que los familiares perdieran temporalmente la razón y el sentido de realidad; manifiestan haber deambulado por las calles sin rumbo fijo, no comían, no dormían, no descansaban, afirman haberse "vuelto locas" temporalmente y haber pasado por momentos en los que no recuerdan cómo siguieron viviendo. Otras señalan que luego de la detención arbitraria empezaron a padecer de diversas enfermedades, generalmente del corazón, provocadas por la angustia, la desesperación y el sufrimiento que vivieron.

Pensando que era mi familiar, a todos los cadáveres traíamos. Y en la búsqueda no comíamos, no tomábamos agua. Sólo llevábamos coca. Después un cigarrito y un cuartito de aguardiente. Y con eso nos animábamos para buscar. Día tras día, no nos cansábamos de buscarlos. (…) De tan desesperadas, no me acuerdo cómo fue que salía de mi casa. Solamente con mi mantita, con la ropa que tenía puesta. A cualquier rato salía a buscar. (…) Mi esposo se quedaba desesperado. Él me esperaba en casa, cocinaba, pero como no tenía hambre, no comía. He perdido la noción de todo, no sé si comía o no. Una vez fui al cuartel y no me di cuenta que mi zapato se había caído y he llegado sin zapato. Una señora me lo entregó. E. L. C.

Después yo he perdido mi sentido. "Parece loca", yo andaba, jalachaca. Así sin zapato. Yo sacando mi ropa así con mi fustancito nomás, con fustancito nomás sacando mi falda yo andaba. Adentro mi corral, mi hijo me aparecía, me he perdido mi sentido. Después me hace curar pues. Así he estado casi dos semanas nomás, después así curandero me curaba (…). Yo solita iba con manta. "Cuando encuentro mi hijo por ahí muerto, yo voy a traer con mi manta", diciendo, "chapado yo voy a traer", diciendo, yo andaba. P. A. V.

Sí me he enfermado. Casi medio año así estaba enferma. (…) tenía mucha

pena, y siempre mi corazón sentía. Mi corazón, así "no solamente tú estás complicada con todo esto nada más", me decía el doctor. De ahí cuando me he enfermado no he trabajado y no tenía para comer. (…) Entonces ya poco a poco con hierbas, nomás me curaba, como no tenía suficiente dinero no podía ir ni al médico. D. A. M.

Durante este periodo muchos de los familiares realizaron vigilias en los centros de detención, sin importarles el frío o la falta de comida. En general pasaban los días sin saber qué ocurría a su alrededor. Era esta situación la que los llevaba a dejar sus casas, sus hijos, y dedicarse a búsquedas desesperadas e infructuosas.

5.5 La situación actual de los familiares

Las heridas abiertas se mantienen hasta hoy; el mismo dolor, la misma incertidumbre, la misma indiferencia por parte de las autoridades. Este es el panorama que se encuentra después de 15 ó 17 años de ocurridas la gran mayoría de desapariciones. La perversidad y crueldad de la desaparición se manifiesta de manera prolongada en el tiempo, produciendo secuelas difíciles de superar en los familiares de los desaparecidos. La aflicción por seguir sin saber con seguridad si su pariente está vivo o muerto, la tristeza de no poder enterrarlo, la esperanza siempre presente de encontrarlo con vida, son sentimientos que aparecen entremezclados en casi la totalidad de los testimonios. Esta es la visión sobre los días de hoy. Estas son las secuelas. Miles de familias de desaparecidos tienen que vivir cotidianamente con el trauma de sufrir una desaparición, con la falta de medios económicos que agravó su pobreza, con la carencia afectiva que daña a toda la familia. De acuerdo a la experiencia de trabajo psicosocial de FASIC, "el daño más prolongado de esta indescriptible situación estriba en la imposibilidad de los familiares de detenidos - desaparecidos de reorganizar y reordenar su vida y sus proyectos vitales. Se está estancado y paralizado en la vida pasada(…)". (4)

Los testimonios en este acápite hablan de la vida de los familiares hoy, de las consecuencias incesantes del fenómeno de las desapariciones forzadas, del presente, del abandono económico en el que ellos se encuentran, de su pobreza agravada y sus constantes búsquedas de justicia y reconocimiento que no tienen cuándo acabar. Las entrevistas nos proporcionan ciertas pautas para imaginar el futuro si no se toman medidas respecto a las secuelas sobre miles de familias. Pero sobretodo, estos testimonios nos obligan a aprender muchas lecciones del pasado, a fin de evitar que estas situaciones vuelvan a repetirse.

5.5.1. Situación económica y social

Uno de los aspectos más palpables del abandono en el que viven los familiares de desaparecidos entrevistados, se relaciona con las condiciones económicas a las que se enfrentan hoy en día. Con la desaparición de un familiar, varias familias pasaron de un estado de pobreza a extrema pobreza. Como se mencionó antes, muchos de los desaparecidos varones tenían a su cargo el sostenimiento de la familia. Luego de su detención, las familias tuvieron que enfrentar como pudieron la situación y de alguna manera, tuvieron que ser reemplazados en la ejecución de sus roles y funciones. Durante el desarrollo de las entrevistas, 17 de los familiares mencionaron como tema de preocupación y angustia su difícil situación económica.

Tengo 5 hijos. (…)Yo solita, solita les he cuidado a mis hijos, los padres de mi esposo ya son ancianos ya, ancianos ya, (…) yo sola me hago cargo, están estudiando mis hijos, para su estudio un poquito trabajando se ayudan, y ni el dinero más, y a veces ya no hago alcanzar, para nada, (…) a veces fiamos, a veces estamos así prestando, como sea así estamos viviendo. G. A. F.

En cambio, mi hijo que desapareció, como era soltero me daba qué comer, qué vestir. Pero ahora toda mi vida ha cambiado. Ahora mi hijo que ha quedado tiene su esposa, pero ya tiene otras obligaciones. Y ahora qué va a ser de mi, de repente me muero. Estoy mal, mi cabeza me duele. Ahorita estoy como una tonta. No tengo dinero para comprar medicinas. No tengo ocupación, no tengo dinero. E. L. C.

Además del desamparo económico, muchos de nuestros entrevistados sostienen que la desaparición de su pariente tuvo un fuerte impacto en el proceso de crianza de los hijos, quienes no tuvieron contacto con la figura paterna y perdieron muchas oportunidades debido, principalmente, al hecho de que no tuvieron los medios económicos para terminar sus estudios.

Ahora mis hijos ya están grandes y los mayores reclaman a su papá: "si estaría mi papá, no estaríamos así". A veces no tenemos económicamente para sus estudios. Los mayores se han quedado sin estudios, no han terminado su secundaria y no tienen trabajo. Ayudando en construcciones así nomás está trabajando mi otro hijo. También no tiene suficiente estudio, por falta de su padre. Podría ayudar en cualquier cosa, como varón. Yo soy mujer, claro, de trabajar, trabajo en cualquier cosa, pero no es suficiente. Para mantener estómago nomás, para el estudio no puedo hacer alcanzar. Así está mi vida. L. C. Y.

Hasta ahora mi hija llora porque su papá ya no está, ya estaría estudiando algo: "¿donde estará mi papá?", llorando. Todos hemos llorado allá en la casa. Bien triste es cuando no tienes un esposo. Y los niños sobretodo, se han quedado traumatizados ellos todos. (…) Con esa idea ni piensan estudiar, no piensan estudiar. De remate, no tenemos plata. De remate, lo de su papá (…) "yo siento pena y tiemblo cuando alguien dice papi", así me dicen mis hijos. (…) Hasta el chiquito viene, dice que todos los años vaya a Lima, "anda corre mamá, anda a Lima. De repente ahí está. ¡Yendo a Lima de repente lo vamos a encontrar, vamos vamos!". (…) Él también está omiso mi hijo. Ya tiene 18 años, primaria nomás tiene, ni sabe ni escribir ni leer. Eso me tiene preocupada, yo he puesto pero él no ha sabido responder, no sabía aprovechar. Es que no había quien le dijera, yo me iba a mi trabajo. Levanto a trabajar, voy a mi negocio, y ya no hay quien controle. D. Y. V.

5.5.2 Secuelas psicosomáticas: los efectos sufridos

En algunos de los entrevistados, el sufrimiento causado por la desaparición de su familiar produjo reacciones psicosomáticas, las que se presentaron luego de la realización de los hechos y que se prolongan hasta hoy. Los entrevistados manifiestan haberse enfermado a consecuencia de la pena causada por la desaparición de su familiar, indican que sufren de constantes dolores de cabeza, dolor en el pecho, y otras dolencias. Sumado a esto están los sentimientos de miedo, impotencia, desamparo, etc., que se quedaron grabados en su mundo interior y que les impide en muchos casos desarrollarse normalmente. Desde el momento en que mi hijo ha desaparecido, me he vuelto muy enfermiza y a cada momento me desmayo. Anoche me desmayé. Estoy mal. E. L. C.

Con pena he sentido mi corazón, todo. He entrado al hospital en Lima. Mi hermana me ha llevado al hospital, cuando he enfermado. Con pena me he enfermado. Mi corazón he sentido, mi corazón me dolía. (…) Tanto he llorado, mi cabeza he sentido. Con médico cuando me ha atendido ya me he sanado. Pero hasta ahorita me duele mi cabeza, mi corazón. Hasta mi hígado he sentido con pena. Sí. Dolor siento, con pena, mi hígado siento. Yo no sirvo ni para pena, ni para muerte para mirar también. (…) De ahí me he quedado nerviosa. Hasta cuando han entrado los sinchis, con miedo me he puesto así, temblando, no podía hablar, nada. De ahí me he quedado nerviosa. E. P. D.

A partir de algunos testimonios se ha podido identificar una situación

que si resultara siendo un patrón en las familias de desaparecidos constituiría una secuela muy grave. Como se mencionó anteriormente, todas las mujeres entrevistadas manifiestan haber realizado las búsquedas de sus esposos o convivientes en el campo y en los posibles centros de detención; muchas llevaban al hijo menor junto con ellas. Eran niños pequeños, que sin entender lo que pasaba a su alrededor, vivieron el terror, las angustias, las impresiones y la incertidumbre. Estas vivencias tuvieron un impacto muy serio en el desarrollo de su personalidad. Estos niños- ahora adolescentes o jóvenes- no tuvieron posibilidad de procesar el trauma de lo vivido a partir de la desaparición forzada. Esto generó en ellos una personalidad retraída, con angustias permanentes que los llevan a no poder emprender estudios o alguna otra actividad y pérdidas temporales del sentido de realidad.

Mi hijo es medio enfermo. (…) Y yo aguanto nomás. A veces el doctor me dice: "así es este niño". El único que tengo así. Todos los demás son tranquilos. Será de eso que pasó con su papá, de eso se ha quedado así mi niño. Tenía ocho años cuando pasó lo de su papá. Él era el que yo llevaba a buscarlo. Todo eso seguro lo ha chupado. Como será, de eso sufrió mi hijo. (…) Él ha sufrido porque yo lo he llevado a buscar a su papá. Será de eso, de repente de eso es. A veces lloraba, lloraba, miraba, sentía. El chico de eso seguro, su estudio no aprovechaba. No ha aprendido. A veces se olvida y él se humilla ya. No estudia, no es amiguero. No es como los demás. D. Y. V.

El niño se encuentra traumado ahora y está enfermo. Se ha convertido en loco desde ese momento. El niño no ha olvidado a su tío, pregunta cuando voy de viaje, me pregunta: "¿dónde está mi tío? ¿qué es lo que está haciendo? ¿cuándo va a volver?". Él tiene la idea de que su tío está preso. (…) Era soltero y a mi hijo, que ahora está traumado, lo criaba como su hijo. Pero ahora está mal. Hay momentos en que se siente mal y cuando le agarra la locura, no estudia, no hace nada y camina por las calles. Después le pasa y vuelve a la normalidad. L. E. D.

5.5.3 El vacío dejado por el desaparecido

Parte de las secuelas que hoy viven los familiares es la imposibilidad de llenar el vacío dejado por aquél que se encuentra ausente. Este duelo no resuelto provoca la poca posibilidad de resignación frente a la desaparición, lo cual se convierte en motivo cotidiano de sufrimiento. A pesar del transcurrir de los años, los entrevistados no dejan de hacer mención al lugar que aún ocupan sus parientes desaparecidos, un lugar vacío que a veces llega a ser hasta físico, pero que es en gran medida afectivo. El sufrimiento se incrementa por la recurrente incertidumbre en la que viven, siempre a la espera de un regreso que cada vez se hace menos probable.

Esta es una cara más del impacto a largo plazo de una desaparición forzada. Ya no solamente es la repercusión en la economía y en la estructura familiar sino también en la propia psiquis de quienes son víctimas indirectas de la desaparición.

Como loca estamos, hasta ahora. Porque donde duerme, está vacío. Donde comen, sitio vacío. Donde comen, plato vacío. (...) lo que llaman, lo que piden, no hay. Casi vuelvo loca. Es difícil, es difícil. (…) Recién el año pasado, anteaño pasado ya estoy como del sueño despertando, (…) difícil pero hemos recuperado nuestra vida. A. C. S. A.

Hasta tanto hemos correteado, y nada. Yo lloraba, hasta ahora también. Yo veo sus cosas, y no tengo a mis hijos. Otras familias tienen a sus hijos. No sé dónde andan. Cuándo regresarán (...). Hasta sus ropas de trabajar están encima de sus máquinas. Hasta sus ropas cortadas también están. No sé dónde andan, cuando regresarán. (…) Ahí están las cosas de mis hijos pues. Sus cuadernos ahí están, todavía las estamos guardando, fotografías también. Todavía los extraño mucho. Quien no va a extrañar… G. Q. A.

Hay momentos que en la cocina hago otras cosas, pero se me viene a la cabeza el recuerdo de mi hijo y por más que esté cocinando algo rico y esté haciendo algo alegre, lo dejo y me pongo triste. Porque yo no me puedo olvidar de mi familia. Aunque sea viejita, con bastón voy a buscar a mi hijo hasta el final. (…) Mientras estoy buscando voy a morir. Cuantos años ya, mucho tiempo. No hay ningún consuelo, ninguna noticia, ningún cariño. (…) No tengo nada ni para sobrevivir. No sé nada, por qué lo han llevado, para qué han matado. Después de matarlo a los familiares ni siquiera ayudan. ¿Por qué lo han matado? E. L. C.

5.5.4 La esperanza en el retorno del desaparecido

El hecho de tener un familiar desaparecido, significa que éste ni está vivo ni está muerto, manteniéndose de esta manera en los familiares una sensación de incertidumbre permanente e invariable y un duelo no resuelto, que genera una serie de fantasías con respecto a la posibilidad del retorno del familiar. De los 23 entrevistados 17 consideran hasta hoy, la posibilidad de que su pariente se encuentre efectivamente con vida. Al preguntárseles qué creían que había pasado con ellos, muchos de los entrevistados respondieron que no se encontraban seguros de que efectivamente estuvieran muertos. A pesar del tiempo transcurrido, la esperanza persiste, tal vez ya no sea siquiera una esperanza sino más bien una fantasía respecto al retorno con vida del familiar, pero es precisamente este fenómeno lo que les convoca a continuar la búsqueda.

Si supiéramos que se ha muerto, nos dijeran: "acá está enterrado", de alguna manera podríamos olvidarnos, reconfortarnos. Podríamos buscar consuelo. Pero como no sabemos nada, hasta el final de nuestra vida estaremos con la idea de encontrarnos con mi hermano. No nos olvidamos. Creo que se ha ido de viaje y ya pronto debe volver. (…) Porque hay otros que han aparecido de 15 años, de 20 años. Tenemos esa esperanza de que él también, a pesar de tanto tiempo, pueda volver. Porque escuchamos que otros han aparecido después de varios años. Hay personas que nos han dicho que ha vuelto de muchos años, que están en el penal. Nosotros hemos ido al penal de Yanamilla pero no lo hemos encontrado. L. E. D.

A través de las entrevistas se puede percibir en los familiares de los desaparecidos un conflicto interior constante entre la idea que el familiar ausente se encuentre muerto y la esperanza que esté vivo en algún lugar. Este conflicto interior es causado principalmente por la incertidumbre respecto al paradero de la víctima y es a la vez causa de las búsquedas interminables. Se percibe en ellos un sentimiento de culpabilidad frente a lo sucedido. Dejar de realizar las búsquedas significa abandonar al pariente, no pueden dejar de buscarlo mientras no se le pueda enterrar, mientras no se tenga certeza absoluta de su muerte. No quieren permitir que el desaparecido sea enterrado en su memoria.

Pero esa fantasía, o esperanza - siempre presente - de encontrar vivo al pariente desaparecido, es una de las razones que ellos encuentran para seguir adelante con sus búsquedas, con su lucha y sobre todo, con su vida.

Yo me he quedado sola. Si hubiera visto que se murió, me hubiera tranquilizado porque lo hubiera enterrado, pero yo sigo creyendo que está vivo. (…) sigo buscando y solo voy a estar contenta al saber que de repente estará muerto, o enterrarlo. Al menos sus huesos, al menos su alma. ¿Ya no estará vivo? ¿Dónde estará? R. R. O.

Diecisiete años ya, desde 83. Diecisiete años ya. Nosotros continuamos buscando. Sí. Yo no puedo pensar: "él ha muerto". O cuando muerto, ¿dónde está su resto? Y pensamos todavía, cuando tocan la puerta alguien, yo le digo: "de repente mi hijo regresan o alguna noticia está trayendo". Así siempre mi día (…), mis otros hijos piensan. "Seguro mi hermano por ahí vive". Dice que esa fecha han venido otra nación. "De repente por ahí vive", dicen. Otros dicen: "dice que está vivo por montaña, campo de concentración". De repente ahí está mi hermano. Así no más piensan ellos. A. C. S. A.

5.6 Pedido a las autoridades

Un aspecto de particular relevancia que deberá considerarse en futuras políticas por parte del Estado es el referido a los requerimientos que hoy hacen los familiares de desaparecidos, representados- en este capítulo- por los miembros de ANFASEP. De las entrevistas realizadas se puede concluir, que el pedido a las autoridades gira en torno a las demandas de verdad, reparación y justicia por la pérdida de un familiar, que generó en los familiares graves secuelas socio económicas y psicosomáticas.

Cabe mencionar que los familiares no hacen referencia explícita al pedido de sanción a los responsables de las desapariciones. Los familiares afirman que su interés más importante es terminar con la incertidumbre sobre el paradero del desaparecido, quedando la sanción a los responsables como un interés accesorio.

5.6.1. Verdad y justicia

Luego de años de búsqueda, de reiteradas denuncias y pedidos a los órganos encargados de investigar y sancionar a responsables de violaciones a derechos humanos, los familiares de desaparecidos se siguen encontrando en una situación de indefensión frente al servicio de justicia y a la agenda política del gobierno. El deber de protección y respeto de derechos humanos, previsto en el artículo 1° de la Convención Interamericana de Derechos Humanos de San José de Costa Rica no fue cumplido por el Estado peruano, quien a lo largo de diversos periodos gubernamentales se negó a proporcionar información sobre el paradero de los detenidos - desaparecidos.

Hoy en día, la intensidad del pedido de los familiares por responsabilizar a los culpables disminuye en comparación con la búsqueda de la verdad. Ya no importa que exista ley de amnistía, que antes nadie hubiera dado un trámite eficaz a sus denuncias, que hayan sido marginados en las entidades gubernamentales que visitaron. De nuestros 23 entrevistados 16 afirman que lo más importante es saber qué sucedió con sus hijos o con sus esposos. Solamente se pide información fidedigna sobre lo sucedido con su familiar, que se les indique dónde fueron enterrados o se les entreguen los restos para poder enterrarlos. Quieren tener consuelo y resignación, quieren que se limpie la memoria de quienes probablemente fueron inocentes, que las autoridades les pidan perdón por lo que les hicieron. Nada más, pero tampoco nada menos.

¿Qué voy a hacer señorita? Ayúdennos. Ojalá podamos saber siquiera, o muerto o vivo. Eso es lo que nosotros queremos. Eso nomás queremos. (…)Y queremos justicia pues señorita. Justicia pues, qué cosa. Ellos deben decir pues si está muerto como sea señorita. Eso queremos nosotros, justicia queremos. Justicia. ¿Cómo vamos a andar sin saber nada? Pero siempre estamos andando nosotros ¿Cómo nos vamos a quedar así? N. A. N.

Yo suplicaría al gobierno que sea sensible con todos los peruanos. Que atienda nuestra demanda, y que no nos deje así en zozobra, con la situación de nuestros familiares detenidos y desaparecidos. Debe ser más sensible. Debe llevar a la práctica la democracia. Dice que en su gobierno hay democracia pero nosotros no vemos. La democracia debe ser para todos los pobres y para todos los campesinos también. C. J. S. A.

Ellos sabrán, pues. Claro. ¿Cómo no va ha saber que ha llevado preso? Sabrá pues cómo ha matado o vive también, eso nos puede dar resultado. Para saber ahora en estos 16 años, dónde está, cómo nos puede contar esa cosa, 16 años ahorita ha cumplido (…) eso yo pienso. Ellos saben muy bien que han matado o que han vivido, como hombres, como gente, como nosotros humanos. G. A. F.

5.6.2 Indemnización

Como ya se ha descrito anteriormente, el desaparecido deja en el entorno familiar, un vacío con implicancias no solo psicológicas y sociales, sino también económicas. La pérdida de un miembro de la familia, que muchas veces cumplía el rol de proveedor, dejó a la familia en una situación de pobreza extrema. Las oportunidades perdidas, el fracaso de los pequeños negocios familiares y la situación actual de pobreza lleva a 9 de nuestros 23 entrevistados a pedir que se les asigne una suma de dinero que los ayude a salir adelante. Esta indemnización no tiene solamente una finalidad material inmediata que alivie su pobreza, sino que también esta destinada a reparar de alguna manera los graves daños morales causados por las difíciles situaciones que ellos tuvieron que afrontar. Los familiares de desaparecidos tienen conocimiento que las víctimas del terrorismo, militares y policías, han obtenido indemnizaciones económicas y otros beneficios. Ellos piden lo mismo para las víctimas del Estado.

Quisiera que algo de pensión así nos dieran, ojalá. Cuando estaban vivos ellos podían mantenernos a nosotros pero ahora, sin trabajo, sin nada. ¿De qué estamos viviendo ahora? Ya no gana mi esposo. También mis hijos en Lima trabajan. Ellos cuando vienen me compran, para comer ellos nomás me visten. N. A. N.

Le pediría que al menos como indemnización me den por mi hijo una pequeña casa, porque con mi esposo íbamos a construir una casa, yo siempre le digo a mi hijo, con tu papá íbamos a hacer una casa. Él siempre me pide eso, pero no he podido hacerla. R. T. D.

¿Hasta cuándo vamos a sufrir con nuestros hijos? que no caigan a esos pandilleros nuestros hijos también. Como nosotros, como una madre, como un padre estamos criando a nuestros hijos, que nos dé siquiera un trabajo para nuestros hijos. Siquiera una indemnización para nuestros hijos, para no estar ahí sufriendo, para que no estén ahí preocupado. Que nos diga la verdad, están vivos o están muertos nuestros desaparecidos, ¿hasta cuándo vamos a sufrir? G. A. C.

5.6.3 Pedidos a la Defensoría del Pueblo

Después de largos años de búsquedas infructuosas y de demandas de verdad y justicia y a las autoridades estatales, los entrevistados manifiestan que sienten mucha frustración por haber encontrado permanentemente respuestas negativas, quedando con la incertidumbre y el dolor siempre presentes. Hoy tienen sus esperanzas puestas en la Defensoría del Pueblo y en su labor de defensa de los derechos ciudadanos, la consideran "un gran apoyo" y "una gran esperanza".

Hemos insistido tantos años y no hemos conseguido ninguna respuesta. Pido al doctor Jorge Santistevan que nos apoye, que venga a Huamanga y nos explique qué están haciendo para que por un momento me alegre. Para que él exija al gobierno que los hagan aparecer sanos y buenos, que nos digan si están muertos o están presos. E. L. C.

Nosotros solos no podemos hacer nada porque a nosotras solas no nos hacen caso, porque con ustedes, estaríamos con más fuerza, para entregar papeles cualquier cosa. Juntos, unidos, agrupados, cuanto más personas con el apoyo con ustedes damos un paso más para adelante, ya no retrocederíamos, porque así habría justicia, desde esa fecha yo estoy caminando hace 17 años completos. L. C. Y.

5.7 La Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú - ANFASEP

El último título del presente capítulo tiene por objeto destacar y reconocer el esfuerzo organizativo del grupo de familiares de desaparecidos que constituyeron ANFASEP, en medio del clima de terror que imperó en Ayacucho en la década de los ochenta. Asimismo, el texto busca ilustrar los múltiples significados y sentidos que la asociación ha brindado a sus miembros a lo largo de casi dos décadas de su existencia.

5.7.1 Origen y desarrollo de la asociación

El germen de la primera asociación de familiares de víctimas de desaparición forzada en el Perú, nace en el departamento de Ayacucho en setiembre de 1983, por iniciativa de un pequeño grupo de mujeres en la ciudad de Huamanga.

La búsqueda del ser querido desaparecido fue el elemento que aglutinó aquel primer grupo de mujeres, encabezadas por Angélica Mendoza de Ascarza, Teodocia Layme Cuya y Antonia Zaga Huaña, quienes se sobrepusieron al terror y zozobra imperante y asumieron una posición activa frente a la detención-desaparición de sus familiares arrancados de sus hogares. Primero constituyeron el Comité de Familiares de Desaparecidos, hasta que en 1985 adoptaron la denominación de Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos- Desaparecidos en Zonas Bajo Estado de Emergencia (ANFASEP), obteniendo su personería jurídica en 1990.

Los primeros años de vida institucional fueron especialmente duros. Frente a la falta de un local institucional donde congregarse, inicialmente la puerta de la Fiscalía Provincial en Huamanga, las oficinas de los pocos abogados que se atrevieron a presentar denuncias ante el Ministerio Público, y las propias calles y plazas fungieron de espacio de encuentro para los familiares. Posteriormente, la asociación obtuvo un local provisional en un ambiente cedido en la Casa del Maestro. Sin embargo, es recién a partir del año 1991 en que ANFASEP contó con un local institucional propio que les permitió cobijarse con cierta tranquilidad.

De acuerdo a la información proporcionada por ANFASEP, durante 1983 y 1984 los familiares que se agruparon en la organización provinieron fundamentalmente de las provincias ayacuchanas más golpeadas por el conflicto interno: Huanta, La Mar, Cangallo y Huamanga; mientras que a partir de 1985, y en los años subsiguientes familiares de víctimas de los departamentos vecinos de Huancavelica y Apurímac comenzaron a integrarse a la asociación.

A partir de testimonios recogidos de la actual dirigencia de ANFASEP (5), corroborados con los testimonios de sus asociados, fluyen las principales actividades de la organización. La asociación desarrolló una serie de estrategias para realizar la búsqueda y la denuncia colectiva por sus seres queridos. Entre ellos, la presión organizada sobre puestos policiales o militares exigiendo la libertad de los detenidos, la búsqueda de cadáveres en las quebradas y hondonadas, y la socialización de un manejo elemental de los mecanismos legales de denuncia disponibles. Poco a poco estas estrategias de acción se ampliaron gracias al apoyo sostenido de algunas organizaciones de derechos humanos (6) , a través de cuyo intermedio se optó por solicitar el apoyo de algunos organismos internacionales de derechos humanos para realizar denuncias en el extranjero.

Sin embargo, dichas estrategias no fueron suficientes. Transcurridos los primeros años del conflicto interno, y frente a la constatación de las necesidades económicas y psicológicas que atravesaban los hijos de padres desaparecidos, la dirigencia de ANFASEP creó un comedor para niños, el cual lleva como nombre "Adolfo Pérez Esquivel", premio Nobel de la Paz, por su apoyo y dedicación a la causa de los desaparecidos. El comedor estuvo en funcionamiento por varios años gracias al apoyo económico de diversas instituciones privadas.

Símbolos de la lucha sostenida por ANFASEP en aquellos primeros años de búsqueda y denuncia local, fueron las marchas pacíficas realizadas por la asociación en 1986 y 1987. Portando una cruz de madera con la inscripción bíblica de "no matar", los familiares denunciaron colectivamente la situación de sus seres queridos. Posteriormente se hicieron presentes en la escena local a través de misas de salud y vida por los seres queridos desaparecidos y alfombras de flores con el nombre de su asociación durante diversas celebraciones por Semana Santa.

Pero la denuncia colectiva no se limitó al ámbito local. Desde el primer año de funcionamiento de la asociación, es decir en 1983, los dirigentes de la organización, en su mayoría mujeres, realizaron numerosos viajes a la ciudad de Lima para denunciar colectivamente los hechos acaecidos, y desde entonces, la respuesta estatal podría calificarse de monocorde e indiferente.

El primer viaje realizado a Lima fue en setiembre de 1983 al que seguirían varios viajes más, incluyendo marchas de sacrificio a la capital, incluso llevando a sus menores hijos. Durante dichas visitas, los miembros de ANFASEP nunca fueron recibidos por los presidentes de turno. El itinerario de instituciones a quienes se lograba visitar involucraba a diferentes instituciones políticas y jurisdiccionales, entre ellas, el Ministerio del Interior, el Ministerio de Justicia, las Comisiones de Derechos Humanos del Congreso, la Fiscalía de la Nación etc. En dichas visitas se presentaron reiterados petitorios de investigación sobre los hechos ocurridos. Asimismo, el itinerario comprendía la visita a las organizaciones de derechos humanos que apoyaron su labor de denuncia colectiva tales como la Comisión Nacional de Derechos Humanos (Conadeh), la Asociación Pro Derechos Humanos (Aprodeh), y la Comisión Episcopal de Acción Social (Ceas).

En vista de que la denuncia a nivel nacional no tuvo eco en el país, se consideró necesario convocar la atención internacional. Es así como ANFASEP se reunió en más de una ocasión con miembros del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas e Involuntarias de las Naciones Unidas. En la primera visita del Grupo de Trabajo en junio de 1985, ANFASEP hizo una exposición oral de los casos de desapariciones más representativos, debido al elevado número de personas que querían declarar (7). Posteriormente, recibieron visitas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y de diversas organizaciones internaciones de derechos humanos como Americas Watch, Amnistía Internacional, entre otros.

Con el correr de los años, muchos de los familiares asociados a ANFASEP se encuentran extenuados por el silencio y falta de respuesta de las autoridades. A lo largo de más de una década y media, la asociación fue perdiendo paulatinamente a sus miembros. Sin embargo, un pequeño número de familiares persiste tenazmente en su lucha, a pesar no sólo de la indiferencia, sino del olvido estatal institucionalizado en la Ley de Amnistía, y la escasa acogida de sus demandas por la sociedad nacional.

En setiembre de 1997, ANFASEP solicitó a la Defensoría del Pueblo que iniciara una investigación sobre el problema de los desaparecidos, y para ello adjuntó una nómina de 2,122 personas desaparecidas principalmente en los departamentos de Ayacucho, Huancavelica y Apurímac. Desde entonces, el apoyo de la Defensoría del Pueblo ha servido para que la asociación renueve la confianza en la posibilidad de avanzar en el logro de sus demandas, y ello en palabras de miembros de la actual dirigencia, ha servido para que antiguos miembros que se habían retirado de la organización se reincorporaran a la misma.

5.7.2. Los múltiples significados de la asociación para sus miembros

El sentido de este acápite yace en la necesidad de resaltar la importancia y significado de la organización para sus miembros, en la medida en que no recibieron apoyo alguno desde el Estado y muy poca comprensión y solidaridad desde la sociedad civil, salvo contados casos. Asimismo, se busca destacar la necesidad de reconocer el esfuerzo sostenido por esta organización a lo largo de casi dos décadas y la necesidad de que las instituciones públicas correspondientes presten la atención mínima que requieren.

a) La organización como espacio para la búsqueda y denuncia colectiva

Como ya se ha visto, los testimonios recogidos entre miembros de la asociación relatan cómo, si bien los familiares emprendieron una búsqueda de carácter individual, es en esta dolorosa travesía donde se encuentran entre ellos y deciden sumar esfuerzos para iniciar una labor de búsqueda y denuncia colectiva. Recuperar con vida al ser querido, y después, recuperar el cadáver del mismo, fueron las tareas que articularon con vehemencia el gérmen de la asociación que se consolidaría años después.

Los testimonios sobre esta primera etapa de búsqueda colectiva reiteran en forma contínua la alusión a la agotadora búsqueda que emprendieron juntos, sin resultado alguno. Los familiares relatan las jornadas agotadoras para reclamar ante las diversas autoridades por el paradero y la situación de sus familiares.

Hemos empezado así caminando, cuando lo han llevado a mi esposo… nos empezó a pasar los mismos problemas, varios nos reunimos para que nuestra denuncia hagan caso. D. A. M.

Nos hemos conocido en el parque porque en la fiscalía tanta gente hemos aparecido, de Huanta, de Tambo, de todas partes han venido, y en eso pues nosotros nos conocimos, como estás buscando, así. Y cuánto hemos andado señorita. N. A. N.

Cuando lo buscaba, como me dí cuenta que no podía sólo, me enteré de la asociación, tuve que buscarlos, y entrar a la asociación para buscar con ellos, eran de ANFASEP. L. N. G.

b) La organización como espacio de contención mutua y apoyo moral

Asimismo, a la par de las tareas propias de la búsqueda y denuncia colectiva de los seres queridos, la organización funge como un lugar de encuentro, en el cual se habla del hecho acaecido, y se comparte el sufrimiento vivido. No en vano, la breve narración histórica de la organización resalta la importancia y la lucha por adquirir un local propio en el que se puede hablar libremente de los sentimientos que evoca la pérdida del ser querido. No sólo se trata de la organización como el espacio físico que congrega y aglutina a los familiares en su dolorosa búsqueda y posterior peregrinaje ante cuanta autoridad pública y privada hayan podido imaginar, sino sobre todo un espacio donde encontrar apoyo moral y consuelo.

Frente a la situación de terror y silencio imperante durante el largo período que Ayacucho estuvo bajo estado de emergencia, ANFASEP proveyó de un lugar en el cual los familiares pudieron congregarse y compartir sus pesares. En este sentido, es fácil imaginar que la institución facilitó en cierto modo un proceso colectivo de catarsis, que ha permitido mantener mínimos niveles de sanidad mental entre los miembros de la organización.

Ahí nos reuníamos para llorar. Ahí nos decían donde habían encontrado cadáveres y con esa información salíamos a buscar los cadáveres, en busca de nuestros familiares, pero nada. R. R. O.

Encontré apoyo y amigos en ANFASEP. Sí hay una amistad y comprensión y cuando mensualmente no viene un miembro nos llamamos la atención pero se comprende. Cuando tenemos cualquier problema en la casa, le contamos a los miembros y le levantan la moral, pero yo no puedo levantarme la moral. E. L. C.

El sentimiento de comunidad, de identidad compartida, surge en forma reiterada a lo largo de los testimonios recogidos. Frente a la pregunta sobre el significado de la institución para cada uno de ellos y que representaba la asociación en sus vidas, los asociados se expresaron de la siguiente forma.

Bueno, agruparse y tomar más fuerza, más aliento, entre nosotros pues, los familiares. C. J. S. A.

En mal o bien, ocultando, caminando, a veces de hambre o de sed, juntos sentimos. Entre nosotros como familia nos miramos. L. C. Y.

c) La organización como fuente de apoyo económico para sus miembros

Frente a la constatación de la situación económica en que habían quedado numerosas familias de hombres y mujeres desaparecidos, la asociación constituyó un comedor para los niños, hijos o familiares de los desaparecidos; para ello contó con el apoyo económico de diversas instituciones privadas, quienes los apoyaron a lo largo de varios años. Esta actividad congregó el esfuerzo de muchas madres, quienes no sólo recibieron apoyo para la alimentación de sus hijos, sino que recibieron soporte emocional para la crianza de sus hijos, pues el comedor se convirtió en un espacio de socialización para las víctimas más indefensas del conflicto.

Asimismo, con el correr de los años, la asociación desarrolló actividades diversas para el autofinanciamiento de la organización, como la crianza de animales y un taller de tejidos y telares. Estas experiencias, si bien tuvieron alguna duración en el tiempo, se cancelaron por no ser sostenibles, pero de algún modo viabilizaron un espacio de trabajo que permitió ventilar la sensación de anclaje emocional con el ser querido desaparecido, y continuar con las exigencias y demandas de la vida cotidiana.

Entonces comenzamos en noviembre, 7 de noviembre del 85, hemos inaugurado con el señor Pérez Esquivel, hemos nombrado como padrino, por eso pues su nombre lleva. Ahí pues comenzamos con veinte niños no más, después ya treinta, cuarenta, cincuenta, cien, ciento cincuenta, doscientos, trescientos setenta han llegado; así hemos hecho crecer las criaturas, desde mocosos, ahora ya donde estarán ellos…otros nomás me vienen, me abrazan, mamá diciendo, así me ha hecho. A. C. S. A.

La señora Angélica sacó un apoyo para que nuestros hijos puedan comer. En esa época estabamos perseguidos y no teníamos trabajo, porque no teníamos qué cocinar, como nos mantenía nuestros esposos no teníamos suficiente para comer. Entonces como nos han dado un apoyo hemos llegado a tener casi 200 niños en el comedor. L. C. Y.

Entre nosotros siempre hacíamos actividades por nuestro aniversario, chicharronada, lechonada… hacíamos, con eso nos sosteníamos. Nos ayudaba siquiera un consuelo pues para estar conforme. Cuando vienen así en las reuniones cada 30 días, siempre acordamos con las dirigencias.(…) Con consuelo estamos dando para alcanzar justicia, que estamos exigiendo a las autoridades(…) así estamos haciendo. G. A. C.

d) La estigmatización y discriminación sufrida por la organización

Si bien es cierto que la organización ha representado un espacio acogedor y solidario para sus miembros, una dimensión de las dificultades enfrentadas a lo largo de casi dos décadas, ha sido la experiencia de rechazo y discriminación sufridos. A la sucesión de maltratos y ofensas recibidas durante la búsqueda de los seres queridos, los familiares y la organización en sí misma tuvo que hacer frente al rechazo del mundo exterior. Y es que, como la experiencia de la región lo demuestra, a la desaparición de un miembro de la familia, sigue una historia de estigmatización, que en este caso se extendió a toda la asociación. Desde el Estado y la sociedad local, los miembros de ANFASEP fueron percibidos y estigmatizados como familiares de "terrucos" y por lo tanto sus demandas silenciadas y tergiversadas. Esta hipótesis se confirma en los relatos que se obtuvieron de los dirigentes de la asociación.

Nuestros familiares han estado acusados como terroristas. Cuando aparece ANFASEP como organización no tuvo apoyo. A nosotros nos califican como terroristas, piensan que nosotros somos anticatólicos, materialistas. Acá ninguna autoridad, ninguna organización nos apoyó. Ninguna autoridad nos atendió como debía ser, todas las instituciones del gobierno estaban con servicio de inteligencia en todas sus oficinas. Nosotros estabamos calificados como Sendero Luminoso, mal que nos pese, hemos estado calificados, el servicio de inteligencia estaba en los juzgados, los mismos fiscales hacían de espía, qué abogados presentaban las denuncias, etc. C. J. S. A.

Los asociados entrevistados relataron cómo fueron discriminados en su vida cotidiana, y al sentir el rechazo del mundo externo, se sumieron en un aislamiento muy grande. Esto podría explicar hasta cierto punto por qué, si bien es cierto el departamento de Ayacucho presenta la mayor frecuencia de casos de detenciones-desapariciones a nivel nacional, sólo surgió a nivel local una pequeña asociación de familiares, cuya composición actual es muy reducida. Otro factor que puede explicar la falta de capacidad de presión ante la autoridad radicaría en la composición social y étnica de sus miembros. En su mayoría se trata de mujeres quechua-hablantes, analfabetas y pobres, quienes en medio de un clima de miedo e impunidad, no han podido demandar al Estado una investigación seria y firme sobre la situación de sus familiares. Parte de ese discurso fluye de las palabras del actual secretario de la organización. A nosotros, nuestra asociación nos ven como analfabetos, gente humilde, por eso el gobierno no nos da atención. C. J. S. A.

e) La situación de la organización frente al silencio y olvido de la autoridad

Los sentimientos de impotencia y fracaso sobre la búsqueda y denuncia colectiva a lo largo de tantos años aparecen reiteradamente en los testimonios de los familiares miembros de ANFASEP. El transcurso del tiempo ha desgastado la motivación cotidiana, ha desmoralizado a los miembros, debilitando la organización, que paulatinamente empezó a perder sentido para sus integrantes. El sentimiento de fracaso, de impotencia ha dificultado enormemente mantener la continuidad de la agrupación. Entendido el marco de tensiones internas atravesadas, en un contexto mayor de sostenida crisis económica en el país, resulta más claro comprender las escasas posibilidades de acción de la institución. La sensación de impotencia emana de los siguientes extractos:

Lo que hacíamos era reclamar para que aparecieran, hemos presentado documentos, reclamando hemos llegado a Lima y nada. (…) Siempre acudía, pero los familiares qué vamos a hacer, solo sienten, nos consuelan pero nada más pueden hacer. ¿Qué vamos a hacer, pero familiares que van a hacer? ¿Cómo vamos a hacer? G. Q. A.

Hemos alcanzado muchas madres, habían muchas de Huanta, Pampa Cangallo, Huancavelica, después se cansó la gente por la no atención del gobierno, dejaron de venir, se olvidaron. A. C. S. A.

La frustración acumulada a lo largo de los años fluye también de los testimonios recogidos. A pesar de los repetidos viajes de la junta directiva a la capital para denunciar la situación de sus familiares, la indiferencia de las instituciones estatales ha calado entre los miembros de la asociación, contribuyendo a debilitar la organización.

Hasta a Lima hemos ido, pero no nos han hecho caso, entre todos los de ANFASEP hemos ido, varios hemos ido, con la señora Angélica pero nada. G. Q. A.

Quizás uno de los testimonios más relevantes recogidos sobre el tema en cuestión es el que transcribimos a continuación. Ilustra finalmente la persistencia de la lucha por la verdad y el reclamo ante la autoridad que siempre los ha ignorado.

Aunque sea viejita, con bastón voy a buscar a mi hijo hasta el final. Hasta ahora sigo buscando, inclusive he llegado hasta Lima, con ANFASEP he ido dos veces a Lima. Mientras estoy buscando voy a morir. Hemos ido a Lima, hemos ido a marchas pero nadie nos hace caso, el presidente Fujimori no nos dice nada. E. L. C.

5.8 Conclusiones

• El fenómeno de la desaparición forzada de personas no afectó únicamente a los detenidos, víctimas directas, sino también a sus familiares, para quienes significó un sinnúmero de agresiones y violaciones a derechos fundamentales y garantías mínimas de una tutela judicial efectiva.

• La cadena de vulneraciones a derechos de los familiares de desaparecidos se inicia con el hecho mismo de la detención y se extiende hasta hoy con el desconocimiento del paradero de las víctimas.

• Los derechos vulnerados comprenden los siguientes. El derecho a la integridad y a la seguridad personal, por haber presenciado la detención de sus seres queridos, y recibido maltratos físicos y psicológicos durante el proceso de búsqueda. El derecho a la tutela judicial al no haber podido obtener del Ministerio Público, una respuesta adecuada a sus requerimientos, y mucho menos un procesamiento judicial a quienes fueran responsables por los hechos cometidos. El derecho a la verdad sobre lo sucedido con sus familiares, al constatar que hasta la fecha no se recibe respuesta oficial alguna sobre el paradero ó situación final de sus seres queridos, ni se les ha permitido conocer el lugar donde se encuentran los restos, arrebatándoseles el derecho a una sepultura. Al conocer la situación de los familiares hoy en día, también se puede plantear que una serie de derechos económicos, sociales y culturales les fueron negados, ya que hasta ahora, desde el Estado no se han identificado políticas adecuadas de reparación a estos familiares, víctimas también de la violencia política.

• La ineficacia en las investigaciones realizadas por el Ministerio Público, la negativa de proporcionar información por parte de las autoridades a cargo de los centros de detención, y la consecuente incertidumbre que la desaparición generó, llevaron a los familiares a optar por dedicarse personalmente a la búsqueda de sus parientes, lo que implicó para ellos ser víctimas de una serie de maltratos.

• La desaparición forzada provocó en los familiares de desaparecidos una serie de secuelas de orden psicológico, social y económico que perduran hasta el día de hoy.

• El impacto socioeconómico significó para las familias de los desaparecidos entrevistados, un empobrecimiento aún mayor de su economía familiar. Debido a que el desaparecido cumplía un rol de principal proveedor en la economía familiar, se afectó en una forma brusca y violenta la economía familiar, obligando a la mujer a buscar los ingresos mínimos para la mantención de la familia. La mayoría de las familias de desaparecidos entrevistados se caracterizan por la falta de figuras paternas que puedan proveer de seguridad económica y moral dentro del hogar. Las dificultades por salir adelante se agravaron aún más por la crisis económica que ha existido en el país a lo largo de las últimas décadas.

• El impacto psicológico de la desaparición forzada en los familiares, puede encontrar origen en las características propias de esta violación, principalmente relacionadas con los maltratos y el sufrimiento que tuvieron que afrontar los familiares debido a la incertidumbre respecto al paradero y situación del desaparecido. Los familiares de desaparecidos entrevistados viven permanentemente con sentimientos de incertidumbre, miedo, frustración, desamparo y resentimiento, que les impide en muchos casos, desarrollarse de manera normal.

• Es de vital importancia considerar la magnitud de los daños materiales y morales ocasionados a los familiares de los desaparecidos, los cuales tendrían la misma relevancia que la propia figura de la desaparición. La descripción de algunos de estos innumerables daños y sufrimientos que padecieron, no hace más que confirmar el hecho, ya acogido por parte de la doctrina y jurisprudencia internacional en el sentido que los familiares de desaparecidos también son víctimas de violaciones a derechos humanos, las que podrían agruparse en el derecho a no ser víctimas de torturas o de tratos crueles, degradantes e inhumanos.


Notas:

1. CORAL CORDERO, Isabel. La mujer en el contexto de violencia política. En: Mujeres, violencia y Derechos humanos. Madrid: IEPALA, 1991.

2. FASIC. Trauma, duelo y reparación: una experiencia de trabajo psicosocial en Chile. Santiago de Chile: FASIC, Interamericana, 1987. Pág. 154.

3. Op. Cit. p.155.

4. Op. Cit. p. 157.

5. La Junta Directiva 1999-2000 está conformada por Angélica Mendoza de Ascarza, presidenta; Sergia Flores, vice-presidenta, Esteban Canchari, secretario; Felicitas Delgadillo, tesorera; Adelina García Mendoza, vocal; y Andrea Luya Carrasco, fiscal.

6. Cabe resaltar el apoyo que ANFASEP recibió desde sus inicios de organizaciones tales como CONADEH, ahora denominada COMISEDH. Asimismo cabe mencionar el apoyo que ANFASEP ha recibido de la comunidad de derechos humanos a través de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. En la actualidad ANFASEP es miembro fundador de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos.

7. GTNU. Informe E/CN.4/1986/18/Add.1. Párrafo 88.


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 21feb02
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