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DERECHOS


26ago04


Martes, 24 de agosto: El Comienzo del Juicio.


Incluso antes del comienzo del juicio a las 9am en la sala del Juez Wanger, la sala estaba a rebosar, con gente convergiendo desde San Francisco, Los Angeles y Fresno, muchos de ellos llevando la imagen de Oscar Romero en chapas (ofrecidas por Isabel Cárdenas de Los Angeles). Personas del Centro Oscar Romero de Fresno estuvieron en solidaridad a la puerta de la corte con una hermosa pancarta.

El letrado que lidera el grupo legal Nicholas van Alsteyn, socio de la firma en San Francisco de Heller Ehrman White & McAuliffe, comenzó con un argumento de apertura muy poderoso sobre los amplios contornos de este caso. (La trascripción estará disponible en unos días)

Van Aelstyn llevo al juez y a la audiencia de la sala a la entrada de la misma capilla donde, el 24 de Marzo 1980, el Arzobispo Romero celebraba una misa conmemorativa. Van Aelstyn puso una cinta de audio de la homilía que Monseñor dio esa tarde. Estábamos escuchando cuando un disparo a gran volumen irrumpió en la misa, y seguida de gritos. Tras estos vimos una serie de traumáticas fotografías mostrando el cuerpo caído de Monseñor Romero mientras las monjas le atendían, sus rostros marcados por la pena.

Marcó que el Arzobispo Oscar Romero en vida fue un símbolo de esperanza e inspiración, Monseñor fue la figura más prominente y resoluta a hablar en la lucha por los derechos humanos en El Salvador. El era la persona que podía hablar con todas las facciones de la sociedad salvadoreña y crear dialogo. Por estas razones, Monseñor Romero era visto como una amenaza. Ya que no se ha asentado responsabilidad criminal alguna por su asesinato, este se ha convertido en el símbolo paradigmático de la impunidad. Uno de los goles del presente caso es eliminar este aspecto de su legado.

El Sr. Van Aelstyn apuntó que la mayor tarea del juez en este case es determinar la cantidad apropiada para daños y perjuicios a ser establecida. Anotó que la perdida de Monseñor no puede ser comprendida sin entender su vida y el impacto de su muerte en El Salvador y el resto del mundo. Van Aelstyn enumeró los siguientes factores legales relevantes: la brutalidad del acto; la atrocidad de la conducta del defendido; la falta de remedio criminal; y la extensa condena internacional del acto. Además, y de manera muy importante, los jueces son aquellos que cuantifican los daños para de esta forma prevenir que otros comentan actos similares y que reparen le dañó causado al demandante, su país y el mundo.

El Sr. Van Aelstyn enfatizó los numerosos goles que servia este caso. El case romperá la impunidad que ha rodeado este infame crimen. Tendrá un efecto disuasivo en todos aquellos que piensan venir a Estados Unidos, y enviara un mensaje a los violadores de derechos humanos que no pueden retirarse en Estados Unidos sin miedo a ser perseguidos. Es sin duda que este caso puede ayudar al posible descubrimiento del paradero de Saravia y su eventual arresto y deportación. El caso contribuye al movimiento mundial contra la impunidad, y ayudara a establecer la verdad de lo que ocurrió y quien carga con la responsabilidad. El caso representa el canalizar la venganza hacia el camino de la ley.

Padre William Wipfler

El Sr. Van Aelstyn llamó al primer testigo, Padre William Wipfler, sacerdote episcopal, quien fue Director de la Oficina de Derechos Humanos del Concilio Nacional de Iglesias entre 1977-1988. Debido a la creciente preocupación por los abusos del ejercito salvadoreño, y la asistencia militar de Estados Unidos, el ayudó a organizar una delegación ecuménica para visitar El Salvador en Marzo de 1980. La delegación incluía representantes de la Conferencia de Obispos Católicos de EEUU y el Comité de Servicio de Amigos de América además del Concilio Nacional, en si mismo un conjunto de 34 iglesias Protestantes y Ortodoxas.

El 22 de Marzo, el Padre Wipfler se reunió con el Arzobispo Romero y miembros de su oficina. Durante esta audiencia privada, Monseñor Romero expresó su tremenda preocupación sobre el nivel de violencia política aconteciendo en El Salvador. Especialmente hacia nota de la exorbitante represión ejercida por las fuerzas de seguridad que estaba creando ataques de retaliación violentos por parte de la izquierda. En esa reunión, el Arzobispo le invitó a el y otros miembros de la delegación a participar en la misa del domingo. Fue un gran honor. En la misa del domingo 23 de marzo, 1980, la Basílica estaba abarrotada de gente, y un micrófono llevaba la misa a las personas que se hallaban fuera de la iglesia en gran número. Escuchamos una cinta de la homilía que el Arzobispo oficio ese día en la sala. La homilía concluye con las palabras que todavía resuenan en la historia: “Pido a los miembros del ejercito: Hermanos, venís de nuestro pueblo… Ningún soldado esta obligado a obedecer una ley contraria a la ley de Dios. …Os imploro, os suplico, os ordeno, en el nombre de Dios cese la represión!”

El Padre Wipfler contó como, al final de la celebración, el Arzobispo Romero personalmente ofreció la comunión a todo aquel que deseara tomarla. El Padre Wipfler estaba movido por el hecho de que el fue la ultima persona que recibió la comunión de mano de Monseñor Romero.

El 24 de marzo, 1980 el Padre Wipfler y otros delegados conducían su investigación sobre los derechos humanos en la oficina la Comisión Salvadoreña de Derechos Humanos no gubernamental. Allí, recibió una llamada informándole que el Arzobispo había sido disparado. El y otros se apresuraron al hospital. Desde allí, fueron a la embajada de Estados Unidos. Al día siguiente, el Padre Wipfler atendió la llamada. Miles de salvadoreños pasaron frente al cuerpo. El derrame de consternación y pena era inmenso.

El Padre Wipfler relato que conoció a muchas personas maravillosas, y valientes en El Salvador que trabajaban combatiendo los abusos a los derechos humanos en El Salvador, incluidos muchos que trabajaban dentro de la iglesia. Fue una gran tragedia que tantos de esas personas fueran ellas mismas victimas de abusos de los derechos humanos. Entre estas personas con corage estaban dos monjas estadounidenses, Maura Clarke y Dorothy Kazel, a quienes el Padre Wipfler conoció en un refugio establecido por la Archidiócesis para personas desplazadas. En diciembre, también a ellas las habían asesinado.

En los meses y años que siguieron, el Padre Wippfler viajó a más de 40 países. En todo lugar, Monseñor Romero era visto con reverencia como la voz de aquello sin voz propia, como el portavoz para los pisoteados. Sus homilías eran citadas; todo el mundo hablaba de el. Un musulmán palestino hizo una particular impresión. Dijo que el Arzobispo Romero había sido una gran inspiración. De el aprendió que la mayor arma de la justicia es la verdad.

El Padre Wipfler dio su opinión que la impunidad no solo es la ausencia de justicia, sino que es a su vez un pecado y una terrible inmoralidad. La facilidad con que los perpetradores se perdonan a si mismos es una abominación. Este juicio es un paso más en la búsqueda de justicia la cual debe ser llevada hacia delante. No importa que hayan pasado 24 años. Como enfatizó el Padre Wipfler,”La justicia debe ser prestar servicio y la corte puede servir a la justicia.”

Amado Antonio Garay – Conductor de Saravia

Tras el descanso de la comida, Amado Antonio Garay tomó la silla de testigo. Había gran anticipación en la sala dado que el era el testigo cuya identidad había sido guardada en secreto. Garay testificó que el había nacido en un pueblo de El Salvador, de joven atendió el seminario por corto tiempo porque, como el testificó,”Mi sueño era ser sacerdote, …para ayudare a la gente que realmente lo necesita”

Garay fue reclutado para trabajar como conductor de Saravia por dos miembros de la Policía Nacional, Nelson Morales y Nelson Garcia. A menudo se quedaba en casa de Saravia porque el necesitaba que a veces Garay estuviera disponible a extrañas horas. En alguna ocasión, Garay condujo a Morales, Garcia, y otros hombres armados a asesinar personas. A veces condujo a Roberto D’Aubuisson. En una ocasión D’Aubuisson dio a Garay su pistola mientras el abandonaba el automóvil para atender una reunión. Saravia solía decir que “la gente de la iglesia son el peor enemigo.”

El día del asesinato, al anochecer, Garay recogió a Saravia en su casa y condujo a una casa con una puerta a la entrada en un barrio de clase alta con dos distintivos Marañones Japoneses. Saravia salio de la casa con un hombre. Garay no le había visto con anterioridad. El hombre tenia barba y hablaba español sin acento, como cualquier salvadoreño. Garay vio que el hombre llevaba un rifle largo con lente telescópica. Saravia le dijo a Garay que condujera un Volkswagen rojo con el hombre como su pasajero en el asiento trasero. Saravia le dijo a Garay que siguiera las instrucciones del desconocido hacia donde iban. El desconocido le dio instrucciones de adonde ir. Un vehículo le siguió para su protección.

Llegaron a una iglesia. El francotirador dijo,”No puedo creer que vaya a matar a un sacerdote.” Garay siguió las instrucciones y condujo a la puerta de la iglesia, de manera que ambos el y el francotirador estuvieran en la puerta del coche mas cercana a la puerta. Garay miro la iglesia. Vio gente celebrando misa, arrodillados o sentados en los bancos, y en el altar vio a un sacerdote. Garay oyó hablar al sacerdote. El francotirador dijo.”Intenta aparentar que estas arreglando algo en el automóvil.” Así que Garay pretendió trabajar en algo. Garay oyó un disparo, y entonces gritos. El asesino dijo,”Tranquilo, relájate, conduce despacio hacia la salido … Da la vuelta despacio y vamonos de aquí.”

Condujo a través del verja y siguió conduciendo. No estaba familiarizado con el área y se perdió durante una hora o mas. Había un walkie-talkie en el vehículo, y alguien desde el otro automóvil les guió hasta que eventualmente volvieron a la casa con los Marañones Japoneses. Paso por la verja y el asesino salió del coche. Saravia estaba esperándoles. Saravia dijo,”Le has matado. Lo escuché en la radio.”

Entonces Saravia, Garay, Y Nelson Morales fueron a la casa de Saravia. Mas tarde, Garay llevó a Saravia a una reunión en una casa en San Salvador. Entraron por una verja y condujeron a lo largo de una entrada de coches muy larga hasta que llegaron a un edificio. Roberto D’Aubuisson se encontraba allí. Saravia se acercó a D’Aubuisson y dijo,”Mision completa.”

En otra ocasión, Garay estaba llevando a Saravia cuando vieron un Volkswagen en un aparcamiento. Saravia dijo que ese era el vehículo que había usado para el asesinato.

Garay testificó que unos meses tras el asesinato condujo a D’Aubuisson a una finca en el campo. Mas tarde supo que era llamada Finca San Luis. En algún momento, dos camiones y varios jeeps con soldados aparecieron, rodearon el lugar, y capturaron a todo el mundo. Los pusieron a todos – unas 25 personas – en un camión. Nadie disparo un solo disparo. El ejercito los llevo a las barracas de San Carlos, donde estuvieron retenidos alrededor de una semana y después dejados en libertad.

Obispo Thomas Gumbleton de Detroit

El Obispo Gumbleton ha sido una figura líder por la paz y el desarme en Estados Unidos y ha hablado y escrito ampliamente sobre el Arzobispo Romero. Fundo Pax Christ en 1972 y fue su presidente hasta 1991. Es co-autor de la Carta Pastoral de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos en 1983,”El desafío de la Paz.”

El Obispo Gumbleton testificó sobre el impacto que la vida y muerte del Arzobispo Romero tuvieron en el pueblo salvadoreño así como en su propia vida y trabajo. Testificó que, aunque el no conoció al Arzobispo Romero personalmente, fue fuente de inspiración y transformó su vida: el fue una “gran influencia en mi forma de pensar. Me convertí en un firme defensor de la no violencia, el amor y desarrollo espiritual.”

Recordando una entrevista que Monseñor dio dos semanas antes de su asesinato, el Obispo Gumbleton dijo que el frecuentemente citaba las homilías de Monseñor en sus propias enseñanzas, especialmente en su trabajo con la juventud urbana.

Dijo que,”las enseñanzas de Monseñor Romero eran claramente unas enseñanzas de cómo vencer la opresión, la injusticia y la violencia”. Monseñor dijo que la Iglesia debía ser una Iglesia de los pobres.”Que significa ser pobre en El Salvador? Significa desaparecer, ser torturado y asesinado.” Monseñor habló en sus misas contra la violencia perpetrada por el ejército, y no tenía miedo de continuar sus críticas, a pesar de las amenazas contra su vida. El afirmaba:

No creo en la muerte sin resurrección, así que si soy asesinado, me levantaré de nuevo, y resucitaré en el pueblo salvadoreño … Como un pastor, estoy obligado a dar mi vida por aquellos a los que amo, incluidos aquello que me maten. Si soy asesinado, decirles a los asesinos que los perdono y que los bendigo.

El Obispo Gumbleton conoció a Sor Dorothy Kazel en el verano de 1980 y se correspondió con ella a menudo durante lo que resultaron ser los últimos meses de su vida. Ella, junto con Jeane Donovan, Maura Clarke, y Ita Ford fueron asesinadas por el ejército salvadoreño en diciembre de ese año. El Obispo Gumbleton testificó que el asesinato fue un intento de enviar el mensaje de que si podían asesinar a Monseñor Romero impunemente, entonces cualquiera podía ser asesinado.

El Obispo fue a El Salvador a mediados de la década de los ochenta y observó “una escalada continua de la violencia.” En una instancia, el fue retenido en un bloqueo de carretera y los soldados le impidieron continuar adelante. Esta era una violación directa de la ley de los Estados Unidos que prohíbe a soldados estadounidenses armados el asumir un papel diferente al de consejeros en El Salvador.

Cuando le preguntaron si el trabajo de Monseñor Romero había sido continuado por otro, el Obispo Gumbleton respondió:”No hubo una sola persona que pudiera ocupar su lugar …el era la voz de aquellos sin voz – ninguna otra persona tenía esa voz.” Ni siquiera siete personas podrían reemplazar a Monseñor Romero; ni seis sacerdotes Jesuitas en la UCA ni el nuevo pero no confirmado Arzobispo de San Salvador fueron capaces de llenar el vacío creado con la muerte de Romero. Sin Monseñor, el pueblo de El Salvador se quedó sin voz.

Cuando le preguntaron por el duradero legado impacto teológico, Gumbleton dijo que Romero “Ayudó a dar a lo ensenado una realidad …Los goces y esperanzas, penas y ansiedades de los pobres, beberían ser los goces y esperanzas, las penas y las ansiedades de la Iglesia.” Estas no eran solo palabras, sino el modo en que vivió su vida.

[Fuente: Center for Justice and Accountability, San Francisco, CA, 26ago04]

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small logoEste documento ha sido publicado el 31ago04 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights