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A las siete en punto de la tarde

Así que pasen veinte años

Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz representan a todas las víctimas de la dictadura. Pero simbolizan, además, el reclamo de verdad. Una verdad sin la cual este país dejaría de ser el que fue hasta que los mataron.

Por Guillermo Waksman


Por una de esas casualidades de la historia, el secuestro de Zelmar Michelini y de Héctor Gutiérrez Ruiz en Buenos Aires coincidió con el Día del Ejército. Mañana, sábado, durante esta conmemoración, los uruguayos conoceremos un anticipo de la respuesta de las Fuerzas Armadas al reclamo de "verdad, memoria y nunca más", bajo el cual se convocó al acto del lunes 20.

Año tras año, cada 14 de abril, los clubes militares - e incluso muchos de los jerarcas castrenses- han mantenido la costumbre de glorificar la actuación de las Fuerzas Armadas durante la dictadura. Y año tras año, cada febrero, cuando el Poder Ejecutivo y el Parlamento deciden los ascensos y

destinos militares, por amplia mayoría, apuestan al olvido y aprueban lo que les indican los mandos, sin tener en cuenta las actitudes de cada uno de los beneficiarios en aquellos doce años de terror.

En 1996 no todo seguiría la misma rutina. Quizás en previsión de las repercusiones que, en distintas áreas, podría tener el trabajo que hace un año -a partir de las revelaciones del teniente general Martín Balza en la Argentina- empezó a desarrollar lenta y pacientemente, pero con gran firmeza e inteligencia, el senador Rafael Michelini, los militares ensayaron algunas estrategias defensivas. El punto culminante fue, tal vez, la cena de camaradería del 28 de marzo, que reunió a casi todos los generales del Ejército, en actividad y en retiro, por primera vez desde 1985.

Faltaron, entre otros, Alberto Ballestrino, excluido de la lista de invitados por haber revelado secretos de la dictadura difundidos pocos meses antes, y el comandante en jefe Raúl Mermot, que no pudo asistir porque alguna mano anónima introdujo un ácido en el recipiente de la anestesia que debían aplicarle en la garganta para un examen en principio inocuo que tenían que hacerle el día anterior. Asistieron, en cambio, desde Gregorio Alvarez e Iván Paulós a los generales que el presidente de la República considera sus más leales colaboradores.

Michelini conversó con el propio Balza, con el presidente Julio María Sanguinetti, con los comandantes en jefe y otros mandos militares, con dirigentes políticos de todos los partidos, con autoridades de las iglesias, con representantes de distintas organizaciones sociales.

Sus reuniones se prolongaron hasta esta misma semana: el miércoles 15 concurrió al Centro de Altos Estudios Nacionales (Calen) invitado a dar una charla a la que asistieron unos treinta oficiales. Allí, según Búsqueda (jueves 16), dijo que "los 160 desaparecidos están muertos" y señaló que "admitir eso implica reconocer que alguien los ultimó como prisioneros y no en combate".

Esa misma noche una asamblea del Centro de Estudiantes de Humanidades decidía desafiliar a Jorge Tróccoli y promover su expulsión de la Facultad y de la Universidad. Es que los hechos habían comenzado a desencadenarse a ritmo de vértigo. Así como unas declaraciones anónimas provocaron la confesión del extorturador no arrepentido y hasta ese momento no identificado como activo participante en la represión, su abrupta irrupción en la vida pública generó alarma no sólo entre sus compañeros de estudio sino también entre los militares, en el gobierno y en medios políticos.

Es muy significativa la terminología empleada por algunos dirigentes e incluso por algunos medios de comunicación habitualmente más cuidadosos de su imagen de neutralidad. Se habla, por ejemplo, de "revisionismo", como si lo que se estuviese planteando fuese reconsiderar la no responsabilidad penal consagrada por la ley de caducidad aprobada en 1986 y ratificada por el referéndum de 1989.

O se dice que la marcha del lunes es "convocada por la izquierda", cuando entre los convocantes se cuentan un sector del Partido Nacional, organismos de la Iglesia Católica y la Iglesia Metodista, entre otras organizaciones insospechables de izquierdismo.

El Comité Ejecutivo del Partido Colorado, con la solitaria abstención del Movimiento de Reafirmación Batllista, rechazó la invitación a concurrir a la marcha; sostuvo que "el bien principal a preservarse es la paz" y que el debate sobre "el período de violencia que vivió el país hasta 1984" debe realizarse con "responsabilidad".

Advirtió además que los derechos humanos corren peligro "cuando se intenta recrear el clima de confrontación ya superado". Veamos. Puede acusarse a alguno de los convocantes a la marcha de querer la guerra o, por lo menos, de despreciar la paz? Alguna vez el Partido Colorado -o alguien ajeno a los convocantes a la marcha- promovió algún debate sobre la dictadura (o, como eufemísticamente se la llama, sobre "el período de violencia que vivió el país hasta 1984")? Quién está actuando irresponsablemente? Por qué, en plena democracia, corren peligro los derechos humanos? Quién los amenaza? De qué tipo de confrontación se habla? Qué etapa puede considerarse superada de esta transición que el país arrastra penosamente desde hace más de once años? No la de la verdad, precisamente.

Tampoco la de la memoria, cuando tantos siguen apostando al olvido. Y ni siquiera la del nunca más, mientras las dos anteriores sigan pendientes.

La cita es el lunes 20, a las siete de la tarde, en Jackson y Rivera.


BRECHA. Edición del Viernes 17 de Mayo de 1996


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