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02mar12


Libia: ¿una nueva Somalia en el Mediterráneo?


En 2011, Nicolás Sarkozy consiguió imponer su opinión a una desunida Europa para lanzarse a una campaña militar de dudosa justificación contra la libia del coronel Gadafi. En dicha operación, políticos de tercera división como Zapatero, Trinidad Jiménez y Chacón jugaron el papel de comparsas del francés en una acción internacional que la historia juzgará de modo inmisericorde en el futuro.

Los delirios de grandeza de Sarkozy provocaron una intervención en Libia que dinamitó las relaciones entre estados dentro de la UE (al prescindir del consenso mínimo entre aliados), violó la resolución del Consejo General de la ONU de 2011 sobre Libia (no fue el bloqueo del espacio aéreo libio lo que acabó con el régimen de Gadafi, sino la intervención de fuerzas militares de élite francesas y británicas dirigiendo a los rebeldes libios, al margen de la resolución de la ONU) y empujó a la OTAN a jugar un papel cuestionado por gran parte de la opinión pública mundial y en el que la Alianza Atlántica no se siente nada cómoda. El objetivo final, el control de los recursos energéticos libios por las multinacionales francesas, británicas, italianas y estadounidenses, fue burdamente envuelto en papel de regalo bajo los eslóganes tradicionales de la defensa de la democracia, los derechos humanos y las libertades políticas que el régimen de Gadafi (apuntalado durante décadas por las mismas capitales europeas y occidentales) violaba sin contemplación.

Europa y occidente se lanzaron a la intervención en Libia sin un plan de ruta consensuado, sin una visión estratégica unida, sin una idea clara del día después, olvidando la historia y sus obstinadas enseñanzas. Occidente no ha aprendido nada del día después a las intervenciones militares en Irak y en Afganistán. Hoy, a comienzos de 2012, mientras los representantes europeos se aseguran su parte del pastel en el asalto a los recursos energéticos libios (acordado con el nuevo Gobierno títere en Trípoli), la Libia post-Gadafi se sume en el caos ante la mirada indiferente de una Europa también en crisis.

El actual Jefe de Estado libio en funciones, Mustafa Abdul-Jalil, antiguo ministro de Justicia del régimen de Gadafi, ya ha reconocido que el nuevo Gobierno libio no controla en absoluto el país, que ha quedado dividido en facciones clánicas que se apoyan en sus propias milicias armadas tribales para desafiar el control central de Trípoli sobre el territorio que estas controlan y sobre los recursos energéticos a su disposición.

Lejos ya de los telediarios y de la prensa escrita, Libia se convierte así en una nueva pesadilla para Occidente, una nueva Somalia pero a orillas del Mediterráneo, sin ley ni orden, con facciones armadas hasta los dientes convertidas, como era previsible, en peones al servicio de los intereses anti-occidentales de Al-Qaeda, y cuya descomposición amenaza a las mismas capitales que esperaban beneficiarse de la intervención (interesada) contra el régimen de Gadafi que tanto apoyaban hasta el año pasado. Occidente y Europa de nuevo ante sus propias contradicciones. ¿Se acuerdan todavía de Libia Zapatero, Jiménez y Chacón resguardados en sus cargos públicos? La "guerra justa" de Zapatero y la "guerra injusta" de Bush nos llevan al mismo sitio cuando los que dirigen los destinos de Occidente son indigentes intelectuales. Las consecuencias las pagaremos los de siempre, mientras ellos miran desde las alturas.

[Fuente: Por Álvaro Ballesteros, El Confidencial, Madrid, 02mar12]

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