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13dic16


La división y la guerra se agudizan en Libia tras el fracaso del plan de la ONU


El fracaso del plan de paz forzado por la ONU en diciembre de 2015 y el aumento sostenido de poder logrado en el este del país por el oscuro mariscal Jalifa Hafter han agudizado la división en Libia y multiplicado la incertidumbre sobre el futuro de un estado fallido dominado por mafias y milicias.

A la anarquía y la guerra se suma la presencia de los distintos grupos yihadistas, que conservan su amenazante influencia pese a que este año perdieron el control de la ciudad mediterránea de Sirte, el bastión más occidental de la rama africana de la organización terrorista Estado Islámico.

Los fanáticos conquistaron este importante puerto en febrero de 2015 y lo mantuvieron en su poder hasta que el pasado agosto aviones de combate estadounidenses se sumaron a la ofensiva lanzada dos meses antes por una Alianza formada por las principales milicias del oeste de Libia.

Lideradas por la ciudad de Misrata y afines al gobierno de unidad designado por la ONU en abril, la heterogénea fuerza rompió la resistencia en octubre y expulsó a los fanáticos definitivamente en diciembre, tras seis meses de combates en el que murieron más de 700 hombres y cerca de 3.000 resultaron heridos.

La victoria, que además de prestigio militar concede un destacado papel político futuro a los misratíes, no supone, sin embargo, el fin de la amenaza yihadista ni en el país ni en la región.

Responsables de Inteligencia locales y extranjeros coinciden en señalar que gran parte de los cabecillas huyeron del citado puerto a finales de agosto, cuando los bombardeos norteamericanos arreciaban, en dirección a las áreas desérticas del sur, donde han comenzado ya a reagruparse.

Los fanáticos mantienen, además, sus posiciones en la ciudad de Bengazi, escenario desde mayo de 2014 de intensos combates entre las fuerzas leales a Hafter, afines al gobierno de Tobruk, y las milicias fieles al antiguo gobierno islamista moderado de Trípoli, considerado rebelde. Y también en Derna, localidad próxima a la frontera con Egipto donde los yihadistas implantaron su primera base.

El triunfo plantea, igualmente, la posibilidad de que se abra un nuevo frente de conflicto, esta vez entre Misrata y Hafter, jefe del antiguo Ejército Nacional libio y hombre fuerte en la región este del país.

En septiembre pasado, y aprovechando la intervención de EEUU, el controvertido militar se hizo con el control de Sidrá y Ras Lanuf, los principales puertos petroleros de Libia, situados a escasos kilómetros de Sirte, ciudad ahora bajo control de las milicias que dirige Misrata.

Hafter, antiguo miembro de la cúpula militar que aupó al poder a Muamar al Gadafi -devenido años después en su principal opositor en el exilio- ha advertido que no cejará hasta que conquiste Bengazi y marche sobre Trípoli.

Apoyado por Rusia, Egipto y Arabia Saudí, tampoco reconoce el gobierno de unidad nacional salido del plan de reconciliación de la ONU, que nunca aceptó.

Hafter y sus diputados afines han maniobrado durante meses para que el Parlamento de Tobruk, única autoridad que todavía conserva el reconocimiento internacional, no concediera al citado Ejecutivo la legitimidad que necesita para gobernar.

Y han torpedeado todos los esfuerzos de un ejecutivo a día de hoy extremadamente frágil, que ni siquiera es capaz de controlar la capital, escenario en noviembre de duros combates entre las diversas milicias tribales que se reparten los distintos barrios y las áreas de influencia económica.

A esta creciente tendencia a la "somalización" y "balcanización" del país se ha unido en 2016 un resurgir de los llamados movimientos "neogadafistas", integrados por partisanos nostálgicos de la dictadura derrocada.

Además de Hafter, que cuenta con el respaldo pero también con el odio de varias tribus del oeste de Libia, estos se alistan en dos grupos.

Por un lado, el denominado Comité Revolucionario Internacional, una organización establecida en Túnez que agrupa a exaltos miembros de la Administración de Gadafi que propugnan la recomposición, por la vía pacífica, de la "Jamahiriya", el sistema de dominación que ideó el dictador.

Por el otro, los seguidores de Seif el Islam, el hijo más famoso y más activo políticamente del tirano. Condenado a muerte en julio de 2015, permanece en poder de una de las milicias de la ciudad occidental de Zintan, donde disfruta de un régimen penitenciario muy laxo que le ha permitido recuperar lazos con otras tribus y comenzar a armar su propia milicia en el oasis meridional de Fezzan.

Bien organizado, incluso ha sido capaz de reabrir algunos de los canales secretos que su padre utilizaba para comunicarse y negociar con gobiernos occidentales, especialmente con el Reino Unido, Francia e Italia.

Según fuentes de Inteligencia, muchos de los que se acercan son aquellos que temen el regreso del mariscal Hafter y que no confían ni en el poder militar de Misrata ni en el decreciente papel del gobierno de unidad.

[Fuente: República de las ideas, Agencias, Madrid, 13dic16]

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Libya War
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