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06sep11


El temido cuartel de Khadafy, la nueva pesadilla para Occidente


Si hay un lugar en esta ciudad donde se notan los bombardeos de la OTAN es en el cuartel general de la Mukhabarat, los servicios de inteligencia de Muammar Khadafy . Este era uno de los lugares más temidos por los libios: aquí se detenían y torturaban salvajemente a los presos políticos. Pero ahora -aunque los bombardeos aliados lo han reducido a un cúmulo de escombros- se ha vuelto uno de los lugares más temidos por los servicios secretos occidentales.

Documentos "top secret" aquí hallados en los últimos días, en efecto, sacaron a la luz relaciones demasiado peligrosas -rayanas con la complicidad- entre éstos y la dictadura de casi 42 años de Khadafy.

Ayer se supo que incluso uno de los máximos jefes militares de los rebeldes, Abdel Hakim Belhaj, actual comandante de Trípoli, de 45 años, fue arrestado en 2004, en Bangkok, como sospechoso de ser un terrorista islámico por la CIA, en un operativo en el que también participó el británico MI-6.

Luego fue repatriado forzadamente a Libia junto con su mujer embarazada y entregado al régimen de Khadafy, que lo torturó y dejó encerrado en la prisión de Abu Salim durante siete años. "Me inyectaron sustancias desconocidas, me colgaron de brazos y piernas de una pared y me pusieron en un container con hielo", dijo a The Guardian. "No me dejaban dormir y había ruido todo el tiempo."

Acusado de tener vínculos con Al-Qaeda, algo que desmintió tajantemente, Belhaj reclama ahora que tanto la CIA como el MI-6 le pidan disculpas. Y el gobierno británico anunció la apertura de una investigación.

"Lo que me pasó a mí y a mi familia es ilegal y se merece una disculpa", dijo a la BBC.

La denuncia de Belhaj fue confirmada por documentos hallados por observadores de Human Rights Watch en las oficinas del jefe de los servicios secretos, Abdullah al-Senussi, sobre quien pesa una orden de arresto de parte de la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad.

Detrás de las murallas de cemento del inmenso cuartel general de la Mukhabarat, donde estaba su despacho, en el sudeste de esta capital, la destrucción es impactante. Varios edificios modernos de tres pisos, en cuyos techos aún pueden contarse decenas de antenas parabólicas, han sido arrasados desde el aire por la OTAN.

Logramos entrar en el complejo, ahora custodiado por un par de combatientes de remera y kalashnikov, gracias a una autorización que ahora el Consejo Nacional de Transición exige a los periodistas.

Nos acompaña por este lugar, considerado la cuna de los espías que aterraban a la población libia, un towar (revolucionario) de 22 años, que se llama Heitem. Con un AK47, boina negra y pantalones de gimnasia con el escudo de Boca Juniors (de hecho, reconoce, entusiasmado, ser un gran hincha del equipo argentino), Heitem cuenta que siempre vivió en este barrio marcado por la presencia del temible cuartel general de la Mukhabarat.

"Pero nunca pude ni siquiera acercarme a las murallas de este complejo, que tiene nueve entradas, que siempre consideramos puertas al infierno", dice a La Nacion. "Está lleno de archivos, documentos importantísimos y hay una prisión inmensa", revela, al acompañarnos hasta allí, un sitio rodeado de alambres de púas, ahora abandonado, donde quedaron prendidos unos focos de luz de neón.

Hay allí, por lo menos, 40 celdas muy pequeñas, de dos metros por dos, con ventanas diminutas y colchonetas, donde ahora reina el silencio. "Acá torturaron a cientos de prisioneros y hasta violaron a muchas mujeres", denuncia Heitem, que afirma que los rebeldes encontraron ropa interior femenina en prisiones subterráneas a las que no nos dejan acceder.

Sobre las pesadísimas puertas de metal de las celdas, ahora abiertas, se ven grabadas señales de desesperación de los que allí estuvieron detenidos. Hay dibujos, calendarios en los que alguien intentaba contar sus días de encierro, escritos que dicen: "Pas de chance" ("No hay salida", en francés), " liberté ", "I love Tunisia".

Cerca de allí, en el patio de un edificio en el que probablemente vivían los jerarcas de los servicios, quedaron abandonadas unas cajas con uniformes nuevos de las fuerzas especiales de la policía secreta de color negro y de marca Delta.

En el primer piso de otro edificio donde hay oficinas muy elegantes, con moquette y enormes cuadros del "guía de la Revolución" ahora despedazados, se ven también cuartos-archivos con librerías repletas de documentos que esconden los secretos del régimen.

No sorprende que, desde las ruinas de este complejo, ahora estén emergiendo documentos si no inquietantes, embarazosos. La primera en hallar evidencias de la complicidad entre miembros del régimen y los gobiernos occidentales fue la cadena Al-Jazeera, que descubrió que hubo contactos muy recientes entre emisarios de Khadafy y algunos ex miembros del gobierno norteamericano.

Un archivo encontrado por la emisora qatarí indicó que el 2 de agosto pasado, en el hotel Four Seasons de El Cairo, hubo una reunión entre el ex subsecretario de Estado, David Welch (que ahora trabaja para la influyente empresa de construcción Bechtel) y dos altos miembros del régimen libio, Abubakr al-Zleitny y Mohammed Ahmed Ismail.

En ese encuentro, Welch al parecer les dio consejos a sus interlocutores sobre el manejo de la guerra de propaganda: cómo desacreditar al Consejo Nacional de Transición, cómo difundir la sospecha de que la revolución cuenta con el apoyo de Al-Qaeda, cómo aprovecharse de la crisis en Siria y cómo atacar al "cínico" gobierno de Qatar. Pero una vocera del Departamento de Estado relativizó estos hallazgos al afirmar que "el señor Welch es hoy un ciudadano privado".

[Fuente: Por Elisabetta Piqué , La Nación, Bs As, 06sep11]

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