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06may14


Steinmeier intenta tomar distancia de la agresiva política antirusa de Stefan Fule y Catherine Ashton


Frank-Walter Steinmeier (Detmold, 1956) lleva menos de cinco meses al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania. Cuando le ofrecieron repetir en el cargo que ya había ocupado en la primera coalición liderada por Angela Merkel, este socialdemócrata no podía imaginar que su trabajo se iba a complicar tanto en tan poco tiempo. En un encuentro celebrado este lunes con EL PAÍS, Le Monde, La Repubblica y Gazeta Wyborcza, Steinmeier habla muy lentamente, como si como sopesara en cada palabra la gravedad de los acontecimientos en Ucrania.

Pregunta. Después de los sucesos de este fin de semana, ¿está Ucrania en guerra?

Respuesta. Las sangrientas imágenes de Odesa nos han mostrado que estamos a pocos pasos de una enfrentamiento militar abierto en Ucrania. Pero los ministros extranjeros no estamos para describir la situación, sino para cambiarla. Y por eso animo a buscar los instrumentos que eviten la guerra civil.

P. ¿Cuáles son esos instrumentos?

R. No hay muchas más posibilidades. Todos descartamos una intervención militar de los países de la UE. Por eso queremos crear las bases para una solución equilibrada entre presión política y ofertas diplomáticas. Nadie niega que esta solución es, tras los acontecimientos de los últimos días, más difícil, pero quizás la tragedia de Odesa pueda convertirse en una llamada de atención a las partes de que esta situación ni puede ni, sobre todo, debe continuar.

P. ¿La convocatoria de una segunda conferencia de Ginebra forma parte de las propuestas constructivas de Alemania?

R. Denunciar las violaciones al derecho internacional, como la separación de Crimea de Ucrania, era necesario. Pero los últimos meses nos han demostrado que es mucho más difícil proponer soluciones en un conflicto cada vez más caliente. Estamos convencidos de que es urgente una misión de observadores de la OSCE, para tener al menos una visión general de la situación del país. Más esfuerzo aún requerirá poner en marcha una nueva reunión de Ginebra cuatripartita --Ucrania, Rusia, la UE y EE UU--. Por supuesto que es muy complicado, pero no tenemos otra solución.

P. ¿Qué falló en la primera reunión de Ginebra?

R. El error no fue la conferencia, sino la falta de un mecanismo que permitiera asegurar su aplicación. Ginebra sirvió para establecer una base política que tratara de desactivar el conflicto. Pero los pasos para llegar a esa meta ni se describieron ni se pusieron en marcha. Y por eso necesitamos una segunda reunión de los cuatro.

P. ¿Qué busca Putin? ¿Reconstruir una parte del imperio soviético?

R. La política exterior rusa está enfocada en sus zonas de influencia. Y esto no da lugar solo a malentendidos, sino a conflictos en la parte del mundo que a partir de 1989 se separó de su visión geoestratégica. La idea de Europa de desarrollar una relación política y económica con sus vecinos del este no se diseñó como una amenaza a Rusia. Debemos convencer a Rusia de que la estabilidad de Ucrania les interesa tanto a ellos como a la UE.

P. ¿Van a ser posible las elecciones en Ucrania previstas para el 25 de mayo?

R. Las condiciones no son buenas. Pero no se puede permitir una estrategia que impida a Ucrania celebrar elecciones presidenciales. Ahí Rusia está atrapada en una contradicción: por una parte, pone en duda la legimidad política de los dirigentes de Ucrania, y por otra dificulta las posibilidades de restaurar esa legitimidad a través de las urnas.

P. ¿Estamos ante una nueva nueva Guerra Fría?

R. La política tiene la responsabilidad de evitar aquello que se teme. El conflicto ucranio toma una velocidad y nitidez que hace tiempo no habríamos creído. De repente, 25 años después de la política de bloques enfrentados, podemos tener en Europa una nueva división virulenta. Este no es un riesgo solo para Ucrania. Este conflicto puede acabar con la arquitectura de seguridad lograda en Europa a lo largo de décadas. Tenemos que hacer todos los esfuerzos para evitar una nueva Guerra Fría.

P. ¿Qué efectos han tenido las leves sanciones impuestas a Rusia?

R. No puedo decir exactamente qué es resultado de las sanciones y qué obedece a la incertidumbre económica. Pero a raíz del conflicto Rusia sufre una salida de capitales por valor de miles de millones. Rusia ya está pagando un precio muy alto. Moscú, aunque solo sea por razones económicas, tiene un interés común con Europa en la estabilidad de Ucrania.

P. Desde el principo de la crisis, Alemania ha liderado el grupo de los países europeos que reclaman sanciones moderadas. ¿El agravamiento del conflicto y las presiones externas les han hecho cambiar de idea?

R. No me parece un debate muy inteligente. En lugar de sanciones duras o moderadas, prefiero hablar de inteligentes. Hasta ahora todas las decisiones las han tomado los jefes de Estado y de Gobierno y los ministros de Exteriores de manera coordinada.

P. ¿Cómo se logró la liberación de los inspectores de la OSCE?

R. Estoy muy contento por la liberación de los rehenes. Hay que agradecerlo a muchos de los que han intervenido. Por encima de todo, a la OSCE, una institución que puede haber sido subestimada en los últimos años y décadas. La OSCE puede actuar como intermediario neutral. Pero probablemente la OSCE no habría tenido éxito en la liberación de los rehenes si Rusia no hubiera ejercido su influencia sobre los secuestradores.

P. Esta crisis comenzó el año pasado, cuando el anterior presidente ucranio rechazó una oferta europea de un acuerrdo comercial. ¿Ha servido esta oferta como excusa a Putin para radicalizarse? ¿Fue un error de la UE obligar a elegir a Ucrania entre Moscú o Bruselas?.

R. La política de vecindad europea nació como una alternativa a la adhesión. La UE se dio cuenta, con razón, de que no era bueno alejar a sus vecinos del sur y del este, y de que tenía que ofrecerles posibilidades para el desarrollo político o económico. Estos acuerdos nunca se presentaron como una obligación de elegir entre un socio u otro, y nunca deberemos hacerlo en el futuro.

P. Las conclusiones de la cumbre de la OTAN que se celebró en Bucarest en 2008 apuntaban a Ucrania y Georgia como futuros miembros. ¿Sigue siendo válida esta idea? ¿Podría imaginarse a Ucrania miembro de la UE en 10 o 20 años?

R. Me encantaría poder dedicarme a pensar qué será de Europa en 20 o 30 años, pero por desgracia me tengo que concentrar en contribuir a desactivar este peligroso conflicto. No veo a Ucrania en el proceso de entrar en la OTAN. Sobre la ampliación de la UE, ahora tenemos puesta la mirada en los Balcanes. Ya es algo suficientemente complicado. Lo que vendrá en el futuro, no lo sé.

P. ¿Es Putin aún un socio potencial o ya es solo un enemigo?

R. Nosotros no podemos permitirle ser nuestro enemigo.

[Fuente: Por Luis Doncel, Berlín, El País, Madrid, 06may14]

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