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24jun21


Alemania y Francia irritan y desconciertan a sus socios de Bruselas al proponer un acercamiento con Putin


La sorpresa fue mayúscula. El miércoles todo parecía controlado, con el documento de conclusiones prácticamente cerrado y sin disputas, hasta que el embajador alemán tomó la palabra y provocó un terremoto. En la Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE de este jueves han hablado de la pandemia y vacunas, de inmigración (10 minutos) y de Hungría. Y tenían que hablar del Sahel, de Turquía y, especialmente, de Rusia. Habían consensuado una serie de párrafos sobre el tema, razonablemente neutros y en la línea de los últimos meses de hacer frente a los constantes desafíos, pero Angela Merkel y Emmanuel Macron se guardaban un as en la manga: una propuesta para cambiar profundamente la estrategia y la relación con el Kremlin. Quieren centrarse no sólo en el palo y apostar por la zanahoria, sugiriendo la necesidad de volver a organizar lo antes posibles reuniones al máximo nivel entre líderes comunitarios y Vladimir Putin. Un giro inesperado y de difícil digestión.

La idea fue una bomba. Los embajadores tuvieron que llamar de urgencia a las capitales y volver a reunirse horas después. Una iniciativa francoalemana nunca puede ser ignorada, pero aquí tocaba hueso y la polémica fue inmediata. Se retocó el texto, se pusieron muchas cosas entre corchetes, el mecanismo para lo que no está del todo acordado, y se dejó la discusión de fondo para los líderes y sus sherpas, los asesores exteriores de más confianza. Pero el daño estaba hecho.

"Merkel y Macron no tienen ni idea o no han aprendido nada de 80 años de historia sobre naciones traicionadas por los alemanes. Sin siquiera hablar con otros países de la UE. Exactamente como sus antepasados. Lo digo sabiendo muy bien lo que digo. No les importamos, no tenemos valor. Peor aún, creen que saben más que nosotros, que son más inteligentes. La arrogancia es asombrosa", tuiteó indignado el ex presidente estonio Toomas Hendrik Ilves. En el Este y los Bálticos no ha gustado nada la jugada, que consideran una encerrona y un tiro en el pie, porque si algo hace feliz a Putin es la división entre sus rivales. La UE siempre aboga por la unidad, y si bien nunca ha habido posición única en este tema, lo poco logrado se diluyó entre reproches.

Francia y Alemania habían tenido tiempo de sobra, pero esperaron hasta el último momento para lanzar su idea, acaparando los titulares y tratando de forzar una respuesta rápida en un tema que, en teoría, llevaba cerrado desde hace meses, sobre todo desde el caso Navalny. "Si empezamos a interactuar con ellos sin que haya habido ningún cambio positivo en el comportamiento de Rusia, mandaríamos una seña de incertidumbre y un mal mensaje a nuestros socios", se sumó el presidente lituano, Gitanas Nauseda. "Reunión con los presidentes de la Comisión y el Consejo, puede ser. Yo no iría", zanjó el holandés Mark Rutte apuntando directamente al derribo del avión MH17 en 2014, que mató a 298 pasajeros. "Iniciar cualquier diálogo directo al más alto nivel político solo es posible si hay una desescalada real y una retirada real de la política agresiva rusa", avisó el polaco Mateusz Morawiecki. "Sufriendo ataques híbridos nosotros y nuestros vecinos es difícil iniciar un diálogo al más alto nivel", añadió.

París y Berlín, sin embargo, creen que hay que mover ficha. Por sus intereses económicos, porque se acercan elecciones y porque, creen, la UE no puede ir siempre a remolque de EEUU. Si Joe Biden se ha reunido en Ginebra con Putin, no puede ser que la UE siga actuando a distancia y tratando de resolver los problemas sólo con sanciones y tensión, sin interlocución al máximo nivel. "Es necesario que busquemos un contacto directo con el presidente ruso. No es suficiente que lo haga solo Biden, la UE también debe crear formatos para el diálogo", ha defendido la canciller alemana, Angela Merkel, en un discurso ante el Bundestag antes de viajar a Bruselas. "La estabilidad europea requiere un diálogo muy exigente con Putin", se resignó Macron apenas una semana después de la última cumbre de la OTAN, cuyas conclusiones mencionan 70 veces a Moscú. El alto representante Josep Borrell, que fue brutalmente criticado por su viaje a la capital rusa hace unos meses, respalda la idea del contacto y apela desde hace tiempo a esa filosofía de devolver los golpes y mostrar firmeza, pero al tiempo que se trata de reforzar los (pocos) lazos e intereses en común.

Las reuniones del Consejo Europeo, en las que participan los jefes de Estado y de Gobierno de los 27, exigen semanas y semanas de trabajo previo. En la logística, en la parte política y en la diplomática. El Coreper, el encuentro regular de los embajadores de todos los socios, prepara los temas, la agenda y negocia, palabra a palabra, el texto de conclusiones que se suele aprobar al finalizar. Es un trabajo ingrato, pesado, que puede llevar a horas y días de peleas por un adjetivo o un sustantivo. Pero razonablemente previsible. O eso pensaba el pasado miércoles la secretaría general del Consejo, el órgano que asesora al presidente Charles Michel para estas cumbres, y así se lo dijo a los embajadores. Minutos después se encontró de lleno con la sorpresa y el texto final no se logró hasta última hora de la noche, tras una larga discusión al máximo nivel que rebajó las aspiraciones de los bloques más alejados.

[Fuente: Por Pablo R. Suanzes, El Mundo, Madrid, 24jun21]

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