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01mar14


Pogromo en Ucrania no; pero si lo hacen los nuestros, a lo mejor


No pensaba escribir sobre Ucrania esta semana, pero no me queda más remedio. Como consecuencia del ataque a la Sinagoga de Zaporizhia, de dos palizas a judíos y de las continuas amenazas y advertencias a esa minoría, el Rabino de Kiev, Moshe Reuven Azman, ha pedido a sus fieles que abandonen la capital e incluso el país. "No quiero tentar al destino", ha añadido. Como primera medida se han cerrado las escuelas yeshivas y los judíos no salen de casa.

Uno nunca ha entendido ese odio ancestral, que sólo en Ucrania se cobró un millón de vidas en la pasada guerra mundial, y esperaba morirse sin ver el renacer de la bestia. Pero no hay nada que hacer. Los cristianos, a lo que parece, llevan ese odio en los genes.

Vamos a contextualizar un poco el tema. Ucrania empezó a ser independiente a partir de que Yeltsin declaró la independencia de Rusia en 1990. Y lo hace sobre una base geográfica y cultural dual. La parte oriental es rusa. La parte occidental no. Peor aún: es la zona más antirrusa de Europa.

Recordemos los estados que forman el corredor que va del Báltico al Mar Negro. De Norte a Sur: Suecia, enemigo tradicional de Rusia. Batalla decisiva en la que pierde la hegemonía frente a Pedro el Grande, en Poltava (Ucrania, 1709); Polonia, no hace falta entrar en detalles, están en la mente de todos; Checoslovaquia, la Legión checa fue, posiblemente, el mejor cuerpo expedicionario de todos los Ejércitos blancos. Fueron ellos los que entregaron al Almirante Kolchak para que lo fusilasen los bolcheviques. A ellos se suma Hungría, la menos beligerante de todos, si bien hay que recordar el alzamiento de 1956.

Estos cuatro países forman, dentro de la UE, el grupo de Visegrád. A ellos se debe la iniciativa de la Asociación Oriental, consistente en segregar, del común cuerpo de la Política de Vecindad, un espacio especial, más cercano geográficamente a la UE, al que se denomina así. No es, como algunos creen, el preludio de la plena integración, sino todo lo contrario. El principio y final de la relación UE-Ucrania es la Asociación Oriental, que no incluye ni siquiera la supresión del visado, algo ya en fase avanzada para la vecina Rusia.

Ese corredor no es el espacio vital (Lebensraum) de Alemania, sino de Visegrád, y en primer lugar, de Polonia. Este país viene siendo el último y más intratable vestigio de la corriente antirrusa en Europa. Es la gran esperanza blanca de todos los conservadores americanos, sin mucho porvenir, todo hay que decirlo. Hasta que la rebelión ucraniana ha espabilado la mecha de su fuego vacilante. Podría recibir, así de golpe, unos 300.000 kilómetros cuadrados de odio antisemita y antirruso. ¡Menudo regalo!

La UE, EEUU, el cristianismo… todos callan

Ha bastado el subidón de haber derrocado a tiros a Yanukovich para que hayan salido a la luz los viejos reflejos antisemitas, por no decir nazis, del corredor lituano polaco. Y para que todos los actores del drama se hayan comportado ante ese horror como es de esperar en estos casos. Silencio clamoroso del cristianismo, para empezar. Ni el Papa más evangélico, ni el Arzobispo de Canterbury, el mismo que ordena sacerdotes a mujeres y obispos gais, tienen nada que decir. La Iglesia Ortodoxa, ídem de ídem.

Pero lo más terrible de todo es el silencio de EEUU y, sobre todo, de la UE. Parece que se ha asumido como doctrina oficial que los manifestantes del Maidan formaban parte de una "tercera Ucrania" que no era ni rusa ni nazi, sino amante de la paz, los derechos humanos y las libertades de la sociedad postmoderna. Dejémoslo claro. La parte armada del Maidan la formaban seguidores de Svoboda, el partido de Stepán Bandera, criminal de guerra y antisemita declarado al que Yulia Timoshenko nombró "Héroe de la Patria Ucraniana" ante la protesta de la Fundación Simon Wiesenthal.

Esa chusma arrastra el voto del 87% del electorado en muchos lugares del Oeste, entre ellos Lvov. Pensar que los rusos del Oeste vayan a aceptar ser mandados por lo que el agitprop bolchevique definió como "banderistas" (por una vez con razón) es ilusorio.

La UE ha de fijar criterios. ¿Vamos a admitir en casa a antisemitas convictos y confesos, que no tienen empacho en enorgullecerse de ello y hasta practicarlo? ¿Van a ir a ese país, culpable del miedo de gentes inocentes, nuestro escaso y bien ganado dinero? ¿Vamos a condonar el pogromo si lo ejecuta uno de los nuestros? Son preguntas retóricas. No vale todo con tal de ser antirruso. Y, menos aún, la sangre de Israel. Dígase así a nuestros amigos americanos y, muy especialmente, a los de la Fundación Soros que han financiado este aquelarre.

[Fuente: Por José Zorrilla, El Confidencial, Madrid, 01mar14]

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Ukraine Unrest
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