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26feb20


Erdogan lleva la tensión con Rusia en Siria al borde del enfrentamiento


El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, sigue tensando las relaciones con Rusia ante la ofensiva del Ejército sirio en la provincia de Idlib. Erdogan asegura que no dará un paso atrás en el último territorio que escapa al control del Gobierno de Damasco.

El máximo dirigente turco está pagando el precio de su acción militar en suelo sirio con el apoyo de los mercenarios yihadistas de Hayat Tahrir A-Cham.

Los recientes éxitos del Ejército nacional sirio en el estratégico territorio que abre las vías hacia las ciudades de Alepo y Lataquia, con las consecuentes víctimas en las fuerzas turcas, colocan a Erdogan en una difícil situación diplomática y también en el interior de su país, donde la oposición no entiende ni aprueba su estrategia militar en Siria y Libia.

Hasta diciembre pasado, el momento en el que los combates por el control de Idlib rompieron un teórico alto el fuego, todas las partes parecían seguir los acuerdos de Sochi y Astaná. Pero el sonido de las armas solo traducía el difícil compromiso en una batalla estratégica para todos los participantes directos o indirectos.

En todo caso, Ankara acusó a Moscú de "matanzas", después de que Rusia denunciara que Ankara no respetaba los acuerdos firmados entre ambos países y, además, no había hecho nada para neutralizar a los terroristas yihadistas en la región de Idlib.

La muerte de 14 soldados turcos en dos ataques diferentes, con pocos días de diferencia entre uno y otro, hizo reaccionar como un resorte a Erdogan, obligado a elevar la voz en un mensaje dirigido más hacia lo interno, pero cuya violencia verbal puede sobrepasar también los límites de lo comprensible fuera de su país.

Durante unos días, la prensa internacional, algunas voces con ánimos indisimulados, hablaban ya de un posible enfrentamiento directo entre rusos y turcos sobre cielo y tierra siria. Desafiante en los últimos años con sus aliados de la OTAN, Erdogan buscaba también en Washington palabras de comprensión y apoyo a su ofensiva militar.

Volvían a aparecer los viejos nubarrones de la crisis de 2015, cuando un avión ruso fue derribado en la frontera sirio-turca. El golpe militar frustrado contra Erdogan en pleno agosto de 2016 cambió la situación. Desde entonces, el acercamiento entre Moscú y Ankara ha sido provechoso en el aspecto militar (compra de los sistemas de misiles S-400 rusos) y en la cooperación comercial (gasoducto TurkStream y construcción de la primera central nuclear turca).

La situación en Siria, donde cada parte tiene intereses divergentes, es, como los acontecimientos recientes han demostrado, mucho más difícil de solucionar, a pesar de los acuerdos firmados.

Los doce puestos de observación del Ejército turco en Idlib, según lo estipulado en Sochi, no frenaron el avance del Ejército sirio, que se limitó a sortearlos para seguir su avance en su lucha contra los yihadistas que, procedentes de anteriores escenarios de batalla perdidos, se han refugiado en esa provincia.

Ataques contra aviones rusos

Se informó incluso del intento de derribo por parte de las fuerzas pro-Ankara de un Su-24 y un Tu-214R rusos. Otras informaciones aseguran que Turquía ha desplegado artillería pesada apuntando a la base rusa de Hmeymim. Pero, entre el calentamiento verbal del dirigente turco y las informaciones más o menos interesadas, lo cierto es que la situación no deja de ser preocupante. El jefe de las fuerzas aéreas sirias advirtió a Ankara que cualquier avión que viole el espacio aéreo sirio será derribado. Siria utilizará todos sus sistemas de defensa antiaérea, subrayó.

Para el presidente turco, la dificultad para utilizar el espacio aéreo sirio, controlado por la aviación rusa, es una frustración total. En uno de sus últimos mensajes aseguró que iba a solucionar el problema.

Erdogan rechazó también negociar directamente con Bashar Asad, como le proponía el jefe de la oposición de su país, Kemal Kilicdaroglu, consciente del aumento del temor de los ciudadanos turcos y su rechazo a recibir más refugiados.

Si la situación empeora en Idlib, Turquía deberá añadir a la humillación militar el problema del desplazamiento de cientos de miles de personas que están huyendo de los combates. Con más de tres millones de refugiados instalados en su país desde el inicio del conflicto en Siria, Erdogan sabe que la situación se haría insostenible humana y políticamente.

Es la justificación humanitaria lo que obliga a reaccionarn, utilizando los consabidos conceptos de 'acuerdo negociado' y 'solución pacífica'. Los desplazados provocan pena y se utilizan políticamente con la ayuda de los medios de comunicación.

Los europeos temen una nueva llegada de refugiados y saben que Erdogan tiene la llave de la frontera que les abriría el paso hacia Europa. Tampoco lo van a admitir claramente, pero saben que el Ejército sirio no va a frenar su ofensiva hasta recuperar totalmente la soberanía de su territorio. A eso tienen ya pocos argumentos que oponer.

[Fuente: Por Luis Rivas, Sputnik News, Moscú, 26feb20]

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