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07sep18


Vladimir Putin rechaza una tregua en Siria


Fue una cumbre extraña. O quizás fue sólo una más, de entre el puñado en que se decide el sino de un retazo del globo al cabo del año, excepcional porque las cámaras pudieron emitir en directo lo que en otras reuniones ocurre a puerta cerrada. Emitieron consenso en cuestiones como la necesidad de proteger a los civiles y de preservar la unidad de Siria. Pero también emitieron un intento fútil de última hora del líder turco Erdogan de alterar el resultado, que evidenció un desacuerdo básico sobre Idlib.

El rincón noroccidental de Siria sigue en la picota. Ayer, mientras el ejército sirio seguía acumulando tropas en las lindes meridionales de la provincia de Idlib, y la aviación rusa descargaba alguna que otra bomba en las zonas aledañas, los presidentes de Rusia, Turquía e Irán se reunieron en Teherán, junto a sus primeras espadas de Exteriores y de Defensa, para decidir cómo intervenir en la última gran región controlada por fuerzas opuestas al gobierno de Bashar Asad, quien se considera vencedor de la guerra.

Frente a una gran tabla circunferencial se sentaron las delegaciones de los tres países fundadores de la conocida como mesa de Astana. Sus posiciones básicas: Irán, soporte financiero y sponsor militar de Asad, supedita cualquier decisión sobre el futuro de Idlib a que su papel influyente perdure; Rusia, cuya entrada en liza giró la tortilla hasta permitir a Asad cantar victoria, desea un final de guerra sin un desastre de envergadura, que la erija en la arena internacional como la gran mediadora.

El de Turquía es el rol más difícil. Su frontera fue, desde el principio del conflicto, la trastienda donde se organizó la rebelión armada contra los Asad. Sus capitostes dormían en suelo turco, se armaban en suelo turco y se financiaban en suelo turco, primeramente gracias a donantes saudíes y qataríes. Los combatientes extranjeros afiliados Al Qaeda o al Estado Islámico (IS) accedieron a Siria desde Turquía, con Ankara inicialmente mirando hacia otro lado. Idlib se convirtió en una de sus bases.

Ahora, con los antaño patrocinadores siendo quienes se hacen los suecos, y con las brigadas opositoras en declive, el ejecutivo turco se ve ante la tarea hercúlea de gestionar la derrota. Su dificultad estriba en la necesidad de contener el deseo del dirigente sirio de retomar Idlib por las bravas. Se cree que una ofensiva salvaje, como hubo en Alepo o Guta, provocaría una nueva crisis de refugiados en una Turquía que acoge a más de 3,5 millones de ellos. Se calcula que tres millones de civiles residen en Idlib.

Un problema añadido para los turcos es la reacción posible de aquellos brigadistas a los que durante años se dio cobertura, especialmente de los más radicales. Unos 25.000 combatientes de la Organización para la Conquista del Levante (HTS en siglas árabes), afín a Al Qaeda, controlan la mayor parte de Idlib, su capital y el paso fronterizo de Bab al Hawa. Un temor es que, al verse amenazados, estos se giren contra Turquía. En 2015 y 2016, con sus ataques en suelo turco, el IS probó esta posibilidad.

Por todo esto, ayer en Teherán, entre llamadas del presidente iraní Hasan Rohani a "salvaguardar la integridad de Siria y su derecho de autodeterminación", propuestas de su homólogo Vladimir Putin para traer de vuelta a Siria a los refugiados y trabajar para reconstruir el país y un consenso para combatir el "terrorismo evitando las bajas civiles", según reza el comunicado final, el jefe de Estado turco Recep Tayyip Erdogan trató de introducir una enmienda de última hora pidiendo una tregua.

Las cámaras captaron en vivo aquel extraño momento, con la cumbre llegando a su conclusión después de horas de encuentros bilaterales y de una ronda de discursos inicial. Sin perder la milenaria cortesía persa, Rohani sostuvo que su objetivo era retomar toda Siria; Putin matizó que no había tregua posible si los "terroristas" no entregaban las armas. El comunicado final, de doce puntos, omitió la inesperada propuesta turca. Aparte, el texto instó a dialogar y a crear un "comité constitucional" para Siria.

Pero Erdogan insistió en pedir "tiempo". Su receta es el consabido 'divide y vencerás': separar aquellos opositores fieles a la batuta turca de HTS. Para ello, Turquía, que ha instalado doce bases militares a lo largo de Idlib, ha pergeñado un Frente de Liberación Nacional, con 70.000 milicianos, que intentó ayer vender en Teherán como el seguro contra el "terrorismo" de Al Qaeda en un Idlib bajo influencia turca. Pero pareció que sus contertulios no compraban su idea. Y que la ofensiva final está en ciernes.

[Fuente: Por Lluís Miquel Hurtado, El Mundo, Madrid, 07sep18]

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