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1993


Autoliquidación del sistema comunista ruso


La caída del imperio soviético sigue siendo para muchos un misterio. Ni los más perspicaces sovietólogos fueron capaces de pronosticar el derrumbamiento del coloso con pies de barro. Son pocos todavía los estudios que intenten explicar tan súbita falla política del gigante soviético. El autor analiza los gérmenes de corrupción interna que anidaban en la ideología marxista. Su choque con la ciencia y la técnica hizo tambalear el dogma comunista hasta su espectacular desmoronamiento.

De la misma forma que la caída del imperio austrohúngaro ha merecido el análisis durante muchos años y por muchos historiadores, filósofos, etc., la caída del imperio soviético (con el tiempo creo que se hablará del imperio ruso) merece profundizar en los análisis, aunque todavía es pronto para visualizar las consecuencias que, esperemos, no sean las de una guerra centroeuropea.

Uno de los motivos poco tenido en cuenta en la no muy copiosa literatura sobre el cambio en el Este son las cuestiones que han llevado a la clase dirigente del imperio a llegar a la conclusión de que era necesario cerrar un ciclo histórico. Es evidente que este final no estaba previsto por ninguno de los sovietólogos que cobraban enormes sumas por "prever" el errático comportamiento de los dirigentes comunistas.

Las razones para que esto ocurra tienen que ver, en parte, con una lectura racional de la estructura social elaborada por el dogma comunista y la evolución de las ideas científicas a Io largo del siglo XX. Evidentemente para un régimen ideológico que pretendía demostrar científicamente la vigencia de su propia sociedad, el cambio profundo de la ciencia y de la técnica debía provocar enormes contradicciones que, a largo plazo, hicieron inviable el propio proyecto.

Es cierto que podrían haberse adaptado a los cambios y este supuesto no es discutible. Sin embargo, eso no fue lo que ocurrió y a continuación veremos algunos de los hechos que pueden haber influido en las evidentes contradicciones a que llegó el régimen soviético y que lo llevó, primero, a una parálisis del sistema y, luego, a su autoliquidación.

Cuando Kurt Gódel, Bertrand Russell |1|, Albert Einstein |2|, Claude Elwood Shanon, John von Neumann, Alan Mathison Turing, y otros, con sus formulaciones científicas, pusieron las bases de la ciencia del siglo XX, el mundo del irracionalismo tuvo una reacción "política" que determinó en gran parte la discusión de los años 20 y 30 de este siglo.

El mundo germánico fue el que explicitó el discurso existencial como respuesta a las formulaciones científicas, no respondiendo -trabajo imposible- sino negando la racionalidad de la ciencia. Este ataque a la razón nos desvolvía al nihilismo y a la política de poder puro como interpretación de la "realidad".

En ese mundo el líder cumplía el papel existencial del poder subjetivo, tal cual lo explica Heidegger durante las elecciones que dieron el triunfo al Partido Nacionalsocialista alemán, cuando dice: "El pueblo alemán ha sido convocado por el Führer a unas elecciones. Pero el Führer no ruega nada al pueblo, antes da al pueblo la posibilidad más directa de una suprema decisión en libertad: la de optar -el pueblo todo- por su propio Dasein o la de no optar por él. Estas elecciones no pueden en absoluto compararse con ninguno de los procesos electorales habidos hasta aquí. El carácter único de estas elecciones radica en la sencilla grandeza de la decisión que hay que tomar en ellas... Esta decisión última afecta a los extremos límites de las posibilidades del Dasein de nuestro pueblo... La elección que ahora el pueblo alemán realiza es ya el acontecimiento -incluso con independencia del resultado- la más rotunda testificación de la nueva realidad alemana del Estado nacionalsocialista... Sólo existe una única voluntad, la del Dasein del Estado en plenitud. Esta voluntad es la que el Führer ha despertado en todo el pueblo, y ha soldado y convertido en una decisión única" |3|.

Pero también Carl Schmitt se encarga de la fundamentación jurídica desde el punto de vista de la teoría del Estado y Ernest Jünger del papel del escritor-soldado que demuestra la importancia de la acción por encima del pensamiento.

Esta negación de la ciencia como tal determinaba que el papel de la técnica quedara reducido a una suerte de poder natural oculto a los ojos del hombre. En realidad era una negación a la realidad del mundo de la física cuántica y relativista y, posteriormente, al de la energía atómica.

En contra del idealismo alemán, el marxismo ruso |4| habría de recurrir a una instrumentación ideológico-científica parecida pero desde la óptica de la racionalidad. En este sentido no cabe duda de que la formación de los primeros bolcheviques está influida por la Ilustración y la Revolución francesa y americana. Tanto Lenin como Trosky intentan buscar el apoyo de los trabajadores americanos en los comienzos de la revolución |5|.

La decisión del stalinismo fue que la técnica está sobre la ciencia y por tanto es ciencia, exclusivamente, la que tiene aplicación industrial, desde el punto de vista de lo que hoy denominamos la primera revolución industrial. Lo consiguieron sobrepujando el concepto marxista de que es la estructura económica la que determina el avance científico.

Esta vez la dictadura moderna encabezada por los burócratas del Partido Comunista no permitía la discusión existencial que era considerada, desde el materialismo oficial, como algo no real. Pero la soberbia del dogmatismo de una pretendida ideología científica estuvo representada en la frase de que "la revolución son los bolcheviques más la electricidad".

En ese punto se marca la inflexión de la no comprensión de los cambios científicos que se estaban produciendo y la importancia que éstos tendrían. Algún día sabremos exactamente el nivel de las discusiones dentro de la comunidad científica rusa de la época para poder confirmar este extremo. Pero marca -a mi manera de ver- el principio del fin del comunismo como idea y el momento en que pasa a ser una mera dogmatización de algunas proposiciones stalinistas.

Esta frase tenia sentido frente a la negativa del emperador austrohúngaro Francisco José a utilizar la luz eléctrica en sus palacios, idéntica posición tenia la Iglesia ortodoxa rusa. (Posición que aun hoy en día mantienen sectores de esta Iglesia). En realidad, era una consigna de la política de masas pero reflejaba una forma de entender la ciencia y la técnica.

El desarrollo industrial de la Unión Soviética es evidentemente importante cuantitativamente y más si tenemos en cuenta el punto de partida de esa economía en lo que era el imperio zarista, un régimen feudal autócrata y despótico.

Como recuerda Arno Mayer: "en las dos Dumas "negras" de 1907 y 1912, alrededor de 200 diputados -o sea, el 50 por 100- cran terratenientes. La mitad de ellos poseía más de 800 hectáreas, 195 cran nobles y unos 30 eran mariscales de la nobleza. También es importante destacar que entre los 150 diputados octubristas, que constituían el grupo más numeroso de la Duma, hubiera unos 110 terratenientes de la pequeña nobleza, 70 de ellos con fincas de más de 1.000 hectáreas. Entretanto el número de diputados campesinos se había reducido a casi la mitad, de modo que ya no formaban más que el 20 por ciento de sus miembros" |6|.

Pero en la interpretación de la electricidad no cabía la discusión que provocaban las nuevas tecnologías de la información y su utilización industrial |7|. Estas tecnologías exigían una nueva formación industrial, como comprendieron muy bien los japoneses en la inmediata postguerra de la Segunda Guerra Mundial.

En 1948 Trofim Denissovith Lyssenko |8|, agrónomo protegido de Stalin, logra declarar la genética como una ciencia "burguesa". El "lyssenkismo" promueve un atraso de decenios en este sector científico. Poco después, con el mismo sentido, se declara la cibernética (nombre que recibía lo que después seria la informática), también ciencia "burguesa" y consecuentemente prohibida.

Podemos damos una idea de la importancia de este retraso si pensamos que, actualmente, con el 3 por 100 de la población se produce casi el triple de alimentos que a principios del siglo XX. (Esto convierte el problema del hambre en uno moral y técnico, pero no científico).

Así, de 1910 a 1940 el indice de productividad agrícola pasó de una base 100 a aproximadamente 125; de haber continuado al mismo ritmo en los veinte años siguientes, habría llegado a aproximadamente 140 en 1960. Sin embargo en 1960 la cifra real era de casi 400. La producción por hombre/hora casi se cuadruplicaba en las décadas de 1940 a 1950 |9|.

El mundo comunista se convirtió en un conservador del industrialismo del siglo XIX. Pareciera como si el dogmatismo marxista hubiera necesitado recurrir a un modelo industrial que no pusiera en duda su interpretación del mundo. Existía una impotencia para traducir los avances científicos en productos industriales. En este sentido constituye la otra cara de la organización industrial japonesa.

Los cambios en la URSS

Posiblemente, para el resto del mundo y para grandes sectores de la burocracia más conservadora, haya pasado desapercibido el cambio producido en la automatización y en los cambios de gestión industriales. En este caso por automatización entendemos la utilización cualitativa de máquinas de control numérico de proceso continuo, robots de transmisión de seriales analógico-digitales a distancia en procesos de fabricación, transporte y/o logística, gestión automatizada de la fabricación en linea, del mantenimiento y de la comercialización, incluyendo gestión automatizada de las materias primas de fabricación y de los almacenes de productos terminados.

Este problema toma sus verdaderas dimensiones cuando vemos las cifras del sector científico soviético: más de 1.500.000 trabajadores científicos, 6,6 por 100 del producto bruto de 1991 dedicado a investigación (incluyendo la investigación militar); contra 2,86 por 100 de Estádos Unidos, el 2,83 por 100 de Alemania, el 2,72 por 100 de Japón. Pero la inflación y la devaluación del rublo convierten estas cifras porcentuales en irrisorias. Según The Economist, en valores de mediados de 1991 el departamento americano de la Energía gasta más en investigación de física de altas energías que todo el presupuesto científico ruso.

Donde hoy constatamos los resultados sin ningún género de dudas es en las fábricas. Están organizadas en complejos industriales dignos de la segunda mitad del siglo XIX o de principios del siglo XX. Pero no obedecen a los criterios de organización industrial y de gestión que se desarrollan precisamente como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. En realidad la gestión como técnica de dirección no existe ni siquiera como concepto, y esto a pesar de las propuestas de Liberman en la época de Jruschov |10|.

¿Cuál será el papel de estos sectores industriales ineficaces a fines de siglo, si pensamos que con el 7 u 8 por 100 de la población activa se puede producir el doble de bienes industriales que en 1960? Esto significa un cambio por lo menos comparable, a mi entender, al que produjo la revolución industrial en el siglo XVII y XVIII.

El cambio será cualitativamente más importante aún en la organización de la logística de distribución de la producción |11|. El concepto marxista de que este sector fomenta el mercado y consecuentemente el capitalismo impide la maduración del desarrollo de este sector económico produciendo como consecuencia la falta de adecuación de los recursos (nada está donde se lo demanda) y consecuentemente éstos tienden a asignarse a través del mercado negro, con la consecuente perversión que esto significa en los precios y en las ideas, al desaparecer los conceptos de racionalidad económica y ser suplantados por la especulación financiera y la subordinación de todos los valores éticos a la obtención de un beneficio inexistente.

La teoría de la programación lineal deriva de un articulo de John von Neumann en 1937 sobre el equilibrio general de una economía cerrada en expansión uniforme. La mayor parte de los procedimientos de cálculo los desarrolló el economista soviético y luego premio Nobel de Economía L. V. Kantorovitch, cuya obra fue ignorada por el régimen hasta la muerte de Stalin, al ser denunciada por "burguesa" y no se volvió a utilizar hasta los años 60. El economista de la Rand Corporation, George Dantzig, en forma independiente publicó su primer informe sobre el método simplex en 1947 |12|.

Neumann produjo también un cambio decisivo en la teoría de los juegos |13|, que proporcionó una demostración matemática de una estrategia general mini-max para un juego de suma cero; esto tuvo una gran utilización en la losgística de la Segunda Guerra Mundial, en especial en la guerra antisubmarina, y en la toma de decisiones financieras. También fue decisiva su participación para promover el almacenamiento en disco de los programas de ordenador que, al principio, se introducían uno a uno desde el exterior de la máquina |14|.

Este descubrimiento, junto con las tablas de entrada-salida de Wassily Leontieff |15|, hubieran sido -aparentemente- de gran utilidad en un sistema de planificación central. Sin embargo no fueron utilizados y menos aún en las decisiones de costos industriales. Las fábricas se instalaron en el mejor estilo irracional.

Este tipo de temas fue ignorado sistemáticamente por el Partido Comunista y mucho más las consecuencias de los cambios que se estaban provocando. Solamente Radovan Richta publicó en Praga, cuando el deshielo, un artículo sobre estos temas |16|.

Este no fue tenido en cuenta por los movimientos obreros anticomunistas, que a la hora de la transición no encuentran solución al dilema creado por su dependencia de un modelo económico que no entienden |17|. Como dice Mario Bunge, "el exagerar la competencia a expensas de la cooperación -a la manera de los filósofos dialécticos, los darwinistas sociales, Freud, Konrad Lorenz, y los economistas neoliberales- hace imposible el comprender la existencia misma de los sistemas sociales" |18|.

Desde 1975, con los ordenadores en tiempo real que permiten una informática descentralizada, y definitivamente con el invente del ordenador personal, el mundo de la industrialización clásica pasó -si cabía alguna duda- a la historia. De esta forma se extendió el acta de defunción del marxismo ortodoxo (o socialismo real).

La comunidad científica rusa, que había desarrollado dentro de la estrategia industrial de los bolcheviques el segundo ejército del mundo y una tecnología espacial que, en varios aspectos, fue capaz de superar a la norteamericana, comenzó a darse cuenta de que había supuestos que no podían aplicarse jamás desde una óptica marxista.

Uno de ellos era la aparición de una nueva revolución tecnológica que no permitía confirmar la teoría de la plusvalía marxista y de la tasa decreciente de beneficios. La acumulación en términos económicos producida en Japón en menos de 25 años desvirtuaba toda posibilidad de discusión.

Es cierto que esta discusión no podía pasar por las tribunas públicas -como en realidad tampoco ocurrió en casi ningún país del mundo, salvo los Estados Unidos y Japón-. Pero la estructura de pensamiento determinista de la Unión Soviética no les permitía ni siquiera entrar en la discusión. En la mayoría del resto de los países ni siquiera conocieron los términos de la discusión.

Una vez producido este cambio tecnológico aparecía por otro lado la ineficacia en términos económicos. La organización industrial que había permitido producir en masa los productos básicos de la primera revolución industrial (la minería, la siderurgia, etc.) y complementados en la segunda revolución industrial (automóvil, aviación, industria militar pesada, etc.) era superada por la automatización de las fábricas, la robotización y las modernas técnicas de gestión basadas en la simulación matemática.

El problema no resuelto está: sugerido claramente por Daniel Bell al decir: "el conocimiento ha sido siempre necesario para el funcionamiento de cualquier sociedad. Lo que caracteriza a la sociedad post-industrial es el cambio en el carácter del conocimiento mismo. Lo que ha llegado a ser relevante para la organización de las decisiones y la dirección del cambio es el carácter central del conocimiento teórico -la primacía de la teoría sobre el empirismo y la codificación del conocimiento en sistemas abstractos de símbolos que, como en cualquier sistema axiomático se pueden utilizar para iluminar áreas muy variadas y diferentes de experiencia" |19|.

Este nuevo aspecto exigía una negación por parte del marxismo ortodoxo. El ajuste se hacia sobre la mano de obra, con lo cual se encontraban con que el modelo industrial fallaba precisamente por la utilización masiva de mano de obra. Y una vez más los japoneses ponían en duda tanto las teorías (a esta altura ya totalmente acientíficas) de la plusvalía y de la clase obrera, al reajustar sus fábricas, los métodos de producción y no despedir a los obreros industriales |20|.

Pero también significaba el fin de una era en la que muchos, en todo el mundo, creyeron que la libertad y la democracia no eran condiciones necesarias para producir el desarrollo económico. No hay que olvidar las dictaduras que se expandieron por medio mundo detrás de un credo desarrollista que presuponía el totalitarismo como única forma de producir la modernidad industrial |21| y que acabó con las vidas de cientos de miles de personas que fueron -y valga la ironía- combatidas por sus ideas comunistas. En realidad, la causa más importante de la expansión ha sido la intensificación del capital y la tecnología.

Estos aspectos ideológicos, que la propia ciencia rusa en el espacio ponía en duda con la fabricación de nuevos materiales, hacía inviable el modelo ortodoxo. Hasta tal punto que fue produciendo una parálisis del sistema industrial, sólo eficaz en el sector militar, donde la gestión de los recursos es inelástica a los costos, debido a que por definición la industria militar es un sector industrial donde estructuralmente la demanda excede a la oferta.

Gastos militares y crecimiento

Pero también provocó lo que Wassily Leontieff demostró en su libro Gastos militares |22| sobre la parálisis que provoca a largo plazo en el sistema económico las inversiones en sectores no dinámicos como el de los gastos militares. Este libro finaliza un trabajo comenzado en 1961 que viene a demostrar que la producción de armamento, a la que el mundo dedica el seis por ciento de todos los bienes y servicios producidos, no produce un desarrollo económico sustancial (que no se pueda conseguir por otros medios no militares) sino que además a largo plazo produce una tendencia a la disminución permanente del crecimiento.

Este hecho es fácil de comprender, por la improductividad creciente de la industria militar, no sólo por unidad de producto sino además por la inutilidad a largo plazo de su producción, que sólo se vuelve "productiva" en el momento de la destrucción. Con el dilema de la mutua destrucción asegurada la continuación de la escalada de armamentos lleva a una parálisis del sistema económico de ambas potencias.

De la misma forma Leontieff demuestra científicamente que: "todas las economías pueden incrementar su producción total y su consumo per cápita a medida que reducen progresivamente su gasto militar desde los altos niveles supuestos en algunos escenarios... Por supuesto, un determinada nivel de reducción de gastos militares libera más recursos para utilizaciones alternativas, con respecta a la capacidad total de producción de la economía, en aquellas regiones donde en estas momentos (1981) el gasto militar absorbe la mayor proporción de renta nacional. Por lo tanto, los mayores porcentajes de incrementos de PIB y consumo per cápita se registran en África árida, la Unión Soviética y Europa del Este. Sin embargo, por dólar de reducción de gasto militar, son las más pobres de las regiones menos desarrolladas las que experimentan la mayor mejora de producción consuma per cápita: dicho crecimiento se explica por un incremento considerable del stock de capital facilitado en parte por la sustitución de importaciones militares por maquinaria y otros bienes de capital |23|.

Este supuesto es el que permite a la generación de los hijos de la revolución |24| volver a replantearse el modelo. De esta generación es la clase dirigente que promueve la perestroika y consecuentemente el final del comunismo, tal cual la explica Gorbachov en un libro que parecía parte de la publicidad política del Kremlin y no un análisis serio de la realidad científica e industrial que ha provocado la tercera revolución industrial en el pensamiento bolchevique.

Explica el que la comunidad científica tenga una presencia activa en los cambios, coma muy bien puede representar Shajarov |25|, e incluso las ideas expuestas por algún miembro de la nomenclatura como Aleksei Rumiantsev, vicepresidente de la Academia de Ciencias de la URSS hasta 1971 |26|; pero también los hombres de las organizaciones científicas que están en contacto con el mundo científico americana, europeo y japonés.

A pesar de que tratamos de la ex Unión Soviética vale la pena recordar que estos supuestos son extrapolables a la política de defensa de los Estados Unidos, durante la época de los llamados "reaganomics" responsables de la política neoconservadora de Ronald Reagan. Una parte de la responsabilidad de la crisis financiera que vive Estados Unidos está provocada por la política armamentista |27|.

Los gastos militares norteamericanos han pasado de 158 mil millones de dólares en 1981 a 300 mil millones en 1990. En dicha década la suma acumulada ha sido de 2.481 mil millones de dólares. La justificación fue la voluntad de equilibrar la superioridad soviética en materia nuclear. Posiblemente nadie haya previsto que con la caída de la URSS, el cinismo e irrealidad de estos argumentos quedara, tan rápidamente, al descubierto |28|.

Racionalismo, socialismo y nacionalismo

En definitiva, como ya presuponía Marshall Berman, el marxismo bien podía, como un producto ideológico de la modernidad fáustica, cumplir la formulación marxiana de que "todo lo sólido se desvanece en el aire" |29|. ¿Y qué fuerza mágica iba a impedir que la propia modernidad científica y técnica fuera el detonador de la desaparición del marxismo como partido político?

La superación del empirismo por la ciencia es suficiente para provocar cambios profundos y que todavía no es fácil determinar; pero si agregamos la transición del determinismo al mundo de los principios estocásticos, los cambios son más profundos aún.

Habermas sugiere que "Las fuerzas religiosas que antaño operaron la integración social han quedado paralizadas a consecuencia de un proceso de ilustración que, dado que no se ha producido de forma arbitraria, tampoco puede ser objeto de abolición. A la ilustración le es propia la irreversibilidad de los procesos de aprendizaje, que se fundan en que las ideas no pueden olvidarse a voluntad, sino que sólo pueden reprimirse, o ser corregidas por ideas mejores. De ahí que la ilustración sólo pueda remediar su déficit mediante una radicalización de si misma, mediante una ilustración radicalizada" |30|.

Por eso surgen las dos caras en el proceso de transformación de ese país. De un lado la racionalidad del cambio propuesto por la clase dirigente surgida de la comunidad científica y de la clase dirigente más formada e informada.

Pero también estarán las fuerzas de los nacionalismos étnicos y religiosos que con su irracionalismo como motor de la historia llevan adelante su política de desintegración y guerra.

Esperemos que la modernidad que ha ratificado la importancia de la libertad, de la igualdad, de la solidaridad y de la tolerancia como motor del cambio histórico sea capaz de imponerse una vez más. Tenemos una "confianza en la modernidad en cuanto dimensión en la que, por vez primera en la historia del mundo, conviven y compiten, comunicándose, muchos pueblos libres, puesto que millones de individuos han construido sociedades abiertas y capaces de progresar en todos los campos, porque el mundo ha quedado unido por obra y gracia de la economía, de la información, de la ecología y de su conciencia científica difundida a millones de seres humanos" |31|.

Vale la pena recordar las palabras de J. R. MacDonald en 1905: "La inevitabilidad del socialismo industrial y social es mera fantasía. Es inevitable sólo si la inteligencia lo hace así. Es inevitable sólo si lo desarrollamos sobre lineas racionales; es inevitable, no porque los hombres estén explotados o porque el edificio del capitalismo deba colapsarse bajo su peso, sino porque los hombres son racionales. Es exclusivamente la acción de la razón la que hace de nuestros males una causa de progreso y no el inicio de la crisis final" |32|.

No hay que olvidar que aún quedan muchos en todo el mundo que todavía creen que la fuerza y el poder son los determinantes del cambio económico social. Creen que la libertad y la democracia se pueden compatibilizar con el cinismo, la política de poder y la fuerza.

En definitiva no tienen moral. Y su amoralidad, que no inmoralidad, les permite condenar a todos los que se oponen a su concepto de Estado Poder, como enemigos por excepción. Es un concepto cínico donde lo que importa no es el derecho y la moral, sino el poder. Creen en el darwinismo social, donde ellos (y-no-los-otros) ocupan el lugar de una especie biológica perfecta y por Io tanto consideran que la guerra siempre la ganan los más fuertes. La fuerza es la manera de purificar la sociedad civil |33|.

Se olvidan que esta vieja discusión comenzó a fines del siglo XVIII, como acabamos de ver y hasta hoy nadie ha podido demostrar que utilizando esos elementos del pensamiento irracional sea posible construir algo; destruir, sí.

Como expone Jaspers, existe un totalitarismo que pretende un hombre nuevo en vez de liberar al hombre "real" para que sea lo que ya es |34|.

Y posiblemente veamos, a la luz de la tercera ley de la termodinámica |35|, que debemos continuar en el camino de los derechos del hombre y de la libertad. Pero con la humildad de haber aprehendido que el absoluto ideal no existe.

Gregorio Díaz Dionis es escritor, especialista en cuestiones internacionales y editor del Equipo Nizkor.

[Fuente: Gregorio Dionis, Equipo Nizkor, 1993]
Nota del Editor:

Este artículo fue publicado originalmente en 1993 en la revista "Razón y Fe", Tomo 228, pero nunca fue puesto online por la incompleta catalogación del archivo de los textos en papel. En agosto de 2022, en una revisión profunda de los Archivos del Equipo Nizkor, apareció el texto original y las pruebas de imprenta. Inmediatamente se procedió a su digitalización y a puesta en servidor el 19 de agosto de 2022.
Gregorio Díaz Dionis, autor y editor


Notas:

1. Bertrand Russell: Los caminos de la libertad. Aguilar, Madrid, 1961; Libertad y Organización 1814-1914. Espasa-Calpe, S.A., 1939. [Back]

2. Albert Einstein: Mis ideas y opiniones. Bosch, Barcelona, 1981. [Back]

3. G. Schneeberger: Nachlese zu Heidegger. Berna, 1962. Cit. por J. Habermas, Der Philosophische Diskurs der Moderne. Frankfurt, 1985. [Back]

4. En el sentido de las elaboraciones y especulaciones de los que se dio en llamar marxismo-leninismo y su posterior dogmatización en el llamado socialismo real. Dejamos de lado para esta exposición la discusión de si estas elaboraciones eran marxianas o no. [Back]

5. Al principio de la revolución organizaciones obreras de EE.UU. apoyaron la revolución e incluso Trosky realizó una gira por ese país, aunque para la época del tratado de Washington las relaciones ya cran malas. Cf. Carr, E. H.: La Revolución Bolchevique, 12 Vol., I Vol., pp. 104 ss. [Back]

6. Arno Mayer: The Persistence of the Old Regime - Europe to the Great War. Pantheon Books, Nueva York, 1981. Existe edición española en Alianza Editorial. [Back]

7. La electricidad, industrializada por Thomas Alba Edison, era una técnica altamente empírica. De hecho Edison sentía un cierto desprecio por los científicos. [Back]

8. David Joravsky: The Lysenko Affair. Cambridge, Mas. 1971. Zhores Medvedev, The Rise and Fall of T. D. Lysenko. Columbia University Press, 1970. [Back]

9. Kenneth Boulding: Expecting the Unexpected: The Uncertain Future of Knowlwdge and Technology, en Prospective Changes in Socke by 1980. Designing Education for the Future, vol. I (Colorado Departament of Education, 1966). Cari N. Degler, Out of Our Past. The Forces that Shaped Modern America. New York, 1984. [Back]

10. John Kenneth Galbraith y Stanislav Menshikov: Capitalism, communism and coexistence. From a bitter past to a better prospect. Boston, 1988. [Back]

11. David Lane: The socialist Industrial State. George Allen & Unwin, London, 1976. [Back]

12. La verdadera aplicación de la programación lineal llegó con los ordenadores y especialmente con los de gran capacidad capaces de resolver sistemas para logística de transporte de 3.200 ecuaciones y 600.000 variables encadenadas. [Back]

13. John von Neumann y Morgenstern: Theory of Games and Economic Behavior. Princeton, 1944. [Back]

14. John von Neumann: The Computer and the Brain. New Hayen, Conn., 1958. [Back]

15. Wassily Leontieff: The Structure of the American Economy: Theoretical and Empirical Explorations in Input-Ouput Analysis. Nueva York, 1953. [Back]

16. Golan Galia: The Czechoslovakia Reform Movement y Reform Rule in Czecoslovaquia, Cambridge university Press, 1971 y 1973. [Back]

17. Cf. Entrevista a Lech Walesa: Le Monde del 11 de septiembre de 1991. [Back]

18. Mario Bunge: Economía y filosofía. Ed. Tecnos, Madrid, 1985. [Back]

19. Daniel Bell: The Coming of the Post-Industrial Society. Basic Books, New York, 1973. [Back]

20. En Estados Unidos la tasa de crecimiento de la clase profesional y técnica ha sido el doble de la tasa media de crecimiento de la fuerza de trabajo; la tasa de crecimiento de los científicos e ingenieros ha sido el triple de la tasa de la población trabajadora. Cf. Daniel Bell, op. cit. [Back]

21. Es lo que Samuelson llama "la solución del diablo", que tiene sus raíces en Pareto, en Sorel y, más cerca, en las tesis que Schumpeter defendió más de una vez en círculos privados: "Deshagámonos de la democracia e impongamos a la sociedad el régimen de mercado; no importa que tengamos que castrar al sindicalismo y enviar a la cárcel o al exilio a los molestos intelectuales". L. A. Rojo, J. A. Sánchez Asiaín, Andreu Mas-Colell y Juan Velarde Reforma económica y crisis en la URSS. Espasa Calpe, Madrid, 1991, pág. 28. [Back]

22. Wassily Leontieff, Faye Duchin: Military Spending, Oxford University Press, 1983. Algún día se reconocerá la aportación racional y real que hizo Leontieff al final de la guerra fría. [Back]

23. Wassily Leontieff y F. Duchin, op. cit. [Back]

24. Precisamente esta parte de la clase dirigente es la que representa Gorbachov y su mujer. No hay que olvidar que ella es hija de uno de los planificadores del NEP de Lenin al que Stalin se encargó de reeducar. [Back]

25. Andrei D. Shajarov: Progress, Coexistence and Intelectual Freedom. New York, 1968. [Back]

26. A. M. Rumiantsev: Social Prognostication and Planning in the Soviet Union. Moscú, 1970. También Igor Bestuzhev-Lada: A Window a the Future: The Present Day Problems of Social Forecasting. Moscú, 1970. Ambos cit. por Daniel Bell, op. cit. [Back]

27. Hall, David: The Reagan Wars. Westchester Press, Boulder, Colorado, 1991. [Back]

28. Cf. The New York Times, 27 de abril de 1992. [Back]

29. Marshall Berman: All that is solid melts into air. The experience of modernity. New York, 1982. Existe edición española en Siglo XXI Madrid, 1988. [Back]

30. Jünger Habermas: Der Philosophische Diskurs der Moderne. Frankfurt am Main, 1985. [Back]

31. Claudio Martelli: "Socialismo, libertad y democracia" en la revista El socialismo del futuro, vol. 1 núm. 2, Madrid, 1990. [Back]

32. Socialism and Society, citado por The Challenge of Socialism. Londres, 1968. Citado en A. Guerra: El futuro del socialismo. Sistema, Madrid, 198ó. [Back]

33. En junio de 1990 el actual canciller argentino Dr. Guido Di Tella perteneciente al Partido Justicialista argentino defendió, en la Fundación Ortega de Madrid (España), estas mismas ideas como parte de su pensamiento político. Según él ni la ética ni la moral participan en sus análisis políticos. [Back]

34. Karl Jaspers: Notas sobre Heidegger. Mondadori, Madrid, 1990. [Back]

35. Me refiero a la proposición hecha en 1906 por Walther Hermann Nernst, premio Nobel de Química en 1920, según la cual al igual que la velocidad de la luz en el vacío, el cero absoluto era un limite al que cabria aproximarse cada vez más, pero sin alcanzarlo nunca. [Back]


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