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21mar03


ĦSaquemos ya, al agresor de Iraq!


El comienzo de la campaña militar norteamericana de hostilidades contra el pueblo iraquí, demostró, en las primeras horas de la conflagración, que ni la existencia de un pretendido arsenal de armas de destrucción masiva ni una eventual amenaza contra la paz mundial y menos el respeto a resoluciones de las Naciones Unidas, fueron las verdaderas razones de la guerra. El conflicto tiene como trasfondo el apetito imperial por apoderarse de los ricos yacimientos petroleros en la región.

Contrariando un sentimiento clamoroso de millones de seres humanos en el mundo, que haciendo gala de su vocación civilista y de defensa de la paz mundial han desfilado en las últimas semanas al menos en trescientas ciudades del mundo contra la guerra en Iraq, el gobierno del presidente Bush, de todas maneras desencadenó la agresión contra un pueblo pobre, que además ha sufrido los efectos de un bloqueo económico que por muchos años ha mantenido la ONU, precisamente por presiones norteamericanas.

El conflicto en Iraq no es una guerra. Las tropas de ocupación norteamericanas no van a encontrar un contendor que las iguale en potencial armamentístico, en tecnología o en comunicaciones. Lo que el mundo contempla aterrado hoy es una agresión del país más poderoso, más industrializado y más arrogante del planeta, contra un pequeño país en desarrollo, que tiene unos ricos yacimientos petrolíferos de los cuales quieren apoderarse las grandes potencias industrializadas.

La guerra en Iraq no se declaró porque el gobierno de ese país tuviera en su poder armas de destrucción masiva. Ni antes ni después de la guerra esta versión pudo ser confirmada por los inspectores de las Naciones Unidas. Iraq no es hoy tampoco una amenaza para ningún país del mundo. Las resoluciones de las Naciones Unidas, que exigían un desarme de Iraq, apuntaban a imponer sanciones económicas más drásticas contra su gobierno, pero jamás a una intervención armada.

Los Estados Unidos han violentado y vulnerado toda una tradición diplomática, construida a lo largo de siglo y medio, después de la segunda guerra mundial. Asumiendo una arrogante posición unilateral, en nombre de la comunidad internacional, con un mandato que nadie le ha conferido, Estados Unidos quiere convertirse en el amo y señor del manejo de la política mundial. En el pasado reciente agredió a Afganistán y derrocó a su gobierno. Ahora interviene en Iraq y dice que su objetivo es sacar a Hussein del poder.

Nadie le ha conferido a Estados Unidos esa misión imperial. Lo grave es que ya diversos analistas internacionales advierten de amenazas americanas contra Irán y Corea del Norte, bajo el mismo argumento de que sus gobiernos poseen armas de destrucción masiva. Los mayores arsenales de guerra, de armas químicas y nucleares, muchas de ellas guiadas a través de sofisticados mecanismos satelitales, están hoy en manos de Estados Unidos. La guerra en Iraq parecería traer el mensaje de que el país agresor es el único que tiene derecho en el mundo a poseer tales armas de destrucción masiva, y quienes intenten disputarle el monopolio, serán aplastados sin consideración.

El comienzo de la guerra en Iraq ha permitido expresar, ante la faz del mundo, un vigorosísimo movimiento de opinión mundial contra la guerra. Nunca antes como ahora, Estados Unidos estuvieron tan aislados. La mayoría de la comunidad internacional, con asiento en la ONU, se pronunció contra las hostilidades en el Medio Oriente. A tal punto, que ni la Asamblea General ni el Consejo de Seguridad de la ONU, aprobaron una autorización a Estados Unidos para encabezar la guerra. Sin embargo, en contravía de la historia, los americanos dieron comienzo al conflicto.

En este sentido abogamos, al lado de los sectores progresistas del mundo, por elevar el papel de las Naciones Unidas como escenario supremo de solución de los litigios entre las naciones. Como resultado de los acuerdos de postguerra, la diplomacia internación tejió todo un mecanismo de lucha por el respeto al derecho internacional humanitario, al respeto de los derechos fundamentales de los hombres, a la no intervención en los asuntos internos de otros estados y al respeto a la autodeterminación de los pueblos. La ONU es en este sentido factor de equilibrio y de vigilancia por la preservación de la paz en el mundo. Todo ese conjunto de conquistas, han sido desconocidas de un solo plumazo con la agresión norteamericana a Iraq.

Resulta lamentable que en este marco de cosas, el gobierno del presidente Uribe Vélez, en Colombia, se haya puesto de lado del agresor, desconociendo el sentimiento mayoritario, no sólo de la opinión pública mundial, sino el clamoroso reclamo de paz de los colombianos.

La Asociación Nacional de Ayuda Solidaria, Andas, al condenar resueltamente la agresión contra el pueblo iraquí, rechaza enérgicamente la actitud cómplice del gobierno colombiano, que no responde a la tradición internacionalista y pacifista de gobiernos anteriores, ni al sentimiento de nuestro pueblo. Y reclama, con el resto de la opinión pública, el cese inmediato de las hostilidades y el retiro ahora de las tropas de agresión norteamericanas. Cada pueblo es soberano y tiene derecho a darse el régimen político que desee y solo el pueblo está autorizado para modificar a sus gobiernos, cuando lo desee conveniente.

Bogotá, D. C., 21 de marzo de 2003
Asociación Nacional De Ayuda Solidaria, ANDAS
Junta Directiva Nacional

Guerra en Iraq y Estado de excepción Global

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Este documento ha sido publicado el 07abr03 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights