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16sep12


Un cínico y fanático defensor del terror


Vicente Gonzalo Massot está acostumbrado a escribir en tono solemne sobre "la degradación de la administración de justicia". Ese es el título de la disertación que realizó hace un mes en el foro de abogados más conservador del país, el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires. La conferencia fue organizada por la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia, un sello inventado por los letrados que defienden la dictadura sin ningún disimulo.

Para esos profesionales del Derecho, Massot es un intelectual bien informado que les anticipa lo que va a suceder en la Argentina. Educado en un colegio de pupilos de Quilmes, el tradicional St. George School, donde a mediados del siglo XX se instruían los hijos de los diplomáticos extranjeros, Massot creció bajo la implacable sombra de su madre, Diana Julio. La mujer, "de férreo carácter", según las necrológicas que intentaron honrarla, murió en 2009, y su hijo la sucedió al frente de la criatura, el experimento que mejor representa el pensamiento de su familia: el diario de Bahía Blanca La Nueva Provincia.

Massot aprendió muchas cosas de su madre. Es un fiel hijo de ella. Aprendió, por ejemplo, cómo tratar a los trabajadores de la empresa familiar que se organizaban para defender sus derechos. En Bahía Blanca todavía se recuerda una anécdota que protagonizaron madre e hijo al anochecer del 24 de marzo de 1976, cuando el golpe de Estado ya era un hecho consumado: los dos, juntos, eufóricos, ingresaron a la sala de impresión con una bandera argentina. Allí increparon a los obreros gráficos que trabajaban en la rotativa y los desafiaron con un "¿A qué no se animan a hacer una huelga ahora?".

Los testigos de la irritación antisindical fueron el maquinista Enrique Heinrich, el esterotipista Miguel Ángel Loyola y el armador Manuel Jorge Molina. Los tres formaban parte del sindicato de Artes Gráficas de Bahía Blanca. Tres meses después de aquel episodio, el 30 de junio de 1976, Heinrich y Loyola fueron secuestrados por un grupo de tareas de la dictadura. Los cadáveres aparecieron el 4 de julio a 17 kilómetros de la ciudad, en un paraje llamado Cueva de los Leones.

Dos periodistas de Bahía Blanca llegaron a preguntarle al general Adel Vilas, titular del V Cuerpo de Ejército, por los asesinatos de Heinrich y Loyola. Su respuesta, cínica, fue al mismo tiempo una acusación incriminatoria para la madre y el hijo de la dinastía Massot: "Hay empresas que prefieren matar a sus empleados antes que indemnizarlos." La historia de los dos trabajadores de La Nueva Provincia fue investigada por el periodista Diego Martínez y escrita en el blog Bahía Gris.

Los secuestros y asesinatos de Heinrich y Loyola forman parte de una larga serie de acusaciones que, a mediano plazo, podrían llevar a Massot al banquillo de los acusados. Por lo pronto, el actual director de La Nueva Provincia será objeto de una investigación para determinar si cometió "delitos de acción pública" en el ejercicio del periodismo. Así lo determinó, esta semana, el Tribunal Oral Federal (TOF) de Bahía Blanca, integrado por los jueces subrogantes Jorge Ferro, José Mario Tripputi y Martín Bava, en la sentencia que condenó a prisión perpetua a 14 efectivos del Ejército, la Policía Federal y el Servicio Penitenciario Bonaerense por crímenes de lesa humanidad.

Sobre Massot y los responsables periodísticos de La Nueva Provincia pesa una larga serie de denuncias. Se los acusa de desinformar sobre los secuestros a través de sus páginas, de alentar las desapariciones con amenazas explícitas que alertaban sobre la "labor disociadora de algunos delegados obreros, cuyos fueros parecieran hacerles creer, temerariamente, que constituyen una nueva raza invulnerable de por vida".

El actual canciller, Héctor Timerman, en su declaración como testigo ante el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata, en el marco de la causa Circuito Camps, denunció que el diario bahiense de la familia Massot llegó a publicar frases o declaraciones de su padre, Jacobo, ya secuestrado, que habría realizado a sus captores. "El diario La Nueva Provincia, propiedad de Vicente Massot, reproducía supuestos testimonios de mi padre. Lo que me hace preguntarme que, o ellos participaban (de los interrogatorios), o alguien les pasaba datos", declaró Timerman ante los miembros del TOF 1 de La Plata.

Otra prueba contra la desinformación del diario -su complicidad con el genocidio- la aportó el secretario general de la APDH de Bahía Blanca, Eduardo Hidalgo. La Nueva Provincia informó en sus páginas sobre un falso enfrentamiento con fuerzas de la dictadura que habrían mantenido su hermano, Daniel Guillermo Hidalgo, junto a su esposa embarazada de tres meses, Olga Silvia Souto Castillo. El dirigente de la ADPH pudo constatar que su hermano y su cuñada fueron asesinados en un departamento de la calle Fitz Roy al 100, y que luego se simuló un tiroteo con armas pesadas.

Massot no es un arrepentido. No disimula. Mantiene una misma línea de pensamiento. En 1993 tuvo que renunciar al cargo de viceministro de Defensa porque Carlos Menem, sí, el riojano en persona, consideró que se había excedido: Massot apenas había reivindicado la tortura. Hace tres meses, en la presentación del libro del historiador Carlos Acuña, otro procesista como él, Massot hizo una exposición en la que reivindicó la actualidad del concepto de guerra interna y planteó que en una guerra, con tal de ganar, está permitido violar las leyes. "No hay un solo caso en el mundo de un Ejército, de un Estado, que entre ganar violando leyes o perder por no violarlas, haya preferido no hacerlo.

Esto parece brutal, y en el razonamiento hay que llegar hasta las últimas consecuencias, como cuando Churchill dijo que estaba dispuesto a bajar al infierno y pactar con el diablo para ganarle a Hitler. ¿De qué fin y de qué medios estaba hablando? Esa idea de que el fin no justifica los medios es importante decirla, a condición de que se explique que en la práctica no se puede cumplir", desafió.

Massot parece haber asumido para sí el rol de intelectual bocón de la derecha argentina. Él, que se formó con el revisionista Julio Irazusta, que combina los negocios de la seguridad privada con los trabajos de consultoría, en los que junto con su socio Agustín Monteverde presume de poseer información calificada. Él, que se jacta de representar al "nacionalismo católico", que en los años de plomo recibía información de primera mano del jefe de redacción de su diario, Mario Gabrielli, un nexo con los marinos de Puerto Belgrano. Massot, en todo caso, se anima a decir lo que otros, quizá, sólo murmuran entre la gente correcta. «

Richelieu y el mensaje de un coronel

El intelectual de la barba rojiza, que admira al cardenal francés Richelieu, despidió a su madre en el cementerio Jardín de Paz de Pilar escuchando las palabras del coronel (retirado) Luis Máximo Prémoli, defensor del Operativo Independencia de Domingo Bussi en Tucumán. Prémoli fue, además, uno de los hombres en la vida de Amalia Lacroze de Fortabat. "Con su aliento no habrá rescoldo que no se convierta en llamarada", fue la despedida que Prémoli le dedicó a la madre de Massot. El director de La Nueva Provincia recibió allí el consuelo de hombres de los medios, del Derecho, de los negocios y de las Fuerzas Armadas. Estuvieron José Escribano, Julio Saguier, Santiago Soldati, Enrique Nosiglia, Carlos Fontán Balestra y otras figuras de lo más tradicional del establishment argentino. Ellos no necesitan ladrar con los razonamientos de Massot: para eso está él, disponible, cuando sea necesario.

[Fuente: Por Martín Piqué, Tiempo Argentino, Bs As, 16sep12]

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