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12ene13


Los que bailan sobre nuestros muertos


No quiero la ESMA, ni la renuncia de los funcionarios, ni siquiera un pedido de perdón. Han ido demasiado lejos, pasaron los límites de los que cuesta regresar. Profanaron. Pisotearon lo que es sagrado, la dignidad de lo humano. Por eso el problema no es de los que hemos honrado a nuestros desaparecidos sin hacer de sus sacrificios un oportunismo político, sino de los que pueden bailar sobre nuestros muertos.

Reducidos a fantasmas, vale para los desaparecidos la condición de muertos vivos, separados del mundo y por eso desconocidos. De modo que no se puede bailar sobre lo que no existe sin antes exorcizar esa monstruosidad que significó hacer desaparecer los cuerpos para negar el crimen, lo que nos obliga a los sobrevivientes a repetir sus nombres hasta nuestro último aliento. Quien sea incapaz de reconocer y respetar lo que significa ese calvario ha sido tragado, deformado por esa misma monstruosidad.

La ESMA fue mucho más que una cárcel clandestina. Fue el más tenebroso experimento de crueldad que unió a "los réprobos con sus demonios, al mártir con el que encendió la pira", tal como describió Jorge Luis Borges en una crónica memorable escrita el día en que asistió al Juicio de las Juntas y escuchó el testimonio de uno de los sobrevivientes de la ESMA.

Yo estaba entre aquella centena de personas que, como el escritor, asistían incrédulos a lo que Borges luego narró: "Ocurrió un 24 de diciembre. Llevaron a todos los presos a una sala donde no habían estado nunca. No sin algún asombro vieron una larga mesa tendida. Vieron manteles, platos de porcelana, cubiertos y botellas de vino. Después llegaron los manjares (repito las palabras del huésped). Era la cena de Nochebuena. Habían sido torturados y no ignoraban que los torturarían al día siguiente. Apareció el Señor de ese Infierno y les deseó Feliz Navidad. No era una burla, no era una manifestación de cinismo, no era un remordimiento. Era, como ya dije, una suerte de inocencia del mal. ¿Qué pensar de todo esto?"

La pregunta está aún sin responder y depende más de la filosofía y la teología que de la política y la historia. Si para Borges aquella noche el mal se vistió de inocencia, el asado en la ESMA organizado a fin de año por el ministro de Justicia, Julio Alak, carece precisamente de inocencia. No sólo desnuda la dureza de los corazones, sino una concepción de poder que cree que alcanza con una murga para llenar de vida lo que es un lugar tenebroso: la ESMA está poblada de los gritos de dolor de los torturados, de la inocencia, sí, de los que creyendo que los "trasladaban" en aviones terminaron con cemento en los pies en el fondo de los ríos, y del llanto de los bebes que nacieron en cautiverio con sus madres esposadas, con los ojos vendados.

De todo lo que escuché en el Juicio a las Juntas, lo que menos pude olvidar fue aquel mes de julio en el que se reconstruyó lo que sucedió en la ESMA. Las presas desaparecidas que eran sacadas a la noche para cenar, la "parrilla" en la que asaban los cadáveres, la complicidad de los dirigentes de Montoneros con la megalomanía del almirante Massera, que soñaba con ser el nuevo Perón de la Argentina, a la que ahora se nombra eufemísticamente como "obligados a esclavitud". No se trata de hacer un juicio moral, ya que ninguno de nosotros puede imaginar siquiera qué hubiera hecho en ese lugar, sino de evitar una nueva falsificación.

No hay héroes en esta escabrosa historia, tan sólo víctimas. Y muchísimo dolor. Entre ellos, el de mi familia y el mío propio. Sin embargo, debí esperar mucho tiempo para mostrarlo sin que me eludieran. Cubrí el Juicio a las Juntas como periodista, pero como hermana de dos presos desaparecidos aproveché aquellos meses para mostrar a los sobrevivientes las fotografías de mis dos hermanos, Néstor y Cristina, presos desparecidos el 18 de septiembre de 1977 en Buenos Aires. En busca de alguna información sobre sus destinos. El primer indicio que tuvimos de que pudieron estar en la ESMA me lo dio una sobreviviente sin ninguna precisión. Mi madre está entre las fundadoras de la organización Familiares de presos y desaparecidos de Córdoba, mi hermana participó activamente junto con los organismos de derechos humanos cuando entrañaba riesgos, desprecio y pérdidas de trabajo. No fuimos ni somos una familia que eluda la verdad, por eso resulta cruel que nos hayamos enterado por el diario español El País de que Néstor y Cristina están en la lista de las víctimas por el actual juicio por los "vuelos" de la ESMA. Nunca nadie oficializó esta información. ¿Será porque no abandonamos la plaza de la ciudadanía para ingresar al palacio del poder y tenemos menos derecho a la verdad?

Si se quiere efectivamente hacer justicia y no hacer de los juicios una utilización política, la información es fundamental para aportar pruebas que deliberadamente se buscaron hacer desparecer . De modo que los festejos en la ESMA son una expresión más de lo que se ha profanado, la memoria. El que a alguien se le ocurra bailar en la ESMA, sin remordimientos, comer un choripán sin sentir náuseas, desnuda la ignorancia que tienen sobre lo que realmente ocurrió allí y el utilitarismo político que justifica con razones de necesidad lo que la verdad del corazón mal entiende.

Quien conozca, haya escuchado o leído las atrocidades y humillaciones que sucedieron en la ESMA no puede siquiera pasar por el frente del edificio de la Avenida del Libertador sin una conmoción. Yo no he ido ni quiero entrar en ese lugar siniestro. Allí no están nuestros muertos sino los fantasmas de los sufrimientos que les causaron. En la ESMA no están los presos desaparecidos que jamás volvieron. Están sí los fantasmas de lo que les hicieron, "la parrilla", "los vuelos", las delaciones, el sometimiento a "la esclavitud". Allí está, también, todo lo que consentimos como sociedad por miedo o indiferencia. Nuestra tragedia y nuestra vergüenza. Todo lo que debemos exorcizar con antídotos democráticos para que sean todos los argentinos, no algunos, los que decidamos qué queremos levantar en ese lugar. Si una discoteca o un mausoleo.

Como lo único que es imperdonable es el crimen y para eso está la Justicia, le cabe a la política, que es una acción de la sociedad y se expresa a través de las instituciones, garantizar los derechos humanos, que son universales: el único remedio que encontraron las sociedades que, como las nuestras, debieron levantarse sobre los cadáveres. No con murgas ni festejos sino con piedad y respeto, esa emoción con la que hacemos propio los dolores ajenos, base y fundamento filosófico de una auténtica cultura de derechos humanos.

[Fuente: Por Norma Morandini, La Nación, Bs As, 12ene13]

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small logoThis document has been published on 18Jan13 by the Equipo Nizkor and Derechos Human Rights. In accordance with Title 17 U.S.C. Section 107, this material is distributed without profit to those who have expressed a prior interest in receiving the included information for research and educational purposes.