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09feb15


Sobrevivientes de La Isla visitaron el centro clandestino de la Marina


Imágenes del pasado y del presente se mezclan durante la visita de siete sobrevivientes de la dictadura para reconstruir el recorrido que 36 años atrás los llevó a la isla El Silencio, en el delta de San Fernando.

Ese lugar fue elegido por el grupo de tareas de la Marina para llevar allí a más de 30 detenidos-desaparecidos y vaciar el centro clandestino de detención de la ESMA. Fue ante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a fines de 1979.

El viaje de los sobrevivientes se realizó el jueves pasado en el marco de una inspección ocular del Tribunal Oral Federal 5, como parte del juicio oral por la megacausa ESMA. Se trató de la segunda vez que la justicia recorrió el lugar, tras el allanamiento realizado en 2013 por el juzgado federal de Sergio Torres.

Para los ex detenidos (y testigos del juicio oral) no fue un día más. "Es un viaje al pasado, a la parte más fea de nuestra vida", graficó uno de los sobrevivientes, Carlos Lordkipanidse.

La jornada comenzó temprano. A las 9:30, la comitiva de unas 30 personas, entre testigos, abogados querellantes y defensores, el fiscal Guillermo Friele y un puñado de periodistas abordaron la lancha, un guardacostas de 27 metros de largo que navegaría durante más de tres horas el delta de San Fernando hasta la isla. Los tres jueces del TOF 5, Daniel Obligado, Adriana Palliotti y Leopoldo Bruglia, llegaron en helicóptero apenas el barco arribó a destino.

El Silencio está ubicada a unos 50 kilómetros de San Fernando, sobre el arroyo Chañá Miní, a 800 metros de su intersección con el río Paraná Miní. El largo trayecto y el calor agobiante facilitaron la conversación y, ni bien la embarcación comenzó su ruidoso andar, los siete ex detenidos reconstruyeron su paso por El Silencio.

En 1979, a la isla llegaron detenidos en tres oleadas. Los primeros fueron Alfredo Ayala, conocido como "Mantecol" y Leonardo "Bichi" Martínez, quienes integraban un grupo de secuestrados que eran obligados a hacer reparaciones.

"Estuvimos durante todo el año en la isla. Se la compraron a los curas y estaba bastante derruido. Arreglamos el muelle, la Casa Grande, hicimos el cerramiento donde estaban los 'capuchas' en la Casa Chica", señaló Martínez.

Las anécdotas se agolpan: viajes en lancha colectivo y largas estadías con sus captores: "Un sábado los milicos quisieron ir a bailar, pero no sabían qué hacer conmigo, así que me llevaron a con ellos", detalló "Bichi". Una foto sepia y gastada retrató ese momento extraño.

"Llegamos un mes y medio antes. El mes en que la mayoría vino a la isla, nosotros estábamos en la ESMA recibiendo a la CIDH. Yo tenía un mameluco y hacía reparaciones", señaló Ayala. Martínez debió fingir ser un cadete de la Marina y recuerda haber tenido que "cuadrarse" cuando llegó el almirante Emilio Massera.

El segundo grupo en llegar fue el mayor. Veinte detenidos llevados para trabajar en la plantación de Álamos y Fornio, que se utiliza para hacer hilo. Allí estaban el "Sueco" Lordkipanidse, Enrique "Cachito" Fukman y Ángel Strazzeri, conocido como Taita. También Blanca Firpo, a quien llamaban Betty, y Thelma Jara de Cabezas, encargadas de la cocina. Todos se quedaban en la Casa Grande.

"Fuimos mano de obra esclava para que ellos hicieran plata. Primero abríamos caminos, desmalezábamos, nos daban machetes, pero ellos estaban con fusiles. Después, el segundo trabajo fue el traslado de los troncos a una lancha de una empresa. También cortábamos las hojas del Fornio", relató Fukman.

Los últimos en llegar fueron los que permanecían recluidos en el sector Capucha de la ESMA, encapuchados y esposados. En la isla, sus condiciones empeoraron: fueron arrojados debajo de la Casa Chica. "Éramos 15 sobre piso de tierra, con capuchas y grilletes. En todo el mes nos sacaron cuatro o cinco veces para tomar aire, pero de noche y tabicados. Sólo dos veces nos permitieron bañarnos en la Casa Grande. Estábamos en peores condiciones que en Capucha", describió Barros.

De ese grupo, sólo cinco lograron sobrevivir, entre ellos él y Basterra.

RECORRIDA. Al bajar en El Silencio, las palabras ya sobraron y los siete sobrevivientes se palmearon y abrazaron emocionados. Las dos casas siguen casi idénticas. La pintura, maderas y muebles siguen en su sitio. Una piedra redonda donde los detenidos afilaban sus machetes ya no está a la vista. El buggy, un pequeño auto que los guardias usaban para recorrer la isla, continúa semi enterrado y despedazado.

Apenas bajó de la lancha, Lordkipanidse se dirigió a un punto frente a la casa. Junto con Strazzeri reconocieron ante los jueces que en ese punto exacto el represor y fotógrafo Orlando González le tomó una instantánea a Lucía Deón, una detenida a la que hizo posar con unos velos y una calavera. La foto, que nombró "La Parca", ganó el Premio de la Federación Argentina de Fotografía.

El ánimo cambió cuando el grupo llegó a la Casa Chica. "El terror personificado es esto", suspiró el fiscal Friele, sin poder creer que allí hubo 15 personas hacinadas durante un mes. Los jueces impresionados escuchaban los relatos y describían ese sótano como "uno de los perores lugares de detención" que vieron.

Muy movilizado, Lordkipanidse se apartó un poco de la casa y se descargó. "Yo no estuve acá, pero el sufrimiento de mis compañeros… hay diez de los que pasaron por acá que no están. Los hicieron pasar por esta mierda y después los mataron sin necesidad alguna", dijo, y pidió disculpas: "Lamento hacerlos pasar por este lugar tan tormentoso."

Recorrida

Al bajar en El Silencio, las palabras ya sobraron y los siete sobrevivientes se palmearon y abrazaron emocionados. Las dos casas siguen casi idénticas. La pintura, maderas y muebles siguen en su sitio. Una piedra redonda donde los detenidos afilaban sus machetes ya no está a la vista. El buggy, un pequeño auto que los guardias usaban para recorrer la isla, continúa semi enterrado y despedazado.

Apenas bajó de la lancha, Lordkipanidse se dirigió a un punto frente a la casa. Junto con Strazzeri reconocieron ante los jueces que en ese punto exacto el represor y fotógrafo Orlando González le tomó una instantánea a Lucía Deón, una detenida a la que hizo posar con unos velos y una calavera. La foto, que nombró "La Parca", ganó el Premio de la Federación Argentina de Fotografía.

El ánimo cambió cuando el grupo llegó a la Casa Chica. "El terror personificado es esto", suspiró el fiscal Friele, sin poder creer que allí hubo 15 personas hacinadas durante un mes. Los jueces impresionados escuchaban los relatos y describían ese sótano como "uno de los perores lugares de detención" que vieron.

Muy movilizado, Lordkipanidse se apartó un poco de la casa y se descargó. "Yo no estuve acá, pero el sufrimiento de mis compañeros… hay diez de los que pasaron por acá que no están. Los hicieron pasar por esta mierda y después los mataron sin necesidad alguna", dijo, y pidió disculpas: "Lamento hacerlos pasar por este lugar tan tormentoso." «

Grasselli, un eslabón aún impune de la represión

La isla El Silencio fue un lugar de descanso de la Curia argentina. Allí pasaban sus fines de semana las autoridades de la Iglesia, alejados del barullo porteño. Meses antes del golpe de Estado del '76, el predio fue cedido a una sociedad integrada por el entonces capellán del Ejército Emilio Teodoro Grasselli, también secretario del vicario castrense Adolfo Tortolo.

El cura, hasta hoy apenas imputado a pesar de su rol central en el vínculo de la Iglesia con la represión cívico-militar, vendió irregularmente esa propiedad al Grupo de Tareas de la ESMA (GT ESMA). Quien aparece como comprador es el ex detenido Marcelo Camilo Hernández, sobreviviente de ese centro clandestino y quien ya se había exiliado a comienzos de ese año.

El GT ESMA vendió la propiedad en 1980 a Lande SA, aunque no se logró descartar que esa venta haya sido otra de las maniobras de los marinos de la ESMA.

"Pedimos que se investigue la compraventa", dice Enrique Fukman, indignado. "En 30 años siempre hubo declaraciones sobre la isla pero nunca se allanó por el vínculo con la Iglesia. Pedimos que lo llamen a indagatoria a Grasselli", agregó.

Tras la inspección ocular, Carlos Lordkipanidse señaló que si bien se cierra un capítulo, también se abre otro: "Que se haga justicia. Que este lugar sirva para la memoria, este es un sitio histórico y se tiene que preservar. Además, desde lo jurídico, se debe castigar a los responsables de lo que ocurrió, también a los que fueron titulares de este lugar, porque es como que esto hubiese pasado en su casa, son tan responsables como quienes lo hicieron", manifestó.

El rol de Grasselli en la dictadura recién comenzó a avanzar en 2014. El juzgado de Sergio Torres lo investiga en relación a la titularidad de la isla en la megacausa ESMA. Sobrevivientes vincularon al religioso con la gestión de pasaportes para la salida del país de ex detenidos.

En dos expedientes se trata de determinar su relación con otros casos de represión. El juez federal Julián Ercolini tiene en su poder la causa que se generó a partir de la gran cantidad de testimonios que lo mencionaron en los juicios Plan Sistemático de Robo de Bebés y juicio por la Verdad de La Plata. A pesar del pedido de indagatoria del fiscal Federico Delgado, el juez amplió los testimonios y por ahora demora una resolución.

La megacausa Campo de Mayo también lo tiene imputado, ya que entre las 2000 fichas que elaboró en dictadura había 140 personas que pasaron por ese centro clandestino de detención.

[Fuente: Por Gerardo Aranguren, Tiempo Argentino, Bs As, 09feb15]

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