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08oct18


La derrota de Bolivia en La Haya, ¿terminó por fin la Guerra del Pacífico?


El fallo de la CIJ nos impactó como un tsunami, hizo estallar en mil pedazos nuestras esperanzas, pero es necesario hacer algunas reflexiones al respecto:

1. La situación es grave, nunca antes Chile había estado en una situación más ventajosa sobre nosotros. Es ingenuo consolarse con eslóganes del calibre de: “dimos nuestro mejor esfuerzo”, “ganamos experiencia”, “la justicia tarda pero llega”. De ahora en adelante, cada vez que Bolivia trate de tocar el tema en eventos bilaterales o multilaterales, Chile tendrá no sólo el pacta sunt servanda (lo pactado obliga) del Tratado de 1904, sino además un fallo favorable del principal órgano judicial de la ONU.

Esta no es una eliminatoria a un mundial de fútbol ni nuestro equipo jurídico es la mítica selección boliviana del 94: la decisión de la CIJ hiere mortalmente nuestras pretensiones de una salida soberana al océano Pacífico, así de simple.

2. Debemos reflexionar objetivamente sobre la responsabilidad del gobierno del Presidente Morales en este asunto. La mayoría creímos en la demanda y sería cobarde desconocerlo ahora, no sólo las voces que se oponían a la demanda ante la CIJ eran minoritarias, sino que el propio Gobierno chileno dio varias señales de desconfianza, incluso de resignación ante un fallo de la CIJ, que agarró en curva a vencedores y vencidos.

La política del problema marítimo fue una de las más seriamente elaboradas por el Gobierno, se invirtieron años de estudios y millones de dólares, pero aun así se perdió. Los costos políticos inmediatos ya se sienten. Sebastian Piñera no ha desaprovechado el momento, su frase lapidaria: “El presidente Evo Morales, de Bolivia, ha creado falsas expectativas a su propio pueblo y también ha creado grandes frustraciones a su propio pueblo” quedará en la historia precisamente porque uno de las principales armas discursivas del Gobierno –darle centralidad al presidente Morales en absolutamente todo– se le vuelve en su contra, presentándolo como el principal responsable de nuestro estrepitoso fracaso.

3. Algunos analistas han intentado palear la desmoralización nacional argumentando que existen otras vías, otros medios para atender nuestra centenaria demanda marítima. Incluso Carlos Mesa y Eduardo Rodríguez Veltzé trataron de contener nuestra tristeza, invitando a leer todo el fallo y extraer las “ventajas” que nos habría dado la CIJ.

Todo eso es aire, un consuelo pobre. Que exista una cuestión pendiente con Chile es algo que se sabía ni bien acabada la Guerra del Pacífico, la idea de demandar ante la CIJ era que esas supuestas obligaciones morales y políticas que tenía Chile con Bolivia sean reconocidas como jurídicas. Apelar a la compasión de la comunidad internacional para que se escuche nuestro pedido de mar es lo que me hace dar ganas de llorar.

4. A lo largo de nuestra historia el tema marítimo sirvió para que políticos de distintas ideologías y partidos encumbren sus figuras, despoliticen coyunturas desfavorables, y distraigan a la opinión pública. El tema del mar nos une, es verdad, pero también nos hiere profundamente. Es un trauma que ahora se enraíza, se actualiza y nos lastima como nunca antes. Cualquier otra estrategia marítima, abordada por este u otro gobierno no puede hacernos pecar de ingenuos, es el momento de que aprendamos a escuchar a las voces críticas y disidentes.

5. Mientras leía noticias y navegaba por el Facebook, encontré dos preguntas que me impactaron: “¿Terminó por fin la Guerra del Pacífico? ¿Es tiempo de seguir adelante sin mirar atrás?”. Como casi todos en este país fui educado con el Himno al Mar, con las hazañas heroicas de Abaroa y los Colorados, y renunciar al mar bajo esos condicionamientos parece inadmisible, pero es el momento de analizar la posibilidad.

Umberto Eco dice en Sobre algunas funciones de la literatura que hay cosas que no podemos cambiar. Debemos aprender a morir, a ver morir nuestros anhelos y nuestras ilusiones. Lecciones represivas, duras pero necesarias. Pensar en que nunca volveremos al mar debe analizarse a la luz de ese pesimismo. Sólo cuando se toca fondo, cuando se enfrentan los fracasos más dolorosos, uno puede abrirse a los cambios más grandes.

[Fuente: Por Vlady Tórrez Monasterios, Página Siete, La Paz, 08oct18]

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