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08jun16


Delincuentes confesos


En las épocas de la dictadura de Banzer, en los pocos cafés, restaurantes o lugares públicos que había no podíamos hablar con libertad. Precisábamos hablar bajito, pues teníamos miedo de los policías y de la represión.

No teníamos derecho a la palabra. Hoy sucede lo mismo, no hay libertad para conversar, hay que cuidarse de quien está al lado para no hablar nada sobre las irregularidades del régimen, ni de las violaciones de los derechos humanos. Al igual que ayer, hay miedo y temor.

Hoy, en muchas oficinas públicas se graban entre los funcionarios para acusar a quien dice algo contra el régimen y, obviamente, se graba a quienes no son funcionarios para atemorizarlos, para extorsionarlos, para encaminarlos a las celdas de la represión. Ya Kundera nos contó historias parecidas.

Yo, el Supremo, decide quién es delincuente confeso. Lo hizo con Carlos Mesa y con Eduardo Rodríguez.

Después vio que le convenía tenerlos en el equipo marítimo, pero no dejó de odiarlos. Hoy, él dice quién es delincuente confeso, su voz es la sentencia, la justicia sólo debe acomodar los juicios y sus dictámenes a lo que decidió el dueño del país. Si alguien huye de la represión -¡y hay como 500 exiliados! porque eso son, porque huyeron de las justicias y policías venales porque los iban a encarcelar por motivos nimios o solamente por no tener ideas iguales a las del régimen-, a ésos que salieron del país, se les dice que al huir confesaron su culpa.

Da risa, da vergüenza que digan eso, pues los quieren someter a una justicia que no es justicia, sino a ésa que opera como Viceministerio de Gobierno, como viceministerio de represión, porque eso son la justicia y los fiscales.

Los sin título juzgan a los que lo tienen. Los formados en la Escuela de las Américas, San Romanes mejorados, juzgan a izquierdistas que todavía defienden derechos humanos. No poseen un mínimo de humanidad, dejaron morir a Kieffer, Fortún, Bakovic. Quisieran lo mismo con Leopoldo Fernández o con el abogado León. No les basta la cárcel, desean la muerte de quienes consideran sus enemigos o de quienes osan oponerse al régimen.

Intentaron silenciar a Carlos Valverde. Quieren sentar la mano a Diego Ayo, como un mensaje a los intelectuales que se atrevan a hablar y dar datos sobre la corrupción en el Estado. El Fondo Indígena, centro de corrupción oficial, trata de ser tapado, intentan cerrar la página para que no se hable de esos desfalcos.

Las viejas izquierdas no amaban a los militares, pero el Gobierno "revolucionario" tiene un cogobierno con los uniformados. Éstos han sido cooptados o atemorizados, por eso llegan al extremo -igual que en Corea del Norte- de hacer himnos laudatorios en honor del dueño del poder. Trujillo se quedó chico ante tamaños elogios al Jefe.

Sin pudor alguno, los encargados institucionales de los militares se encargan de hacer otras loas al Duce, de explicar si tuvo hijos, si los reconoció, si lo hizo en las barcazas o fuera de ellas. Tanta obsecuencia llena de vergüenza, refleja una época en la que no existen valores, donde la ética ha sido sepultada.

Se riega el insulto, se difunde el temor, porque el objetivo es que todos se autocensuren, hay no pocos intelectuales o profesionales que ante el temor han cambiado el sentido de sus columnas. Muchas veces se han vuelto laudatorias al régimen para no perder sus puestos de trabajo.

Y muchas cooperaciones también están atemorizadas, varios cooperantes, en especial los que debiesen defender los derechos humanos, son los más vergonzosos, pues tapan lo que a ojos vista son violaciones de los derechos humanos. Actúan no como defensores de derechos humanos, sino como militantes de las "revoluciones". Sería mejor que dejen sus oficinas, que sean consecuentes con su corazón y pensamiento y que militen directamente en el MAS. No se oculten tras de siglas internacionales de defensa de derechos humanos.

Pero, es necesario estar del lado de las víctimas, de ésos a quienes se persigue; es preciso estar al lado de la libertad de expresión, junto a la libertad de prensa y de pensamiento, desear el Estado de Derecho, buscar check and balances del poder. Soñamos con muy poco, con libertad de hablar donde sea, con la libertad de expresar nuestro pensamiento y sentimiento, sin que los soplones y los policías nos estén vigilando para juzgarnos y encarcelarnos. Simplemente soñamos con tener democracia para nosotros, nuestros hijos y nietos.

[Fuente: Por Carlos Toranzo Roca, Página Siete, La Paz, 08jun16]

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