Morir es la noticia
Morir es la noticia

Como escritor, hizo del periodismo su «escuela realista»

por Ronnie Muñoz Martineaux(*)

Alfonso Alcalde acrisoló una destacada obra literaria, además de su importante gravitación en el periodismo. El mismo afirmó: "Para mí, la gran escuela de la literatura realista es el periodismo". En este trabajo vertió su honda preocupación por el ser humano.

Bajo el gobierno del Dr. Salvador Allende inició en Quimantú la recordada colección Nosotros los chilenos. Allí hizo desfilar a los personajes populares, a los postergados que en definitiva hacen la historia: mineros, pescadores, volantineros, vendedores ambulantes, picapedreros, maestros, carpinteros, estucadores...

Alcalde fue un reportero de la vida, comprometido con los avalares del hombre; un escritor que reporteaba para ganarse la vida; un batallador más que un observador. Alguna vez dijo: «El periodismo de batalla es la única forma de conocer a la gente, al estar en un contacto diario con personas que van desde el más encopetado ente cultural hasta el más viejo vecino de una criolla población callampa». Su oficio de escritor lo estimaba trágico: "Hay que luchar contra muchas trincheras para poder surgir con algo en las manos que tenga el sabor a conquista literaria. Nunca hemos creído que se tiene que tener una actitud literaria frente a la vida, sino como seres humanos. La literatura es un oficio en que nos jugamos la vida, pero siempre reservándonos lo mejor para convivir con la, gente".

Sus primeras incursiones en el periodismo se dieron en Concepción y Santiago. En Bolivia, trabajando para la Subsecretaría de Prensa, escribió una serie de profundos reportajes bajo el título El hombre y la tierra, quizás antecesor de Nosotros, los chilenos. Se sumergió en el drama del habitante andino y se impregnó de la poesía aymará.

Al volver de Bolivia, se incorporó al equipo periodístico de las revistas Ercilla y Vistazo. En Concepción escribió guiones de radio y dirigió el programa Ráfagas, en radio Simón Bolívar. Más tarde sensibilizó a la opinión pública sobre el destino de los niños minusválidos, desde el Instituto de Rehabilitación Infantil.

Su búsqueda infatigable lo llevó al diario El Sur de Concepción. Posteriormente trabajó en el Departamento de Extensión y Difusión de la Universidad de Concepción, dirigido entonces por el notable poeta Gonzalo Rojas.

Supieron de sus aportes las emisoras El Carbón de Lota, Bío Bío de Concepción y la radio de la Universidad penquista, donde creó El personaje y su noticia, espacio de gran sintonía en su tiempo. Fue, además, respetado maestro en la Escuela de Periodismo de esa Universidad. En Canal 13 escribió guiones para Las historias policiales del programa Sábados Gigantes, en 1990.

"Pisando el terreno propio de maestros, Alfonso Alcalde comparte mano a mano junto a Manuel Rojas o a José Donoso -por citar apenas dos de los muchos valores nacionales- hondura, belleza y verdad literaria".

Gonzalo Rojas Pizarro

El escritor

Su primer libro fue el poemario Balada para una ciudad muerta, publicado en 1947 en la Editorial Nascimento a instancias de Pablo Neruda. Según Jorge Ramírez Palominos, estudioso de la vida y obra de Alcalde, gran parte de esa edición fue quemada por el propio autor. En la biografía Alfonso Alcalde en cuento, publicada en Concepción en 1992, Ramírez Palominos afirma: "Cuando apareció el libro, Alfonso Alcalde compró varios chuicos de vino e invitó a sus amigos, y, después de festejarlo, quemó gran parte de la edición. A raíz de este hecho Neruda se enemistaría con él por muchos años, mientras que, al respecto, el aún incipiente poesía y escritor declararía: La Balada... fue un trabajo inmaduro y precipitado. El hecho de llevar una presentación de Neruda significaba una enorme responsabilidad. Pero al destruir ese libro, contraje el compromiso de empezar a escribir el Panorama".

El original de la Balada... fue enviado por su autor a Neruda, a la sazón Senador de la República. Su lectura tocó al poeta, quien propuso a Alcalde viajar a Santiago donde le conseguiría una ocupación en Editorial Nascimento. Cumplió su palabra. El diario contacto de Alcalde con las obras literarias influyó poderosamente en su vocación de escritor.

Una década después, en 1963, triunfó en el concurso anual de la Sociedad de Escritores de Chile con sus Variaciones sobre el tema del amor y de la muerte, que forman parte de Panorama ante Nosotros, publicado en 1969 por Nascimento.

Su obra más reconocida es El auriga Tristón Cardenilla, editada por Nascimento en 1971. Son cuentos que trasuntan verdadera maestría en el arte de narrar. El mundo del circo, la excursión por lo más dramático y visceral del alma humana son temas recurrentes en su amplio parnaso narrativo.

En 1991 Alcalde confidenciaba: "Empecé a escribir porque no tenía otra solución, buscando una respuesta sobre la razón y la necesidad de la vida. Aún no la encuentro. Pero estoy seguro de que la poesía no muere; sólo duerme".

Alcalde también sostuvo una sólida y «peleada» relación con el poeta Pablo de Rokha. No fue menor la admiración y compañerismo que lo unieron al poeta Gonzalo Rojas. Por la profundidad de sus escritos y su proverbial limpieza de espíritu, hay pocos intelectuales más lúcidos y sinceros que este escritor-periodista que a lo largo de su vida se negó a rendir pleitesía a patrones, editores y críticos. Fue un transgresor por naturaleza.

Sus orígenes

Nacido en Punta Arenas en 1921, estudió en el Colegio Inglés de la ciudad austral. Su padre fue el español Ángel Alcalde, propietario de una fábrica de calzado. De su madre poco se sabe. Ramírez Palomino afirma: "Alfonso Alcalde señaló que cuando él tenía doce años se le acercó en la calle un señor y le dijo «Yo soy tu tío. ¿Quieres conocer a tu madre?»Y ante el asombro del niño, lo condujo a un pueblo cercano donde apuntándoles una viejito de pelo desgreñado, le indicó que ella era. La verdad es que Alcalde nunca conoció a su madre. En los comentarios del pueblo, se la daba por muerta en un manicomio"

A los 12 años, Alcalde fue enviado a estudiar a la capital, pero al poco tiempo decidió salir a la búsqueda de su destino. A los 25 años, cuando vivía en Concepción, le descubrieron una tuberculosis. Permaneció un año en un sanatorio, sumergido en hondas meditaciones y dudas existenciales. Repuesto, decidió viajar a Argentina y Bolivia. Desempeñó oficios de picapedrero, garzón, pirquinero y empleado de pompas fúnebres. De vuelta, trabajó como ayudante del cocinero en el barco que lo llevó a Valparaíso.

Soledad

La vida de Alfonso Alcalde estuvo marcada por la soledad, pese a que se casó cinco veces y tuvo varios hijos. El crítico Hernán del Solar escribió en El Mercurio en febrero de 1969: «Lo de veras tortuoso es la visión de la vida del solitario Alcalde. La extiende a lo largo de unas existencias condenadas a una soledad sin remedio, a una inexpresividad endemoniada, a un fatalismo que sobrelleva sin asomo de rebeldía, sabedor de que todo posible cambio de destino es para otras vidas, para otros hombres y mujeres capaces de darle a sus días otro rumbo...»

No siempre fue así. En una entrevista en que alude su romance con Ceidy Uschinsky, su última esposa, Alcalde señala: "Con Ceidy montamos una fábrica de amor, poesía y literatura. Todo esto que se ve aquí: kardex, libros, papeles. En nuestro presupuesto diario figuró además de comida y luz, el papel. Papel y miseria. Vivimos las miserias más negras y...las más hermosas también. Yo trabajaba lo exacto para no morirnos y todo el dinero que entraba servía para comprar tiempo: tiempo para escribir. Fue la única mujer que creyó en esta paparrucha".

Como lo dijera él mismo, su vida fue un folletín. El culto desenfrenado al amor y el profundo sentido de la muerte le rondaron siempre. En la década de los ' 50, el escritor se casó con la pintora argentina Juana Briones, con quien tuvo su primer hijo. La unión fue breve. Nuevamente se casó, ahora con la profesora Marta Uribe. Su tercer matrimonio fue con Violeta Serey. De su unión con Adriana Sáenz tuvo una hija, Claudia. En 1961 se casó con Teresa Reyes, madre de sus hijas Mariana y Matilde.

A Ceidy Uschinsky la conoció trabajando como Jefe de Radio en la campaña presidencial de Salvador Allende de 1964. Con ella vivió el exilio después del golpe militar, primero en Argentina, donde trabajó en editorial Crisis, y más tarde en Rumania, donde la pareja se casó. De la unión nacieron dos hijos: Hilario, que heredó el talento poético de su padre, y Salustio, que se quedó en Europa.

El trágico fin

En 1979 regresó al país, sin lograr una ocupación estable, colaborando en diversas publicaciones. Terminó sumido en la miseria, el olvido y la soledad. Regresó a Tomé, quizás buscando paisajes y personajes de su juventud. Habiendo trabajado toda su vida, carecía de previsión social y asistencia médica.

Desde allí describió sus dificultades a su hijo Hilario: un amigo le cedió una pieza (sin baño ni agua) donde se refugiaba con su grabadora y los libros que conservaba:

"Cada vez tengo menos fuerza para arrastrar tantos papeles inútiles. Hablé con la visitadora social del PRAIS. Están buscando la manera de incorporarme al asilo... Me han tratado de sacar del pozo de la depresión con todos los remedios imaginables. Aquí el frío es muy intenso... Me prohibieron probar una sola gota de alcohol. Esta orden me ha alejado del fantasma del vino... pero sin vino se alejaron los amigos y he quedado más sólo que nunca. He enviado copia de algunos de mis libros a la Editorial Jurídica, por ejemplo, que me los devolvió al día siguiente. También le escribí a Ignacio Valente con la remota esperanza que me ubicara en algún convento. No hubo respuesta, ni tampoco la tuve de Luisa Ulibarri del Departamento de Cultura del Ministerio de Educación".

En otra carta señaló a Hilario que le gustaría dejar este mundo, con tu perdón y comprensión, y encargó a Ceidy, guíen resultó irremplazable, reunir sus originales dispersos.

El 5 de mayo de 1992, teniendo casi 72 años, se colgó con su propio cinturón en una lúgubre habitación de Tomé, junto a la vía férrea.

Premoniciones

Desde sus primeros poemas, Alcalde había presentido su fin y la fatuidad de las cosas de este mundo. En su poema ¿Qué harán mañana con mis zapatos? escribió: «La vida se terminó, pero ¿qué harán mañana con mis zapatos? /¿Quién los llevará quizás donde nunca quisieron?/ ¿Quién los empujará al abismo, a la aventura de flotar sobre los días y descaminar lo andado/lo fugado? ¿lo engullido? y ¿lo errado?/ ¿Quién los llevará de compras con las manos vacías?/ ¿Quién les hablará como si fueran humanos?/¿Quién les dejará toda su sangre hasta el fondo para colgar juntos en la transparente horca de la primavera?"

Pero Alfonso Alcalde, que también sabía valorar su propia creación, afirmó: "Mi obra continuará más allá de mi existencia"Así lo entendió su hijo Hilario, cuando expresó en su funeral: "¡Te mataste y sigues vivo!" Y es que tal como subrayara el poeta transgresor: "La poesía no muere, sólo duerme".

Nota(*) Programa de Inserción Laboral, ofrecido por el CIME (Comité Intergubernamental de la Migración Europea) a los retornados.


Ronnie Muñoz Martineaux es escritor y periodista, premio "Gabriela Mistral" de la Municipalidad de Santiago, jefe de Informaciones de la radio Universidad Técnica del Estado (1975), director del periódico Diálogo y Transición y corresponsal de El Correo de Canadá y La Hora de Quito.


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