Morir es la noticia
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Jenaro Medina:
El mago de la circulación de VEA

por Rigoberto León Hinojosa(*)
Nombre
Jenaro Medina Vera
Lugar y fecha de nacimiento
Cauquenes, 22 de enero de 1916
Especialidad
Director de VEA
Lugar y fecha de muerte
Caracas, 30 de octubre de 1985
Actividades
Durante los largos años en que fue director de la revista VEA (décadas del 50 y 60), se le consideraba un «mago de la circulación» por el alto tiraje de la publicación. Después intentó reeditar los éxitos de VEA en Colombia y Venezuela.

Jenaro Medina fue un mago de la circulación, todo una leyenda en el periodismo de los años '50 y '60: convertía en miles de ejemplares las publicaciones que dirigía. No había televisión, la señal de las radios de Santiago se escuchaba en el interior a partir de las 8 de la noche, pero VEA vendía 500.000 ejemplares en un Chile que merodeaba los 8 millones de habitantes.

Jenaro Medina

Don Jenaro, que así lo llamábamos, también hubiera podido ganarse la vida como imitador. Disfrutaba imitando perfectamente la voz nasal y engolada de su amigo Pablo Neruda, al recitar los "80 Poemas de Amor..." en las "sesiones culturales" de Las Tejas, célebre chichería de Nataniel.

Pasaba largos fines de semana con el futuro Nobel en Isla Negra. Los lunes, tempranito, volvía a Editorial Zig Zag para cerrar el semanario. Soñador, Inquisitivo... le metía tijeras a las largas crónicas del "Negro" Humberto Malinarich (fallecido en Venezuela), discutía banalidades con el "Ciego" --por lo grueso de sus anteojos-- Eduardo Rivas o reprochaba la crudeza de mi lenguaje.

VEA, antecedente de la TV

Jenaro fue muy selectivo con sus periodistas. Recuerdo al irremediablemente talentoso José Gómez López y a don Raúl Morales Alvarez, otra catedral del periodismo chileno, prolífico autor y ganador de premios literarios municipales.

Tuve la suerte de trabajar con ellos en VEA a los 25 años. Con los reporteros gráficos Pancho Silvestre (fallecido) y José "Pichanga" Muga cubrimos sucesos como la fuga de seis peronistas desde una prisión de Río Gallegos, quienes pidieron refugio en Chile. Le llevábamos cigarrillos hasta la cárcel de Santiago sin haberles preguntado si fumaban. Entre los prófugos se hallaba el dentista Héctor Cámpora, futuro presidente de Argentina en los '70. "Una segunda fuga de Guillermo Patricio Kelly, otro de los presos, provocó un descomunal revuelo periodístico, pero VEA salió con una entrevista exclusiva al protagonista, realizada media hora antes del escape.

Fórmula «tijeras+fotos=lectores»

VEA fue una suerte de sustituto adelantado de la TV en blanco y negro, con su precio al alcance de medio millón de lectores, textos breves y abundantes fotografías de operaciones a corazón abierto (del doctor Helmuth Jaeger), de terribles fusilamientos de la época y de los crímenes más espantosos de la semana. Don Jenaro se llenaba de orgullo, como el profesional más exitoso del periodismo chileno. La revista se llenó de gloria con la cobertura de la muerte de Gabriela Mistral, en 1957. Durante mes y medio, desde su deceso en Nueva York hasta su sepultura en Santiago, VEA estuvo agotando más de 500 ejemplares semanales. "El pueblo chileno es muy sensible",decía Jenaro y nos motivaba en la redacción recitándonos "Piececitos de niño, azulosos de frío...", pero con la voz de Pablo Neruda.

Vino y arrollado

Privilegiaba la información científica, presentándola de manera atractiva a un lector más proclive a disfrutar de un gran despliegue fotográfico que a extensas lecturas. VEA cumplía así con el espíritu de su nombre y para hacerlo mejor, Medina no tenía empacho en "fusilar" el material que su tijera entresacaba de publicaciones internacionales, principalmente francesas, que leía y traducía con placer. Su posición en Zig Zag le permitía darse el gusto de ir a París en un fin de semana largo, cenar en algún restaurante legendario, y contar el lunes en la redacción el encuentro con los personajes que conoció en el viaje.

Eduardo Frei Montalva, también su amigo, lo designó agregado de Prensa en Lima, plaza considerada por la Cancillería entre las más importantes , junto a Washington y Buenos Aires. En 1970 estuve en Perú, por cuenta de la agencia alemana DPA, para reportear un terremoto que asoló Yungay y Ranrahirca. Le conté a Jenaro cómo alcancé a agarrar de una mano, cuando se deslizaba por un barranco, al periodista español Gonzalo Betancourt, del diario Pueblo de Madrid. Un camarógrafo chileno de apellido Correa, con gran sangre fría me gritó: "¡Aguántalo!" y en cuanto tuvo la cámara preparada, me grito " ¡Suéltalo!".

Medina disfrutaba de éstas y otras historias. "Así es la vida, Rigoberto. En esta profesión uno se empapa bástalos tuétanos y se olvida a veces que también es un ser humano", comentó brindándome vino tinto y arrollado.

Un mal negocio

Medina rehusó vivir en el Chile post golpe del '73. Dijo que "se había perdido la alegría", según Alejandro Cabrera, quien lo frecuentaba en Bogotá. Allí lo encontré como director de una versión colombiana de VEA que se empinaba por los 70 mil ejemplares, cifra considerada un buen tiraje. Pero estaba aburrido y quería cambiar de aires. Mientras degustábamos el vino tinto y el infaltable arrollado, reminiscencia de Las Tejas, me dijo de sopetón: "Mire, Rigoberto., ud. que está tan bien en Venezuela, ¿por qué no me vende con revista y todo a alguna empresa periodística de Caracas?"

Ahí mismito cerramos el trato. "Negocié" en la Cadena Capriles con Nelson Luis Martínez, uno de los gigantes del periodismo venezolano de todos los días, quien me abrió las puertas del despacho del editor-propietario, Miguel Ángel Capriles, recientemente fallecido. Me espetaron a dúo: "¡Tráigalo!, VEA ha sido una de las mejores revistas del continente ". Jenaro sólo pedía dos pasajes aéreos y una habitación de hotel. Pero cuando le telefoneé esa noche, ya había cerrado trato con la competencia, el Bloque de Publicaciones de Armas. Sin notificármelo, me destituyó como"representante" y me dejó en la estacada.

Su elección tampoco fue afortunada. Sacó unos seis números de la revista, le dio trabajo a algunos periodistas chilenos exiliados en Caracas, pero no tuvo el éxito esperado. Sus nuevos patrones estimaron que estaba divorciado de las nuevas realidades periodístico-tecnológicas y lo lanzaron a la calle sin misericordia.

El final triste

Sus dificultades fueron cada vez más graves. Los fines de semana en Isla Negra con su entrañable amigo Pablo y las escapaditas a la capital francesa alimentaban el recuerdo de los éxitos de otros tiempos. Un día su corazón lo abandonó en su modesto departamento de la Urbanización Las Palmas de Caracas.

En el banco le quedaban 27 bolívares, unos 6 dólares. Hicimos una colecta entre sus amigos y los periodistas chilenos. Mario Palestro consiguió una tumba gratuita en la Gobernación de Caracas y pudimos darle un entierro económico, pero honroso. No alcanzó para trasladarlo a Chile. Cinco años después, al visitarlo en 1988, descubrí que los ladrones se habían interesado en su nombre, con lápida y todo.


Rigoberto León Hinojosa, reportero policial y de espectáculos de VEA y otras publicaciones, trabajó en México y en Honduras. A mediados de la década del 60 instaló en Venezuela la corresponsalía de la Agencia Alemana de Prensa, (DPA). Autor de Terror, cíelo, tierra, historia de un secuestro. Vive en la Isla de Margarita, Venezuela.


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 09nov01