Guillermo Montecinos
Morir es la noticia

Guillermo Montecinos:
El inclaudicable «guardia rojo»

por Gustavo González(*)
Nombre
Guillermo Montecinos Vásquez
Lugar y fecha de nacimiento
Valparaíso, 21 de marzo de 1939
Especialidad
Periodista e impresor
Lugar y fecha de muerte
Santiago, 22 de abril de 1990
Actividades
Periodista de El Siglo, impresor de materiales clandestinos, joven militante comunista en rebeldía con la dirección, tomador de pelo y recopilador de los escritos de su amigo Luís Duran.


Las tertulias comenzaban muchas veces donde «Don Justo», allá en Marín con Lira, a dos cuadras de la redacción de El Siglo. Penike nos llevaba a beber la "champañeta"--un ponche de su creación, de vino blanco y ginger ale-- mientras nos contaba con su asumido acento porteño las anécdotas de sus ocho años bien vividos en Buenos Aires. Corría el año 1967 y en esa época el gran Penike, llamado también Enrique Cornejo, incluía caracoles en sus dibujos, específicamente cuando simbolizaba personajes o situaciones repudiables.

"Y es que caracol --explicaba-- es el peor insulto que se le puede decir a un hombre: baboso, cornudo, rastrero, conchudo y hermafrodita». Yerko Moretic y Guillermo Montecinos, entre otros, reían con ganas.

Veinte años después, poco antes de la muerte de Penike, Guillermo Montecinos reprodujo en su imprenta las carpetas con la serie de Penike en homenaje a Gardel, dibujos acompañados de las letras que escribieron para el Zorzal Criollo Enrique Santos Discépolo, Antonio Le Pera, Juan de Dios Filiberto, Francisco Canaro o Pascual Contursi. Una de esas joyas llegó a manos del Rey Juan Carlos de Borbón, que la agradeció con una conceptuosa carta oficial de impresionantes membretes, que el gran Penike exhibía con orgullo para promover la venta de su hermoso trabajo.

Fue la misma imprenta que publicó regularmente (1985/88) desde el inicio de las protestas antidictatoriales, el Boletín de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, así como el Servicio de Información Confidencial (SIC) de revista Apsi.

La imprenta comenzó a armarse con una pequeña offset que Guillermo compró en 1981 con el producto de artículos que escribía para un suplemento económico de La Tercera. Era un trabajo sui géneris porque Montecinos no podía aparecer públicamente como autor de sus textos, que colocaba y cobraba a través del departamento de estudios de un banco.

«Compró la máquina con el proyecto de armar una imprenta, pero más que nada porque siempre quiso hacer cosas vinculadas al estudio político. Su primer proyecto editorial fue imprimir libros clandestinos. Editamos 'El Manifiesto', el 'Qué Hacer', 'La Historia me Absolverá'... Fui yo quien planteé la imprenta como un medio para ganar plata y sobrevivir. Las mujeres somos más aterrizadas que los hombres», relató Tania Martínez, su viuda.

Su paso por el periodismo

No fue periodista universitario, ni tampoco un reportero empírico de primera línea y golpes informativos. Montecinos llegó al periodismo como un cuadro político y se instaló en él como un intelectual crítico, como un combatiente por la utopía, como un luchador eterno por la democracia...,sin dobleces ni cálculos, portador de todas las debilidades y energías humanas rescatables, intransigente-- en un buen sentido-- apostador por la dignidad del ser humano. Y pagó el precio por ello.

Nació en Valparaíso, hijo de marino; tuvo un hermano y una hermana. Estudió secundaria en el liceo Eduardo de la Barra, mientras trabajaba como júnior en la Bolsa de Valores. Cuadro aventajado de la Juventud Comunista, dejó de estudiar a fines de los '50 porque su organización lo envió secretamente a... una escuela de guerrillas en Argentina, a cargo del PC transandino que lideraba Vittorio Codovilla.

Tania lo conoció allá en Buenos Aires en 1959. Comenzaron a pololear a su regreso del puerto, pero el romance se interrumpió en 1962, cuando la JJ.CC. seleccionó a Guillermo para una nueva escuela de instrucción política y militar, esta vez en Cuba, donde permaneció hasta 1964. Regresó a Chile después que Eduardo Frei Montalva ganó las elecciones en septiembre. La «Jota» lo destinó entonces a Concepción, donde ya estaba «quedando la pelotera en la Universidad, con el Luciano Cruz y el Miguel Enríquez», recuerda Tania. Eran los primeros pasos del MIR.

Tania, también funcionaría del PC, y Guillermo se casaron en Valparaíso y una semana después se instalaban en el sur. Regresaron a Santiago en 1968, poco antes que en julio naciera Isolda, la hija mayor. Después vendrían Marcelo (1967) y «Tañía chica» (1972). Montecinos se integró entonces a la Comisión Ejecutiva de la JJ.CC. En el congreso que eligió secretaria general de la «Jota» a Gladys Marín quedó en minoría. Su rebeldía frente a las prácticas burocráticas y su cuestionamiento a los llamados «socialismos reales»y& eran ostensibles. Poco después fue trasladado al PC, y en 1967 llegó a El Siglo como editor de cables y reportero de Defensa.

«Tomador de pelo»

La escritora y periodista Virginia Vidal lo recuerda«... con su aspecto de moro, su traje de tweed, su consecuencia y su aura, cuando llegó a trabajar a la sección cables de El Siglo haciendo gala de una visión crítica en las discusiones y también, de un exquisito sentido del humor.

Virginia Vidal: «Nuestros escritorios se enfrentaban. Yo estaba con el vicio de la ciencia-ficción. Una mañana, Guillermo me pasa un cable y leo: 'Sabios soviéticos han logrado reactivarla célula humana. El experimento mantenido en riguroso secreto se está aplicando con éxitos sin parangones al cuerpo de Vladimir Ilich Ulianov". Sigue un acopio de compleja información que leo, devota, en el característico papel de teletipo con siglas y cifras de la agencia TASS, y al fin digo conmovida: ¡Qué maravilla! ¿...Y el cerebro? Montecinos lanza la carcajada y el coro de risas llena la sala de redacción. ¡Qué rabia...!»

La vida en El Siglo de aquellos años previos al gobierno de la Unidad Popular era dura e intensa, apasionada hasta en los detalles y con unabúsqueda permanente de lo extraordinario.

Virginia Vidal: «Para variar se extiende nuestra jornada hasta tarde. Quedamos unos siete en el diario; soy la única mujer. Hacen planes para ir a una casa de niñas y me invitan. Acepto encantada. Nunca he estado en ninguna. Pienso en Adriana Searle, nuestra querida colega, ya fallecida, y sus reportajes notables a la noche santiaguina. Llegamos a una casa de calle Tocornal,... un salón con los muros cubiertos de cortinas rojas, como capilla ardiente en llamas. Y veo transformarse a mis compañeros: caen las máscaras, la tontera grave, la trascendencia hueca... Son tan Jóvenes. Bailan y ríen, sin reprimirse, con chiquillas graciosas, más jóvenes aún. Guillermo me saca a bailar. Reímos como niños, tan sanos, tan libres. ¡Basta de asueto ¡, me digo y le pido a Ramiro Sepúlveda me acompañe a tomar taxi. Ellos se quedan y desde el parlante se oyó un infaltable bolero y el recitado de la voz que por un tono se libra del atiplamiento: "..hay un cielo de sombra que no nos deja luz"... Nunca volvimos a mentar esa incursión en la noche».

En 1968, la actitud de los comunistas frente al Mayo de París, así como la invasión de la soviética a Checoslovaquia de agosto, dieron renovado ímpetu a posiciones críticas en las bases universitarias de la JJ.CC y en un número importante de periodistas de El Siglo. Pero una vez más operaron en la discusión interna los amarres burocráticos del centralismo y estas posiciones fueron aisladas. A la postre, los críticos se transformaron en una disidencia más en la historia del PC chileno.

Guillermo Montecinos vio reforzado su antiestalinismo y comenzó a polemizar a viva voz en el mismo diario, respaldado por los periodistas más jóvenes. Su preocupación por el carácter democrático del socialismo se expresaba en largas conversaciones con otros intelectuales que trabajaban en El Siglo, como Yerko Moretic, Luis Alberto Mansilla, Carlos Ossa y la propia Virginia Vidal. Fue entonces que acuñó, con su proverbial sarcasmo, la expresión del «aparato enánico» para aludir a las burocracias dirigentes.

Virginia Vidal: «Guillermo Montecinos salió expulsado con los demás guardias rojos, nombre que los periodistas viejos dieron a los colegas jóvenes venidos de la Escuela de Periodismo, dispuestos a abrir la discusión ideológica. La dirección no toleró su apasionado repudio a la intervención soviética en Checoslovaquia, aspecto coyuntural de una disidencia más profunda. Los jóvenes tampoco aceptaron el golpe sobre la mesa ni el grito vil de la dirigencia: 'Sí el último checo pídela entrada del Ejército Rojo, los soldados soviéticos tienen la obligación de acudir'».

Fuera del PC desde 1969, Montecinos continuó promoviendo el debate en la izquierda y elaborando proyectos de revistas teóricas. En este empeño fue acompañado, entre otros, por Luis Duran, Sergio Lagos y Luis Jara, todos ex comunistas provenientes de Concepción. Los tres fueron detenidos por la DINA en septiembre de 1974 y desde entonces desaparecieron. Con Duran, Lagos y Alfonso Néspolo trabajó durante el gobierno UP en la subsecretaría de Economía como editor de Chile Nuevo, una revista para los trabajadores del área social de la economía.

En septiembre de 1972 fue asaltado en el centro de Santiago y, al resistirse, recibió un balazo que le comprometió los intestinos. La herida se infectó en la Posta Central y los médicos le practicaron una coleoctomía. El golpe de 1975 lo sorprendió todavía convaleciente. No obstante, con Lucho Duran, el «Sargento» Lagos y Jarifa organizaron una agencia de prensa clandestina que envió valiosa y constante información sobre la represión dictatorial a medios de prensa del exterior.

Los años duros

En noviembre de 1975 fue allanada su vivienda, cerca del Cementerio Católico, y permaneció detenido dos días. La casa quedó fichada y debieron cambiarse. Comenzó un largo peregrinaje de Guillermo y su familia, pero continuó su trabajo junto a grupos dispersos de los partidos de izquierda que procuraban levantar formas de resistencia a la dictadura. El único respiro que se dio en esos años fue un viaje a Buenos Aires para operarse su herida intestinal, con ayuda de Sergio «Cochín» Muñoz y Heidy Navarro.

La familia sobrevivió con diversos trabajos, desde la producción de boletines económicos para un banco, a cargo de Guillermo, hasta un empleo que Tañía consiguió en Chilectra. Más tarde, la desaparición de Lucho, el «Sargento» Lagos y Jarita, la llevó a vincularse con la Vicaría de la Solidaridad y a participar en su proyecto de comedores populares.

En esos años duros los hijos quedaron en casa de la madre de Tañía, en Valparaíso, hasta que en diciembre de 1977 rearmaron el hogar y la familia. Había que alimentar, vestir y educar a los hijos, pero también formarlos adecuadamente en un país donde imperaban la arbitrariedad y la desesperanza. Y Guillermo y Tania lo hicieron a su modo.

Tania Martínez: «Cuando ya tuvimos casa de nuevo, el lado Interior de la puerta se convirtió en nuestro diario mural. Y ahí se ponían los escritos de los enanos, los de él, muy buenos...; están guardados, así como otros textos de Guillermo, quien siempre escribía. El escrito que más recuerdo fue el que puso en nuestro diario mural sobre el secuestro de Aldo Moro, en Italia, para explicar a los niños los diferentes tipos de terrorismo, ligando todo a la situación que vivía Chile en ese momento. Yo pensaba que los niños no le iban a tomar interés, porque aún eran muy chicos, pero fue increíble como los cabros entendieron».

La familia también se consolidó en torno a la imprenta. Tañía dejó otras actividades y se dedicó de lleno a trabajar con Guillermo, aportando una necesaria cuota de realismo. La vida les «fue harto difícil», desde los años juveniles en que ambos fueron funcionarlos del PC, hasta los tiempos de persecución política y de recomposición familiar.

Tania Martínez: «El no concibió la imprenta para vivir de ella, y eso lo discutíamos, porque de repente plata no había. Y si yo no dejo de trabajar en otras cosas tampoco la imprenta habría crecido, porque me metí a conocer, a aprender como funcionaba.

«Tuvimos siempre una vida de muchas privaciones. Pero, apesárele todas las cosas, creo que si tuviera que volver a atrás, Igual lo escogería, porque yo lo escogí. A pesar de todo, Guillermo fue muy bueno y, sobre todo, un excelente padre. Fue conscientemente padre».

En 1985, como secuela de la herida sufrida en 1972, Guillermo sintió intensos malestares. Los médicos le diagnosticaron anemia, atribuida a las numerosas operaciones intestinales que debió practicarse. En septiembre de 1989 volvió a enfermarse. Esta vez fue definitivo: las viejas heridas degeneraron en un cáncer incurable. Murió el 22 de abril de 1990, a los 51 años. Un mediodía de mayo sus amigos sobrevivientes acompañamos a Tania y sus tres hijos a lanzar sus cenizas a la bahía de su Valparaíso natal. Virginia Vidal lo describió con el adjetivo más adecuado: inclaudicable.


Gustavo González es periodista de la Universidad de Chile (1970), presidente de la Asociación de Prensa Extranjera (199S/ 95), corresponsal en Chile de inter Press Service (IPS), profesor de las universidades de Santiago de Chile y Andrés Bello.


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