Carlos Ossa
Morir es la noticia

Carlos Ossa:
El tango de un gordo triste

por Carlos Joaquín Ossa S.(*)
Nombre
Carlos Ossa Coo
Lugar y fecha de nacimiento
Santiago, 5 de mayo de 1934
Especialidad
Crítico de cine, experto en lunfardo, historiador del tango y del cine.
Lugar y fecha de muerte
Santiago, 31 de julio de 1996
Actividades
Comenzó sus reflexivas e informadas críticas de cine en los años 50, en El Siglo. Como Doctor en Tango, escribió libros y dictó cátedra sobre el tema en una universidad de Holanda. En Argentina fue redactor internacional de La Opinión (1974/76)


Las palabras son símbolos que postulan una memoria compartida.
Jorge Luis Borges

Nació tímido y compuso su personalidad en trabajosas horas de escritura. Era lo mejor que sabía hacer: escribir. Así, Carlos Ossa Coo, hijo de una mujer galopada de recuerdos y ausencias tempranas, fue tramando la conspiración y el oficio de su vida.

Aún no terminaba de crecer y ya era un periodista vencido por la nostalgia de la literatura, y un frustrado argentino, que tuvo la mala suerte de equivocarse de lado de la cordillera.

Cerca de los 30 años, comienza su labor en Ultima Hora. Con un estilo desesperado y a ratos enjundioso, va preparando sus momentos más lúcidos. En una oportunidad--y esto fue una confesión hecha la madrugada más tanguera del mundo--, afirmó que escribía para compartir su soledad; la suya era tan vasta que comenzó a engordar por la gula de la tristeza.

Carlos Ossa

Hombre de inteligencia severa y estricta sensibilidad, inició de acuerdo al crítico de cine José Román, la crítica de películas informada y reflexiva en el país. Hacia la década del

50, su crédito circulaba por varias revistas y periódicos. Pero detuvo su vértigo escritura! y su vehemencia de oso arrogante en El Siglo.

No es posible determinar cuándo se puso obsesivo y arrabalero, pero lo cierto es que tenía un conocimiento y memoria excesivos sobre la materia. Podía viajar desde Cortázar a los amores caídos de Puig, hasta la sonoridad cautiva de Piazzola o el desgarrado castigo urbano de Discépolo. En suma, al final todos los conocían como el Doctor del Tango.

Su papel político siempre estuvo en la vereda del periodismo y la militancia crítica. Trabajó en distintos proyectos para Editorial Quimantú y en la serie Cuadernos de la Realidad Nacional de la Universidad Católica. En 1970 publicó La Historia del Cine Chileno, que recibió el premio Casa de las Américas; escribió una historia social de Colo-Colo y múltiples cuentos que aparecieron en distintas ediciones, entre ellos el libro ¡Por favor! No me hablen más de Antonioni. Hacia 1975 publica la novela. La aldea más grande del mundo, que narra el transitar --a veces amargo-- de un Santiago que se transforma.

El 9 de septiembre de 1975, en una conversación con su amigo y compañero Augusto Olivares, advierten la sospecha mutua de que la historia se va a envenenar. Días después, Carlos Ossa Coo se asila en la embajada de Argentina y viaja a ese país de la manera que menos quería.

A poco andar se integra a la planta del diario La Opinión, donde escribe la página internacional. En ella comenta con acidez y agudo desprecio los pormenores de la situación dictatorial en Chile. En 1976, después del golpe militar transandino, debe abandonar Buenos Aires. Paradojas del destino, la ciudad que más amaba, lo envía a un nuevo exilio. Quizás por eso, se vuelve tangómano eufórico; es su manera musical de nadar en el oleaje cansino del dolor.

Al llegar a Holanda, después de las gestiones de ACNUR* para sacarlo de Argentina sin problemas, Carlos Ossa Coo se convierte en un patriarca de las noches extraviadas y del tabaco negro. Escribe, pero con una voluntad fatigada por tanto desarraigo y por cartas que se volvieron viejas antes de sellarlas. Sin embargo, logra producir una documentada y erudita obra sobre la historia del tango.

En España participa en la colección de La Historia del Mundo Contemporáneo, de Editorial Orbe; publica porfiados artículos en la revista Araucaria y hospeda detrás de su calva brillosa un intento de novela del exilio, novela que nunca prosperó porque no quiso «la fiera venganza del tiempo que hace ver deshecho lo que uno amó».

En 1988 puede retornar a Chile, en medio de la expectación por una democracia que parecía iba ser justa con todos los ansiosos, pero él captó temprano que la rueda de la fortuna iba en sentido contrario. Igual se desempeñó como redactor furibundo en Pluma y Pincel y Punto Final, preparó una Historia conjetural del Cine Chileno, multiplicó su desencanto y se fue oscureciendo al ritmo de la tristeza, de las enfermedades construidas por la torpeza del desamor.

El cine, el tango, el alcohol, los cigarrillos, las madrugadas «merecidas por la pena», cuentos nunca publicados y una colección inimaginable de cosas calladas, fueron para Carlos Ossa Coo la estación sin nombre.

Las últimas horas, antes que la gangrena le quitara una pierna, y los ojos ya no miraran al sur, Carlos Ossa Coo soñó --embriagado por el oxígeno-- en una provincia lejana donde escribía feliz, nicótico y tangómano. De pronto, el corazón se detuvo, mudo e íntegro. El 51 de julio de 1996, el gordo triste falleció en el quinto piso de la Posta Central. Una vida entregada al periodismo y al trabajo cultural terminaba y con ella, se despedía uno más de la retaguardia de los periodistas fundadores, ésos que aprendieron la profesión lejos de los escaparates de la vanidad y el consuelo comercial.

Carlos Ossa Coo. ¿Cuánto durará este pendular vagancia de su muerte? ¿Cuánto demorará en recorrer el vacío de la vida? Por ahora, cuídese porque en la televisión dijeron que el invierno será muy duro con los viejos porfiados y Ud., que ha acumulado tantos, se puede volver un blanco fácil del frío allá en el otro mundo...

Nota:(*) Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.


Carlos Joaquín Ossa Swears es periodista, profesor en la Universidad ARCIS e hijo de Carlos Ossa Coo.


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 09nov01