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DERECHOS


10ene04


Abogado defensor de líderes indígenas realiza una crónica de la grave situación provocada por el régimen de excepción de Uribe Vélez.


Introducción.

La Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, organismo no gubernamental de derechos humanos, reenvía la denuncia suscrita por el Abogado Penalista y defensor de derechos Humanos Juan Carlos Quintero Calvache, en la cual describe detalladamente la forma arbitraria y contraria al mas mínimo principio del derecho y sentido común, en que fueron detenidos los lideres indígenas miembros de la Organización Regional Indígena del Valle ORIVAC Luis Ángel Perdomo, Alfredo Fernández y Libardo Álvarez, el 7 de diciembre de 2004, junto con 24 personas mas en el municipio de Pradera Valle.

Es de anotar que los líderes indígenas se encuentran en este momento en las instalaciones de la Sijin, totalmente incomunicados, sin la más mínima posibilidad de recibir la visita de sus familiares y compañeros indígenas.

Crónica de Violaciones de Derechos Humanos no anunciadas.

Llegué con la intensidad de las últimas lluvias del invierno que bañaban los primeros días del ultimo mes del año. Con la ropa totalmente mojada, abandoné el vetusto jepp willis, de esos, que son los únicos capaces de entender y afrontar los caminos de herradura que conducen a las poblaciones enclavadas en la cordillera central de Colombia.

Mientras compartía con los dirigentes indígenas un trago de café servido en humildes y sencillos recipientes plásticos cicatrizados por el tiempo inveterado de su uso, noté que el estado del tiempo había sido peor dentro del jepp que fuera de él, había llovido más adentro que fuera del vehículo.

Hablamos de las dificultades políticas por las que atraviesa el país, por las dificultades que resultan de vivir en una región en la que hacen presencia los grupos de extrema derecha y las guerrillas de izquierda; se habló de los abusos y la desprotección en que se hallan las comunidades que viven merced a la guerra; pero también se alcanzó a hablar de la persecución del Estado contra los dirigentes campesinos e indígenas, a quienes acusa de auxiliadores de la guerrilla, para debilitar las bases sociales de una comunidad que trata de reclamar los derechos que la constitución les confiere y que hace más de 500 años un grupo de colonizadores del otro lado del mar, de un sitio que suelen llamar ocasionalmente península ibérica, les arrebato a sangre y fuego, confinándolos a vivir en lo mas inhóspito de la cordillera.

Luis Ángel Perdomo Trochez, el más representativo de los dirigentes indígenas de la región del Departamento del Valle del Cauca, y orientador de los procesos de reconstrucción social y cultural de los pueblos indígenas en el occidente del país, tomó la palabra luego del último sorbo de café para invitarme a iniciar la jornada pedagógica de ese día, que sería la penúltima del año. Veníamos tratando los conceptos relacionados con los mecanismos de participación ciudadana, y con él otros cuarenta indígenas del sur del departamento se reunieron en un modesto salón de la escuela primaria de la comunidad de El Nogal para dar inicio a la jornada académica.

Del referendo se habló, así como también de otras formas de participación ciudadana que instauró nuestra constitución, como el cabildo abierto, la consulta popular y el plebiscito. Para facilitar el acceso al conocimiento, saque de mi mochila escolar, algunas fotocopias que contenían la explicación de los temas tratados, ellas, también habían sentido la intensidad del invierno dentro del trajinado jeep.

Era entonces el desarrollo del cuarto módulo de un diplomado en Gobierno y Alta Política con énfasis en política indigenista que junto con otros abogados egresados de la Universidad Libre de Colombia promotores de derechos humanos, venimos desarrollando con los cabildos del resguardo indígena KWET WALA; una comunidad que se ubica a más de 2500 metros de altura sobre el nivel del mar en la cordillera central colombiana y, que pertenece a la municipalidad de Pradera en el Departamento del Valle del Cauca, en un lugar donde con solo levantar la mano se toca el cielo, y tal vez con un pequeño salto se pueda bajar una estrella.

Ya hacía el medio día, la lluvia cesó, y entonces por invitación de las mujeres de la comunidad pasamos a degustar las viandas que estaban dispuestas para el promotor de derechos humanos y los estudiantes.

Frente a frente sobre un par de piedras ubicadas en medio del camino, con las manos como mesa, sostuvimos nuestros platos, para retomar la conversación inconclusa de la mañana. Luis Ángel Perdomo, me dijo entonces, que en el pueblo estaba transitando un vehículo con vidrios oscuros de esos que también suelen llamar polarizados, con varias personas en su interior tomándole fotografías a la gente, a los dueños de las tiendas de víveres, a los conductores y propietarios de vehículos camperos que diariamente transitan hacia las zonas rurales, a los campesinos que bajaban a vender sus cosechas y en especial a los indígenas que bajaban al pueblo.

Entonces preocupado por el suceso le pregunté -¿que había pasado entonces con él?-, fue , cuando me contó que los mismos hombres anónimos de aquél carro lo habían abordado frente a la casa indígena - una sede que la comunidad tiene en el casco urbano del municipio de Pradera- y le dijeron que posara para la Policía del municipio, pues esta, quería elaborar un álbum con la gente más destacada de la región para el recuerdo de la institución, fue entonces cuando Luis Ángel posó para la cámara y, además, le tomaron fotografías al vehículo del resguardo y a otros dos indígenas que estaban ese momento allí: Alfredo Fernández y Libardo Álvarez.

No habían transcurrido quince días desde que ocurrió lo contado por Luis Ángel, y la conversación sostenida en medio del almuerzo académico en la comunidad de El Nogal. Solamente le dije a Luis que tuviera mucha precaución; pero la preocupación jamás me abandonó.

En medio de la modorra que genera el proceso digestivo del medio día, y la imposibilidad de tirarse una pequeña siesta, di continuidad a la capacitación, en medio de bostezos y risas de los indígenas más jóvenes de la clase retomamos el curso y elaboramos varias dinámicas para materializar en los hechos lo que en la mañana se había explicado. Los ánimos del grupo volvieron a levantar.

Antes de que cayera la tarde, le arrebaté a los indígenas 15 minutos de su tiempo para reflexionar sobre el proceso de capacitación que se estaba desarrollando con ellos, pues noté que los más jóvenes no estaban asumiendo el proceso con el compromiso que se requiere. Como si fuera un discurso premonitorio de lo que al día siguiente sucedería, invité a los indígenas menos adultos a que voltearan su mirada hacia sus líderes, los mayores y, pensaran por ese momento que ellos no eran eternos, que sus vidas eran limitadas y que algún día su final llegará, sobretodo cuando se vive en medio de los balas que arroja la guerra política. Los invité para que asumieran comprometidos los procesos de capacitación que sus líderes entre ellos Luis Ángel procuraban para ellos, como una manera de formar las nuevas generaciones que orientarán el futuro de la comunidad y la continuidad de los procesos de reconstrucción social y cultural de los pueblos indígenas..

Afuera del salón, luego de terminado el discurso reflexivo, nos esperaban nuevamente las mismas nubes que nos acompañaron durante la llegada. Tan pronto abordamos el vehículo, esta vez uno mejor, claro el del resguardo, se desgranaron copiosamente sobre nosotros, con una intensidad que solo permitía ver la orilla del camino; sin embargo, emprendimos el trayecto de regreso hacia la cabecera municipal, ubicada a una hora del lugar donde se capacitan a los indígenas.

Al casco urbano llegamos acariciando la noche, junto con Luis Ángel, quien era el conductor del vehículo; y dentro del pueblo se sentía un ambiente humano poco habitual, los retenes militares compuestos por soldados campesinos, nos permitieron el acceso al pueblo sin ninguna otra señal que un saludo que dejaba notar en el fondo una oscura intención que no se lograba descifrar por el momento. Algo en el fondo me decía que algo no andaba bien; no obstante, tomamos carretera arriba con destino al nuevamente al resguardo KWET WALA, pero esta vez al lugar donde se halla ubicada la piedra sagrada de los nasas, la misma que da origen al nombre de la comunidad. Allí, a los pies de la mítica piedra se levanta la vivienda de Luis Ángel Perdomo, como garita donde se aloja el más fiel de los vigías de la colosal naturaleza que brota de la tierra. Esa noche, en medio de un intenso frío, me senté con Luís Ángel en derredor del fogón de la cocina para definir los que serían los módulos del diplomado para el próximo año y el diplomado que se desarrollaría inmediatamente concluyera el primero; Estaba entusiasmado por los resultados del primer proceso académico y me expresó gran expectativa por el proyecto que continuaba, la capacitación en nociones elementales de derecho y leyes.

Esa noche, luego de discutir los proyectos de capacitación, Luis Ángel determinó que aprovecharía la reunión de gobernadores indígenas prevista para el día siguiente en la municipalidad de el Dovio , al norte del departamento del Valle, para socializar la experiencia capacitadora que se estaba desarrollando en su comunidad, para extenderla a otros resguardos de la región.

El líder indígena me invito a ocupar una de sus humildes habitaciones para pasar la noche, y en efecto atendí su generosa invitación. Cuentan los mitos aborígenes que el duende, uno de los espíritus guardianes del territorio hace manifestaciones notorias cundo algo no anda bien.

Efectivamente parece que la realidad rompió esa noche con el mito, a lo lejos se escucho de entre la garganta de la cordillera un aterrador lamento que se repitió varias veces en la noche, no recuerdo cuantas, pues el temor que me abrigó en ese momento no me permitió recordar el número de lamentos.

No terminó de amanecer cuando el fogón de la cocina se volvió a encender, me levanté y tomé asiendo en la cocina, era el lugar apropiado para aprender.

Le conté a Lucho como confianzudamente le digo al líder indígena, lo que había escuchado durante la noche, y con una sonrisa en su rostro me dijo que había llegado a pensar que no lo había escuchado, pero a la vez se mostró un poco preocupado por el anuncio, era precisamente el duende quien había dado aviso sobre un acontecimiento irregular. Algo estaba por ocurrir.

A las ocho de la mañana abordamos el jeep del resguardo para bajar al casco urbano del Municipio, yo me iría de regreso para mi casa en la ciudad de Cali, mientras Luis Ángel, su esposa y dos de sus hijas menores irían a la reunión de gobernadores indígenas en el municipio de El Dovio. La máquina del vehículo que desde que la conozco nunca ha dejado de funcionar, esa mañana no quería encender, luego de intentar por más de media hora, por fin se puso en marcha el vehículo. De bajada, recogimos al Gobernador del resguardo Leonel Fernández, quien acompañaría a Lucho al municipio de El Dovio.

Al descender de la Cordillera, ya en la entrada al caso urbano de Pradera fuimos requisados por un puesto de control militar compuesto por soldados campesinos. Allí nos tomaron los nombres, las identificaciones y nos dejaron continuar; mas adelante a unos 200 metros, otro puesto de control, esta vez de la Policía, detuvieron el vehículo, y luego de verificar la matrícula del mismo en un cuaderno que portaba uno de los oficiales nos permitieron continuar, como si hubiese llegado a quien estaban esperando.

Al ingresar al casco urbano de Pradera nos encontramos con un gigantesco despliegue militar, por todas partes se veían grupos de policías armados hasta los dientes deteniendo indiscriminadamente a toda persona que se les cruzara por el frente. Camiones llenos con campesinos y pequeños vendedores que quedaban detenidos se paseaban por las calles del pueblo, mientras al mirar a otro lado, la Policía bajaba a los pasajeros de un bus y los llevaba detenidos al cuartel municipal.

Al tomar la calle que nos conducía a la casa indígena- sede del resguardo en el casco urbano de Pradera- fuimos abruptamente interceptados por un piquete de policías, que, con sus amenazantes armas hicieron detener la marcha del vehículo, nos informaron que nos conducirían al cuartel de la Policía para verificar nuestros antecedentes judiciales, sin importar que en el vehículo venían dos niñas y una madre lactante. Al notar que uno de los oficiales vestido de civil portaba consigo unas fotografías y un cuaderno con un listado de nombres, le indague sobre los motivos de la detención; de inmediato me preguntó por mi ocupación y el lugar de donde venía y entonces le contesté que era un abogado promotor de derechos humanos y que venía del resguardo KWET WALA donde estaba llevando a cabo unas capacitaciones con la comunidad indígena. Entonces, la orden cambió, solamente Luis Ángel Perdomo quien conducía el vehículo del resguardo y otro indígena fueron llevados al cuartel policial, entre las fotos alcancé a ver la de Luis Ángel y de inmediato supe que su situación era delicada.

Entonces me dispuse a seguir el vehículo hasta la estación de la Policía, lugar donde finalmente quedó detenido el líder indígena.

En ese momento asumí la defensa técnica judicial de Luis Ángel y la de otros dos indígenas que ya habían sido capturados momentos antes de la detención de Lucho. A todos se les acusa de ser miembros de la guerrilla de las FARC, de colaborar con la insurgencia, de poner al servicio de esa organización sus viviendas, y los vehículos del resguardo, acusaciones con las que además fueron capturados otras 24 personas entre labriegos, tenderos y propietarios de vehículos camperos. Acusaciones que no tienen soporte probatorio y, tampoco lo podrían tener, porque tanto Luis Ángel Perdomo como Alfredo Fernández y Libardo Álvarez, jamás han tenido vínculos con la insurgencia, al punto que Luis Ángel ha tenido que abandonar en varias oportunidades el territorio de Resguardo por amenazas de muerte que le ha hecho la guerrilla de las FARC.

Lo grave, es que, la Fiscalía al iniciar la investigación conculcó el derecho de defensa de los indígenas, porque solamente dio crédito a los informes de inteligencia de la Policía y no llamó a los investigados a que rindieran sus descargos. Todo se hizo a escondidas.

Lo delicado de todo este asunto, es que los informes de inteligencia se hallan construidos con informaciones de las Autodefensas Unidas de Colombia, grupo armado irregular de extrema derecha que opera también en el Departamento del Valle del Cauca, que en su contenido utilizan expresiones tales como: " según informaciones de las AUC".

Pero es el mismo Estado el que se encarga de exterminar a los más representativos dirigentes indígenas y campesinos de la región, pues su política de arbitrariedades se ve reflejada en las decisiones de sus fiscales, quienes deciden arbitrariamente sobre la condición étnica y cultural de las personas.

Así sucede con los Indígenas Luis Ángel Perdomo, Alfredo Fernández y Libardo Álvarez, a quienes el fiscal 31 seccional de Cali, encargado de adelantar la investigación de estas personas, decidió desconocerle su condición de aborígenes para negarle los derechos procésales que les corresponde, como el ser juzgados por sus propias autoridades indígenas, y el no ser encarcelados al amparo del artículo 10 del convenio 169 de la OIT, del cual, Colombia es parte desde 1991.

El Estado se está encargando de exterminar desde los procesos judiciales a las comunidades indígenas, y así se nota en la resolución interlocutoria número 257 del 22 de diciembre de 2003, mediante la cual se resuelve la situación jurídica de los indígenas para dejarlos encerrados y que profirió el fiscal 31 seccional de Cali. En ella, manifiesta que, Luis Ángel Perdomo, Alfredo Fernández y Libardo Álvarez no son indígenas, porque han tenido contacto con la civilización y, porque, ya no viven en sus territorios, cuando dentro del proceso quedó ampliamente demostrado su condición de aborígenes, siendo esto una violación flagrante del artículo 7 y 246 de la Constitución política de Colombia, que reconoce la diversidad cultural y la jurisdicción especial para los pueblos indígenas en procura de que se den su propia justicia.

Pero eso no es todo, el Estado deberá hacerse igualmente responsable por violar el convenio 169 de la OIT, al mantener encarcelados a tres indígenas, a quienes al amparo del citado tratado se les debe aplicar de manera preferente un tipo de sanción distinto del encarcelamiento.

En tanto los dirigentes indígenas continúan detenidos, mi lucha por la defensa de su inocencia se hará en forma simultánea mientras continúo trabajando en la promoción de los derechos humanos, capacitando en lo alto de la cordillera a las comunidades indígenas que aunque temerosas mantienen su entusiasmo por los conocimientos que les comparto.

...Y la lista de dirigentes indígenas acusados por el Estado es amplia, pues en ella se encuentra el actual gobernador del resguardo KWET WALA Leonel Fernández, quien permanece en lo más profundo de su comunidad para evitar la aprehensión de la policía que lo espera abajo en el pueblo para capturarlo, y así se encuentran otros aborígenes que ahora se encuentran en una gran encrucijada, pues no saben que es mejor, si estar preso por el Estado ó, estar preso en medio de la presión de la guerrilla y los paramilitares que pretenden ocupar sus territorios.

Con marcada preocupación por el destino de los pueblos, la diversidad étnica y los principios democráticos, suscribe esta crónica:

Juan Carlos Quintero Calvache. Gestor y defensor de derechos humanos, abogado penalista defensor de los indígenas capturados.

Santiago de Cali, enero 10 de 2004


DH en Colombia

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Este documento ha sido publicado el 05feb04 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights