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04oct15


'Mi condena es injusta y excesiva': Feliciano Valencia


Fueron dos latigazos los que el cabo tercero del Ejército Jairo Danilo Chaparral recibió luego de que una asamblea indígena, que lo retuvo durante una protesta en el resguardo La María de Piendamó, en el Cauca, decidió aplicarle como remedio.

Ocurrió en octubre del 2008 y, siete años después, por estos mismos hechos, el líder indígena Feliciano Valencia fue condenado a 18 años de cárcel por el delito de secuestro.

El primer juzgado que conoció el proceso consideró que no se comprobó la participación directa de Valencia y lo absolvió. Pero la Fiscalía apeló y el Tribunal Superior de Popayán señaló la responsabilidad de Valencia. Hoy permanece tras las rejas y aislado del resto de internos -por razones de seguridad- en la Penitenciaría de San Isidro, en las afueras de Popayán. EL TIEMPO habló con él.

¿Cómo fue su captura?

Fui detenido el 15 de septiembre en Santander de Quilichao, cuando iba con dos guardias indígenas. Ahí había un retén militar. Me pararon y llegaron los hombres del CTI. Les dije que solo iba a bajarme del carro en una estación de policía, pero ellos lo abrieron. Fui esposado, reseñado, fotografiado. Esa noche la pasé en una celda de la URI de la Fiscalía y al día siguiente fui trasladado a la cárcel.

¿Y cómo fue la retención del cabo Chaparral, por la que se le condena a usted?

Estábamos en una minga (protesta) en el resguardo La María. Inicialmente, él se presentó como indígena y fue retenido por la guardia indígena. Nunca hubo secuestro, fue a la luz de todos, se le permitió comunicarse con sus superiores, con su familia. Fue llevado ante la asamblea, que decidió aplicar el remedio (fuete), que hace parte de nuestra cultura ancestral. No fui yo, él mismo lo reconoce en el proceso. Se ordenaron nueve fuetazos y solo resistió dos. Luego fue entregado a una comisión encabezada por la Defensoría del Pueblo -una vez libre, un médico le dio 25 días de incapacidad. Después, denunció el hecho-.

¿Qué reacción general cree que tuvieron los latigazos a un militar?

Hay una doble moral. Cuando se aplica a la guerrilla, como lo hemos hecho, se destaca como efectiva, pero hay otra mirada cuando se tocan otros intereses.

¿Cree que hay otros móviles detrás de su condena?

En mí están castigando todo al movimiento indígena. La aristocracia payanesa me está pasando una cuenta de cobro política porque es sistemático lo que ha venido pasando. Una campaña de desprestigio, mediática, como la que pasaron en un programa periodístico de televisión, donde prácticamente lapidaron el ejercicio de justicia indígena. Me hacen juicios desafortunados, que soy integrante de las Farc, que he incitado para que actos políticos se hagan a nombre de las Farc. No hay nada más falso, hemos luchado contra los grupos armados, no generamos violencia. Recuerde que con la Guardia Indígena fuimos premio nacional de paz por nuestra resistencia pacífica. Fue una asamblea la que decidió el remedio, en el marco de la justicia indígena, reconocida por la Constitución y que tiene tanta validez como la justicia ordinaria.

¿Cuál es la base de su defensa?

Analistas jurídicos han dicho que es un absurdo, no le encuentran asidero jurídico. Nunca hubo secuestro, y menos de parte mía, no retuve al soldado, no lo trasladé ni lo investigué ni decidí el remedio. El único momento en que aparecí fue en el acto de asamblea donde se hace la corrección al soldado.

Una vía es la jurídica, en varios terrenos. El 21 se interpuso el recurso de casación ante el Tribunal para que pase a las altas cortes. Un pedido inmediato es el traslado a territorio indígena, a un centro de armonización, como indígena que soy. Eso lo reconoce la Constitución. También se acudirá a instancias internacionales.

Otro frente tiene que ver con las movilizaciones. Las autoridades indígenas se declararon en asamblea permanente, hay concentraciones ante los juzgados. Siempre está la guardia indígena afuera de la cárcel. Seguiremos en esas líneas.

¿Considera que fue excesiva la sentencia?

Sí, la condena fue injusta y excesiva. Y aunque nunca hubo secuestro, jurídicamente hemos estado revisando las condenas que se deben pagar por secuestro simple, que es la sanción por la cual falló el Tribunal, y estas son de 8 a 11 años. A mí me impusieron 18 años. Se excedieron, y también en tenerme en un centro de máxima seguridad y no haberme trasladado inmediatamente al territorio, si ese era el caso, al centro de armonización de la comunidad en el resguardo Munchique, en Santander de Quilichao.

Si se encontrara con Chaparral, ¿qué le diría?

Creo que en el fondo debe remorderle la conciencia porque sabe que están cometiendo una injusticia conmigo. Lo que no sé es qué piensan los mandos militares, que yo creo están detrás de todo este asunto, y lo digo con la responsabilidad del caso. Si lo encontrara, le diría: usted no tiene la culpa, hermano. En el fondo él no puede tener la culpa, no podría hacer un acto de injusticia tan grande como el que se está cometiendo.

¿Cómo han sido estos días en la cárcel?

Terribles. El ruido, el sonido de rejas. No se puede hablar con los internos de celdas contiguas. Así uno hable a gritos, no lo escuchan. El Comité de Derechos Humanos del Inpec me visita, y la Defensoría del Pueblo; no me puedo quejar por el trato, pero nada alivia una condena y detención injustas. Y, acostumbrado a recorrer las montañas, me falta espacio.

Me hace falta armonización espiritual, he pedido que me dejen entrar al médico de cabecera, el tradicional, para el ritual de armonización espiritual; aquí hay malas energías.

Hay un imaginario de que ustedes conviven con los cultivos ilícitos y la guerrilla...

Esa es la imagen que se ha tratado de mostrar, pero no es así. Hemos rechazado la presencia de todos los grupos armados: guerrilla, paramilitares. También del mismo Estado. Y en el tema de los cultivos, estos se han concentrado en la parte alta de Miranda y Tacueyó, de ahí para allá no se encuentran. Cuando hablo con la gente (indígenas) siempre destacan el tema del abandono estatal; tiene que haber apoyo más efectivo para desarrollos productivos.

Los movimientos más recientes de los nasas en el Cauca se relacionan con lo que denominan recuperación de terrenos, pero se dice que tienen tierras y no las trabajan...

Es otra visión equivocada. El 70 por ciento de los territorios nuestros están en zona de reserva hídrica o forestal. Eso lo determinan la CRC (Corporación Autónoma Regional del Cauca) y el Ministerio de Ambiente. Ahí no se puede sembrar, para no afectar los recursos hídricos; es la misma agua que necesitan los ingenios, los cañicultores. Entonces bajamos a reclamar tierras que podamos cultivar.

¿Cuántos predios y tierra han ocupado?

La finca La Emperatriz y otras siete; ahí hay tierras del Ingenio del Cauca y de otros, los propietarios de tierras del Valle. Son unas 7.000 hectáreas, y necesitamos 20.000 para unos años.

¿Cómo ve el proceso de paz y sus implicaciones para sus comunidades?

Es un grave precedente, pues se reconoce una jurisdicción especial, normas precisas que luego, ante intereses, se van a desconocer; no habría garantías de que no pase algo similar con quienes pacten la paz.

Y hay varias preocupaciones. Está el tema de las zonas de reserva, no se ha dicho dónde. Y sobre los guerrilleros indígenas, ¿los asume la jurisdicción especial indígena o la justicia transicional? ¿Somos beneficiarios como víctimas del conflicto? Son muchos aspectos aún por definir.

[Fuente: Por Iván Noguera, Popayán, El Tiempo, Bogotá, 04oct15]

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