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27nov07


Laberinto Uribe- Chávez: ¿El camino de la hecatombe?


CUANDO el presidente Álvaro Uribe invitó a Hugo Chávez a sus labores de mediador con las FARC no calculó la dimensión del encargo. Una actividad de semejante envergadura, sin un marco de referencia claro, sin unas funciones acordadas y predeterminadas, podía salirse de madre, como muchos advertimos y como en efecto ocurrió. Y así pasó por ese equívoco inicial de no establecer siquiera las definiciones de facilitación para la senadora Piedad Córdoba, ni de mediación para Chávez, que en los términos de la ONU tiene al menos dieciocho significados.

Así comenzó el intempestivo proceso, que poco a poco llevó al gobierno colombiano a ser un espectador. Eso produjo el desespero de Uribe, que al parecer no percibía en la senadora Córdoba la persona que supiera interpretar su pensamiento o el de su Comisionado. Tanto del lado de la administración colombiana, como de ella misma, parecía una consigna aceptar y decir que aquella era miembro de la oposición. Pero en el escenario no estaba en juego esa dicotomía entre gobierno y oposición, que no es valedera en temas que trascienden la órbita nacional y que exigen acuerdos mínimos internos. Incluso, para mayor confianza presidencial, pudo acompañarse las labores de Córdoba con alguien de su entorno parlamentario o con quien el primer mandatario considerara propio para lo que pretendía. La tesis de que "para que vea que no es fácil", motivo principal del nombramiento de Córdoba, no era buena señal de partida.

Aún así, a las primeras de cambio, Córdoba obtuvo cosas impensables, como el hecho de que Ricardo Palmera aceptara salir de la lista de canjeables. Ese, que es un avance poco reseñado, permitía pensar que la senadora estaba logrando cosas que ninguno otro había obtenido antes. No se presentó así, sino que se puso de epicentro el acopio de las "pruebas de supervivencia", que si bien apuntaban en la dirección correcta, retrasaban el acuerdo, pues ya armado semejante escenario internacional lo importante era presionar y abrir de inmediato el asunto de las primeras liberaciones con las que debían llegar las "pruebas" de los que serían liberados después y en corto plazo.

Ya el encuentro con ‘Márquez’, en pleno Palacio de Miraflores, con todas las causales de beligerancia de por medio, había impactado a la opinión, puesto que nunca las FARC habían llegado a esos lugares y niveles de interlocución. Saltar de la periferia colombiana, como el Caguán, al centro institucional de Caracas, con Presidente a bordo y sin presencia del gobierno colombiano, fue un triunfo subversivo sin precedentes. Vino lo conocido, cuando Uribe puso fecha límite a la mediación y a los pocos días abortó el intento. En principio Chávez aceptó la decisión con humildad republicana, pero el fin de semana estalló. Se vino lanza en ristre contra el Presidente colombiano, pues, según sus palabras, pudo llamarlo para finiquitar su encargo. En eso puede tener razón. En lo que no la tiene en modo alguno es en insultar al primer mandatario, representante constitucional de los colombianos. Sabe Chávez que Uribe, acorde con su personalidad, no se arriesga sino ante lo conocido y obvio, es decir, donde tenga el teatro asegurado, y le gusta tener el control absoluto. No está mal que así sea. Esa es su personalidad, en sintonía con muchos colombianos, y el mandatario venezolano comprendía que su propósito obsesivo es derrotar a las FARC, no hacer acuerdos con ellas. Esto, desde luego, no era secreto para nadie, mucho menos para el mediador. También sabía Chávez que Uribe estaba arriesgando parte de su capital político, en una persona tan afecta a mantenerlo, y que debía manejarlo con cautela.

Y si de ese lado estaba Uribe, un Presidente con una popularidad inusitada en el país, al otro lado estaban las FARC, sobre las que la repugnancia colombiana es insoslayable después de tantas oportunidades negadas por ellos para hacer la paz.

La labor de la mediación, pues, tenía que comenzar por analizar a los protagonistas y no dar por sentado que los conocía. Y esa falencia, que dio a pique con un proceso que comenzaba a caminar, no puede llenarse con insultos. Sabe el presidente Chávez el sufrimiento colombiano con el tema de las FARC. Por eso tiene que mantenerse, pese a todas las dificultades, como parte de la solución y no convertirse innecesariamente en parte del problema. Al contrario, puede ser esa la hecatombe que está buscando Uribe en ese laberinto con Chávez.

[Fuente: Editorial El Nuevo Siglo, Bogotá, Col, 27nov07]

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