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07oct12


Iván Velásquez: "Fue una afrenta a mi dignidad"


En 2007, en el clímax del escándalo de la parapolítica, el magistrado auxiliar de la Corte Suprema Iván Velásquez fue el primer objetivo de las campañas de desprestigio que se desataron para enrarecer las investigaciones. El caso Tasmania quedó como evidencia de cómo políticos, abogados y paramilitares se concertaron para armar un complot en su contra. El caso terminó en una leve condena por calumnia.

Después fue peor. El magistrado Velásquez fue chuzado ilegalmente por el DAS y el organismo oficial tuvo la osadía de instalar micrófonos en la Sala Plena de la Corte para espiar a los magistrados. El tiempo pasó, la mayoría de acusados negociaron sus penas, Velásquez siguió adelante, pero cuando sintió que ya no tenía respaldo de la corporación, renunció a su cargo. Ahora rompe su silencio y cuenta detalles de lo que sucedió en su caso.

¿Le sorprendió su salida de la Corte?

La salida se debió a mi renuncia. Eso sí, me sorprendieron afirmaciones de algunos magistrados de la Sala Penal, después de la columna que publicó en El Espectador la periodista Cecilia Orozco el 22 de agosto. Sus recriminaciones me dejaron la convicción de que no había posibilidades de seguir.

¿Y cómo fueron esas recriminaciones?

De toda clase. No voy a detallarlo, pero desde temas relacionados con los premios que me entregaron o reclamos por la figuración que tuve en los medios.

¿Les molestó su protagonismo?

Nunca fue buscado. Sucedió por la forma como se fueron desarrollando los hechos, particularmente en 2007, cuando fui objeto de un ataque que provino desde el presidente en el caso de Tasmania. Adquirí relevancia sin desconocer que era una actividad colectiva. Pero me llegaron a insinuar que yo resplandecía sobre los hombros de los demás. Hoy pienso que si el caso Tasmania hubiera sucedido en este tiempo, no habría tenido respaldo de la Corte. Ahora sigo sufriendo las consecuencias de los ataques. Por ejemplo, el excongresista Javier Cáceres pide que me investiguen porque busqué testigos en su contra. Entonces concluí que no podía seguir trabajando con desconfianza y presenté la renuncia. En ningún caso fue por cambio en la coordinación de las investigaciones, que incluso acepté. La única magistrada que me apoyó fue María del Rosario González.

¿Qué sintió cuando le reclamaron por los premios que le han entregado?

Es desconocimiento de la historia reciente. Y lo entiendo porque la mayoría son magistrados que no estuvieron en la etapa crítica de 2007. Pero también sé que todo se precipitó a raíz de la columna de Cecilia Orozco. Ese fue el detonante para que expresaran lo que tenían guardado.

Pero, ¿qué tiene que ver una columna con su trabajo?

Porque la periodista habló de un magistrado valiente y decente, y utilizó calificativos fuertes contra los magistrados de la Sala Penal. Iván Velásquez apareció como el bueno, el decente, y los magistrados de la Sala Penal como los indecentes, los lagartos, los burócratas.

¿Usted coincide con esa versión de Cecilia?

Nunca, pero no podía seguir creyendo en un respaldo inexistente. Menos pensando en tantas personas que se han unido para atacarme. Por ejemplo, hace poco leía una versión de H.H. en la que decía que alias Job lo buscó para decirle que declarara contra Iván Velásquez, pues había que llevarme a la cárcel. ¿Qué habría ocurrido si hoy surgiera un nuevo complot? Que ya no tendría protección. De todas maneras quedan investigaciones y espero que la Corte Suprema continúe tomando decisiones.

¿Fue algo personal por la forma como se estaban adelantando las investigaciones?

No sé. Lo que puedo decir es que desde 2007, cuando estábamos en las investigaciones contra los congresistas del Cesar y Magdalena, varios de los implicados hicieron lo posible porque no continuara. Estuve en el diseño de la comisión investigativa, en la creación de la metodología de trabajo. Lo único que espero es que mi tema no signifique una reacción también contra las investigaciones pendientes.

¿En qué momento se volvió incómodo en la Corte Suprema?

Había disgustos de algunas personas, había expresiones adversas, pero nunca pensé que fuera una posición de la Sala. Pero me convencí el 22 de agosto. Dos días después, el 24 de agosto, hicieron una nueva reunión con recriminaciones semejantes. En ese momento tuve la convicción de que lo que tenía que hacer era renunciar. Lo hice el 27 de agosto.

Pero reitero, ¿por qué se volvió incómodo?

Probablemente fue un proceso paulatino. De todas maneras, en la medida que fueron llegando magistrados nuevos que no vivieron la historia reciente, fue haciendo eco el malestar y finalmente se encontró la ocasión propicia, no para pedirme la renuncia, porque en la reunión del 22 de agosto yo la había planteado. De todas maneras, fue una afrenta a mi dignidad. De todos modos no pensaba volver a la Corte.

¿Es cierto que a usted quisieron declararlo insubsistente?

Eso escuché en algunos medios. No lo descarto.

¿Teme que las investigaciones que usted emprendió se embolaten?

El temor es que la Corte abandone una metodología que demostró efectividad o que se retorne a la manera de investigar con magistrados auxiliares detrás de los escritorios. Con los asuntos que se venían adelantando, la Corte debe producir decisiones en las próximas semanas.

¿Lo enjuiciaron por sus buenas relaciones con los medios?

Fue un reproche. En cuanto a las relaciones con los medios, siempre les he creído y los he reivindicado sin afectar la reserva. De eso pueden dar fe los periodistas, pues soy la peor fuente. Pero sin el apoyo de la prensa no se hubiera podido salir adelante. El asunto no es ponerse en contradicción con los medios, pues cada quien cumple su papel. Y debo reconocer que en el trabajo de contribuir al descubrimiento de la verdad hay que resaltar la actividad de los medios.

¿Qué reflexión le queda después de ver cómo se la jugó en la Corte y cómo terminó?

No tengo sentimientos de tristeza o rencor. Cumplí un papel, se demostró que es posible afectar la impunidad, que es viable adelantar investigaciones exitosas y que debe persistir el compromiso de las autoridades judiciales contra el delito. Es más, estoy dispuesto a seguir contribuyendo en la tarea de descubrir verdades que siguen ocultas en el país.

¿Fue suficiente la actuación de la justicia en el caso 'Tasmania'?

No hizo prácticamente nada. Se limitó a la condena por calumnia del abogado de Tasmania. Pero lo que significó el complot, lo que probó la investigación y los compromisos que tuvieron Mario Uribe y Santiago Uribe, por ejemplo, la Fiscalía no se volvió a ocupar. Incluso después el caso pasó de una Fiscalía delegada ante la Corte a una especializada y permaneció refundido durante meses.

¿Qué va a hacer ahora?

A dedicarme al litigio y posiblemente me vincularé a alguna actividad de búsqueda de la verdad.

Si lo seguimos mencionando como el exmagistrado estrella, ¿será que sus colegas se ponen celosos?

No sé.

[Fuente: El Espectador, Bogotá, 07oct12]

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