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18ago13


Mauricio Archilla afirma que las manifestaciones atienden al modelo económico


Las crecientes protestas en el país, donde cada vez se hacen más evidentes nuevas tendencias, cobran más fuerza en la actual coyuntura. Las más recientes en cuanto a los temas minero y agropecuario pueden ser interpretadas, según Mauricio Archila --doctor en historia e investigador del Centro de Investigación y Educación Popular/ Programa por la Paz (Cinep/PPP)--, como la respuesta a una dinámica que viene de tiempo atrás: el modelo económico colombiano, de carácter aperturista.

La actual problemática agraria, en su opinión, pese a ser el primer punto de la agenda en los diálogos entre el Gobierno y las Farc en Cuba, no se va a resolver del todo en La Habana. Además cree que la estrategia de desgaste aplicada por el Gobierno para buscar una salida a la protesta se aleja de una mirada estructural y coyuntural a los conflictos actuales.

¿Cómo se han presentado estas movilizaciones en el país, no sólo las recientes sino las de los últimos años?

Desde la información que tiene la base de datos del Cinep, puedo decir que por lo menos desde 2011 ha habido un aumento notorio de la protesta. Hay nuevas dinámicas y tendencias. Lo que más resalta es que hay mucha protesta en torno a las actividades extractivas (minería y petróleo) en comparación con decenios anteriores. También esto se ha visto en actividades agrícolas. Esto es un fenómeno fuerte que se manifiesta en la actual coyuntura.

¿Qué ha alimentado este inconformismo social desde lo extractivo, agrícola e, incluso, desde el transporte?

Hay que decir que otro tipo de protesta es la del transporte. Además, este año se han hecho muy evidentes las manifestaciones de pequeños productores agrícolas y mineros. Creo que esto responde básicamente a una dinámica que venía de tiempo antes y es el modelo económico. El Gobierno dice que éste no se puede tocar.

Es un modelo económico aperturista, eso se ha señalado desde los años noventa. Ya con la entrada en vigencia de los acuerdos de libre comercio hay una gran preocupación del sector agrícola y del minero. Otra cosa que atraviesa el problema agrario y que tiene que ver con el paro del 19 es el viejo problema de la sustitución de cultivos ilícitos. El último asunto que atraviesa esto son los líos en torno a la restitución de la tierra; a esto desafortunadamente se ha respondido con mucha violencia. Se agrega la muerte de dirigentes de la lucha por la restitución.

Toda esta problemática agraria es el primer punto de negociación de La Habana. No es que allí se vaya a resolver todo. Creo que los movimientos sociales están mostrando, obviamente, que los diálogos de Cuba son importantes, pero la problemática social del país y el problema agrario en particular no se va a resolver allá y no se está arreglando.

Otra crítica que se le ha hecho al Gobierno es la abundante repartición de subsidios. ¿Cómo contribuye esto al inconformismo?

Eso tiene dos caras. Por un lado, lo que han señalado los pequeños y medianos caficultores en torno al movimiento de Dignidad Cafetera. También se muestran los anuncios de que productores de papa, arroz e incluso los lecheros y cacaoteros se van a sumar al paro agrario. Hay un problema estructural y es la crisis agrícola derivada del modelo aperturista que ha permitido la entrada de muchos productos a bajos costos.

Los altos precios de los agroinsumos van ligados a la apertura económica. Regiones que han sufrido un atraso o una baja atención económica y social del Estado, reclaman apoyos. En algunos casos el Gobierno da subsidios. Dicen los organizadores de la protesta (Dignidad Cafetera) que no se está cumpliendo lo pactado el semestre anterior. Entonces, el ministro de Hacienda (Mauricio Cárdenas) sale a decir que no se va a distribuir el presupuesto por presiones.

Lo que quiero señalar es que hay un problema de vieja data y es una inequidad histórica con el campo que aflora mucho más con estas políticas aperturistas. Entonces, no entro a justificar los subsidios, pero sí señalo que ha habido un problema estructural.

Cuando se producen estas protestas se pone el dedo en la llaga y el Estado trata de atender puntualmente, pero no parece estar resolviendo de fondo el problema.

No es un problema de hace una década sino de hace mucho más...

Lo que pasa es que hay una sensibilidad mucho más fuerte en torno al tema agrario, y distintos actores rurales lo han hecho visible este año particularmente. Y corre paralelo con lo de los diálogos de La Habana. Es decir, no quiero atribuir del todo la protesta de los actores sociales rurales a la discusión del problema agrario en Cuba. Eso viene de vieja data, pero evidentemente el tema se hace ver más. Todos los debates se han dado, por ejemplo, en torno a las zonas de reserva campesina. Es el reclamo que aparece en el movimiento del Catatumbo y que se insinúa como uno de los puntos de la movilización del 19 de agosto.

¿Qué hacer con el tema del Catatumbo? Los habitantes insisten en el abandono estatal y en la confluencia de grupos al margen de la ley...

En esas regiones se producen círculos viciosos, un histórico atraso estatal y unos campesinos que viven en condiciones de marginalidad impresionantes. En esos sectores la insurgencia hace presencia y va retroalimentando todo un proceso de violencia estatal y guerrillera que hace que esas zonas se vuelvan conflictivas.

Como se ha señalado en estos días, se indica que la calidad de vida en los municipios del Catatumbo es muy baja, incluso con relación a Cúcuta, que no es el polo de desarrollo más grande. Todos estos municipios del Catatumbo sufren un atraso impresionante.

En tiempos de agitación electoral, ¿cómo percibe el manejo de los paros por parte del Gobierno Existe la creencia de que en la época de Álvaro Uribe las protestas no eran tan abundantes...

Hay que tomar con pinzas esa mirada que tiene el sector uribista, porque, según nuestras cifras, hubo una disminución durante el primer período de gobierno de Álvaro Uribe. Sin embargo, 2007-2008 fueron momentos de mucha movilización pequeña; quizás no tan notoria como el Catatumbo. En ese entonces fueron víctimas de la violencia, mujeres, estudiantes, Fecode, etc.

No se puede negar la visibilidad que han tenido las protestas en mención. Todavía está activo el paro de los pequeños mineros y el convocado para el 19. Las protestas, a mi juicio, muestran una sana politización en el sentido de que se comprende qué es lo que está ocurriendo; la gente plantea unos reclamos. Muchas veces se pide que se cumpla con la legislación. Las zonas de reserva campesina no son una creación de las Farc; son de una ley de 1994. No se está pidiendo el socialismo o la revolución.

En este ambiente preelectoral las cosas se caldean mucho. Se dice que hay dirigentes de izquierda que están por detrás de eso. Los movimientos de izquierda siempre han tenido líderes políticos, y eso en principio no es malo; por el contrario, es bueno que haya presencia política que ayude a mediar. Hay una proyección política y algunos dirigentes tienen sus lazos con partidos de oposición. Esto no quiere decir que todo el movimiento esté allí; reducir eso simplemente a senadores que buscan votos es una mirada muy corta.

Me preocupa que de parte del Estado haya esta presión del sector uribista de que el control de la seguridad se está saliendo de las manos del Gobierno. Esto lleva a que el santismo y los partidos de la Unidad Nacional traten de proteger y demostrar que son los sectores de oposición de extrema izquierda o de extrema derecha los que están manipulando esas protestas.

Desde hace tiempo los campesinos e indígenas tienen su propio pensamiento; no comen cuento tan fácil a algún senador que llegue a decir que voten por él.

Hay dirigentes del Polo que están, por ejemplo, en la Dignidad Cafetera...

Hablando en concreto del senador Jorge Robledo, viene de zona cafetera y tiene lazos con Dignidad Cafetera; eso no es ningún pecado. Por el contrario, es sano a mi juicio. Más que estar por detrás de esto, él se ha solidarizado. Si no hay condiciones de injusticia, la gente no se moviliza. Pensar que Robledo está organizando los paros en el país sí es un despropósito.

Yo creo que esa teoría complotista que suena como a "Guerra Fría recalentada" no es una mirada sana. Hay que mirar qué pasa en las regiones; los conflictos coyunturales y estructurales y cómo se puede atender esto con base en una negociación seria, y no como está haciendo el Gobierno, apostándole al desgaste. En el Catatumbo se esperó demasiado para hacer una negociación.

Otro capítulo es la protesta minera en la zona del Bajo Cauca y en el Chocó. Los mineros denuncian que los criminalizan...

Evidentemente hay todo un problema en la minería y un escaso control de parte del Estado. Vuelvo a insistir en que hay que mirar estructuralmente las cosas. Estos pequeños mineros fueron desplazados del campo o es gente que desde tiempos inmemoriales vive de esta actividad. Acá puede haber problemas incluso de orden ecológico por el uso de mercurio y otras sustancias.

Llama la atención que ellos dicen que no se les estigmatice. Además, sorprende la permisividad del Estado con las grandes compañías multinacionales mineras. Parecería que hubiera una mirada del Estado tan controladora como puede ocurrir con la pequeña minería.

[Fuente: Por Héctor Sandoval Duarte, El Espectador, Bogotá, 18ago13]

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