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04ago08


El vicio de matar gente


En las confesiones de alias H.H. en El Espectador del domingo último hay asuntos escalofriantes, como ese de "matar gente se vuelve un vicio, como meter perico o fumar marihuana".

Lo que se ha denominado guerra en Colombia (que en todo caso no es una guerra civil sino una guerra contra los civiles y si son pobres, mejor) es la degeneración humana, la acumulación de víctimas y una empresa rentable. Así como rentable ha sido, digamos, el Plan Colombia para los Estados Unidos, que, como es fama, no tienen amigos sino intereses.

Pero volvamos al "paraco" en trance de extradición. Comprueban sus declaraciones cosas archisabidas, como que el paramilitarismo tuvo como gran aliado en su lucha antiguerrillera a la Fuerza Pública, pero, a su vez, devela hechos aterradores, como que las fosas comunes, en las que hay miles y miles de víctimas, las solicitaron los militares. ¡Ah!, H.H. poco crédito le da a la "seguridad democrática" uribista en el debilitamiento de la guerrilla; más bien atribuye el marginamiento de ésta al proyecto paramilitar.

Es una obviedad que habitamos en el país de la mentira y que, quizá, la verdad (en la parapolítica, en la criminalidad promovida por empresarios y políticos, por transnacionales, etc.) jamás se sepa. Alias H.H., en un tono de filósofo, expresó que la "verdadera reparación es la verdad", pero que las víctimas se quedarán sin conocerla.

Uno no sabe si llamar guerra a lo que H.H. denomina así; o sea, al asesinato de civiles, de sindicalistas, de gentes al margen del conflicto armado, a los crímenes con motosierra o con balas, al exterminio y la crueldad con que el paramilitarismo ha ejercido el terror en Colombia. "Murieron más inocentes que culpables", dijo, y luego, para justificarse: "Es que la guerra es irregular, si no lo fuera, no morirían inocentes".

En la entrevista el hombre que a los 28 años ingresó en las filas paramilitares, que sus dos bloques asesinaron tres mil personas, revela asuntos de interés, también sabidos, como que "de esta guerra solo se beneficiaron los ricos de este país". Lo dicho: ha sido una guerra contra los pobres; éstos son las víctimas, los desplazados, los desarraigados, los que se quedarán sin reparación. Los olvidados.

Bajo el pretexto de la lucha antiguerrillera, el paramilitarismo penetró diversos sectores de la sociedad, se alió con políticos (algunos están presos), con empresarios, arrebató tierras a los campesinos, se apropió mediante la violencia de las más fértiles y estratégicas, y, según H.H., en el caso de Urabá "toda la Fuerza Pública" estaba con ellos. Los "paracos" entraban a las brigadas y secuestraban prisioneros, se los llevaban a otras partes y los desaparecían. Y todo con el visto bueno de la autoridad. "Son más culpables ellos que nosotros, porque ellos representaban al Estado y estaban obligados a proteger esas comunidades y nos utilizaban para combatir a la guerrilla".

H.H., incluso, le da pistas al Gobierno para que piense cómo acabar el conflicto interno armado. "La guerra se volvió una bolsa de empleo" y muchos de los que están en ella no es "por voluntad", sino porque no hay qué hacer. Y advierte que hay "muchachos que se están rearmando por falta de oportunidades".

Esperemos que aquí o allá los paramilitares hablen de sus financiadores, de los empresarios, de "la gente de sociedad", o, en palabras de H.H., de "los que iniciaron la guerra". De los que los iniciaron a ellos en el vicio de matar gente.

[Fuente: Por Reinaldo Spitaletta, El Espectador, Bogotá, Col, 04ago08]

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