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21feb10


La sentencia que estremece a Cartagena


La historia de Alfonso Segrera, Gustavo Lemaitre y Felipe Frieri, condenados a 16 años por narcotráfico

La sociedad cartagenera está conmocionada. Hace cuatro años había quedado satisfecha con la libertad de tres destacados profesionales de la ciudad que habían pasado un año y medio presos en la cárcel de Ternera sindicados del delito de narcotráfico. Sin embargo, desde el pasado miércoles los rumores van y vienen, y en las esquinas, establecimientos públicos y clubes de los selectos sectores de Manga, Castillogrande y Bocagrande no se habla de otra cosa. Los tres hijos ilustres de Cartagena fueron condenados en Medellín a 16 años de prisión por tráfico de estupefacientes agravado, derivado de la posesión de 23,5 kilos de cocaína.

Los protagonistas de esta historia son el arquitecto de 56 años Alfonso Segrera de la Espriella, destacado empresario de la ciudad, socio del Club Cartagena y padre de dos hijos; el también arquitecto Gustavo Lemaitre Noero, de 51 años, egresado de la Universidad de los Andes de Bogotá, ex decano de su especialidad en la Universidad San Buenaventura de Cartagena, miembro de la Lonja del Caribe, sobrino del célebre historiador Eduardo Lemaitre y experto en conservación de patrimonio; y Felipe Frieri Martínez, de 42 años, odontólogo de profesión y esposo de una de las mujeres más apreciadas de la ciudad: la Señorita Bolívar de 1995 en el Reinado de Belleza, María Fernanda Villamarín.

A bordo del velero Blue Marlyn, una embarcación de 100 metros de eslora, dos motores fuera de borda y 230 caballos de fuerza, avaluado en $450 millones, hacia las seis de la mañana del 11 de septiembre de 2004 partieron del Club de Pesca rumbo a mar abierto con el propósito de participar en un campeonato de pesca deportiva. Al caer la tarde de ese mismo día, en vez de regresar a la ciudad ungidos por la victoria, llegaron custodiados por personal de la Fuerza Naval del Caribe, y en medio del estupor de sus familias y conocidos, entregados a la Policía Antinarcóticos, la Fiscalía y la Procuraduría, por haberse encontrado en un compartimiento del velero 23,5 kilos de cocaína.

La versión de Segrera, Lemaitre y Frieri es que en alta mar, cuando navegaban a una velocidad de 30 nudos, al pasar una boya advirtieron la presencia de un extraño paquete que flotaba en las aguas. Aunque pasaron de largo, ellos dicen que la curiosidad los devolvió para descifrar qué podía contener el raro objeto flotante. Estaba cubierto por algas y de él se desprendía un olor repugnante. Lo subieron al velero, le quitaron las ramas y con la seguridad de que podía contener alguna sustancia ilícita, de inmediato emprendieron regreso a Cartagena, guardando el paquete en un compartimento de la proa, esperando poder avisar a la Armada cuando la señal de sus celulares lo permitiera.

El reporte de la Fuerza Naval del Caribe, entonces en cabeza del hoy comandante de la Armada, almirante Guillermo Barrera Hurtado, es muy distinta. Dice que sus radares detectaron el desplazamiento de un velero a una velocidad inusual, desplegando una ruta aún más insólita para regresar a Cartagena. Habitualmente las embarcaciones que provienen de las islas del Rosario o de Barú entran por el sector de Bocachica a una velocidad moderada, pero el velero Blue Marlyn lo hizo por Bocagrande, detrás de Tierrabomba, a riesgo de que la escollera que caracteriza a esta entrada pudiera generar un accidente o enredar los motores de una embarcación avanzando a toda marcha.

Entonces, recuerda hoy un miembro de la Guardia Marina que participó en la acción que tomó el nombre de 'Operación Sagitario V', desde el comando de la Fuerza Naval del Caribe se ordenó el desplazamiento de varias lanchas rápidas para interceptar el velero, que en línea recta buscaba tierra firme. A 400 metros del faro o punta de Castillogrande, ya de cara a la bahía y en proximidades al Club Naval, el velero en que navegaban Segrera, Lemaitre y Frieri fue interceptado y de inmediato empezó la requisa. Revisaron la popa y la cabina, y todo era normal, pero al rastrear en la proa dieron con una bodega y después un compartimiento donde encontraron el paquete con rastros de algas.

Es aquí donde el asunto se divide en la palabra de los guardias marinos contra la palabra de los tres profesionales cartageneros. La Armada sostiene que Segrera, Lemaitre y Frieri ocultaron todo el tiempo la existencia del paquete que habían recogido en alta mar y que sólo cuando lo encontraron ellos argumentaron que no conocían su contenido e iban a entregarlo a la Armada. En contraste, los tres profesionales sostienen las misma versión: nunca abrieron el paquete, tampoco pudieron avisar a la Armada porque su radio de comunicación estaba dañado, no había señal para sus celulares y quedaron tan sorprendidos como los marinos cuando vieron los 23,5 kilos de coca.

El asunto lo dirimió en aquel septiembre de 2004 una fiscal de la Unidad Antinarcóticos que rápidamente dictó medida de aseguramiento en su contra por tráfico de estupefacientes agravado. Segrera, Lemaitre y Frieri fueron conducidos a la cárcel de Ternera y empezaron el calvario para tratar de probar su inocencia. Primero, demostrando con documentos que ellos, el día de los hechos, sí estaban participando en un torneo de pesca y, en segundo lugar, reafirmando en su versión de que intentaron llamar a unas 10 millas del puerto porque sospechaban que el paquete que recogieron en alta mar podía contener algo sospechoso o de interés para la Armada.

Después de muchos vaivenes, de diversas pruebas y memoriales, 19 meses después del arresto a la vista del faro de Castillogrande y la conducción a las dependencias de la Policía en Cartagena, el 21 de abril de 2006 un juez de ejecución de penas de la ciudad ordenó su libertad. El argumento básico: falta de pruebas y duda razonable, que como enseñan los cánones del derecho penal y el debido proceso, debe resolverse en favor de los procesados. Ese mismo día volvieron a sus hogares, la sociedad cartagenera los acogió con entusiasmo y se creía que ya era asunto del pasado el penoso episodio que había involucrado a tres de las familias más prestantes de la aristocrática de Cartagena de Indias.

Sin embargo, la Fiscalía y la Procuraduría, según se dice en Cartagena, animadas por la Armada que ya se jugaba su prestigio en otros frentes, apelaron la decisión de libertad y el litigio volvió a cobrar forma. Los tres procesados, sus familias y allegados aguardaban que el tema se saldara en la región. Pero súbitamente, por asuntos de reparto y demás formalidades del derecho penal, el caso terminó en manos de un grupo de magistrados del Tribunal Superior de Medellín, a más de 500 kilómetros de las costas de Cartagena. Hasta la capital antioqueña llevaron sus alegatos de inocencia y otras formalidades encaminadas a demostrar que eran gente de bien que no necesitaba pensar en dinero fácil.

Y en la práctica este argumento es real. Los involucrados en el escándalo y sus familias por más de una generación forman parte de la pléyade económica y social de Cartagena. El solo velero en que navegaban el día de los hechos no está al alcance de cualquiera. Alfonso Segrera, Gustavo Lemaitre y Felipe Frieri son además prestantes hombres de negocios y empresa con algo más que apellido. Desde adolescentes son expertos navegantes, sus amigos y contertulios pertenecen a lo más granado de la sociedad en la ciudad y entre los conocidos se dice que son una especie de nautas que aprendieron los secretos del mar desde Punta Gallinas, en La Guajira, hasta las costas de Sapzurro, en el Chocó.

Al Club de Pesca de Cartagena, una muralla ubicada en Manga, con cuatro muelles donde atracan infinidad de veleros, catamaranes, lanchas y yates, y donde el eje social es un imponente restaurante al aire libre desde donde se divisa el Club Náutico, el puente Román y la bahía, llega la flor y nata del país cuando visita la ciudad heroica. En ese enclave de poder siempre ha existido un lugar destinado a los que en la ciudad denominan los navegantes. Son pescadores natos, lobos de mar, intrépidos personajes que a bordo de sus propias embarcaciones desafían el oleaje hasta volver con sus redes y neveras llenas de pescados. Entre ellos se cuentan con nombre propio Alfonso Segrera, Gustavo Lemaitre y Felipe Frieri.

Por eso es allí donde más se comenta desde el miércoles pasado su condena a 16 años de prisión. Y los rumores se pasan a Bocagrande, el selecto sector en el que habitan, donde pocos pueden creer que tres de los suyos, de los más distinguidos y cálidos, puedan estar pasando por tan denigrantes horas amargas. En las últimas horas hay una verdadera romería alrededor de las tres familias y son muchos personajes de la ciudad los que desfilan. En las últimas horas, por ejemplo, se vio llegar desde almirantes hasta industriales. Literalmente, Cartagena no la cree. Y se dice en los corrillos que hay que conseguir a los mejores abogados para el recurso de casación ante la Corte Suprema. Desde hace una semana, en buena parte de la ciudad, no se habla de otra cosa.

Los positivos de la Fuerza Naval del Caribe

La Fuerza Naval del Caribe es uno de los ejes de la Armada Nacional. Con mando centralizado en Cartagena, despliega una infraestructura integrada por Unidades de ala fija y ala rotatoria, Grupo de Guardacostas conformado por patrulleras, lanchas de bahía y estaciones de radar, y el apoyo de la Primera Brigada de Infantería de Marina con batallones que se despliegan en cuatro departamentos de la costa norte.

En la actualidad, la Fuerza Naval del Caribe está a cargo del contraalmirante Henry John Blain Garzón, nacido en Belencito (Boyacá). En el tiempo de la captura de los profesionales Alfonso Segrera, Gustavo Lemaitre y Felipe Frieri el cargo lo ocupaba el actual comandante de la Armada, almirante Guillermo Barrera Hurtado, quien personalmente fue el oficial que estuvo al frente de la acción que permitió el desarrollo de la 'Operación Sagitario V'.

Según crónicas y comentarios recientes, a pesar del esfuerzo de las autoridades, sigue siendo mucha la droga que sale de los muelles de Cartagena. Y también es mucha la que dejan abandonada el alta mar. żEse pudo ser el caso de Segrera, Lemaitre y Frieri? La justicia tiene la palabra.

[Fuente: Por María del Rosario Arrázola, El Espectador, Bogotá, 21feb10]

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