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13may11


Según el FMI China conseguiría ser la primera potencia económica del mundo en 2016


Hace apenas un par de meses se conoció que China pasó a ocupar el segundo lugar entre los países más poderosos, desplazando a Japón. Sin embargo, la información estaba retrasada en nada menos que 10 años, pues, corrigiendo las distorsiones cambiarias como lo hace el Banco Mundial, aquel hecho había sucedido a principios del siglo.

Es sabido que, por razones de conveniencia operativa, su moneda se encuentra atada a una paridad subvaluada respecto del dólar. Desde Washington, suelen insistir con frecuencia en que la paridad sea corregida, sin que en Beijing tomen mucho en cuenta ese reclamo.

Es evidente que se sienten lo suficientemente fuertes para resis- tir cualquier tipo de presión y hacen lo que más les conviene. En 2010, se convirtieron en los mayores exportadores, dejando atrás a Alemania.

Informe del FMI. Resulta sintomático que la fuente sea un informe especial nada menos que del Fondo Monetario Internacional (FMI), fechado el 15 de abril, que no había trascendido. En éste, se explicaba que, adoptando la metodología que corrige la relación de las monedas y calcula el producto de cada país con base en una canasta homogénea (PPA), para fines de este año China llegará a 11,2 billones de dólares y cinco años después (2016) a 19 billones; mientras que Estados Unidos haría lo propio a 18,8 billones a partir de los 15 billones actuales.

El ritmo con que lo viene haciendo el gigante asiático es extraordinario –10,3 por ciento en 2010– y no parece, según esa predicción, que en un futuro próximo disminuirá en una medida considerable.

Lo realmente curioso y sintomático es que la noticia, originada en Nueva York, se difundió por vía de un escueto comunicado inserto en el órgano oficial China Daily, en un lugar nada destacado. Es más, lo tomaron con pinzas, advirtiendo que puede contener errores, pues los cálculos propios preveían esa situación recién para 2020.

Sea como fuere, el ocultamiento inicial y unánime por parte de la prensa occidental constituye un mudo pero elocuente testimonio de cuánto preocupa al gobierno estadounidense la perspectiva de pasar a segundo plano dentro de tan poco tiempo.

El líder en ciernes tiene 1.330 millones de habitantes sobre un territorio de 9,6 millones de kilómetros cuadrados; o sea, a un promedio de 138,5 residentes por kilómetro. Quizá lo más importante sea que para fines de este año ya no habrá allí nadie que sufra hambre ni privaciones vitales, lo cual es una verdadera proeza, pues en 1980 estaba en emergencia el 97,8 por ciento (972 millones de personas). Que semejante cambio se haya dado en el transcurso de sólo tres décadas no tiene parangón en la historia.

Los gastos militares para este ejercicio rondan los 200 mil millones de dólares, que equivalen a 1,7 por ciento del producto interno bruto (PIB), mientras en Estados Unidos trepan a 730 mil millones (casi 2,7 veces más).

Resulta obvio que esa enorme diferencia en cuanto al destino de los recursos viene jugando un rol decisivo y, seguramente, la erradicación de la miseria extrema y el hambre es una de las medidas más sabias para preservar la paz y consolidar el progreso autosostenido. Pese a su poderío, en Estados Unidos hay 51 millones de personas que carecen de cualquier tipo de protección social.

Incentivo al consumo. La última modificación de la política económica china estriba en incentivar el mercado interno para depender en menor medida de las exportaciones. Con parte de sus excedentes, se convirtió en el principal comprador de bonos del Tesoro norteamericano (un billón de dólares) y, al mismo tiempo, realiza inversiones en todos los continentes.

Para América latina, ascienden a 135 mil millones y en la Argentina, las realizadas y los proyectos en marcha –incluido el subterráneo cordobés– llegan a unos 12 mil millones.

China supo ser la primera potencia mundial que, por sus adelantos, ya había maravillado a Marco Polo. Con el advenimiento de la dinastía Tsing (1644-1912) expandió sus dominios, pero luego, por causas nunca develadas, se aisló en forma total, al extremo de destruir buques y demás medios que hubiesen permitido mantener sus nexos con el exterior.

En el siglo XIX, sufrió las secuelas de la llamada Guerra del Opio (1839-1842), en la que fue vencida por los ingleses, que se reservaron el dominio de Hong Kong hasta 1997. Sus penurias no terminaron allí, pues por la derrota en la primera guerra que sostuvo con Japón (1894-1895) perdió Taiwán y Corea. Luego, el país entero se desangró por otra invasión nipona en 1935, que casi coincidió con la cruenta guerra civil entre las huestes del líder comunista Mao Tse-tung y el nacionalista Chiang Kai-shek, que terminó con la proclamación de la República Popular China (1949).

Recién a partir de la muerte de Mao y el advenimiento de nuevos dirigentes, que optaron por llevarla a un modelo mixto e inédito en la historia político-económica universal, llegó a lo que es hoy.

Consiste en la máxima captación posible de inversión privada externa (en 2010, captó nada menos que el 51,2 por ciento de la inversión mundial), aunque con participación y férreo control público; fórmula con la que lograron estar a cinco años de acceder a la cima en forma absoluta.

El régimen unipolar en el que Estados Unidos era protagonista excluyente desde 1989-1991, cuando se derrumbó la ex Unión Soviética, duró bastante poco. Estamos en los umbrales de otro muy distinto, pero que también puede reservarnos grandes sorpresas.

[Fuente: Por Salvador Treber, La Voz del Interior, Córdoba, Arg, 13may11. Salvador Treber es Profesor de posgrado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC)]

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