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15oct17


Alemania pierde la paciencia con la política monetaria


En su día escandalizó en Alemania la política de tipos negativos del BCE y es opinión generalizada en el país teutón que las operaciones de compras de bonos de Draghi, a partir de marzo de 2015, son subvenciones europeas encubiertas a los endeudados países del sur, a expensas de los sufridos ahorradores del norte. Durante meses y meses, clamaron en el desierto autoridades y expertos germanos, incapaces de asimilar la idea de una Europa de dinero gratis. El Bundesbank cargaba las tintas sobre los efectos que la compra de bonos de rendimiento negativo tendría en el balance del BCE, aunque lo cierto es que, hasta la fecha, esas pérdidas están por debajo de los ingresos provenientes de la tasa de depósito negativa.

Altos ejecutivos de la banca alemana, como el director del Deutsche Bank, John Cryan, culpaban a los tipos cero de los bajos beneficios de los bancos europeos y de su pérdida de competitividad frente a los rivales estadounidenses. Políticos como Markus Söder, ministro regional de Finanzas de Baviera y destinado a jugar un papel de mayor peso en la próxima Coalición Jamaica que gobierne en Berlín, que suma a conservadores, liberales y verdes, calificaba la situación de «desastre» y exigía públicamente que «el BCE empiece a aumentar los tipos de interés, paso a paso, lo antes posible». Mario Draghi, sin embargo, ha venido haciendo sistemáticamente oídos sordos a este rosario de lamentaciones. Hasta que habló Merkel.

La canciller ha gestionado la espinosa crisis del euro sirviéndose de dos talentos financieros que, a base de palo y zanahoria, han ido pastoreando a los actores económicos europeos hasta hacerlos volver al redil. Un poli malo en el Eurogrupo, Wolfgang Schäuble, disciplinando con rigor a los socios derrochadores, y un poli bueno al frente del BCE, Mario Draghi, inyectando una ingente cantidad de líquido en el sistema que, de otra manera, no hubiera sido capaz de aguantar semejante tensión. Merkel respaldó sin fisuras la dureza de Schäuble y dejó hacer a Draghi, sin haber pronunciado una sola declaración contraria a su política de laxitud XXL durante años. Pero una vez superado lo peor de la crisis y de cara a una legislatura enfocada a la «refundación de Europa» que Merkel llevará a cabo junto a Macron, esta jugada quedaba obsoleta, así que, antes de las vacaciones de verano y en una aparentemente inofensiva visita a una escuela secundaria a la que los periodistas ni se habían molestado en acudir, Merkel sentenció que el euro estaba «demasiado débil» por la política monetaria. Oído cocina, Draghi anunció en septiembre que «las decisiones serán posiblemente tomadas en octubre» y, tras realizar una prueba de resistencia, anuncia ahora que los tipos de interés están bien gestionados en la mayoría de las entidades, por lo que no necesitarán más capital cuando empiecen a subir las tasas. Pero el movimiento de ficha alemán va más allá e incluye la sustitución del italiano por un hombre del Bundesbank que de paso a una nueva era menos excepcional, más homologable. Jens Weidmann lleva meses evitando en público las duras críticas que dedica a Draghi en privado para lograr un perfil más moderado, que facilite su aterrizaje en el BCE. Alemania ha dado su plácet a un español en la vicepresidencia, a modo de coartada perfecta del endurecimiento monetario, y sin duda sería un gran avance para de De Guindos, porque cobraría cinco veces más que como ministro, pero no podemos pensar que por ello España vaya a ejercer una influencia determinante en la política de Weidmann. Aquí la única pregunta es hasta dónde van a subir los tipos bajo riendas alemanas.

Algunos analistas aplican la Regla de Taylor, un economista de Stanford, que juega con la inflación real y la actividad económica para calcular los tipos que lleven al pleno empleo, y deducen que a Alemania le convienen unos tipos... ˇal 7,8%! Pero ese cálculo olvida que, si bien la deuda pública alemana es de las más bajas de la Eurozona (68%), la de los Bundesländer suma una media de un 160%. Aunque en 2016 todos menos uno cerraron con superávit presupuestario, lo cierto es que aún marcan el umbral del dolor alemán a la subida de tipos.

Weidmann también se ha mostrado crítico con las propuestas de Macron para relanzar la economía. Y Christian Lindner, líder liberal a punto de formar gobierno con Merkel, es partidario de volver a la política monetaria ortodoxa, lo que generará sin duda nuevas tensiones en Bruselas. Pero todos ellos son fichas de una nueva jugada destinada a reforzar Europa que constituye la gran prioridad de la próxima legislatura de Merkel, por lo que sus movimientos forman parte de un conjunto que solo podrá ser valorado en su totalidad.

Presión sobre Draghi

El Fondo Monetario Internacional (FMI) aseguraba esta semana en su último informe sobre la economía mundial que se están produciendo burbujas financieras como consecuencia del prolongado periodo de estímulo monetario, todo un mensaje al BCE para que ponga de una vez por todas fin a su política monetaria expansiva. Algunos pronósticos señalan que en la reunión del BCE del día 26 podría extender la compra de activos seis meses más pero rebajando el montante mensual a 40.000 millones.

[Fuente: Por Rosalía Sánchez, ABC, Madrid, 15oct17]

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