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05jun21


La historia detrás de la cena secreta entre Iglesias y Junqueras en casa de Roures


Confirmar una cena secreta entre Pablo Iglesias y Oriol Junqueras en casa de Jaume Roures. La noche del 26 de agosto de 2017, el jefe me envió a Barcelona con ese encargo. ¿Por qué me envió a mí? Porque veraneo con mi abuela en Tarragona. Me envió porque estaba cerca. El artículo, de hecho, lo escribió mi compañero Iván Gil, que es el experto en temas de Podemos. Pero qué más da: 23 años, el móvil cargado y a hacer guardia frente al chalé. Apenas llevaba un año en El Confidencial y confiaron en mí (por estar cerca).

Pero mi periplo por Cataluña arranca nueve días antes, cuando una furgoneta atropella a decenas de personas en las Ramblas de Barcelona. Mientras en Madrid se organizan para mandar a los mejores reporteros del periódico, yo estoy de vacaciones con mi familia y aviso de que en una hora puedo estar cubriendo los atentados. Me dicen que sí, que corra. El problema es que no sé conducir, así que el aita y la ama se pasan una semana llevándome de lado a lado. Alcanar, Subirats... Día tras día, explican a los Mossos que no quieren cruzar el cordón policial, que solo están allí porque su hijo, el que va detrás, es periodista.

 La última noticia que me mandan cubrir es el 26 de agosto. Barcelona se echa a la calle para condenar los atentados y nos llega el aviso de que los líderes de Podemos y ERC van a reunirse en en casa del presidente de Mediapro. Digo "nos", pero en el fondo no sé a quién o cómo llega la información. A mí solo me dicen que, cuando termine la crónica, a hacer guardia al chalé. Y allí que voy: localizo la vivienda, compruebo el número de entradas y me siento en la acera a esperar.

Breve inciso sobre el momento político en el que nos encontramos con dos frases robadas del texto de Iván: Junts pel Sí se rompe y ERC tantea a los 'comuns' como socios de Gobierno tras un hipotético adelanto electoral en pleno 'procés'. La predisposición de los republicanos a romper lazos con el PDeCAT, a quien aventaja en las encuestas, es proporcional a las ansias de Catalunya en Comú, la marca liderada por la alcaldesa de Barcelona, de llegar a la Generalitat.

Vale, seguimos.

Llevo dos horas y doce cigarros cuando se acerca una furgoneta negra con los cristales tintados. El número de pitillos no lo tengo claro, pero esa noche termino solo con uno y me sirve para cerrar el texto con una frase decente. El caso es que son las 21:10 y la furgoneta aparca junto a mí. El primero en salir es el secretario general de Catalunya En Comú, Xavier Domènech. Segundos después, el líder de Podemos, Pablo Iglesias. Saco el móvil, les grabo y ambos entran en la casa sin decirme nada. Da igual, lo importante es la imagen. Llamo a mi jefe y le digo que los tenemos.

 Aunque pensamos que Junqueras ya no va a aparecer, me dice que espere y, durante 20 minutos, me fumo otros siete cigarros. 12 más siete: 19. Ya solo me queda un pitillo.

21:30: vuelve a haber movimiento de coches y se me acercan dos 'mossos' de paisano. Les explico que soy periodista y me piden el carné de prensa. Problema: no tengo carné de prensa. Por aquel entonces, yo entraba a las seis de la mañana al periódico y apenas salía de la redacción, pero les enseño en el móvil un par de noticias firmadas por mí y se apiadan. Misión cumplida: grabo a Junqueras y a su número dos, Marta Rovira, frente a la casa de Roures.

Iván, que también está de vacaciones, me llama entonces desde Portugal para darme la enhorabuena: "Esto puede dar un vuelco al 'procés". La noticia ni se acerca a dar un vuelco al 'procés, pero yo me vengo arriba. Como para entonces ya es demasiado tarde para que el aita y la ama vengan a buscarme, mi hermana monta el sofá cama en su casa de Barcelona y me aguanta una hora explicándole lo importante que es la exclusiva. "Buen trabajo", me escribe el director de El Confidencial por Whatsapp. Todavía en una nube, me fumo el último cigarro en el jardín. El pitillo de la victoria.

El jefe me ha dicho que les cuente esto porque estamos recordando algunas de nuestras exclusivas en estos primeros 20 años de vida. No son pocas. Estos días mis compañeros les explicarán largas investigaciones y presiones que han recibido para frenar alguna. No es mi caso. Mi mayor éxito periodístico se resume en que mi familia y mi periódico confiaron en que podía hacer un buen trabajo cuando solo era un pipiolo. Cuatro años después, lo sigo siendo, pero ahora me dejan escribir algunas noticias y ya tengo carné de prensa (y de coche). Hagan el favor de suscribirse a El Confidencial. Yo solo quiero seguir molestando. Eso y fumarme algún que otro pitillo de la victoria.

[Fuente: Por Pablo Gabilondo, El Confidencial, Madrid, 06jun21]

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