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30dic20


¿Podremos quitarnos la mascarilla después de vacunarnos?


Hace menos de un año que se descubrió al nuevo coronavirus pero las vacunas que podrán frenarlo ya se están administrando en Europa. Las primeras inyecciones, del fármaco de Pfizer y BioNTech, se pusieron este domingo. Y se espera que durante la primera quincena de enero se apruebe el uso de otro medicamento, esta vez de la compañía Moderna.

Estas dos vacunas han demostrado en ensayos clínicos que evitan la aparición de los síntomas de la COVID-19, tanto leves como severos, con una eficacia superior al 90%. Por eso, muchas personas se plantean si tras recibir la inyección pueden quitarse ya la mascarilla y hacer una vida normal.

«No debemos quitarnos la mascarilla tras la inyección, por muchos motivos», ha explicado a ABC Jaime Pérez, vocal de la Asociación Española de Vacunología (AEV). «En primer lugar, aunque estas vacunas eviten la aparición de síntomas, no sabemos si realmente protegen frente a la infección: por eso, una persona vacunada podría tener el virus y contagiar a otras personas».

En efecto, las vacunas de Pfizer/BioNTech y Moderna han demostrado que disminuyen la gravedad de los síntomas y que muchas veces evitan su aparición, pero todavía no hay datos suficientes sobre si también evitan el contagio.

De hecho, la COVID-19 es contagiosa incluso desde antes de que aparezcan síntomas y en personas infectadas que no llegan a desarrollarlos, por lo que es perfectamente posible que eso ocurra también en personas vacunadas. Eso sí, por suerte «se ha observado que los asintomáticos no son transmisores tan eficientes como los que tienen síntomas», según Jaime Pérez.

Inmunidad esterilizante o funcional

Por el momento, las vacunas de Pfizer/BioNTech y Moderna han demostrado que pueden evitar la aparición de síntomas, es decir, que permiten alcanzar lo que se conoce como «inmunidad funcional».

«Bajo este escenario, la gente cuyos sistemas inmunitarios han estado expuestos para reconocer y luchar contra el virus pueden contraerlo de nuevo en el futuro», escribió Helen Bransweell en « StatNews.com». «Pero estas infecciones serían acortadas cuando las defensas se pusieran en marcha. La gente podría no desarrollar síntomas o tener síntomas leves, similares a los de un catarro».

Es decir, con vacunas así habría reinfecciones pero habría menos casos graves, menos muertes y los sistemas sanitarios probablemente no quedarían desbordados.

Sin embargo, incluso así se espera que la inmunidad funcional también disminuya la producción de virus y que evite en gran medida los contagios, con niveles «significativamente menores de replicación del virus y de transmisión», según dijo Christian Drosten, investigador en el Instituto de Virología del Hospital Universitario Charité, en Berlín, Alemania.

Es posible que esta inmunidad funcional disminuya con el tiempo y que sea posible reinfectarse de la COVID-19, experimentando síntomas más leves. Éste es el patrón que se observa en los cuatro coronavirus que infectan normalmente al humano, OC43, 229E, NL63 y HKU1, y que causan catarros.

Pero el escenario idóneo es el de alcanzar la llamada «inmunidad esterilizante», en la que se evita que el virus llegue a multiplicarse, que pueda transmitirse o que haya reinfecciones. En este punto, las defensas están tan activas, incluso en el punto de entrada del virus, las mucosas respiratorias, que los patógenos no pueden replicarse.

«Disponer de una inmunidad esterilizante sería el mejor escenario posible», escribió Helen Branswell. «Describe un sistema inmunitario armado frente a un enemigo al que es capaz de repeler antes de que tenga lugar la infección».

El problema es que normalmente los virus que infectan al humano a través de las mucosas respiratorias, en la garganta y en la nariz, no suelen inducir una inmunidad esterilizante.

¿Serán mejores las vacunas inhaladas?

Para contrarrestar este hecho, puede ser de ayuda recurrir a vacunas que no se administren por vía intramuscular, como las de Pfizer/BioNTech y Moderna, sino a través de un aerosol, en la nariz, con lo que se active la inmunidad directamente en las mucosas respiratorias. Los experimentos en animales han permitido obtener resultados prometedores y ya hay varias compañías que investigan esta vía de administración.

Por ejemplo, se han desarrollado una versión inhalada de la vacuna de AstraZeneca y la Universidad de Oxford para activar una respuesta más rápida y sólida en la mucosa respiratoria.

«Idealmente, a través de esta vía de entrada se consigue una protección inmunitaria tanto sistémica, en el organismo, como en las mucosa respiratoria», ha comentado Jaime Pérez. Sin embargo, ha subrayado que ya «hay vacunas intramusculares que activan la inmunidad esterilizante y que impidan la infección», como la que se emplea frente al papiloma humano.

Una de las causas que explican estas diferencias está en los anticuerpos implicados. En la protección sistémica los anticuerpos IgG, de mayor duración, tienen un papel predominante. En las mucosas, los más relevantes son los IgA, de menor duración.

Precaución hasta tener más datos

Por el momento, solo hay información preliminar sobre si las vacunas podrán evitar la transmisión: Moderna tiene registradas 38 infecciones asintomáticas en el grupo que recibió el placebo, durante los ensayos clínicos, pero solo 14 infecciones asintomáticas en el grupo de los vacunados. Por otro lado, se espera que Pfizer publique a principios de 2021 sus primeros resultados sobre qué grado de protección confiere su vacuna frente a la transmisión.

«Tenemos que seguir como hasta ahora hasta tener más datos», en opinión de Jaime Pérez. Es decir, sigue siendo indispensable llevar mascarilla, guardar la distancia social y tomar medidas de higiene incluso después de haber recibido la vacuna. «Ahora mismo no podemos confiarnos --ha proseguido Pérez-- . Aunque creemos que las vacunas van a ser una parte muy importante de la solución para esta pandemia, faltan datos sobre cómo funcionan en la vida real».

Por ejemplo, por ahora hay resultados de eficacia de las vacunas pero no de efectividad. Lo primero se obtiene en ensayos clínicos con condiciones muy controladas y lo segundo en el entorno real, donde hay más diversidad de circunstancias y de personas vacunadas. Normalmente, la efectividad es inferior a la eficacia.

En el caso de que las vacunas evitasen los contagios, tampoco sería recomendable quitarse la mascarilla después de recibir la inyección, porque su protección no se activa instantáneamente. Según los resultados de Pfizer y Moderna, para que se active una inmunidad óptima es fundamental recibir dos inyecciones, separadas por 28 días, y esperar una o dos semanas.

Meses de espera

En todo caso, para rebajar las precauciones habrá que esperar varios meses, por lo menos hasta que las vacunas de Pfizer y Moderna, y quizás las de Janssen y Astrazeneca, vayan inmunizando a la población y quizás disminuyendo la transmisión del virus, especialmente a partir de primavera, cuando las vacunas se administrarán de forma más amplia.

Eso sí, incluso en ese caso puede seguir habiendo brotes, que serían más fáciles de controlar y mucho menos dañinos: «Más comparables a otras muchas enfermedades que tenemos», según Jaime Pérez. Por todo esto, parece que vacunarse será tan importante como seguir llevando mascarilla y manteniendo la distancia social durante varios meses.

[Fuente: Por Gonzalo López Sánchez, ABC, Madrid, 30dic20]

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