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22may20


Crónica del pacto Gobierno-Bildu


Cuando estalló la pandemia, la Comisión Nacional del Mercado de Valores suspendió las operaciones a corto en la bolsa para evitar "precios desordenados" en un marco de "extrema volatilidad". El Gobierno de coalición trató de hacer lo mismo y dejó en suspenso su hoja de ruta programática para evitar los regates cortos de la política cotidiana, sometida a la inmisericordia del boletín horario y la tertulia matinal, y centrarse en paliar el impacto sanitario y económico del virus.

Esa es la razón por la que tanto el presidente, Pedro Sánchez, como el vicepresidente Pablo Iglesias fruncieron el ceño cuando el PNV quiso convocar elecciones: una carrera electoral es territorio fecundo para las escaramuzas, operaciones raudas de alto rendimiento que podían desestabilizar el marco de unidad y reconstrucción que el ejecutivo pretendía. La portavoz socialista, Adriana Lastra, es a tal efecto la primera víctima de la precampaña vasca. La reputación del Gobierno de coalición, todo él, la segunda.

El miércoles Lastra firmó un acuerdo con EH-Bildu y Unidas Podemos para derogar la reforma laboral del que el propio PSOE se desdecía tres horas después de que la formación abertzale lo hiciera público, con prueba pericial caligráfica: la firma de los portavoces. Se torció rápido y terminó como el rosario de la aurora un acuerdo que el PSOE y Podemos creían inocuo y que a Bildu lo bautizaba en el posibilismo peneuvista. Todo eran ventajas. Y gratis. El saldo real es que ha enfadado a la mitad de los titubeantes aliados de Sánchez, ha dañado la credibilidad del PSOE -que ocultó adrede a Ciudadanos y PNV sus tratos con Bildu hasta después del pleno- y ha herido el diálogo social. Y con ello, a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, empeñada en que todo se haga con el concurso de patronal y sindicatos, empezando por ampliar la vigencia de los ERTE. Furiosos, unos; irritados, todos los demás. Barones socialistas y ministros incluidos.

La cronología de los hechos es una secuencia a cámara lenta de un corredor que se pisa los cordones y acaba por clavar la dentadura en el pavimento. El cambio de posición del PP al voto negativo, anunciado hace una semana por Pablo Casado obligaba a que la coalición se pusiera manos a la obra, con días de antelación, para lograr la prórroga.

La vicepresidenta Carmen Calvo fue comisionada para convencer a ERC. El martes a mediodía se anunciaba el acuerdo con Ciudadanos y el Gobierno filtraba que el pacto con los republicanos estaba casi hecho. Así lo comunicó Calvo al resto del ejecutivo. Sin embargo, fuentes republicanas señalaban a esa hora que ni mucho menos el asunto estaba resuelto. Ni siquiera tenía buena pinta. Las horas pasaban y el Gobierno no remitía documento para negociar, lo que acorralaba a ERC, que a última hora del martes anticipaba su probable voto en contra. Los esfuerzos ulteriores no fructificaron.

Ni Sánchez ni Iglesias, mucho menos sus portavoces parlamentarios, vieron venir la catástrofe

La portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, leyó bien la coyuntura y propuso al PSOE, a cambio de su abstención, la derogación de la reforma laboral. Lastra no le vio problemas a la idea, toda vez esa medida ya está comprometida en el marco del pacto de la coalición, contaba ayer en La Sexta. Informó de ello a Sánchez y al portavoz del grupo confederal, Pablo Echenique. Nadie obstó. De hecho, ni siquiera hubo una negociación como tal, el acuerdo fue inmediato. Ni Sánchez ni Iglesias, mucho menos sus portavoces parlamentarios, vieron venir la catástrofe.

Para el PSOE, aunque era una abstención a beneficio de inventario, significaba adornar su éxito parlamentario con un pin de versatilidad, lo que siempre reduce el precio en futuras negociaciones.

Para Podemos, suponía romper el marco del giro al centro del PSOE que dibujaba el pacto con Ciudadanos, un movimiento que tiene salivando desde hace días al Madrid de habano y levita. Y tanto beneficio, gratis, entendían, pues lo ofrecido ya estaba en los planes del ejecutivo.

La ministra concernida, Yolanda Díaz, no participó en el acuerdo. Cuando anteanoche corría la noticia, el suelo temblaba en la patronal CEOE, donde su presidente, Antonio Garamendi, más proclive al diálogo que sus vicepresidentes, se encontraba un estallido de ira de los suyos. "A las nueve y media, el teléfono no dejaba de sonar", narró ayer en TVE, tras dar por suspendido el diálogo social. Las patronales al unísono ponían el grito en el cielo y los sindicatos no estaban mucho más felices.

La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, había forzado la rectificación del PSOE suprimiendo la "derogacion integra" y el plazo que incorporó Bildu -"deberá ser efectiva antes de la finalización de las medidas extraordinarias adoptadas por el Gobierno" por la pandemia-, y regresando a los términos estrictos del pacto de enero entre PSOE y Podemos, que habla de derogación urgente de algunos artículos, pero no fija plazos. Ayer, en el Cercle d'Economía, iba más lejos: "Debatir ahora la derogación sería absurdo y contraproducente". No es la primera vez que lo dice. Pero el caldero con el que Ferraz quiso sofocar el incendio estaba lleno de queroseno y la nota no contentó a ninguno de los que estaban furiosos y logró enfadar a todos los que estaban contentos.

Ocho horas después, amanecido el miércoles, Aizpurua sacaba la flema en RNE: el pacto está en vigor y que se aclaren sus términos prueba que se llevará a cabo, dijo. Pablo Iglesias, que asistió al lance desde lejos y lo considera un lío interno del PSOE (entre Lastra y Calviño, o lo que es lo mismo, entre Sánchez y Calviño), se desentendía desde Catalunya Ràdio del comunicado de Ferraz: los pactos se cumplen; cada partido puede lanzar notas aclaratorias, si quiere, pero lo pactado obliga, dijo.

La fenomenal onda expansiva de un trato que en las cabezas de los firmantes apenas era provechosa retórica política ratifica la capacidad de este ejecutivo para hacer fácil lo difícil y estrellarse en los detalles. Allí donde, según el aforismo anglosajón, habita el demonio.

[Fuente: Por Pedro Vallín, La Vanguardia, Barcelona, 22may20]

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