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30jul20


La economía de EE.UU. sufre un golpe histórico y cae un 32,9% en el segundo trimestre


Récord para la histórica. Este término se ha convertido en un lugar común para los expertos al constatar que el PIB de Estados Unidos, la medida centrada en la producción de bienes y servicios, cayó un 9,5% interanual durante el segundo trimestre de 2020, el momento cumbre del cierre de negocios por el impacto del coronavirus. Trimestre sobre trimestre, la economía estadounidense se contrajo un 32,9%.

El colapso carece de precedentes. Este es el mayor retroceso y el más rápido que EE.UU. que se ha registrado desde que el gobierno empezó a publicar este dato, después de la Segunda Guerra Mundial, en 1947. Este retroceso, a partir del comunicado del Departamento de Comercio, significa el barrido de más de cinco años de crecimiento.

Los especialistas habían previsto una caída todavía peor, del 34,6% entre abril y junio. Antes de la pandemia, la cifra negativa más alta que se había contabilizado era del 10% en 1958. La contracción más severa en un trimestre durante el apogeo de la Gran Recesión, en el trienio 2007-2009, trepó hasta el 8,4%, número que ilustra la profundidad del castigo causado por la pandemia.

La pérdida de más de 40 millones de puestos de trabajo y la bajada de persianas de los negocios en aquello primeros momentos de la crisis sanitaria afectaron al núcleo de los hogares. La cantidad de dinero que los consumidores gastaron se precipitó en un retroceso del 35%, según datos de Wall Street.

El consumo representa en torno al 70% de la actividad económica de Estados Unidos. Esta contracción sin precedentes supone el principal factor en el declive del PIB.

La desaparición del gasto en servicios fue lo peor. Desaparecieron los viajes, menos gente acudió al médico o al dentista para cuidados "regulares". Sin bares ni restaurante o tiendas. La gente no se podía cortar el pelo, entre otras muchas situaciones. Se invirtió prácticamente nada en coches, aunque creció exponencialmente el gasto en alimentos, en especial durante las primeras semanas cuado se temía un desabastecimiento.

Pese a que la actividad reflotó a partir de finales de mayo en numerosos estados, sobre todo los dominados por republicanos, siguiendo del toque de urgencia dado por el presidente Donald Trump para recuperar el pulso económico, ese momento se ha visto frenado por el rebrote de los casos. Esto se ha producido en especial en territorios poblado del sur y el oeste, lugares donde se dieron más prisa por reabrir. Esto ha provocado un enfriamiento de la esperanza por una recuperación rápida.

El presidente de la Reserva Fedral, Jerome Powell, reconoció este miércoles el frenazo a la economía estadounidense y prometió que la Fed hará todo lo que esté en sus manos, por el tiempo que sea necesario, para paliar el daño e impulsar el crecimiento. Tras su reunión de dos días, el banco central de EE.UU. acordó mantener los tipos de interés a cero o casi ante la constatación del repunte del contagio. "Todavía estamos excavando en el agujero", se lamentó.

"Todo indica que el ritmo de la recuperación se ha vuelto a ralentizar", subrayó Powell este miércoles, apuntando en particular a un retroceso en el consumo y en una ralentización en la contratación de trabajadores que había perdido el empleo con carácter temporal. Esto afecta con más fuerza a los pequeños negocios.

"Estados Unidos ha entrado en una nueva fase para contener el virus, lo que es esencial para proteger tanto la salud como la economía", señaló.

A diferencia de otras recesiones, esta se produjo por una decisión premeditada de cerrar la economía para combatir la propagación de la Covil-19. El Congreso inyectó varios billones de dólares como respiración asistida a los hogares y los comercios. Esto limitó el impacto y puso los cimientos para una recuperación rápida. El plan funcionó de entrada, hasta que al presidente Donald Trump le entraron las prisas al quedarse sin su baza de que, según él, había forjado "la mejor economía del mundo" en los meses previos a las elecciones presidenciales

Un factor esencial para esa recuperación depende de los legisladores. El Congreso está dividido en cuanto a una nueva aportación de estímulos. Uno de los escollos se centra en la extensión de la compensación por desempleo. En anteriores paquetes se fijó en 600 millones semanales, pero ahora los conservadores, a petición de la Casa Blanca, lo quieren reducir a 200. El plazo asignado para ese pago de 600 millones se acaba este viernes, por lo que muchos hogares todavía tendrán más problemas para el día a día si los congresistas no se ponen de acuerdo.

[Fuente: Por Francesc Peirón, La Vanguardia, Barcelona, 30jul20]

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