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11jul13


El fascista Utrera Molina pide a su yerno la derogación de la ley de la memoria


A sus 87 años, José Utrera Molina aún sigue dando mucha guerra y tiene cuerda para rato. Quien fuera dos veces ministro durante la Dictadura, con Carrero Blanco, primero, y con Arias Navarro, después, y suegro, ahora, de Alberto Ruiz-Gallardón sigue pidiendo, insistentemente y sin mucho éxito por lo que se ve, que el Gobierno derogue la Ley de la Memoria Histórica de tan infausto recuerdo para él.

El exministro secretario general del Movimiento, falangista convencido hasta la médula (sus memorias se titulan Sin cambiar de bandera) se despachaba ayer desde las páginas del ABC y con cierta resignación ante el hecho de que el Gobierno de su yerno "no haya hecho lo más mínimo" por eliminar los pliegos de una ley de "infame prostitución histórica sin precedentes". Hasta tal punto le duele e irrita esa herencia zapateril que hasta llega a asegurar que los españoles "no podremos vivir en plena reconciliación mientras esta ley esté en vigor, ya que criminaliza a los que un día fueron vencedores y menosprecia a los vencidos con el hedor sectario y manipulador que impregna todo su texto".

Visto lo visto y leído lo leído, no cuesta mucho imaginar la de veces que el suegro de Gallardón habrá interpelado directamente al ministro para pedirle, en mitad de esas cenas familiares, que derogue, lisa y llanamente, el texto de marras. Que para algo es el ministro de la cosa. Pero el exalcalde, sumido ahora en tremendos líos a cuenta de la reforma de la ley del aborto y de la reforma de la justicia, no está para más bretes. Y mucho menos, de semejante calado ideológico.

"Desde la atalaya que ofrece mi avanzada edad y aún consciente de mi insignificancia -explica en el texto-, pido al Gobierno que derogue de una vez y para siempre la ley de la memoria histórica; una norma legal que resucita y alienta los viejos odios olvidados y nos pone otra vez al borde de las trincheras, cuando la memoria de unos languidece y la de otros se alimenta de fantasías inaceptables llenas de rencor y de odio".

Pero el texto de Utrera Molina, que ahonda en la idea de que en ambos bandos hubo actos de villanía y atrocidades, pero que obvia también a los muertos que aún yacen en las cunetas sin desenterrar y que se olvida de que los vencedores tuvieron sus buenos años de gloria durante la Dictadura, no sólo pide que se derogue la ley. Va mucho más allá y llega a proponer incluso que vuelvan a sus antiguos emplazamientos aquellas estatuas ecuestres del Generalísimo y de otros prohombres de la Dictadura que desaparecieron de la vía pública bajo el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero.

"Dejemos a los muertos que reposen en paz. Dejad de mancillar los esqueletos. Dejad que las horas malditas de una España dramáticamente escindida se borren rápidamente. Que se destaquen por igual los hechos históricos de las dos Españas, que vuelvan a su cabalgadura las viejas estatuas, al tiempo que se respeten las levantadas recientemente en recuerdo y homenaje a aquellos que, con razón o sin ella, ofrecieron lo mejor de sus vidas por la España en la que creían".

El exministro es uno de los pocos hombres vinculados al franquismo que todavía hoy, en su senectud, sigue manifestándose públicamente sobre aquellos casos que considera oportuno. Casi siempre, eso sí, desde las páginas de ABC.

Utrera Molina fue ministro de la Vivienda en el Gobierno de Carrera Blanco, entre julio de 1973 y diciembre de aquel año, cuando ETA hizo volar por los aires el coche del general llamado a controlar la transición del Régimen hacia don Juan Carlos. Tras el atentado, y ya en el nuevo Gobierno de Arias Navarro, fue nombrado ministro secretario general del Movimiento, cargo en el que permaneció hasta unos meses antes de que muriese Franco. Su hija, Mar Utrera Molina, está casada con el ministro de Justicia y exalcalde de Madrid.

El antiguo falangista, patrono de la Fundación Francisco Franco, concluye en su artículo que "mientras esta ley tan injusta como innecesaria siga en vigor, los españoles están condenados a ver, una y otra vez, la cara de un bando y la del otro, cuando todo tendría que ser ya tumba, recuerdo de grandezas y olvido de miserias".

[Fuente: El Confidencial, Madrid, 11jul13]

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Impunidad y crímenes franquistas
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