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10ene22


Hans Lazar, el altavoz de Hitler en la España de Franco


Josef Hans Lazar era bajito, regordete y moreno. Solo su perenne monóculo, su eficacia y su fuerte acento austríaco, que se asemejaba al de Hitler, le conferían cierto aire germánico. Agregado de prensa en la embajada alemana en el Madrid de nuestra posguerra, más de uno dudaba de que por sus venas corriera mucha sangre aria, en especial, el SS-Sturmbannführer Paul Winzer, encargado de la seguridad de la legación y jefe de la Gestapo en España, quien siempre sospechó que se hallaba, cuando menos, frente a un medio judío ("Mischlinge").

Lazar lo sabía -no en vano era considerado un hombre bien informado-, y solía usar algo de maquillaje y ciertos polvos blancos para disimular el tono de su piel, pero lo que no podía esconder era su nariz aguileña. En todo caso, sus refinados modales y el halo de misterio que rodeaba su origen lo convertían en un individuo muy especial. Como señalaría una de sus ayudantes, Wiebke Obermüller, "era un personaje exótico, diferente del resto".

No obstante, el indiscutible apoyo del ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, y del embajador en Madrid, Eberhard von Stohrer, alejaron siempre de él las consecuencias de cualquier sombra de duda.

De Estambul a Madrid

Nacido en Estambul el 5 de octubre de 1895, Josef Hans Lazar era hijo de un funcionario de la embajada austríaca en el Imperio otomano, de posible origen judío, aspecto nunca bien confirmado. El joven Josef permanecería en Turquía durante la Gran Guerra, asignado a la agregaduría militar de su país. Herido en combate, según parece, la administración de morfina para aliviar el dolor devino en una adicción que nunca llegó a superar del todo.

Acabada la contienda, se dedicó al periodismo, ejerciendo la corresponsalía para distintos medios germanos, primero en Estambul y luego en Bucarest, hasta que, en 1937, se colocó como agregado de prensa en la embajada austríaca en Berlín.

La anexión de su país por el Tercer Reich (Anschluss) no pareció afectar a su carrera, pues sería el encargado de leer a los corresponsales extranjeros el edicto que integraba a Austria en el Reich el 13 de marzo de 1938. El régimen nacionalsocialista no tardó en proporcionarle un nuevo destino: Madrid.

Llegó en el verano del mismo año como corresponsal de la agencia alemana de noticias Transocean, y en agosto de 1940 se lo nombró agregado de prensa de la embajada alemana en la capital española, instalándose junto a su mujer, la baronesa transilvana Elena Petrino Borkovska, en un lujoso palacete de la Castellana (por entonces, avenida del Generalísimo, n.º 43), propiedad de la familia Hohenlohe.

La amplitud de la embajada del Reich en España y los servicios adscritos a ella la convirtieron en la más importante de Europa junto con la de Roma. Contaba con una plantilla que se acercaba a las quinientas personas, de las que solo 171 eran verdaderos funcionarios.

Sus servicios, desde policiales a económicos, eran tantos que se vio en la necesidad de alquilar diversos chalés y apartamentos en varias zonas de la capital, amén de los veintidós consulados y nueve viceconsulados ubicados en otras ciudades españolas. La función de Lazar en semejante entramado era la de crear, tanto en España como en los países americanos de habla española, una imagen favorable al Tercer Reich.

Un personaje hábil y trabajador

Lazar era un hombre de mundo, y su esposa no le iba a la zaga. Muy pronto, sus fiestas, a las que acudía el "todo Madrid", estuvieron en boca de los círculos del régimen. Sabía ser encantador con sus invitados -no así con sus empleados, con los que mantenía las distancias- y hacer de confidente, ayudando a numerosos personajes en momentos difíciles o embarazosos. Como señaló el periodista Ramón Garriga, "tenía fama de ser un hombre profundamente astuto y hábil".

Su presupuesto era de unas doscientas mil pesetas mensuales para la compra de espacios publicitarios, una verdadera fortuna en aquellos días, pero solo invirtió unas veinticinco mil en ese cometido: el resto lo empleó en captar voluntades. Además, cuando iba corto de efectivo, lo conseguía de diversas empresas alemanas radicadas en nuestro país, como Siemens o el complejo Sofindus.

Trabó una estrecha amistad con influyentes personajes como Ismael Herraiz (director de Radio Nacional), Juan Aparicio (delegado nacional de Prensa) o Víctor de la Serna (director del diario Informaciones), todos ellos de extracción falangista. También gozó de gran ascendiente en medios escritos como el propio Informaciones, Arriba y otros.

Cuando en 1943 se creó la agencia EFE, logró que sus comunicados fueran firmados por las siglas EFE/SET, que significaba Servicio Especial Transocean, la agencia de noticias germana. También alcanzó un acuerdo con ABC y La Vanguardia Española para que sus corresponsales en Alemania enviaran sus noticias a través de la agencia Transocean.

Además, utilizaba las agencias Arco y Faro para difundir noticias breves y artículos para la prensa comarcal, así como el servicio de noticias Berliner Briefe, que enviaba información a más de cincuenta cabeceras.

En los mentideros periodísticos, corría el rumor de que algunas crónicas publicadas por los corresponsales de ABC en Berlín habían sido redactadas en la embajada alemana. De igual modo, cuando la representación diplomática de algún país neutral sentía sus intereses zarandeados por la prensa española, en vez de acudir al medio en cuestión, solía entrar previamente en contacto con Lazar.

Si lo escrito por algún periodista hispano no era del agrado del austríaco, solía recibir su visita; si ni aun así se enmendaba, Lazar no dudaba en despachar con sus superiores para que ejercieran presión sobre él o, llegado el caso, lo despidieran. Tal era su poder.

Orientación y equipo

Además de exaltar los logros de la Alemania nacionalsocialista, el primer objetivo de las campañas de Lazar era el de desprestigiar a los enemigos del Reich, en especial a Gran Bretaña.

El embajador de ese país, sir Samuel Hoare, le tenía una gran inquina. A propósito de la afición que Lazar sentía por las antigüedades góticas y barrocas, de las que era un gran coleccionista y entendido, Hoare dijo que su rival era una "misteriosa figura de extraños gustos, su dormitorio estaba decorado como una capilla con dos hileras de doce figuras de santos y un altar sobre el que dormía".

En los escritos respaldados por Lazar, Gran Bretaña era presentada como una nación anticatólica y colonialista, que pretendía extender su dominio por todo el mundo, inspirada por los intereses judíos, también por España. Mientras, la URSS era vista como un lugar en el que la gente pasaba una indescriptible miseria y donde se perseguía sin piedad la vida religiosa. Al respecto, el folleto Dios entre los bolcheviques tuvo una gran repercusión.

Más tiento tuvo con respecto a EE. UU., especialmente tras la sustitución de Serrano Suñer por Francisco Gómez-Jordana Sousa al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores, el 3 de septiembre de 1942, ya que, entre las directrices del régimen, estaba la de no enemistarse con el gobierno de Washington. Eso era algo que no preocupaba a nuestro personaje, muy capaz de adaptarse, sin perder de vista sus objetivos, a la situación de cada momento.

Pero la labor de Lazar iba mucho más allá. El agregado de prensa no solo influía en los medios españoles, sino que hacía editar numerosas publicaciones. A través de las editoriales Blass, Persiles, Nueva Época y otras, publicaba el Boletín informativo de la embajada, que, con una tirada de hasta sesenta mil ejemplares, se entregaba tres veces por semana a diplomáticos y medios oficiales.

Además, patrocinaba numerosas hojas parroquiales y revistas, como la juvenil Heroísmo y Aventura y la humorística Colección de los 7, que se repartía en farmacias y peluquerías, así como las Cartas berlinesas, que publicaban diversos periódicos. Siempre procuraba que estos trabajos aparecieran como independientes, sin vínculo alguno con la embajada, para ganar en credibilidad, lo que no siempre logró.

También organizaba eventos propagandísticos, como la Semana del libro alemán, invitaba a conferenciantes alemanes o financiaba viajes de periodistas y autoridades españolas al Reich. Pero su mayor logró fue el Gran Plan, un reparto masivo de propaganda por veintiocho ciudades españolas en colaboración con diversos funcionarios de Correos y grupos de Falange, que llevaron a cabo una ingente y eficaz labor de buzoneo.

Ocultación y exilio

Para esta labor llegó a contar con un equipo formado por 432 personas, desde periodistas a mecanógrafas, pasando por enlaces y voceros. Entre ellos destacaron Wiebke Obermüller, la redactora del boletín de la embajada; Walter Bastian, director de Transocean en España; y Ekkehard Tertsch, jefe adjunto de la delegación de prensa desde 1943, que sería detenido por la Gestapo como presunto implicado en la trama del atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944 e internado en el tristemente célebre campo de Sachsenhausen.

Lazar siguió desarrollando su labor hasta el último momento. Reclamado por la comisión aliada como espía tras la guerra, se escondió en nuestro país gracias a diversos subterfugios médicos, con el visto bueno de las autoridades españolas.

Cuando las aguas se fueron calmando, se dedicó a la actividad empresarial, sin olvidar algunos artículos de carácter anticomunista en la prensa. En 1956 emigró a Brasil, y tras algunos años recaló en Viena, donde falleció de muerte natural el 9 de mayo de 1961.

[Fuente: Por Sergi Vich Sáez, La Vanguardia, Barcelona, 10ene22]

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