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DERECHOS


23jun03


Desde la parcela 42 del Cementerio de Toledo.

Por Isabelo Herreros.


En los últimos años ha surgido en España -de modo espontáneo, creo- todo un movimiento de reivindicación de la memoria reciente, en donde abundan, tanto en las ediciones de libros, como en los reportajes periodísticos, las historias de vida. Es decir, a partir de entrevistas, con los que Albert Camus llamaba los sufridores de la historia, se construye una narración acerca de un aspecto de lo que fue la lucha antifranquista o la represión practicada por la dictadura. Los autores no pretenden hacer libros con rigor académico, huyen de las notas a pie de página, de los apéndices documentales y de los listados bibliográficos; sin embargo, consiguen llegar a un público más numeroso, que poco tiene que ver con el reducido grupo de aficionados a la Historia Contemporánea española.

Hace casi diez años, unos amigos de Amnistía Internacional me convencieron de que para conseguir la implicación de la sociedad o, al menos, su simpatía, en las investigaciones que iniciábamos en Latinoamérica por desapariciones forzadas, realizadas por las dictaduras militares de los años sesenta-setenta, lo mejor era bajar a lo cotidiano, a las cosas sencillas de las víctimas. No interesaba demasiado el credo político concreto por el que fue perseguido, sino su ciudad, su barrio, sus compañeros de colegio, la foto con su equipo de fútbol, sus aficiones, sus ilusiones y proyectos. para, -como si de un barrido de cámara de cine se tratase, finalizar con el objetivo frente a un espacio blanco en una pared, en la que se evidencia la falta de una foto actual del hijo, del padre, o del nieto. En estas cosas pensaba hace unos días, a raíz de una reunión en Toledo, convocada por unos amigos que se resisten a ver pisoteada y burlada la memoria y la dignidad de las víctimas de la represión perpetrada en Toledo en los primeros días de la llamada "liberación" en Septiembre y Octubre de 1936.

Repaso notas, fichas y papeles de trabajos inconclusos y me tropiezo con toledanos de los que fueron acarreados, sin vida, en un camión, tras ejecución extrajudicial, a la hoy célebre parcela 42 del Cementerio Municipal. Ahí van, en apretadas biografías, cuatro retratos:

Restituto Sánchez Delgado.- Farmacéutico y republicano, 57 años, moderado, sin actividad política. Era titular de la Farmacia de Santo Tomé y persona solidaria con los más desfavorecidos del barrio. Era propietario del local y de la casa vivienda, sitas ambas fincas en los nš 19 y 21 de la calle Santo Tomé. Fue fusilado, en plena calle, tras detención inducida por vecinos "cooperantes". Su hija se casó con Álvaro López Rojo, maestro socialista e hijo de Isabelo López Barroso, concejal que fue del Ayuntamiento de Toledo. Un auto judicial de Octubre de 1943 sobreseyó su expediente de responsabilidad política por no existir imputación alguna en su contra. Tanto su yerno como su consuegro consiguieron escapar de la pena de muerte en los años cuarenta. Les costó todo su patrimonio conseguirlo."Refugiados" como decía Álvaro López, en Barcelona, los familiares de Restituto no quisieran volver jamás a Toledo.

Julián Sánchez Sánchez Sánchez.- Carabinero retirado y conserje de la Caja Regional del Obrero. Tenía 71 años, católicos practicante, sin militancia política. Buena persona, y de orden, según los propios informes de la Guardia Civil. Fue fusilado en el Cementerio, sin formación de causa, tras ser denunciado como implicado en el asesinato del Deán de la Catedral, José Polo Benito. En un hecho conocido que el citado sacerdote, ex diputado, fue asesinado junto a otras personas de derechas, el 24 de Agosto de 1936, tras ser asaltada la prisión provincial por milicianos llegados de Madrid, violentando a los funcionarios de servicio. Fue una venganza por la militancia republicana del hijo, exilado años después en México. En los años 40 se le siguió expediente de responsabilidad política con la finalidad de "legalizar" la incautación de dos fincas urbanas de las que era propietario, sitas en calle Real, 21, y callejón de Esquivias, 7. Su viuda tuvo que subsistir en la indigencia en el Toledo de los años 40.

Justo Hernández Serrano.- Abogado toledano, sin militancia política, buen ciudadano, y de familia con arraigo, joven y con prestigio profesional ---- . Como otras víctimas permaneció en Toledo tras su "liberación", por considerar que no se le podía imputar hecho delictivo alguno. Ni siquiera tuvo opción a vestir la toga para defenderse. Fusilado en los primeros días, sin causa formada. El mobiliario de su despacho, de estilo español, con piezas de valor y antigüedad, único bien de valor que poseía, fue incautado y utilizado por la Jefatura de Falange.

Pero quien si tenía alguna afiliación, sindical en este caso (UGT), era Luis Pingarrón, persona muy conocida en Toledo, por ser portero del cine Toledo. Luis tenía en los últimos tiempos la salud delicada y permaneció en cama en su casa de la Plaza de San Agustín, desde el inicio de la guerra, hasta que fueron a buscarlo para fusilar. Su expediente también sería sobreseído años después, por falta de acusación.

Hay más, muchos más, "residentes" de la parcela 42 con historias parecidas. Parece mentira que a los muy creyentes ediles conservadores de Toledo les parezca un exceso pedir que se les deje descansar en paz, con una modesta placa que los recuerde. Estos muertos, abrigados por tierra toledana, no reclaman nada y sin embargo son un testimonio pacífico y como dijera Manuel Azaña: "Ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón".

Toledo, junio de 2003


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