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14oct04


La fiesta de la Hispanidad es poco más que un desfile y mucho menos que una fiesta nacional


Si las fiestas nacionales significaran algo, deberíamos deducir que España está por construir. Entre el rancio nacionalismo del día de la raza, el patriotismo constitucional, la España plural y las pulsiones centrífugas de la periferia, este país no sabe cómo ni cuándo celebrar que existe. La fiesta de la Hispanidad es poco más que un desfile y mucho menos que una fiesta nacional. No hay un consenso ni sobre la fecha ni sobre qué se celebra, lo cual simplemente confirma el carácter heterogéneo de España. Con el día de la Constitución debería bastar como celebración política común. ¿O no es la Constitución -reformada o no- lo que compartimos?

El Estado asienta su autoridad sobre la coacción. Y el ejército simboliza esta capacidad. Pero a estas alturas en que el proceso de construcción europea permite empezar a superar la asociación nación-ejército y en que la despolitización del ejército ha sido uno de los éxitos de la democracia, montar una fiesta nacional sobre un desfile no parece muy acorde con la sensibilidad de la ciudadanía.

Desde que empezó la transición se viene arrastrando una misma confusión: del principio de amnistía general política se ha hecho derivar un principio de amnesia histórica y de suspensión de juicio. Así, la democracia española se ha construido sin memoria. En los primeros tiempos podía resultar comprensible en un país en que la ciudadanía estaba dispuesta a olvidar lo que fuera con tal de no reavivar viejas confrontaciones. Más tarde, cuando la derecha acabó su travesía del desierto, se intentó aprovechar la amnesia para blanquear al franquismo. Y ahora el Gobierno, bajo el viejo lema de la reconciliación, parece apuntarse a la moda de los discursos pospolíticos que menosprecian la importancia de la verdad y colocan los juicios morales bajo el signo del relativismo. Ahora resulta que, pasados los años, da lo mismo un soldado de la división Leclerc que liberó París que un soldado de la División Azul que se fue a luchar en defensa del totalitarismo nazi. Todos son españoles, lo demás, según parece, sería anecdótico. ¿Esta es la pedagogía democrática que hace el Gobierno?

Azar Nafisi, escritora iraní que profesa en universidades de Estados Unidos, lo dice de un modo muy plástico: la primera lección de la democracia es "que todos los individuos, sin que importe lo despreciables que puedan ser, tienen derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de felicidad". La democracia sólo les pone un límite: las leyes. Desde el punto de vista del Estado democrático la buena fe o la mala fe de los ciudadanos carece de significación, como carece de relevancia lo que cada uno quiera hacer con su vida, siempre que cumpla con sus obligaciones legales. Es más, nadie puede estar marcado por su pasado como si de un pecado original se tratara. Hay ex etarras plenamente integrados en la vida civil, como hay ex miembros de la División Azul que han hecho excelentes servicios al país. Lo que se critica no es a las personas, sino al reconocimiento a su actuación en un momento determinado y en el marco de una organización concreta. El ex soldado de la División Azul que acompañó a los Reyes en la ofrenda a los muertos, no estaba en tanto que persona individual, sino por haber sido miembro de aquel batallón. ¿Qué diríamos si dentro de unos cuantos años un Gobierno vasco invitara a un ex etarra, en tanto que antiguo miembro de ETA, a su fiesta nacional? La voluntad de reconciliación no debe confundirse con el relativismo moral, como si, con el tiempo, las conductas perdieran significación, todas fueran iguales.

"Fueron fieles a los ideales que abrazaron", ha hecho escribir el ministro Bono en el texto de homenaje a los que dieron la vida por España. Es el viejo mito de raíz religiosa de la coherencia y la autenticidad en la creencia. Como si la fidelidad a los ideales convirtiera en moralmente irreprochable cualquier acción que se hiciera en su nombre. Julio Caro Baroja tiene una clarificadora definición de ideales: "Simplificación de las ideas conforme a una especie de esquema maniqueo según el cual el Bien está de su parte, y el Mal está al otro lado y defendiendo el Bien se puede llegar a todo. Al robo, al secuestro y al asesinato". Cuidado con los ideales. Queman.

[Fuente: Por Josep Ramoneda, El País, Madrid, Esp, 14oct04]

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