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18abr15


Los candidatos del PP, entre el cabreo y la catalepsia por el escándalo Rato


"Tenemos dos opciones: llorar sin premio o suspirar en vano". Así de gongorinos se encuentran en el PP tras el terremoto Rato. La reacción en el partido oscila entre la desesperación y la queja. También la ira. Barones, candidatos y dirigentes no disimulan su enorme enojo con el escándalo que ha hecho trastabillar a su formación. En plena campaña electoral, un cimbronado de estas características "resulta un rejón semimortal", confesaba el aspirante a una importante alcaldía en Castilla y León.

Por los pasillos de Génova circulaban en los últimos días ciertos rumores de nuevos escándalos sobre el lado oscuro de Rato. Pocos lo sabían y casi nadie se preocupó. El exvicepresidente de Aznar ya era agua pasada. Amanillado a dos sumarios de enorme relevancia, como Bankia y las tarjetas black, no cabía esperar mayores sorpresas.

El bombazo alcanzó magnitudes símicas tanto en el partido y en buena parte del Gobierno. En plena campaña electoral, con tantas plazas en peligro, con la amenaza de Ciudadanos en ascenso, los candidatos del PP estaban a lo suyo, elaborando programas, ajustando actos, perfilando calendarios. Y de repente, el gran estruendo, desvelado por Vozpópuli. Rato era un defraudador, se había acogido a la amnistía fiscal y estaba siendo investigado por posible blanqueo. "No nos podía pasar nada peor", comentaba la mencionada fuente.

Símbolo de un pasado de esplendor

Rato ha sido el símbolo del éxito económico de los gobiernos de Aznar y de la seriedad en materia económica del PP. Logró más brillo político del que en realidad merecía, lo que evidencia su inteligencia y astucia. No se explica el PP sin hablar de Rato. De ahí el impacto de la noticia. Y la conmoción consiguiente que produjo su detención, en su casa, con pena de telediario incluida. Ni a Bárcenas ni a los Pujol, ni siquiera a Granados se les trató así, explican dirigentes del partido, perplejos con el vertiginoso discurrir de los acontecimientos.

En Génova no se acertaba a reaccionar. Dolores Cospedal, fiel a su estilo, optaba por el tradicional mutismo de los momentos duros. La secretaria general actúa pero no habla. González Pons consideraba que "este asunto le hace muchísimo daño al partido. Los del PP estamos mudos", concluía. Pocos dirigentes territoriales rompían el silencio. Llegaban noticias desde diversos puntos de España de actos cancelados y agendas modificadas. Un fin de semana en blanco. "¿De qué quieren que hablemos,, de la recuperación, del empleo, de la bajada de impuestos, si todo lo ocupa Rato?", explicaban, acongojados.

Esperanza Aguirre, siempre en vanguardia, expresó lo que piensan tantos candidatos: "Perjudica al partido, nos perjudica a todos, hace mucho daño al PP". Desolación al borde de la desesperación. Son los sentimientos que predominan a estas horas en la formación conservadora, donde se intenta poner toda la distancia posible con quien fuera uno de sus referentes, de sus símbolos. Difícil empeño. "Nos va a costar caro, esto se paga en las urnas", explican mientras cunde el desánimo.

¿Para que tenemos mayoría?

Un golpe inesperado ha truncado los ánimos que sembró Rajoy en la reciente sesión con sus candidatos autonómicos. Este fin de semana, el presidente del Gobierno, que también ha guardado un silencio hermético sobre este asunto, reanuda sus labores de campaña. Le toca actuar en Alicante y Murcia.

El PP necesita mucha árnica y algunas explicaciones, dicen sus dirigentes. ¿A qué ha venido todo esto en vísperas electorales? ¿No se podían haber manejado los tiempos con la Agencia Tributaria y con la Fiscalía? ¿Para qué queremos la mayoría absoluta? Cunde la sensación de que los ritmos los marcan los rivales y no el Ejecutivo.

Se mira con indisimulado malestar hacia Moncloa, de donde adivinan que viene la 'operación Rato'. En el partido se desconfía de todo el Gobierno, empezando por Rajoy, que nunca se entendió con su viejo compañero de Consejo de Ministros.

Cristóbal Montoro fue el primero en reaccionar. El titular de Hacienda, dueño de toda la información fiscal del país, conocedor de los nombres y apellidos de los 705 incluídos en la 'lista de la amnistía', es quien ha tomado la bandera de la 'la oportunidad en la calamidad'. Ha sido el encargado de darle la vuelta a la noticia. "La Justicia actúa de igual forma para todos. No importa que se pertenezca a un partido o otro. No cuentan los colores. Yo no estoy para sentimientos personales sino para hacer cumplir la ley".

Oportunidad en el desastre

El titular de Hacienda se puso los galones de mando en la rueda de prensa del Consejo de Ministros. A su lado, la vicepresidenta se mostraba algo retraída y hasta balbuceante, sin el natural desparpajo de sus intervenciones sabatinas. Le tocó a Sáenz de Santamaría excusar el silencio del presidente con el argumento de que se trata de 'un asunto particular'. Montoro había señalado el camino desde las primeras horas posteriores al gran temblor. La teoría es sencilla: El Gobierno no toca un sólo pelo de la ley para salvar a 'uno de los suyos'. Fin a la imagen 'abarcenada' del PP. Fin a las sospechas de corrupción. Este mismo viernes, Montoro había presentado un paquete de iniciativas contra el fraude fiscal. Se harán públicos los nombres de morosos y defraudadores. ¿Casualidad?

Rajoy guarda silencio. Hace mucho tiempo que no habla con Rato. No es una persona hacia la que haya dispensado nunca enorme cariño. Fue su rival en la tripleta para suceder a Aznar. Le considera soberbio y presuntuoso, según gente próxima al presidente. Aunque le reconoce sus méritos. "Rato siempre ha elegido mejor a sus equipos que Rajoy, que gusta rodearse de mediocres", aseguraba una persona muy próxima al exvicepresidente caído.

La tormenta no amainará pronto. Es la noticia de esta campaña de las municipales. Pero en Moncloa se piensa que hay tiempo para que este episodio maloliente se gire en un activo de cara a las generales. Quien va a quedar retratado y señalado es Rato. Hay muchas cosas aún por salir. Y para noviembre, para las elecciones de Rajoy, todo habrá concluido. El gobierno habrá sacado brillo a su campaña contra el fraude y el que fuera 'hombre del milagro económico' estará pudriéndose en el desván del olvido.

El problema es para el partido, para los candidatos que van a presentarse a las urnas dentro de cuarenta días. "Ahí nos toca recibir", suele comentar Rajoy, "porque tenemos que pagar el precio de estos tres años de sacrificios". Es decir, ni llorar sin premio o suspirar en vano. Rajoy tiene motivos para estar satisfecho. O lo parece.

[Fuente: Por José Alejandro Vara, Vozpópuli, Madrid, 18abr15]

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