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19ago21


El más talibán de los talibanes: Sirajuddin Haqqani, el ala dura del nuevo régimen


Un muyahidín liberado de una prisión pakistaní gracias a Donald Trump; el mismísimo hijo del mulá Mohamed Omar, fundador de los talibanes... y entre los 'moderados', el más sanguinario colaborador. Sirajuddin Haqqani es una de las tres personas de las que se rodea el Emir-ul-Mominin Sheij ul Quran, el comandante de los creyentes y erudito del Corán Haibatulá Ajundzada, líder de los talibanes, y que en los próximos días podría ser, junto al resto de los dirigentes talibanes, elevado a importantes cargos en el Gobierno que pretende formar la insurgencia tras la toma de Afganistán.

Mientras se espera que Abdul Ghani Baradar, quien ha liderado las negociaciones de paz, sea quien dirija Afganistán en esta nueva era, fuentes consultadas por la cadena con sede en India CNN-News18 aseguran que el Gobierno pakistaní ha pedido a los talibanes que incluyan a los líderes de la red Haqqani en puestos clave una vez se anuncie el nuevo Gobierno del Emirato Islámico de Afganistán. "Pakistán querría una cartera importante y a Sirajuddin Haqqani en el nuevo régimen talibán, de modo que pueda tomar decisiones según sus propios intereses [de Pakistán]", señalan dichas fuentes. No hay que olvidar que Pakistán fue uno de los tres únicos países, junto a Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU), que reconoció el primer régimen talibán.

Los lazos de Pakistán con la red Haqqani vienen de lejos. El primer líder y padre de Sirajuddin, Jalaluddin Haqqani, un conocido muyahidín que combatió durante la guerra afgano-soviética, intentó por primera vez provocar una rebelión contra el Gobierno secular de Afganistán en 1975. Tal y como relata Abdul Rashid Waziri, especialista del Centro de Estudios Regionales de Afganistán, a RFE-RL, en ese momento Islamabad apoyaba a estos islamistas radicales, como respuesta al apoyo recibido por parte de Kabul para lidiar con los movimientos balochi y pastún en Pakistán. Waziri, que además fue viceministro de Asuntos Tribales en Afganistán en los 80, señala que Jalaluddin Haqqani comenzó entonces a disfrutar de una especial relación con el Ejército pakistaní, del que recibía dinero y armas —esta relación entre Pakistán y la red Haqqani aún continúa en la actualidad—.

¿Quién es Sirajuddin Haqqani?

Responsable de las zonas del este de Afganistán, la que colinda con Pakistán, como uno de los números dos de Ajundzada, la importancia de Sirajuddin Haqqani le viene precisamente de su propio padre, quien, además de para Pakistán, fue un importante activo para Estados Unidos. A la muerte de su padre, confirmada por los talibanes en 2015, fue Sirajuddin quien se quedó al mando de esta rama, que había jurado lealtad a los talibanes en 1995, poco antes del régimen dirigido por la insurgencia en Afganistán y que acabó con la invasión del país por parte de Estados Unidos.

Sirajuddin Haqqani creció en Pakistán —se crio en Waziristán del Norte y estudió después cerca de Peshawar— y como líder de la red Haqqani ha venido operando principalmente en la frontera entre Afganistán y Pakistán. Pese a que su padre recibió apoyo y financiación de Estados Unidos, Washington lo ha considerado, al igual que Afganistán, uno de los grandes señores de la guerra, el más peligroso de la insurgencia afgana. Tras la invasión estadounidense, la red Haqqani de Jalaluddin, reasentada en Waziristán del Norte, ahondó su relación con los talibanes, a pesar de que tanto Estados Unidos como Pakistán lo intentaron convencer para ayudarlos a frenar el avance talibán. Así pues, y con la connivencia de los servicios pakistaníes de inteligencia (ISI), la red Haqqani contribuyó a la reorganización de los talibanes en el sur de Afganistán.

Fue en aquella época, entre 2003 y 2004, cuando Jalaluddin comenzó a ceder el testigo a su hijo, tal y como explican el profesor en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) Luis de la Corte Ibáñez y la analista de seguridad internacional Hristina Hristova Gergova en un documento de investigación publicado en julio de 2016. Se considera que la red Haqqani fue la que introdujo la organización de atentados suicida en Afganistán: según De la Corte y Hristova, Sirajuddin recibió en sus campos de entrenamiento a diferentes milicianos, árabes e iraquíes, para adiestrar a sus hombres en el uso de artefactos explosivos improvisados y operaciones suicidas. En 2007, el Consejo de Seguridad de la ONU lo definió como "uno de los líderes más prominentes, influyentes, carismáticos y experimentados de la red Haqqani".

De activo para la CIA a poner precio por su cabeza

Fue poco después cuando la fortuna de los Haqqani se dio la vuelta: de haber sido uno de los grupos guerrilleros que, para combatir la ocupación soviética, recibieron financiación por parte de la CIA, entraron en 2012 en la lista de organizaciones terroristas de Estados Unidos. En enero de 2008, Sirajuddin Haqqani reconoció estar detrás de un ataque perpetrado contra uno de los hoteles más seguros (y lujosos) de Kabul, el Serena, en el que murieron seis personas, entre ellos un ciudadano estadounidense. Ese mismo año, confesó que su red había diseñado un plan para asesinar al entonces presidente de Afganistán, Hamid Karzai.

Además de otros ataques, ese mismo año secuestró al entonces periodista de 'The New York Times' y actual director de 'The New Yorker', David Stephenson Rohde, quien estuvo en manos de los talibanes durante más de siete meses —periodo durante el cual pidió que no se informara sobre su desaparición—. Todo esto hizo que Washington pusiera precio por la cabeza de Sirajuddin Haqqani: cinco millones de dólares ofrece el FBI por cualquier información que lleve a su arresto.

En agosto de 2015 él fue nombrado como número dos del recién elevado a emir, el mulá Ajtar Mohamed Mansour, sucesor del fundador del movimiento talibán, el también mulá Mohamed Omer. Con esta unión quedaba férreamente sellada la relación entre la red Haqqani y los talibanes. Mansour, víctima de un bombardeo con drones dirigido por Estados Unidos, falleció en julio de 2016 en suelo pakistaní, dejando un vacío en la enrevesada red insurgente afgana. Y fue el nombre de Sirajuddin Haqqani uno de los que sonó como su posible sucesor. Como posible líder talibán, Haqqani era mucho peor que Mansour, mucho más sanguinario, implacable y peligroso. Con la llegada de Ajundzada, Haqqani se mantuvo entre los números dos de los talibanes, compartiendo cargo con Mohamed Yaqub, hijo del mismísimo mulá Omar.

Bajo el mandato de Sirajuddin Haqqani, la red ha expandido su territorio y diversificado sus fuentes de ingresos: sus integrantes se han extendido hacia sur y norte de Afganistán, llegando a bordear Kabul, y sus alianzas con otras organizaciones, más allá de los talibanes afganos —Al Qaeda, el Movimiento de los Talibán Pakistaníes (Tehrik-i-Taliban Pakistan), el Movimiento Islámico de Uzbekistán o Lashkar-e-Taiba, en la disputada Cachemira— le han permitido reforzar la financiación de su 'guerra santa' global.

¿Dónde está Sirajuddin Haqqani?

Su centro de operaciones siempre ha estado en la frontera entre Afganistán y Pakistán. Hace unos años, el propio Sirajuddin Haqqani habló de unos 'santuarios seguros' levantados dentro de Afganistán para albergar a figuras como él, sin embargo, los expertos siempre han puesto en duda esta afirmación. "No hay ningún lugar en Afganistán donde pueda estar seguro", aseguraba a RFE-RL Abdul Rashid Waziri, especialista del Centro de Estudios Regionales de Afganistán y exviceministro de Asuntos Tribales en el país.

Waziri estaba seguro en su momento de que alguien le había pedido a Haqqani que diera esa información, para desviar la atención de Estados Unidos de Pakistán a Afganistán, como se llegó a hacer con Osama bin Laden: el Ministerio del Interior de Pakistán afirmó que se escondía en la provincia afgana de Kunar, cuando finalmente fue descubierto y detenido en Abbotabad (Pakistán), ejecutado y lanzado al mar. Lo cierto es que más de 50 miembros de la extensa familia Haqqani, incluido un hermano de Sirajuddin, han sido asesinados en ataques con drones estadounidenses.

Desde alguna ubicación desconocida, Sirajuddin Haqqani publicó el año pasado una columna de opinión en 'The New York Times' titulada 'Lo que nosotros, los talibanes, queremos'. "Somos conscientes de las preocupaciones y dudas, dentro y fuera de Afganistán, acerca del tipo de Gobierno que tendríamos después de la retirada de las tropas extranjeras. Mi respuesta a esas preocupaciones es que todo dependerá de un consenso entre los afganos", escribe el que llega al nuevo régimen como número dos de los talibanes y previsiblemente algún cargo nuevo.

Sirajuddin Haqqani asegura en aquel escrito que, si han sido capaces de "llegar a un acuerdo con el enemigo extranjero", también han de serlo a la hora de "resolver los desacuerdos entre los afganos mediante la conversación" y afirma que los talibanes están "dispuestos a trabajar sobre la base del respeto mutuo" con sus "socios internacionales". "Reconocemos la importancia de mantener relaciones amistosas con todos los países y nos tomamos en serio sus preocupaciones. Afganistán no puede permitirse vivir aislado. El nuevo Afganistán será un miembro responsable de la comunidad internacional", finaliza.

Muchos expertos discrepan del discurso tibio que parecen estar mostrando los talibanes a su regreso al poder en Afganistán, un 'lavado de cara', pero sin cambios estructurales ni ideológicos. Otros portavoces de los talibanes han asegurado que, bajo su control, todos los afganos tendrán los mismos derechos y se garantizarán también los de las mujeres, si bien la experiencia dice que sus derechos quedarán duramente mermados bajo la 'sharía'. Y aunque Ajundzada se haya rodeado de 'moderados', también ha tenido a su lado a uno de los terroristas más duros de la región. Y es que, como asegura a El Confidencial Thomas Johnson, investigador de la Universidad de Monterey, California y autor del libro 'Narrativas de los talibanes', "no son solo yihadistas, son auténticos criminales brutales".

[Fuente: Por T.F., El Confidencial, Madrid, 19ago21]

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