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07ago19


La peste terrorista libró una guerra para poner a Rusia de rodillas, pero le salieron mal las cuentas


Es difícil imaginar un tiempo en la historia de la Rusia contemporánea en que el país haya sido tan débil como en los años 1990. Después de haber sobrevivido a la disolución de la URSS se encontró al borde de su propia desintegración. Sin duda, el punto más caliente en su mapa fue el sur de la parte europea del país, el Cáucaso del Norte.

Los lemas separatistas fueron populares especialmente en la república de Chechenia, donde las fuerzas proindependentistas, lideradas por el antiguo general de la Fuerza Aérea soviética Dzhojar Dudáyev, se hicieron con el poder después de la desintegración de la Unión Soviética. Al no responder al problema del separatismo en una de sus regiones, la Federación de Rusia puso en peligro su integridad.

Este fue un ejemplo muy malo para el resto de las regiones del país, donde también hubo movimientos separatistas. En diciembre de 1994, Moscú lanzó una operación militar para reestablecer su control sobre Chechenia. Así comenzó la Primera Guerra de Chechenia que acabó en agosto de 1996 con la firma de los acuerdos de Jasaviurt que pusieron fin al conflicto bélico. Chechenia permaneció independiente de facto.

Antes del fin del conflicto armado, Rusia había llevado a cabo una operación especial para asesinar al líder checheno Dudáyev. Tras su muerte, el poder en Chechenia quedó en manos de Aslán Masjádov, un líder mucho más débil en comparación que no logró controlar los grupos extremistas que aparecieron en la república. Justamente esos grupos lanzaron el 7 de agosto de 1999 una ofensiva islamista contra la región rusa de Daguestán dando inicio a la Segunda Guerra de Chechenia.

Invasión brusca

Los terroristas chechenos, en cooperación con mercenarios árabes, invadieron las zonas montañosas en el sur de Daguestán para apoyar a los islamistas locales con el fin de crear un Estado islámico en esta región rusa. Los invasores esperaban que la mayoría de los daguestaníes los respaldara porque compartían la misma religión, el islam.

Sin embargo, para su sorpresa, los habitantes locales ofrecieron resistencia. Los lugareños crearon milicias armadas y dieron la batalla a quienes invadieron sus tierras. Pronto llegaron los refuerzos del Ejército ruso que ayudaron a restablecer el orden en Daguestán.

A los terroristas les pareció insuficiente la independencia de Chechenia con una población de un millón de personas, por lo cual su objetivo era establecer el control sobre la república rusa de Daguestán, donde habitaban más de tres millones de personas. Se trataba de ciudadanos rusos y Moscú no podía quedarse de brazos cruzados.

La parte rusa incluso ofreció al Gobierno checheno de Masjádov realizar una operación conjunta para desbravar a los islamistas y a los mercenarios extranjeros. No obstante, el presidente checheno solo condenó los ataques contra Daguestán y no ordenó ninguna campaña militar contra los extremistas.

La impotencia de las autoridades separatistas chechenas de controlar la situación en su territorio no le dejó a Moscú ninguna otra opción más que lanzar una ofensiva y eliminar sus escondites en el territorio de Chechenia.

Saltar a la yugular del yihadismo

La decisión de lanzar una operación en Chechenia fue el resultado de una serie de atentados que los terroristas perpetraron en septiembre de 1999 en Moscú y en otras ciudades del país. Como consecuencia de aquellos ataques murieron centenares de civiles que no tenían nada que ver con esta guerra muy lejana para ellos.

A finales de septiembre, las fuerzas federales empezaron a bombardear la capital de Chechenia, Grozni, y entraron en el territorio de la república. La fase caliente del conflicto armado duró hasta finales de marzo de 2000. A partir de entonces, los terroristas se escondieron en los bosques de las montañas del Cáucaso del Norte y realizaron incursiones contra el Ejército ruso y los objetos de infraestructura hasta 2009.

En la Segunda Guerra de Chechenia, Moscú optó por una táctica más ingeniosa y consiguió atraer a su bando a algunos de los líderes chechenos que durante la primera guerra habían luchado en su contra. Al ver que con cada día que pasaba la república se sumergía más en el caos, el líder religioso checheno —muftí— Ajmat Kadírov tomó parte por el Kremlin.

El propio Kadírov luego explicaría que estaba en contra del establecimiento de la ley islámica —sharía— y contra la propagación del extremismo en Chechenia. Muchos chechenos siguieron su ejemplo. Kadírov fue asesinado por los extremistas en 2004 como consecuencia de un atentado terrorista en un estadio en la capital chechena. Años después, su hijo Ramzán Kadírov encabezó la república rusa de Chechenia y sigue siendo su líder hasta el día de hoy.

Los terroristas continuaron con sus incursiones incluso después de 2009 y llevaron a cabo varios atentados en las ciudades más grandes de Rusia. Sin embargo, Rusia logró ganar esta guerra y poner fin a la propagación de la peste terrorista por el territorio de Rusia.

Esta era una amenaza muy real porque en aquella época Chechenia se había convertido en el campo de entrenamiento para muchos radicales incluso de otras regiones de Rusia.

Cuando Moscú puso fin a la Segunda Guerra de Chechenia, efectivamente eliminó el peligro que representaba el enclave terrorista dentro de su propio territorio. Con la invasión de Daguestán, los terroristas soñaban con poner a Rusia de rodillas, pero Rusia reunió fuerzas y derrotó a los extremistas de una vez por todas.

[Fuente: Por Denis Lukyanov, Sputnik News, Moscú, 07ago19]

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