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DISCRIMINACIÓN EN LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
La UBA habría intentado quitarle la cátedra a un docente con sida

Por Sergio Sorin

BUENOS AIRES, 10 de may. 2000
(artículo publicado en El Sitio Argentina)


Se llama Marcelo Matellanes y aún sigue siendo titular de la crítica cátedra de Economía Internacional en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

El año pasado, cayó gravemente enfermo y debió ausentarse de las aulas para tratar varias afecciones producto de la insuficiencia inmunológica que le provoca el HIV.

El sector académico de su facultad interpretó que ya no podría continuar con las clases, por lo que intentó de varias maneras llenar el vacío -o apartarlo de sus funciones-, mientras él estuvo internado.

Lo que en principio fue un caso de maltrato institucional, pareció transformarse en una oportunidad para borrar del mapa a una cátedra crítica y molesta para el plan de estudios actual que la UBA tiene para sus estudiantes de Ciencias Políticas. La Facultad, sin embargo, niega todo.

"Si fuera por la facultad, yo ya estaría muerto"

El profesor Matellanes, tiene 43 años y un abultado currículum como economista y docente. Su caso pudo convertirse en la primera denuncia ante la Justicia sobre discriminación por portación de HIV en una universidad argentina. Pero la habilidad negociadora del Consejo Directivo de la Facultad de Sociales lograron que Matellanes de marcha atrás con su reivindicación. "Mi físico no puede más. Siento que mi cuerpo se desangra si sigo nadando contra la corriente".

Todo comenzó el año pasado cuando imprevistamente, y por primera vez desde que tiene HIV, se vio obligado a permanecer en cama y recibir ayuda para moverse. "Ni hablar de ir al baño solo. El cuadro médico era desolador: a un principio de tuberculosis se le sumó una hepatitis B aguda", recuerda.

"Una alumna mía dijo: La sociedad argentina no se banca que un tipo de relativa exposición, diga públicamente que es homosexual y que tiene SIDA. Mi lectura es: se lo banca más la sociedad que las instituciones y los medios", cuenta Matellanes.

Tan sólo unas semanas atrás, Matellanes pidió ayuda a 20 de sus estudiantes para elaborar una cadena de emails con el objeto de denunciar lo que él interpretaba un acto de discriminación. Según su cálculos, fueron más de tres mil los mensajes que circularon por el mundo univesitario. "En rigor de verdad tuve más apoyo de los alumnos y ex alumnos de la facultad que de los mismos colegas", asegura. "Incluso la comunidad médica y de psicología mostraron su preocupación, que incluso llegó a transgredir las fronteras de la Argentina. Creo que si no hubiese sido por la presión que recibieron, para la facultad de Sociales yo ya estaría muerto".

Desde hace años, su cátedra de economía internacional se encuentra entre las más concurridas de las 38 optativas que existen en la facultad. Un promedio de 40 alumnos se inscriben cada cuatrimestre para cursarla.

Esta no es la primera vez que se da un caso de discriminación en un claustro universitario de la Argentina. El 17 de febrero de este año, el Consejo Académico de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de la Plata resolvió aprobar el cese de aquellos profesores que al 15 de marzo del 2000 hayan cumplido 70 años de edad. La medida siguió a rajatabla una discusión que se dió en el seno del Ministerio de Educación para promover el recambio universitario y evitar así la perpetuidad de los cargos académicos. Incluso la misma UBA implementó hace no mucho tiempo una disposición de iguales características (ver artículo).

El caso más simliar al de Matellanes sucedió en 1999, en la Facultad de Ciencias Sociales, cuando tres consejeras directivas iniciaron ante la Defensoría del Pueblo de Buenos Aires una denuncia sobre discriminación por cuestiones de género. Aunque el hecho no cobró estado público, significó un fuerte simbronazo en la estructura burocrática de la Universidad de Buenos Aires.

Pero los máximos directivos de la Facultad de Ciencias Sociales, en un e-mail enviado a El Sitio, niegan que haya existido alguna situación de discriminación o desconsideración hacia algún docente. "Con la más alta estima hacia la trayectoria y el desempeño del citado docente -dice el mensaje sobre Matellanes-, lamentamos profundamente que se haya generado una confusión respecto de una supuesta situación de discriminación e invitamos a que cualquier inquietud, petición o aclaración al respecto se canalice a través de los mecanismos institucionales y la comunicación habitual académica".

Por otra parte, el Consejo Directivo de la Facultad aprobó este martes el proyecto educativo que el profesor había presentado este año para la cátedra. Y en sesiones meteóricas decidieron otorgarle la "dedicación exclusiva", algo que venía reclamando dese hace tiempo.

En su cátedra festejaron la noticia, por considerar que era prácticamente imposible tener éxito dado el nivel de conflictos docentes y el clientelismo político existente en la Universidad de Buenos Aires.

¿Pero es ésto un acto de buena fe o el precio que debe pagar por cuestionar la discriminación?. Matellanes considera que el estado de beligerancia concluyó: "Si me preguntan si la Facultad logró torcerme el brazo, digo que sí: es una lectura posible".

REPORTAJE A MARCELO MATELLANES
"La UBA debería preservar su espíritu crítico y analítico"

"Yo creo que la dirección académica se aterró", dice un enflaquecido profesor Matellanes mientras termina de encender su segundo cigarrillo en menos de diez minutos.

En un bar de barrio, en Villa del Parque -donde se realizó la entrevista- todos parecen conocerlo. Es morocho, delgado y alto; y su andar dubitativo -aunque no endeble- parece mostrarlo agotado, cansado.

"Estoy en tratamiento médico gracias a un subsidio que recibo de la obra social de prensa. Es que soy investigador de la UTPBA", dice como para romper el hielo.

Matellanes se recibió en 1980, en la UBA como Licenciado en Economía. Dos años más tarde -mientras comenzaba el fin de la dictadura por la guerra de Malvinas- se radicó en Francia para cursar el doctorado de Economía Internacional en la Sorbona de París. Allí contrajo el virus del HIV producto de una relación homosexual.

En 1987 y con el deseo de radicarse definitivamente en su tierra, volvió a la Argentina, donde comenzó una notoria carrera académica y profesional.

¿Cuándo comenzó a deteriorarse su salud?

Justo antes del comienzo de las clases; en marzo de 1999, unos 15 o diez días antes de comenzar el cuatrimestre.

¿Y no avisó a la facultad?

En principio no, porque como el avance de la enfermedad fue muy paulatino, yo pensé que tenía sólo una gripe fuerte, porque no había aspectos de una neumonía. Me pareció correcto que comiencen a dar clases los miembros de la cátedra -que son los mismos desde hace cuatro años, aclara- hasta que me sintiera mejor. Pero esto no ocurría y caía de maduro que no podía hacerme cargo de la cátedra, de la que era titular desde hace 11 años.

¿Qué pasó entonces?

Allí comienza una serie de actos que a mi entender son violentos y discriminatorios. El director de la carrera de Ciencia Política, Franco Castiglione, resuelve nombrar al profesor Emilio Taddei, un reciente graduado de postgrado en París, al frente de la cátedra. Pero a mi, que se supone que seguía en funciones, no me llamaron siquiera para preguntarme si estaba de acuerdo o si tenía en mente algún otro candidato. Y todos sabemos que una cátedra de la universidad es algo muy delicado. Al menos merecía que me lo digan por ser algo habitual en la comunicación académica, o sencillamente por respeto a mi humanidad. En una lectura posterior entendí que se trataba de una negación de mi persona. En otras palabras ya me habían enterrado.

¿En qué se origina esta decisión?

Yo creo que la dirección académica se aterró. En la psicología respecto del HIV, en cuanto uno salga antes del medio mejor, porque para nuestra cultura somos enfermos y personificamos a la muerte. A todo esto, y yo sin enterarme, mi jefe de trabajos prácticos (JTP) el Lic. Domingo Maio, pide mi lugar como heredero natural. Pero el currículum no le daba ya que él no es economista. Lo más gracioso es que Castiglione safó mirando para otro lado; hecho que ofuscó a Maio y lo llevó a presentar su renuncia.

¿Nunca ocurrió una situación similar?

No, jamás. A nadie se le hubiera ocurrido que una ausencia por enfermedad significaba ser pasado por alto completamente. Entonces, la pregunta que me hago es obvia: ¿Por qué a mí?. Evidentemente Castiglione supuso que la cátedra había quedado libre.

Pero finalmente usted volvió a la Universidad.

Así es. En el segundo cuatrimestre me reestablezco y vuelvo a dar clases. Y Claro, como me dijo Leon Rozitchner: 'Lo que pasa es que vos no tenías que haber vuelto. Vos tendrías que cuidarte y quedarte en la cama'. Y es así: les dio por las bolas que yo volviera. Es que esta situación excede a la burocracia académica.

¿Por qué?

En este caso están implicadas seriamente cuestiones de política universitaria porque mi cátedra está dentro de las pocas que defienden una idea de la carrera que no es la predominante, ni es de las que se quiere instalar. Mi cátedra es escencialmente crítica al sistema y choca con la onda instrumentalista que intentan imponer en la facultad. Yo no acepto que sólo se pretenda formar técnicos; para eso están otras universidades. La UBA debería preservar su espíritu crítico y analítico. Y evidentemente las reformas propuestas directamente se olvidan de este punto.

¿Qué pasó luego de su regreso?

Pedí designar a un ayudante como jefe de trabajos prácticos, pero la secretaría académica me lo negó invocando una reglamentación interna que nadie cumple en la Facultad. Hay cátedras que por tener vinculaciones con la Franja o el Moves tienen privilegios y a mi me negaron una sóla persona. No sólo me discriminaron, sino que además cuestionaron mi juicio académico y por tanto a los alumnos que eligen estudiar en esta cátedra. Alayón, el vice decano de Ciencias Políticas, entiende que fue un problema de comunicación; pero sin embargo me pidió expresamente que no recurra al rectorado con este tema.

Pero la Facultad insiste en que fue un malentendido

Mire: Alayón me mandó a un prestigioso profesor a decirme que en realidad todo esto surge por los celos de otra cátedra de economía. Es ahí cuando este profesor me dice que el decano nos ofrece una mayor participación en la Facultad, e incluso me pide que prepare un paper para la revista institucional de la Facultad que se llama "Sociedad". (ver artículo). Entonces yo me pregunto si en realidad no están queriendo ofrecerme el oro y el moro por temor a cómo ellos puedan quedar parados en todo este asunto.

¿Seguirá al frente de su cátedra?

En la medida que pueda, si. Después de todo conseguí proponer un plan de estudio para la cátedra que aún está pendiente de ser aprobado por el consejo académico. Pero más allá de mi situación en el ámbito universitario me he replanteado aspectos de mi vida. Hay momentos en que la carga simbólica de esto te desmorona. Porque además, en la Facultad existe un gran maltrato: hay profesores que piden audiencia y no los reciben, se sacan puntos de la currícula docente impunemente, cuesta mucho retener a los docentes en las cátedras porque no ganan un mango. Eso si, simpre tienen abrochada a la "masa crítica" sin la cual no podrían gobernar los claustros.

En La Plata ponen límites al saber

En febrero de este año, el Consejo Académico de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata resolvió aprobar el cese de aquellos profesores que al 15 de marzo del 2000 hayan cumplido 70 años de edad.

La medida fue repudiada por la APDH de La Plata por considerarla discriminatoria. En particular, la organización tomó como ejemplo el caso del Dr. Hugo Dolgopol, docente de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UNLP. Su caso, a criterio de la APDH, constituyó una violación a la misma Constitución Nacional y a los tratados internacionales reconocidos por esta ya que la norma engloba a todos los individuos con la misma edad en la misma categoría docente. También se consideró discriminatorio el hecho de evaluar la capacidad docente como consecuencia de la edad.

Según los consejeros académicos, esta resolución fue concebida para impedir que los docentes estén frente a alumnos de grado de la carrera de abogacía, y no les quitaría a los afectados otras responsabilidades. Pero es justamente la prohibición de dar clases a los alumnos lo que resiente a un profesor en su actividad docente.

En la Universidad de La Plata existe una norma que establece que a partir de los 65 años los docentes serán evaluados de una manera distinta al resto de sus colegas. Cuando un profesor alcanza esa edad, se establecen prórrogas de dos años en la titularidad de su cargo, por haber alcanzado "el límite de la edad".

La aplicación de esta clasificación "por razones de edad" llevará al absurdo de que un docente con años de formación académica sería evaluado más rigurosamente que otro de mediana edad y ninguna preparación. Esta evaluación no toma en cuenta la idoneidad en la función, sino la edad.

En un comunicado, la APDH afirma que "con un criterio análogo, la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata resolvió la inconstitucionalidad de la jubilación obligatoria de los jueces. Por otra parte, de aplicarse este criterio no podría haber miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación con esa edad, y hasta el mismo Presidente de la Nación vería limitado su ejercicio".

El profesor Hugo Dolgopol, con más de 65 años, pidió concursar por el cargo de titular de la cátedra Economía Política, y el 14 de octubre de 1997 ganó el concurso por unanimidad del jurado. Este nombramiento fue hecho por siete años, con el límite de un "re-examen" cada dos años.

Pero en febrero del 2000 todo cambió: se lo excluyó de las clases de grado por una resolución que no contempla debidamente la capacidad docente. Su edad sería una valla insalvable.

* Sergio Sorin es periodista especializado en derechos humanos y Director de Prensa de Derechos Human Rights Argentina. Además, es miembro de Amnesty International Argentina y parte del staff de noticias de El Sitio.


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