Derechos
Equipo Nizkor





ANALISIS DE LA EXTRADICIÓN DE PINOCHET
El fin de las aventuras golpistas

Por Sergio Sorin

BUENOS AIRES, 10 de oct. 1999
(artículo publicado en El Sitio Argentina)


El mundo cambia, tal vez demasiado rápido para algunos.

En tan sólo 20 años la globalización económica y cultural ha hecho olvidar la idea de un mundo dividido por naciones. Con el "Muro de Berlín" hecho pedazos, muchos intelectuales denominan al mundo actual como "el imperio de los entes regionales y supra nacionales", que bajo un amplio consenso desde el poder económico y político, dirimen sus diferencias en los foros internacionales como las Naciones Unidas, la OEA, la Unión Europea, la Organización Mundial del Comercio, el FMI o el Banco Mundial.

"Las crisis y guerras que la humanidad padece actualmente -y que amenazan su superviviencia- requieren una respuesta jurídica de la que todavía no hay señales", dice Monique Chemillier-Gendrau, una profesora de derecho internacional de la Universidad de París.

Aunque tal vez sí la haya en relación a los crímenes cometidos por las dictaduras contra civiles indefensos. El Caso Pinochet, más allá de su resolución, ya ha dado una respuesta al mundo.

Si el ejercicio del poder es un balance entre lo posible y lo factible, el ejercicio de la Justicia es la aplicación de la razón.

En plena guerra fría, el capitalismo y el comunismo parecían las dos únicas opciones que el mundo podía optar como posibles futuros políticos y sociales.

Aunque persistan algunos pocos gobiernos socialistas, la soga de la deuda externa y las consecuencias que la volatilidad de las grandes inversiones dejan en las economías nacionales y regionales, toman por el cuello a la mayor parte de las jóvenes y endebles democracias del mundo. ¿Para qué arriesgarse a perder legitimidad con gobiernos de facto que impongan modelos económicos?. Hoy "todos" desean acceder a las florecientes riquezas y beneficios que otorgan la acumulación de capitales.

Sólo aquellos que adquieran la habilidad de generar y multiplicar su riqueza lograrán subsistir al nuevo mundo.

Tanto Estados Unidos como una gran parte de Europa practicaron durante años sus recetas. Primero fue Francia en Argelia, donde las torturas cometidas sirvieron como modelo para los interrogatorios aplicados por los militares latinoamericanos.

Luego Gran Bretaña en Irlanda del Norte; China en el Tibet -donde la persecusión contra los monjes redundaron en masivas ejecuciones públicas-; Rusia en el Cáucaso -allí donde sus ex aliados islámicos de la revolución bolchevique pusieron en práctica contra Moscú los mismos métodos de insurrección que el ex Estado soviético procuró inculcar-;y EEUU en Latinoamérica -donde la excusa de luchar contra el marxismo y la distribución equitativa de la riqueza significó llevar a la práctica las peores técnicas de aniquilamiento conocidas desde la Segunda Guerra Mundial.

Ahora, las "guerras humanitarias" justifican la extraterritorialidad de los delitos cometidos por los gobiernos. Llamando a los mismos pactos que hoy tienen detenido a Pinochet en Londres, el presidente Menem -por ejemplo- brindó su incondicional apoyo al conflicto que la OTAN desató contra Slobodan Milosevic por las violaciones cometidas por su régimen.

El presidente argentino suena incongruente: por un lado justifica la violación de las fronteras nacionales en el caso de Yugoslavia, pero no está dispuesto a admitir lo mismo sobre el Caso Pinochet. Menem sostiene que sólo Chile tiene derecho a enjuiciarlo; pero no explica cómo esto se realizará sin que se deroguen las leyes de amnistías que lo protegen de la Justicia.

Dicen que el costo solamente es alto cuando uno tiene que pagarlo. Es así que las aventuras golpistas sólo entraron en juego para facilitar lo que por otros medios no se lograba hacer. La pregunta es: ¿ya se habrá hecho lo deseado?

Thatcher y la edad del hierro

La "dama de hierro" se está oxidando. Ciertos factores y cambios coyunturales parecen afectar como nunca antes a esta mujer que dominó uno de los perídos políticos más duros de Gran Bretaña. El Caso Pinochet, más allá de su extradición o regreso a Chile, parece haberse convertido en la corrosiva molécula de oxígeno que este nuevo mundo globalizado le ha reservado para su posteridad.

En un arranque de "pasión" conservadora, la ex primera ministra británica tildó de "secuestro judicial" al proceso contra el viejo ex dictador y condenó lo que llamó "una ley de linchamiento internacional, bajo el disfraz de defender los derechos humanos, (que) ahora amenaza con subvertir la justicia británica y los derechos de las naciones soberanas".

Incluso dijo que el honor del Reino Unido a quedado mancillado con la detención de su "aliado vital" en la guerra de Malvinas. "Pinochet es y será nuestro amigo seguro en América Latina", dijo.

Claro que sus interlocutores eran en su gran mayoría miembros de la extrema derecha chilena, que convocó -a la par de la convención del Partido Conservador británico en Blanckpool- un meeting para presionar a la justicia británica a otorgar un "perdón humanitario" al símbolo de las dictaduras latinoamericanas.

Si bien su palabra resonó en los medios de prensa, interesados en contrastar el retorno de la ex primera ministra con el poder dominante que supo tener en su gobierno, pocos ecos llegaron a escucharse con fuerza en los pasillos de los tribunales británicos.

La idea de dejar en libertad a Pinochet y convertirse en el primer estado defensor de la globalización que elude los pactos y tratados internacionales, mantiene en duda a los tribunales, al gobierno de Tony Blair y a los mismos burócratas del Partido Conservador.

Tal vez el oxígeno que hoy corroe a la "dama de hierro" sea -como escribó Douglass Cassel, del Centro Internacional de Derechos Humanos de la Universidad de Northwetern de Chicago- que ya no importa la resolución del Caso Pinochet, ya que se ha logrado una medida de justicia. "Pinochet ha perdido su libertad y su honor. La historia le recordará no como libertador capitalista, sino como un torturador".

¿Por qué Pinochet?

De todas las dictaduras latinoamericanas, sin duda la más efectiva fue la encarnada por Pinochet. El general, no sólo derrocó un gobierno democráticamente elegido por el pueblo, sino que exterminó la oposición al sistema neoliberal de gobierno, abrió las puertas del país a los negocios internacionales y coordinó mediante el plan Condor el período de mayor sometimiento político, social y cultural que conoció el continente desde la conquista de América.

Tras la detención de Pinochet en Londres, el mundo se asustó. La adopción de pactos internacionales que permitieron ablandar las críticas contra muchos gobiernos, por sus políticas de control y represión a los ciudadanos, hoy se han convertido en el principal camino hacia el purgatorio.

"Nos quieren colonizar judicialmente", dijo el presidente Menem luego de aclarar que no es partidario de Pinochet. Sin embargo, los embates de los servicios de seguridad (SIDE) contra el proceso judicial en la Audiencia Nacional Española, revelan la creciente preocupación del mismo mandatario que indultó a los jerarcas de la última dictadura militar en Argentina.

Tanto Argentina como Chile han clamado por el derecho que sus sociedades tienen para resolver su pasado. Sin embargo, ambos países han firmado y ratificado la Convención contra la Tortura. Es así que este tipo de violaciones cometidas por Pinochet constituyen un delito contra toda la humanidad.

Entonces, ¿puede ser juzgado el Reino Unido por las torturas cometidas por sus fuerzas de elite contra los nacionalistas católicos de Irlanda del Norte; puede Israel ser juzgada por las torturas que comete el Mossad contra los terroristas palestinos; puede Rusia ser juzgada por los apremios contra los separatistas chechenos en el Cáucaso; puede España ser juzgada por las violaciones realizados por los GAL contra los separatistas vascos; puede EEUU ser juzgada por las torturas realizadas por sus "boinas verdes" en Guatemala y Honduras?. La respuesta para el derecho internacional es un rotundo sí; siempre y cuando hayan sido cometidas luego de suscribir a la Convención contra la Tortura de Naciones Unidas.

Es entonces un error pensar que el Caso Pinochet es un conflicto entre Estados o entre ganadores y vencidos, ya que el proceso judicial fue iniciado por las víctimas españolas del régimen de Pinochet hace dos años en los tribunales españoles. Incluso hoy, los elementos de prueba no son contra un modelo o régimen político, sino contra el accionar de personas concretas que decidieron "aniquilar" a su oposicón, eliminando disidentes, torturándolos y haciéndolos desaparecer, pasando por encima de toda ley nacional e internacional.

Ni el Reino de España, son parte en los procedimientos que se siguen ante la Audiencia Nacional Española. Si así lo hicieran, estarían violando unos de los enunciados de la Declaración de la ONU, sobre "los principios fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder", adoptada por la Asamblea General en 1985.

Hay que recordar que la República de Chile ratificó esta Convención mientras Augusto Pinochet estaba en el poder y que el país más recalcitrante en la oposición a la Convención fue Argentina. Ciudadanos de ambos países son hoy acusados en el procedimiento español.

Reunidos en Roma el julio pasado, 120 gobiernos acordaron en el texto de un pacto que pretende establecer un Tribunal Internacional Penal para genocidio, crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad. Pero antes de que ese Tribunal sea vigente, se necesita que 60 países ratifiquen el pacto -nada fácil a corto plazo- y que se aprueben reglamentos de pruebas y procedimientos.

En todo caso el nuevo Tribunal tendrá competencia para enjuiciar solamente delitos que se cometen en el futuro, y no los del pasado, tales como el terrorismo del Estado en Chile. Por eso se necesitan medidas intermediarias -más allá de la justicia nacional, sin llegar al futuro Tribunal penal global- para las atrocidades del fin del siglo XX.

De cualquier forma, el Caso Pinochet le sirve al mundo para enontrar y construir caminos comunes de convivencia y resolución de conflictos. Si esta sociedad globalizada ha elegido adoptar tratados para regular sus diferencias, los centros de poder económico y político tampoco podrán safarse de estas normas.

Sus proyectos, sus planes de desarrollo encontrarán una fuerte resistencia si pasan por alto el equilibrio que otorga al mundo entero el respeto a los derechos humanos.

El águila daltónica

Mario Aguirre, el director del Centro de Investigaciones para la Paz de Madrid, publicó en Le Monde Diplomatique (El Dipló) que a su parecer, "EEUU prefiere democracias limitadas y coordinadas que dictaduras militares aisladas".

Según este investigador, el poder de los militares sobre las sociedades latinoamericanas, aplastante en los años 70, se debilitó considerablemente en las últimas dos décadas. "Incapaces de dominar la presión social, de administrar sociedades que se habían vuelto muy complejas y de integrar a sus países en la economía mundial, los militares se replegaron", escribió.

Ahora, en los '90, muchos de ellos volvieron a escena acusados por su conducta en el pasado, pero alardeando nuevas funciones que les permiten seguir siendo poderosos agentes políticos y económicos.

Durante los años en que fueron los amos de la vida de miles de seres humanos, los militares construyeron enclaves de poder en toda Latinoamérica. Un poder al que accedieron sirviendo a los intereses civiles más poderosos, ganando espacio en el sistema económico y político del poder.

En Colombia, Ecuador, Guatemala y Chile los militares tienen fuertes propiedades en las industrias del petróleo, hoteles, bienes raíces e incluso líneas aéreas. También los ejércitos centroamericanos tienen fuertes intereses, que se ocuparon de asegurar antes de que se firmaran los acuerdos de paz o se efectuaran traspasos de gobiernos.

Un factor que se desprende del Caso Pinochet es que le ha permitido a una buena parte de la sociedad chilena realizar una evaluación de su historia reciente. Saber que las Fuerzas Armadas, activas participantes de la apertura hacia el neoliberalismo y los mercados internacionales, controlan hoy el 10 % de los recursos derivados de la exportación del cobre han hecho reflexionar y unir a la oposición.

La revista Time publicó este año que el llamado "patio trasero" de EEUU será en breve el mayor socio comercial de la economía estadounidense, por delante de Europa y Asia. Aunque el narcotráfico se interponga, nada parece prohibir a la superpotencia aplicar sus planes para ajustar sus propios desequilibrios internos.

Hoy, los militares latinoamericanos ya no concurren como antes para entrenarse en la Escuela de las Américas. En 1998, alrededor de 2700 soldados y oficiales de tropas especiales de EEUU fueron desplegados en los 28 países de América Latina y el Caribe para entrenar a los ejércitos locales en la lucha contra la "narcoinsurgencia".

Pinochet: entre el dinero y la palabra

Durante el siglo XX las sociedades descubrieron el alcance e influencia que el dinero y la palabra podían alcanzar. Vieron también que ya no hay rincones en el mundo donde los gobernantes puedan "aislarse" del resto de la comunidad de naciones.

Ahora, no parece haber dinero ni palabra que permita mantener el círculo de impunidad que simboliza Pinochet para Occidente. Mucho se ha gastado (tan sólo en lo que va del proceso de instrucción en Londres, el ex dictador más de 2 millones de dólares por gastos de representación legal, sin contar la fastuosa mansión en la que está recluído), y aún mucho queda por gastar: se estima que el juicio en Londres ha movido en el último año gastos en ambas partes que alcanzarían los 50 millones de dólares.

También muchas palabras se han utilizado para argumentar tanto la defensa como la acusación del viejo dictador. En Internet, más de 40 mil páginas se han publicado en los últimos años sobre los crímenes cometidos por Pinochet.

Otras palabras, en cambio, han sido virtualmente censuradas a la opinión pública internacional. Un día antes de conocerse el fallo sobre la extradición de Pinochet, el diario The Washington Post informó que la CIA fue acusada de retener información sobre sus operaciones encubiertas en Chile. La información en cuestión ha sido purgada de cientos de documentos del Departamento de Estado, del Pentágono y de la CIA, según el Archivo Nacional. Según Peter Kornbluh, investigador del Archivo de Seguridad Nacional, la inteligencia no ha permitido conocer "ni una sola palabra sobre las operaciones de la CIA de apoyo al régimen de Pinochet. Esto es un blanqueo liso y llano de la historia".

Las casi 20.000 páginas publicadas en julio por EEUU confirmaron que Washington estaba perfectamente al tanto de las ejecuciones masivas y otras violaciones de derechos humanos cometidas en Chile desde el inicio del golpe de Estado contra el presidente socialista Salvador Allende en 1973.

 

* Sergio Sorin es periodista especializado en derechos humanos y Director de Prensa de Derechos Human Rights Argentina. Además, es miembro de Amnesty International Argentina y parte del staff de noticias de El Sitio.


Artículos de Sergio Sorin | Artículos de Derechos Humanos
Juicio a Pinochet