El Entorno
El Entorno: La trama íntima del aparato duhaldista y sus punteros

El Fin.
Rácing: El día después

Ahí van estos versos
rengueando, rengueando...
Son como una barra
de reos cansados
cargando la roña de los arrabales
y las porquerías que musita el tango. (..)
Huelen a convento
huelen a yirantas
a chorros, a reos
y a rincón de cama.

Claro, si se han hecho con biabas e insultos
y gargajos del alma. (..)
Burlas atorrantas
como puñetazos...
Roña de las almas
que entienden el tango:
tienen la ironía de hacer que los pobres
crean dendeveras que semos hermanos
Semos hermanos, Dante Linyera

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La quinta

- Viste Hugo, hoy gane en serio y por derecha, chicaneó Menem.

- Para mi -respondió el Negro Toledo-, hubo mucho de suerte...

La quinta Los Caudillos es el orgullo del ministro Toledo. Allí mantuvo charlas y compartió achuras con gente poderosa. Los atributos sedantes del verde y el revitalizador aire de los campos de Canning sirvieron para tejer operaciones políticas.

La mañana del 21 agosto del 95 el presidente Menem jugó al golf. Al mediodía compartió un asado en Los Caudillos. Ese día alzó la copa de triunfador con 69 golpes, en un torneo a 18 hoyos, disputado en el Club Atlético Lomas. Entre los derrotados estaban Roberto Rotman, presidente del club organizador, Abdulliatef Taman, embajador de Indonesia y el maestro Roberto De Vicenzo. Entre risas socarronas y ruidos de copas, cuchillos y tenedores, Menem reveló a los comensales el secreto de su éxito como golfista:

- ... cuando lleguen a presidentes, también ustedes van a poder ganar...

El gobernador Duhalde, sentado a su lado, tomó nota de la lección y guardó silencio.

En todas las visitas a Los Caudillos Menem había ocupado el centro de escena. El sitio del Uno.

Así también había ocurrido en el lejano diciembre del '92:

Sobre las parrillas de la quinta se doraban las vituallas. Parecían destinadas a saciar un batallón de hambrientos: corderos al asador y chivitos, carne vacuna, achuras asadas y ensaladas. Todo regado por abundante vino y unas pocas bebidas sin alcohol: agua y gaseosas.

Menem llegó a la quinta tras un encuentro matutino con la prensa. Abundó en la rutina de su mandato:

- ... todos los ciudadanos son inocentes -repitió- hasta que la Justicia demuestre lo contrario.

El hombre debió poner el pecho a los procesos judiciales que caían -una vez más- sobre sus funcionarios: Manzano, Lestelle, Sofovich, etc..

El sol, el olor penetrante de la tierra y el horizonte lejano que permitía extender la mirada distendían las tensiones. Para redondear una jornada de rélax el dueño de casa -aún intendente de Lomas-, tenía organizado un picadito con los integrantes de la Selección Nacional de Fútbol.

Los triunfadores formaron con Gorosito, Islas, Cravioto, Acosta, el Turco Garcia, Borelli, Mancuso y el presidente, de refuerzo. Entre los derrotados se alinearon los federales Toledo, Aníbal Fernández y el gobernador. El 9 a 4 fue lapidario.

Menem sonrió y se abrazo con Duhalde frente a los reporteros gráficos. Tras la partida del Uno en su helicóptero, la quinta Los Caudillos vió partir de tras a la prensa. El Dos quedó solo, con sus federales.

Antes que suene el despertador el gobernador abrió los ojos. Faltaban unos minutos para las 8 del 17 de noviembre de 1996. Era domingo y podía seguir durmiendo un rato más, pero estaba ansioso por leer los diarios. Desayunó en la cama. A su lado, Chiche -ya despierta- le leyó las primeras planas: El acto de Duhalde fue a estadio lleno -Clarín-, Multitud vivó a Duhalde -Crónica-, Se sentará en el sillón de Rivadavia -Diario Popular-, El desafiante -Página/12-, Duhalde apura su carrera por la presidencia -El Día-.

Los ojos del gobernador y Chiche devoraban página tras página. Bebían el café de a sorbos. Señalaban las fotos que mejor los favorecían. Y repetían la cifra mágica:

- Llevamos cincuenta mil personas. Cincuenta lucas ...

Desde la panorámica aérea de Clarín el Cilindro se veía sin claros. Ahí abajo estaba el bastión del peronismo bonaerense. El gobernador tenía razones de sobra para sentirse exultante:

- Fue el acto más importante desde la campaña del 95...

Les producía más felicidad revivir a través de los diarios lo que habían vivido en la realidad, apenas 15 horas atrás. Era el día después y cada ovación podía ser rebobinada. Cada aplauso podía ser detenido y vuelto a escuchar. Las tribunas repletas quedarían así para siempre. Reelaborar lo que había ocurrido en segundos podía llevarles minutos.

Pero valía la pena. Eran años de operaciones, alianzas, ataques, viajes, abrazos, ofensivas, fotos, caravanas y discursos para estar en ese sitio. Miles de rostros anónimos llegaron a Rácing para darle algún sentido a los gestos y a los símbolos. Y en dos rostros, con nombre y apellido, cerraba el significado de tanto esfuerzo.

Adiós al Uno.

Habían llegado al estadio a las 17 horas. El gobernador y Chiche fueron directamente a una sala acondicionada para la espera, en el vestuario visitante. Desde un monitor podían ver el arribo de las columnas. El aparato había funcionado a la perfección. Doscientos periodistas acreditados, un sistema de audio de 120 mil wats y 4 torres de sonido aguardaban la palabra del gran militante. Ese instante preciado ya no iba a ser cedido a nadie.

La distancia entre ambos era evidente. El último escenario que le cedió al Uno fue en un acto en Laferrere -en noviembre del 94 y en otro Día del Militante-. Pero había llegado el tiempo de ocupar el centro de la escena.

El Uno lo entendió así. Ese fin de semana lo dejaron afuera.

En Anillaco -rodeado de una custodia inusual-, jugó al tenis y habló de temas de la actualidad: las relaciones diplomáticas con Bolivia.

- Atraviezan el mejor momento de nuestra historia...

A las 18 horas Duhalde caminó hacia el escenario. El breve trayecto hasta el palco, montado de espaldas al pasaje Corbata, lo hizo en compañía de Pierri, Toledo y Chiche.

Ella vestía un saco azul y un pantalón crema. Ellos compartieron el mismo estilo: pantalón y camisa, sin saco ni corbata. Descamisados. El gobernador y Pierri eligieron el tono claro. Toledo, en cambio, optó por una camisa a rayas finas. Marrones y blancas.

Así se vieron en los diarios del día después.

Toledo habló de las obras. Y dijo que miró al cielo y que allí vió los ojos de Perón y Evita que lo miraban:

- ... guardando las distancias, hemos tratado de hacer lo mismo que ellos en la provincia.

El Negro hablaba de los ojos que veía en el cielo y en la tierra miraban para otro lado. Detrás de la columna de la gente de Pierri, en el césped del estadio, los pibes armaron un picadito:

- Se dieron el gusto de jugar en la cancha de Rácing -señaló un periodista-. ¿Qué más querían?

Pierri salió a confrontar:

- ... hay algunos dirigentes cholulos y faranduleros que salen en las revistas de moda, pero se olvidan de la gente.

El hombre estaba en el césped, alejado de los grupos que respondían a los punteros. Dijo que vino solo -de puro peronista-. Después de la arenga del Muñeco reflexionó:

Pierri hace lo que quiere y resulta que ahora es peronista.

Lamentablemente Cafiero lo metió en el Partido, ¿qué le vas a hacer?

Yo no le creo. Por más que me cante la marcha peronista, no le creo. Está bien, por cuestiones políticas tenés que salir a pintar por Pierri. Son acuerdos super estructurales y no hay mucho para discutir..., a mi no me gusta ninguno, pero Pierri...,¡Por favor! Es un empresario de la política. No creo que tenga un perfil de candidato que pueda convencer al justicialista puro, al peronista biológico.

La gente no dice nada. Creo que se lo banca, nada más. La gente no lo nombra. Putean a Menem y al que nombran es a Duhalde. Con Pierri lo menos que hace el peronista militante es preguntarse:

- ¿Este tipo quién es?

Es el militante que después va y sale a pintar paredes por Pierri, pero te dice:

- Con este perdemos...

Es muy duro. Pero que sean dueños del partido no los hace dueños del Movimiento Justicialista. La esperanza es que Duhalde peronise al Justicialismo...

Llegó el momento del Dos. Ponerle a sus pies y delante de sus ojos 50 mil personas costó medio millón de dólares. Solo para cancelar la deuda originada por la contratación de los 3.000 colectivos.

Se paró frente a la multitud. Su figura, recortada sobre un fondo de miles de manos y caras anónimas que lo saludaban, sobresalía por encima de cientos de banderas y pancartas. Extendió ambos brazos al cielo. Con las palmas de sus manos abiertas abrazó a la multitud.

Se lo veía relajado. Satisfecho. Rebosante. La meta ya se divisaba con claridad. Llegar a la cima se aparecía desde allí como un fenómeno temporal antes que una construcción política. Y ese instante -que se le escapaba de las manos como el agua-, apenas duró 14 minutos, 10 segundos y 77 décimas:

- Nos quieran creer o no, hemos venido a homenajear a estos misioneros de la vida...

Miró hacia las tribunas. Notó que algo no andaba bien y apuró la oratoria. La gente, como el tiempo, se le escapaba entre los dedos. Se trató de dos variables fuera del control del aparato partidario:

Todos esperaron a que entre Duhalde. Pero nadie esperó a que termine de hablar. Se imaginaron el quilombo de la salida y todo el mundo se fue antes. Se vió claramente que después de la ovación al gobernador la gente dijo:

- Vamos, ya está. Cumplimos...

Y se entraron a levantar. Se fueron. Los de Pierri, todos, fue automático. Se veían las columnas salir del estadio. Yo creo que Duhalde acortó el discurso por eso. El tipo hablaba y la gente se iba.

El gobernador lo leyó en Clarín: las tribunas se fueron despoblando durante el discurso de Duhalde y para el final solo quedaba la mitad de la gente. El Dos decidió que ya era hora de levantarse:

- Vamos, Chiche. Hoy almorzamos con el embajador en lo del Negro.

El Uno nunca pudo saber a ciencia cierta quién fue el padre de la operación: el Dos, el embajador. O ambos. Pero a él lo dejaron afuera.

- Estamos emocionados -le dijo la ex gobernadora de Texas-, de comer carne argentina...

En el living de su casona de Los Caudillos el Negro tenía reunida una selecta delegación de influyentes norteamericanos. Era un ámbito acogedor. De las paredes de ladrillo a la vista -bajo el techo de madera natural- colgaban las fotos que resumían la vida publicable del dueño de casa.

Los mozos -de saco blanco y con moño al cuello- servían unos bocadillos fríos antes del almuerzo. Pequeños grupos bilingües animaban conversaciones y cambiaban sonrisas. Hubo amistades que se iniciaron y otras que se fortalecieron:

- Lo felicito, gobernador. Estoy convencida que va a ser más exitoso porque conocí a su hermosa esposa, le dijo Ann Richards, la tejana -sesentona, de pelo blanco muy corto y grandes lentes- y la más animada del grupo de visitantes.

Hacía calor. Estaban en mangas de camisa. Pero no fue ese el único gesto que salió del protocolo. En una de las cabeceras de la mesa, Toledo -en su lugar de anfitrión- hizo un muy breve uso de la palabra:

- Este es un almuerzo entre amigos, aseguró feliz.

Los mozos sirvieron la carne, los chorizos y los vinos argentinos.

El gobernador desbordaba de estusiasmo. Caminó entre las mesas. Estrechó las manos de diplomáticos israelitas y de agentes de la CIA. Con James Cheek, el embajador, tuvo un diálogo aparte. A las cincuenta lucas de Rácing le sumó un gesto de los norteamericanos que lo llevó a creer que estaba a centímetros de tocar el cielo con las manos: en lugar del Uno -como disponen los códigos de la diplomacia y el protocolo-, el invitado a la segunda asunción del presidente Bill Clinton fue el Dos.

Con los postres apareció un grupo de mariachis que sorprendió a los norteamericanos. Ellos esperaban un número de tango. El gobernador estaba dulce. No podía dejar de complacerlos. Se aclaró la garganta, tomó algo de aliento, y se largó a canturrear unas pocas estrofas de la melodía más apropiada para la ocasión:

- ... caminito que el tiempo ha borrado, que juntos un día nos viste pasar...

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